Los "Varones del Fútbol"...

Ushetu, Tanzania, 7 de enero de 2015.

 

Mientras voy manejando el auto voy pensando cómo puedo escribir esta crónica. La verdad que el tiempo ha pasado rápido, pero sobre todo hemos vivido tantas cosas en tan poco tiempo, y eso hace que parezca mucho más el tiempo. Estoy manejando la camioneta de regreso de un viaje hermoso junto a ocho monaguillos y un seminarista menor.

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Debo remontarme al tiempo en que comenzamos a armar los arcos de fútbol con palos. Eso fue hace unos diez meses atrás, o un poco mas, tal vez un año. Yo no hablaba casi nada de swahili, y de todos modos, intenté meterme mas en el oratorio festivo de los domingos.

En el oratorio las hermanas jugaban con los jóvenes al vóley, y entretenían a los niños con juegos, sobre todo a los niños mas chicos. Pensé que podía venir bien si trataba de dedicarme a los varones un poco más grandes, a partir de los 9 o 10 años, y no jóvenes aún. La experiencia decía que a los niños les gusta jugar al fútbol… y ahí busqué el anzuelo. No necesité mucho, aquí son muy simples y no tienen juegos en sus casas, no tienen pelotas de fútbol, a veces arman alguna con bolsas de plástico bien apretadas. Como las que usábamos nosotros de chicos, hechas de medias.

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Pintando los arcos…

Un día me busqué los palos que podían servir para una canchita chica. Medimos el terreno, y ya cuando estaba dando los pasos de agrimensor, se comienzan a acercar los más comedidos, o curiosos. En fin que son los que empiezan a hacer los pozos para el arco, indicado por señas y palabras mal dichas en swahili. Risas y una relación de amistad que empieza. El domingo, ahí estamos, con una pelota vieja, y dos equipos de camisetas de fútbol que estaban guardados en la parroquia. No son camisetas muy vistosas, pero se animan al verse miembros de un equipo. Y todo tiene aire de seriedad y juego, un árbitro (quien escribe) con silbato, y las primeras reglas. Luego de correr hasta cansarse, o al menos yo estaba ya cansado, nos íbamos a la iglesia y rezábamos algunas oraciones. Nada mas que eso, no podía hablares y contarles historias ni nada.

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Pero ya estaba en funcionamiento… los domingos siguientes comenzaron a aumentar los “varones del fútbol”, como los designábamos. Tuvimos que comenzar a hacer más de dos equipos, y jugar a “dos goles o diez minutos”. Y así siguió su evolución todo… llegó una pelota nueva, nuevos adeptos; llegaron camisetas nuevas, festejadas con alegría y aplausos; y así iba a pasando el tiempo… yo conociéndolos mas, aprendiendo sus nombres. Pintamos los arcos, y alguno hubo que reparar. Sin darme cuenta, me podía comunicar cada vez mas con ellos.

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Todo esto tuvo un tiempo de prueba. Llegó el momento de irme a estudiar swahili a Musoma, y despedirnos por dos meses. Se quedaba con ellos el P. Johntin, pero a las tres semanas sufrió el accidente del que ya están al tanto. Podemos decir que por un tiempo estuvieron huérfanos de padres espirituales… aunque rezábamos por ellos, por supuesto. Las hermanas les daban los instrumentos de juego, pero ellos extrañaban nuestra presencia. Yo en eso debí abandonar mis estudios a las tres semanas y correr a Dar es Salaam junto al P. Johntin. En todos estos vaivenes se nos fue un mes… y pude regresar y encontrarlos.

Todo fue de bien en mejor, tanto que comenzaron a venir al catecismo, y muchos de ellos recibieron el bautismo en Pascua, luego la primera comunión… comenzaron las confesiones, una vida sacramental en serio. Otros tantos recibieron la confirmación en noviembre, de manos del Nuncio Apostólico.

