Y el papa Francisco... alabó a la Humanae Vitae

 

La verdad es que este segundo viaje del papa Francisco a Asia -ya estuvo en Corea- está dando mucho de sí. No solo por el éxito de participación de los fieles, cosa habitual en las visitas papales de las últimas décadas, sino por el hecho de que está abordando cuestiones acerca de las que no había hablado mucho con anterioridad

Desgraciadamente la actualidad de los atentados de la semana pasada en Francia ha marcado en parte la agenda de sus declaraciones ante los medios. Pero era necesario que el Santo Padre se pronunciara tanto sobre los atentados, que condenó sin fisuras, como sobre la polémica que tenemos en occidente acerca de los límites de la libertad de expresión. Y ahí es donde el Pontífice ha “enfadado” a los que creen que dicha libertad supone vía libre para arremeter brutalmente contra los sentimientos religiosos de las personas, llegando incluso a la blasfemia. Ya escribí ayer sobre el tema pero hoy nos hemos levantado con una portada de El País, periódico de mayor tirada en España, de esas que dejan huella: El Papa: “Si insulta a mi madre, puede esperar un puñetazo”. Obviamente era una frase dicha en un contexto coloquial, que fue acompañada de un llamado previo del Papa a no usar la violencia. Pero algunos medios están planteando poco menos que Francisco está justificando el atentado contra Charlie Hebdo. Son los mismos medios que tras leerse el evangelio titularían “Jesucristo se lió a latigazos contra los comerciantes del Templo de Jerusalén".

Mucho me temo, o más bien habría de decir que “mucho me alegro", de que tampoco va a gustar a los medios de comunicación sus palabras de hoy en defensa de la familia y de la encíclica profética del Beato Pablo VI, la Humanae Vitae.

Siendo Filipinas el único país asiático de mayoría católica, el Santo Padre les ha lanzado un mensaje claro: No os dejéis colonizar por la ideología de Occidente, que está destrozando el concepto de familia. Francisco no ha necesitado usar el término Occidente, pero ¿acaso hay alguna otra civilización que en los últimos 15-20 años haya hecho más por destrozar la institución familiar? El Papa ha sido muy claro: 

Estén atentos a la nueva colonización ideológica. Existen colonizaciones ideológicas que buscan destruir la familia. No nacen del sueño, de la oración, de la misión que Dios nos da. Vienen de afuera, porque eso digo que son colonizaciones. No perdamos la libertad de la misión de la familia. Y así como nuestros pueblos en un momento de su historia llegaron a la madurez de decirle no a cualquier colonización política, como familia tenemos que ser muy sagaces, hábiles y fuertes para decir no a cualquier intento de colonización ideológica sobre la familia.

A buen entendedor, pocas palabras bastan. No contento con eso, el Santo Padre ha tenido la felicísima idea de reivindicar la figura de su antecesor, el beato Pablo VI, y su “valentía” al servir a la Iglesia y la sociedad defendiendo la moral católica sobre el matrimonio y la sexualidad:

Pienso en el Beato Pablo VI. En un momento donde se le proponía el problema del crecimiento de la población tuvo la valentía de defender la apertura a la vida y la familia. El sabía las dificultades que había en cada familia, por eso en su carta encíclica (Humanae Vitae) era tan misericordioso por sus casos particulares y pidió a los confesores que fueran muy misericordiosos con estos casos. Pero el vio más allá y vio a los pueblos de la tierra y vio esta amenaza de destrucción de la familia. Pablo VI era valiente, un buen pastor y alerto a sus ovejas de los lobos que venían, que desde el cielo nos bendiga esta tarde.

Si algún iluso, fuera o dentro de la Iglesia, pensaba que este Papa tiene intención de cambiar la enseñanza católica que aparece en dicha encíclica, ya puede ir desechando semejante idea.

Esas palabras del Santo Padre sirven para dos cosas. Para decirle al mundo y a los “católicos” heterodoxos que él es lo que siempre ha dicho: un hijo de la Iglesia. Y también para tranquilizar a no pocos fieles que pensaban que este papado iba a poner patas arriba todo, en el mal sentido de esa expresión.

 

Luis Fernando Pérez Bustamante