Católicos
En la entrega de los premios Bravo

Sabios consejos para la Comunicación de la Iglesia en tiempos revueltos

 

Monseñor Planas brinda una serie de interesantes consejos para los medios especializados en información religiosa.

La entrega de los Premios Bravo, en la sede de la Conferencia Episcopal, ha servido para congregar a gran parte de los responsables de los medios de comunicación de la Iglesia y también a los de los dedicados a la información religiosa.

En un momento delicado en el que el peso de la información sobre la Iglesia ha migrado desde el papel a las webs, que se han convertido en prescriptoras del modo de hacer de esta información, el discurso de monseñor Enrique Planas ofreció unos interesantes criterios para calmar las aguas de la información en la red sobre la vida de la Iglesia.

Los obispos, tal y como ocurrió en la pasada Asamblea Plenaria, están manifestando su preocupación por los efectos de ciertas prácticas de información religiosa a la hora de abordar algunos temas o a la hora de informar sobre determinadas personas.

He aquí un vademécum de las palabras de Monseñor Enrique Planas, fundador de la RIIIAL, hombre de autoridad en el mundo de la comunicación con más de cuarenta años de servicio en el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales. Son las lecciones de la experiencia:

- Amar el pasado, saberse herederos de una realidad histórica sin la cual no seríamos como somos.

- Sumergirse amorosamente en la realidad tal y como es. Y si hay que modificarla, tengamos como norte el Evangelio.

- Servir a la Iglesia con alegría, divirtiéndose si es posible.

- No supeditar jamás la creatividad a la carrera, a los intereses de unos y de otros, y menos a la verdad.

- Saber que el mérito es de quien lo tiene y no en función de la posición o cargo que ocupa en el organigrama.

- Ayudar a construir la realidad comunicativa con criterios de armonía, sin crispaciones. Hacer comunicación social es lo más parecido a la               composición de una sinfonía, no a los ruidos de un atasco.

- Tener conciencia de que vivimos en un momento clave: un cambio de época más que un cambio de fase.

- Saber oír y contrastar sin dejarse influenciar.

- Amistad con todos y menos política.

- Evitar y no animar la autocomplacencia, tan frecuente en los aledaños del poder ya sea económico, político o religiosos.

- No temer el riesgo cuando es el caso. Siempre con la verdad por delante y con elegancia y finura espiritual.

- No aceptar presiones de ningún tipo. Huir de los fundamentalismos, incluso aquellos que visten piel de cordero.

- No tratar a los miembros del pueblo de Dios como eternos adolescentes.

- Hagamos una comunicación social que sea agencia de sentido de lo que está llamado a ser.

- El frecuente “y tú más” no sirve para nada, ni convence a nadie.

- Hacer red no es construir corporativismo. Evitar sobre todo el eclesiástico, nada infrecuente.

- No crear problemas doctrinales, aunque a los medios católicos les corresponde ejercer la función profética.

- Digamos las cosas sin ambages, como las dice el Papa Francisco, no las “paniaguemos”; evitemos ciertas hermenéuticas y sobre todo no las corrijamos.