En uno los primeros domingos los invitamos a que los que desearan ser monaguillos, vinieran los jueves a las reuniones. La reunión es precedida por la adoración eucarística. Pareció algo mágico. Yo pensaba que habría que insistirles y entusiasmarlos. Nada de eso. Se miraban con cara de alegría, aún los que no eran católicos todavía. Se asombraban que los invitáramos a ser ayudantes en la misa.

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Después debimos hacer grupos de juegos para el oratorio de los domingos, y grupos de monaguillos para la semana y la misa dominical. Reglamento para poder ayudar en misa, porque venían muchos, casi todos los días de la semana, antes de entrar a la escuela. Esto fue producto de una lista con puntajes que pusimos en la sacristía, y que los atraía como un imán. Les llegué a decir en broma:Voy a poner esa lista pegada debajo del sagrario, así llegan a la iglesia y se van derecho a visitar a Jesús”. Fueron juntando puntos, y había que hacer entrega de premios, por supuesto. Los premios llegaron a su tiempo: camisetas de fútbol, y golosinas a diestra y siniestra.

Pero como el asunto iba en serio, les propuse hacer un viaje a fin de año con los que mas se esforzaran. Y comencé a rezar, para que se pueda dar la ocasión, y sobre todo, llegue el P. Johntin, que me de la libertad de escaparme unos días; y lo que no es lo más importante, pero sí necesario, algún donante para poder costear el viaje. Todos se fue dando, menos el regreso del P. Johntin. De todos modos, la ocasión se dio, pude dejar la parroquia por cuatro días, y una semana antes, cuando el viaje ya estaba planeado, llegó el dinero necesario.

Bien, y aquí me encuentro, manejando, como les decía, junto a los ocho que mas se esforzaron, y un seminarista menor de los capuchinos, que es de nuestra parroquia y está de vacaciones. Como está en el último año del colegio, me viene muy bien de ayuda como un bedel.

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Todavía no les he comentado a ustedes a dónde hemos ido de viaje. Ha sido un paseo realmente envidiable. Les había prometido llevarlos a Mwanza, y que conozcan el Lago Victoria, y la ciudad. Algunos de los monaguillos nunca habían salido de la aldea, y no conocían la ciudad de Kahama que queda a 60 km. Se imaginan la emoción que llevaban todos, de que íbamos a Mwanza, que ninguno conocía. Pero les tenía preparada una sorpresa, porque ya había arreglado con un guía que nos cobraría bien barata la visita al Parque Nacional Serengeti. Es el parque nacional más famoso de Tanzania, y uno de los más famosos de África. Los chicos lo estudian en el colegio, pero no pueden visitarlo nunca. La gente grande de aquí jamás ha visto un elefante, una cebra, o una jirafa. Parece increíble, pero ellos no han tenido oportunidad de conocer los animales propios de África. Gracias a una familia muy generosa de Italia, que nos enviaron un dinero como obsequio de navidad, pudimos hacerles a los chicos este espectacular regalo.

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Visitamos Mwanza. La alegría que tenían los chicos al ver el lago Victoria, no se la puedo describir. Se reían, y yo les preguntaba “¿Qué pasó?”, pensando que había algo gracioso… “Nada”, me decían, “estamos contentos porque vemos el Lago Victoria”. Hasta fuimos al aeropuerto, y parados en la ruta vimos aterrizar un avión y despegar a otro. No lo podían creer. De allí partimos para Mwanangi, a la parroquia de los padres y hermanas mejicanos, donde estuvimos alojados todos estos días. De estos padres y hermanas ya les he contado en alguna otra crónica. Estuvieron más que atentos y dispusieron lugares para dormir, cocinar, jugar, etc.

