El próximo domingo 18 de enero se celebra la Jornada Mundial de Migraciones y con este motivo entrevistamos a Monseñor Ciriaco Benavente, obispo de Albacete y presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española. Nos abre los ojos a la realidad de las migraciones,  sus preocupaciones en cuanto a los inmigrantes y recuerda que el Estrecho de Gibraltar y el Mediterráneo siguen siendo un inmenso cementerio, como dijo el Papa Francisco.

P. Como Presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones de la CEE, ¿cómo ve la situación de los inmigrantes en España?

R. La situación de los pobres es siempre triste, pero en no pocos inmigrantes se agrava:  piense en los inmigrantes sin papeles y que, por consiguiente, no pueden ser contratados, no tienen  derecho a la sanidad…no existen oficialmente; piense  en los que,  aunque tengan papeles, no tienen trabajo ni cuentan con un entramado familiar que les ayude, porque están lejos de su tierra, de los suyos.Las migraciones forzosas e irregulares dan lugar, por otra parte, a  la aparición de mafias, a que surjan nuevas o viejas esclavitudes. Piensese en tantas víctimas  de la prostitución…

Al lado de esta  situación  está también, es verdad,  la de quienes están logrando una integración cada vez mayor en nuestra sociedad y, por eso, se sienten contentos.

“Me preocupa  que nuestras sociedades avanzadas, para preservar su bienestar y su seguridad, se cierren cada vez más a la acogida”

P. En cuanto al fenómeno de la migración, ¿qué aspectos están ahora mismo sobre la mesa? ¿Qué es lo que más le preocupa a la comisión?                                                    

P. Me preocupa  que nuestras sociedades avanzadas, para preservar su bienestar y su seguridad, se cierren cada vez más a la acogida y que, por otra parte,  no haya un empeño serio y  conjuntado para acabar con las tremendas desigualdades de nuestro mundo. El hambre y el instinto de supervivencia no saben de fronteras. Por eso, mientras no se abran horizontes de esperanza en los países de origen, nada parará las migraciones. ¿No es triste que esté disminuyendo la cooperación internacional con los países pobres?

Tenemos  una sociedad que no se construye en claves de bien común, sino del propio bienestar. “El mapa de la desigualdad, decimos los obispos en nuestro mensaje,    es una afrenta clamorosa  a la dignidad   de millones de seres humanos”

P. El próximo 18 de enero se celebrará la Jornada Mundial de las Migraciones bajo el lema “Una Iglesia sin fronteras, madre de todos” ¿Qué objetivos se presentan para estas jornadas?

R. Se pretende una concienciación  más intensa en nuestras comunidades y en la sociedad, un conocimiento más hondo de la realidad inmigrante con todo lo que tiene de gracia y de tragedia, a fin de que conociendo mejor la situación se suscite una acción más  eficaz de acogida e integración y también de denuncia de las situaciones inhumanas en que viven muchos inmigrantes. También nos juntaremos para orar y para vivir el dolor  y la  esperanza de tantos hermanos  en  comunión con el misterio de Cristo muerto y resucitado, en la Eucaristía

“Vivimos en una sociedad narcisista, que necesita despertar y mirar más allá de la propia piel o de la propia sombra”
 

P. La integración en nuestra sociedad es un aspecto clave para estas personas, ¿la Iglesia presta especial atención a este aspecto?

R. Se están haciendo infinidad de cosas en favor de los inmigrantes por parte de instituciones de caridad, parroquias, congregaciones religiosas, así como por otras organizaciones civiles…etc. Se está actuando en favor de los inmigrantes y con los inmigrantes. Queremos  que no se sientan sólo destinatarios o beneficiarios pasivos, sino sujetos activos. Queremos que sea una acción más coordinada para que sea también más eficaz.

Hemos constatado que una de las formas más eficaces para  integrarse en nuestra  sociedad  es  integrarse en las parroquias.  Fieles al lema de  la Jornada  -“ Iglesia sin fronteras, madre de todos”- queremos  que  los inmigrantes, incluso los que no comparten nuestra fe,  se sientan  con nosotros en su casa, entre hermanos, donde son valorados  no sólo por el trabajo que hacen, sino porque son personas.

P. ¿Cree que los españoles acogemos de manera adecuado a los inmigrantes que vienen a nuestro país?

R. Hay que avanzar mucho más. Pero también creo que se ha hecho en los años pasados una importante labor por parte de educadores, catequistas, parroquias, para que se vea al inmigrante  ante todo como una persona.  El hecho mismo de que no haya habido casi  estallidos de violencia en  un momento en que, al lado de millones de inmigrantes,  ha habido y hay millones de parados, es significativo. Lo anterior no niega que siga habiendo quienes se aprovechan de la situación del inmigrante;  que haya situaciones flagrantes de injusticia; que sigan existiendo asentamientos que producen espanto y hacinamientos inhumanos en pisos.

Sigue clamando al cielo la situación de quienes intentan pasar la fronteras arriesgando la vida en el mar o en las alambradas cortantes. El Estrecho de Gibraltar, como el Mediterráneo, siguen siendo un inmenso cementerio ante la pasividad  de Europa y de los europeos.

Sólo poniéndonos en la piel del otro podremos entender de qué situaciones  de  hambre, violencia,  guerra o desesperación se intenta escapar;  qué esperanzas  mueven a  dejar la propia tierra,  la familia…, a arriesgar la vida en los desiertos, en las alambradas o en el mar.

A propósito de lo de ponerse en la piel del otro, hay un hecho reciente que tiene que hacernos pensar:  durante semanas fue tema de todos los medios de comunicación, de todos los informativos  y tertulias televisivas, a todas horas, el problema del contagio del  ébola. El contagio había afectado a alguien de  nuestro país.  Una vez que la persona se curó, no se volvió a hablar, pareciera que se había acabado con la bacteria. Pero la realidad es que en algunos países de África  siguen muriendo del contagio miles de personas. Esas son nuestras varas de medir. Se podría aducir  muchos ejemplos parecidos. Vivimos en una sociedad narcisista, que necesita  despertar y mirar más allá de la propia piel o de la propia sombra.

P. ¿Qué retos se presentan en la Comisión de Migración para este año 2015?

R. Ya ve que hay tela que cortar. Hay que unir muchas manos  para seguir empujando;  hay que unir muchas voces para seguir clamando; hay que unir muchos corazones para seguir com-padeciendo  y “misericordiando”, que diría  el papa Francisco, para seguir amando.

(Lourdes Artola – Agencia SIC)