Aprendiendo a pensar: lógica de los sofismas (3-21)

            2. Sofismas de distinta suposición

 

          Dentro de los sofismas por homonimia están aquellos que pro­vienen de la distinta “suposición” que en cada premisa tiene el término común[1]. La falla consiste en razonar como si el término mantuviese constante su suposición, cuando en realidad ella va­ría. Una de las maneras como puede ocurrir esto es cuando un mismo término una vez “supone” por un concepto (por el concepto mismo), y otra vez “supone” por un individuo que corresponde a ese concepto:

 

[5]      Hombre es especie.

            Juan es hombre.

 

            Juan es especie.

 

 

 

          El término “hombre” en la primera premisa supone por el con­cepto de hombre, pero en la premisa siguiente supone por un in­dividuo real:

 

           (El concepto de) hombre es especie.

         Juan es (un) hombre (real).

 

           Juan es especie. (!)

 

Podemos así advertir claramente el sofisma si sustituimos el término por aquello que es supuesto en cada caso.

Así se ponen de manifiesto los cuatro términos: donde aparecía dos veces “hombre”, vemos que en un caso se trata del concepto mismo y en otro caso se trata del individuo humano real.

Otra manera como puede darse esta falacia es cuando el tér­mino supone una vez por una cosa, y otra vez supone por sí mismo, es decir por la propia palabra:

 

[6]      Mozart es un músico.

         Músico es palabra esdrújula.

 

           Mozart es palabra esdrújula.

 

          Vemos que el término “músico” en una premisa supone por un indi­viduo, pero en la otra premisa “músico” supone por el propio término. Si hacemos la sustitución pertinente, hacemos más evi­dente la falacia, pues exponemos los cuatro términos:

 

           Mozart es un hombre músico.

         La palabra músico es palabra esdrújula.

 

           Mozart es palabra esdrújula. (!)

 

          En rigor aquí tenemos un sofisma de equivocidad, porque se ha em­pleado un mismo término con distinto significado. En cambio, en el ejemplo anterior “hombre” tenía el mismo significado (se re­fería al animal racional), pero una vez suponía por el individuo real, y otra vez suponía por el concepto correspondiente.

          Veamos otro ejemplo:

 

[7]      El blanco es un color.

         La nieve es blanca.

 

           La nieve es un color.

 

          Aquí la falacia es más difícil de descubrir. En la primera pre­misa “blanco” supone por una cualidad abstracta, esto es, por la blancura, mientras que en la segunda premisa supone por un ob­jeto real, o sea por una cosa blanca. Si sustituimos el término ambiguo “blanco” por aquello que supone en cada premisa, ponemos de manifiesto el paralogismo:

 

           La blancura es un color.

         La nieve es una cosa blanca.

 

           La nieve es un color. (!)

 

Otro ejemplo:

 

[8]      El hombre es la más digna de las criaturas.

         Juan Oliva es hombre.

 

           Juan Oliva es la más digna de las criaturas.

 

Podemos apreciar que «hombre» en una premisa supone por la esen­cia y en la otra supone por un individuo real. Si hacemos la sustitución que muestra la diversa suposición del término:

 

           La esencia del hombre es la más digna de las esencias crea­das.

         Juan Oliva es un individuo humano.

 

           Juan Oliva es la más digna de las criaturas. (!)

 

Veamos otro caso:

 

[9]      Los sacerdotes predican en el mundo entero.

         Martín Gómez es sacerdote.

 

           Martín Gómez predica en el mundo entero.

 

          El término “sacerdote” tiene el mismo significado en ambas pre­misas, pero en la primera supone por todos los individuos sacer­dotes tomados colectivamente (supositio collectiva), mientras que en la segunda premisa supone por un solo individuo. Si hace­mos la sustitución pertinente, tenemos:

 

           El conjunto de los sacerdotes predica en el mundo entero.

         Martín Gómez es un sacerdote.

 

           Martín Gómez predica en el mundo entero. (!)

 

 

Falacia de composición:

          Una de las maneras del sofisma de supo­sición ocurre cuando una proposición que es verdadera si el pre­dicado se refiere a los objetos de un conjunto tomado indivi­dualmente, es interpretada como si el predicado se refiriese al conjunto de objetos considerado como un todo. El razonamiento que exponemos a continuación es un ejemplo de esta falacia:

 

[10]    Todas las moléculas del aire —es decir las moléculas de nitrógeno, de oxí­geno y de otros gases— se mueven con una velocidad media de aproximadamente 500 mts./segundo.

           La atmósfera terrestre está constituida por todas las molé­culas del aire.

 

           La atmósfera de la Tierra se mueve a una velocidad de unos 500 mts./segundo.

 

          Es evidente la incorrección de este razonamiento: aunque cada molécula de oxígeno y cada molécula de nitrógeno, consideradas individualmente, se mueven a esa gran velocidad media, la atmós­fera constituida por dichas moléculas, considerada como un todo, no se mueve con tal velocidad[2]. Esto se denomina “falacia de ir del sentido distributivo al sentido colectivo” (fallacia a sensu distributivo ad sensum collectivum) o falacia de composición. En la primera premisa la locución “todas las moléculas del aire” su­pone por cada una de las moléculas del aire, pero en la segunda premisa la misma locución supone por el conjunto de todas las moléculas.

 

 

Falacia de división:

          También suele ocurrir el error inverso del que recién expusimos. Suele pasarse de una aseveración acerca de un conjunto de objetos tomados como un todo a una aseveración sobre cada uno de los objetos de ese todo. He aquí un ejemplo de tal paralogismo:

 

[11]    La atmósfera de la Tierra es contenida por la fuerza de atracción de la Tierra (y por ello no se dispersa por el Universo, y se mantiene como envoltura de nuestro planeta).

           La atmósfera de la Tierra está constituida por moléculas de oxígeno y de nitrógeno.

 

           Todas las moléculas de oxígeno y de nitrógeno de la atmós­fera de la Tierra están contenidas por la fuerza de atrac­ción de la Tierra (o sea que no se dispersan por el Uni­verso, sino que siempre permanecen encima de la Tierra).

 

          La conclusión es incorrecta, porque del hecho de que la atmós­fera como un todo no venza la fuerza de atracción de la Tierra, no se sigue que ninguna molécula pueda vencerla. (Como conse­cuencia del choque de las moléculas algunas adquieren gran velo­cidad y escapan hacia el espacio cósmico; ahora bien, el número de las moléculas que logran esto es insignificante en relación con el número de las moléculas de la atmósfera, por lo que ésta en su conjunto permanece)[3].

 

 


 
[1] La suposición es la propiedad que tienen los términos por la cual un término en la proposición ocupa el lugar de una cosa. «La significación de un término se relaciona con la forma o naturaleza que el nombre representa al espíritu. La suposición de un término se relaciona con las cosas a las cuales la inteli­gencia aplica ese nombre en una proposición, con determinado predicado» (Jacques Maritain, El orden de los conceptos. Club de Lectores, Bs. As., 1963, p. 78).
[2] Este ejemplo se tomó de D. Gorski y otros, Lógica. Gri­jalbo, México, 1959, p. 296.
[3] Este ejemplo lo tomamos de D. Gorski y otros, op. cit., p. 297.