Falsedades acerca de la Iglesia católica – Es que la Iglesia católica no entiende la homosexualidad...

 

-Vamos a ver si encontramos algo de luz.

-Eso, eso, veamos…

 Falsedades y mentiras contra la Iglesia católica

 

Es bien cierto que a la Iglesia católica y, por extensión, a los católicos, se le tiene, se nos tiene, por parte de muchos, una manía ciertamente enfermiza.

 

Si creen que exagero les pongo lo que suele decirse de la religión católica, de la fe católica y, en fin, de la Iglesia católica. Aquí traigo esto para que vean hasta qué punto puede llegar la preocupación por un tema que es, ciertamente, falso.

 

Se suele decir que:

 

La fe católica está manipulada por la jerarquía.

 

La fe católica no va con los tiempos.

 

La fe católica ve poco sus propios defectos.

 

La fe católica pretende adoctrinar al mundo.

 

La fe católica está alejada de la realidad.

 

La fe católica defiende siempre a los poderosos.

 

La fe católica quiere imponer sus principios.

 

La fe católica no sabe cómo van los tiempos.

 

La fe católica está anquilosada.

 

La Iglesia católica acumula riquezas inmensas.

 

La Iglesia católica busca el poder aunque sea de forma escondida.

 

La Iglesia católica no acepta cambios en sus doctrinas.

 

La Iglesia católica es gobernada por una jerarquía carca.

 

La Iglesia católica no comprende la política actual.

 

La Iglesia católica esconde sus propios defectos.

 

La Iglesia católica no actúa contra determinados delitos que ocurren en su seno.

 

La Iglesia católica tiene muchos privilegios (sociales, económicos, educativos…)

 

Y a esto, se podían añadir muchas cosas, muchas acusaciones que están en mente de cualquiera.

 

¿Qué les parece a ustedes?

 

Es que la Iglesia católica no entiende la homosexualidad

 Sabemos más que bien lo que se suele decir, quien eso diga, acerca del tema del sexo con relación a la Iglesia católica. Pudiera parecer que esta última tiene algo contra la sexualidad del ser humano y que, por eso, pareciera que se dedica a malmeter contra la misma.

 

Y ya se sabe: que si las relaciones prematrimoniales, que si los anticonceptivos, que si la falta de castidad en el matrimonio, que si la educación sexual en los centros educativos etc.

 

En fin…

 

 

 

Pero si hay algo en lo que se suele hacer hincapié, con relación a la sexualidad, es, precisamente, a la homosexualidad de la que se dice que la Esposa de Cristo no entiende ni quiere entender.

 

El caso es que, al contrario de esto, lo entiende perfectamente. Es más, en las Sagradas Escrituras se trata el tema como una meridiana claridad desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo. Vamos, se entiende a la perfección.

 

También se suele decir que lo que dice, a tal respecto y en tales textos religiosos es… demasiado exagerado o radical pero es que, en verdad, la voluntad de Dios no siempre está de acuerdo con determinados pensamientos mundanos y carnales.

 

Pues bien, la Iglesia católica sabe a qué atenerse al respecto de la homosexualidad, de las relaciones homosexuales y de lo que las mismas suponen. No es que, simplemente, se trate de algo antinatural que nadie puede negar sea así sino que, yendo más allá de las mismas, tiene una consideración muy benigna a favor de los homosexuales que, conscientes de que lo son, hacen un uso, digamos, adecuado de la misma.

 

A tal respecto, se dice en Génesis 19, 4-5:

 

No bien se habían acostado, cuando los hombres de la ciudad, los sodomitas, rodearon la casa desde el mozo hasta el viejo, todo el pueblo sin excepción.

 

Llamaron a voces a Lot y le dijeron: ‘¿Dónde están los hombres que han venido donde ti esta noche? Sácalos, para que abusemos de ellos.’”

 

Y ya sabemos cuál fue la reacción de Dios antes cosas como ésta pues no parece que al Creador le parezca muy bien que, dada la naturaleza que dio El Señor al hombre y a la mujer adopten cualquiera de ellos algo tan contrario a la misma.

 

San Pablo, buen judío y mejor cristiano, dejó escrito en el Capítulo 6 de su Primera Epístola a los Corintios (9-10) una relación de quienes no alcanzarán la vida eterna. Y dice lo siguiente:

 

“¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales,  ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los  ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios”.

 

Podemos ver que, entre tales personas están, precisamente, los homosexuales… Y no podemos decir que el apóstol de los gentiles no sea tajante en lo que dice.

 

Y el Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 2357 nos recuerda lo evidente:

 

Los actos homosexuales son objetivamente desordenados.

‘Son contrarios a la ley natural. No pueden recibir aprobación en ningún caso”.

 

No se pueden, por tanto, aprobar las relaciones homosexuales en el sentido de admitirlas como una posibilidad más de relación entre seres humanos. Y esto no quiere decir, sin embargo, que la consideración de los homosexuales pase por ser detestable para la doctrina católica sino que, al contrario, se dice esto en el número 2358 del Catecismo de la Iglesia Católica al respecto de los homosexuales

 

“Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta”.

 

Es decir, que la Iglesia católica, aun entendiendo lo equivocado y errado de la conducta homosexual no deja de reconocer que las personas que padezcan esta tendencia han de ser recibidas como lo que son: hijos de Dios. Sin embargo, no por eso va a admitir que, por ejemplo, sea legítimo establecer uniones matrimoniales entre personas del mismo sexto por el prurito de parecer moderna e ir con los tiempos. Por eso se les pide un comportamiento casto o, lo que es lo mismo, aun creyendo tener tendencias homosexuales no las hagan efectivas manteniendo relaciones sexuales de tal tipo.

 

Por tanto, la homosexualidad, siendo una forma de proceder totalmente contraria a la propia naturaleza del ser humano es una conducta perfectamente censurable por parte de los fieles católicos. Otra cosa es que haya católicos que, queriendo ser aceptados por el mundo,  se traguen esta gran rueda de molino.

  

Eleuterio Fernández Guzmán