Uno de los días los padres nos guiaron a un lugar del lago, muy cerquita de la parroquia, a 10 km, donde habían una playa y se podía bañar. Y así fue… se metieron al agua, primero con un poco de temor, sólo en la orilla, luego, animados estuvieron más adentro, y por más de una hora. Yo sentado en la arena de la orilla, los miraba y me acordaba de las convivencias en el Nihuil con el seminario menor de Argentina. No faltó el fulbito en la arena… se juntaron un montón de chicos de la aldea cercana.

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Y llegó el día del “safari”. Había que ver sus caras. No se perdían detalle. Algunos de ellos veían los animales antes que el guía. En el Serengeti hay más de 515 especies de pájaros, y 165 especies de animales. No llegamos a verlos todos, por supuesto… perdimos la cuenta un buen rato antes. Y hay una concentración de animales muy grande, lo que lo hace muy entretenido. Pero tuvimos además otras atracciones, es decir un poco de aventura, ya que como estamos en tiempo de lluvias, no es muy fácil ver algunos animales, sobre todos los más codiciados por los turistas, los leones. Por ello el guía dijo que vayamos por un lugar que podía haber más posibilidades de verlos… pero mucha agua en tiempo de lluvias, mucho barro, y a pesar del 4x4… nos quedamos empantanados. Íbamos detrás de otra camioneta de una empresa, más grande… y cuando se dieron cuenta que ya no íbamos detrás de ellos, regresaron a nuestro rescate. Menos mal, no estuvimos allí mas de 25 minutos. No era cuestión de salir a buscar ayuda caminando, no sea que tuviéramos la “suerte” de ver algún león. Esto simplemente le agregó más condimento al viaje, que gracias a Dios, quiso que luego de tantas vueltas y vueltas, viéramos dos leonas con sus cachorros jugando. No les describo todo lo que vimos, mejor van las fotos, que creo que les van a gustar, y van a ser un buen gancho para los que visiten estos posts en los blogs.

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Esto ya va muy largo, pero no hay como acortarlo… porque les estoy describiendo un año de apostolado con los chicos. Me sorprendo de haberlos visto crecer tanto. No digo físicamente, sino espiritualmente. Debieran verlos ayudar en misa, ayudar en la bendición eucarística, hacer el oficio de incienso. En el viaje ellos mismos dirigían el rosario… y las oraciones antes de salir cada día.

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Vengo repasando toda esta historia mientras manejo de regreso a la misión en Ushetu. Los chicos vienen haciéndose bromas, por momentos comienzan a cantar. Luego se divierten inventando letras de canciones… y yo recuerdo los tiempos del seminario menor… otrora manejando aquél colectivo, por tantos lugares, y compartiendo tanto con los seminaristas. Años inolvidables, que me dan ánimos para pensar que estos años serán también inolvidables para estos chicos de Ushetu.

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Los vemos respondiendo muy bien a nuestros esfuerzos… debemos perseverar en el trabajo. No son ellos los principales responsables de su perseverancia, sino nosotros, no cansarnos nosotros. Y el secreto sigue siendo siempre el mismo de San Juan Bosco: “Amar lo que aman los jóvenes, para que ellos amen lo que amamos nosotros, la disciplina, la oración, el estudio”. Y la fórmula es tan simple, pero que exige nuestro esfuerzo, nuestro sacrificio… y no es exagerado decir, nuestra inmolación diaria: “Hay que hacerles sentirse amados”.

Les pido oraciones por estos chicos. Hay muchos muy buenos, y que ya van repuntando algún signo de vocación. Algunos ya han hablado del asunto, y otros lo sugieren. Dios irá disponiendo las cosas. Ustedes rezarán por ellos… ¿Cuáles de ellos serán los que sigan nuestros pasos y nuestra obra?

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Pero… ¿qué es esto que veo adelante? ¡Llegamos a la misión! Y una turba de más de 50 niños sale corriendo a recibirnos, cantos, saludos, bromas. ¡Qué buena manera de llegar a casa!

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE.

P.O.Box 997 - Ushetu -Kahama - Tanzania

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