Aprendiendo a pensar: lógica de los sofismas (8-21)

Sofisma de clasificación inexacta:

Consiste en tomar una clasificación como si fuese exacta, como si todos los indi­viduos perteneciesen a una clase determinada, y a partir de ello sacar conclusiones, cuando en realidad se trata de una clasificación “típica”[1].

 

Así por ej. [21] si tenemos una clasificación de los temperamentos en flemáticos, sanguí­neos, nerviosos, etc., de modo que el flemático se define por los caracteres a1, a2, a3, a4, a5… y luego razonamos: ZZ es flemático (porque hemos hallado en él algunos de tales caracteres); luego ZZ tiene los caracteres a1, a2, a3, a4, a5… El error está en considerar que los temperamentos existen con pureza en los individuos, cuando en verdad sólo se trata de categorías abstractas, y cada individuo real participa de algunas características de determinada catego­ría.

 

          En las matemáticas las clasificaciones son absoluta­mente exactas, y cada elemento matemático pertenece a una categoría determinada y cumple todas las propiedades de tal categoría: así por ejemplo x es cuadrilátero o no lo es, y si lo es, posee todas las propiedades del cuadrilátero. En las clasificaciones zoológicas y botánicas hay bastante exactitud, sin ser total. Pero en otros ámbitos, por ejemplo en el psicología, en la sociología y en la política abundan las clasificaciones por “tipos” ideales, en las cuales las rea­lidades individuales no caben exactamente en ninguna de las clases.

 

Sofisma de diferencia irrelevante:

Se lo utiliza para impugnar una deducción, por la vía de negar que un concepto está incluido en otro, y también para impugnar los razonamientos “por analogía” (los que parten de la semejanza entre dos cosas) por la vía de negar tal semejanza[2].

          Se emplea solamente para intentar refutaciones. Así por ejemplo con respecto a la conclusión que afirma el derecho de todo ser humano a que se respete su vida antes del nacimiento, algunos autores han pretendido refutarla del modo siguiente:

 

[22]    El embrión humano de pocas semanas no tiene el mismo derecho que los seres humanos ya nacidos, porque aquél es incapaz de sentir dolor[3].

 

El argumento que señala la diferencia esencial entre dos cosas puede ser válido para refutar, o puede ser inválido, según que el punto o los puntos de diferencia sean o no esenciales con respecto a la conclusión del raciocinio que se impugna. Lo segundo ocurre en el ejemplo que acaba de ex­poner­se, donde el padecimiento físico que puede experimentar el embrión es irrelevante en cuanto a su naturaleza humana, y por ende, con respecto a su derecho de no ser destruido.

          Hemos clasificado esta especie de falacia dentro de los sofismas de falsa premisa, porque en ella se parte de la falsa proposición de que la diferencia argüida es esencial (Así, en el argumento expuesto se afirma que el sentir o no sentir dolor actualmente es esencial para la cuestión de determinar si un ser humano tiene derecho de vivir).

 

 

B) Falacia de petición de principio

 

      Es el paralogismo que consiste en admitir ya en la premisa aquello que está precisamente en cuestión, aquello que hay que demostrar. De modo que se aparenta obtener una conclusión me­diante el razonamiento, cuando en realidad la conclusión ya se había puesto en la premisa. Así por ejemplo:

 

[23]      Todo efecto tiene una causa.              (I)

             El Universo es un efecto.                      (II)

 

             El Universo tiene una causa.                (III)

 

El argumento prima facie parece correcto, pero podemos ver que al poner la premisa (II) se comete petición de principio, pues ya allí se afirma la conclusión que se pretende demostrar, porque al decir «El Universo es un efecto» se está afirmando «El Universo ha sido causado», puesto que causa y efecto son térmi­nos correlativos, o sea términos que se suponen mutuamente (siempre en los términos correlativos al afirmarse la existencia de uno queda afirmada la existencia del otro): si digo que ZZ es yerno, estoy diciendo que hay otro que es suegro suyo; si digo que XX es deudor, estoy diciendo que hay otro que es su acree­dor; así también al decir que U es efecto, estoy diciendo que hay algo que es causa suya.

      La estructura del sofisma de petición de principio es pp (pe implica pe), lo cual es una expresión verdadera, pero no sirve como razonamiento: no hay aquí razonamiento, pues obvia­mente una proposición no puede demostrarse a partir de sí misma. Cuando se comete petición de principio, ello no importa ninguna infracción a una ley lógica formal, sino que la falla está en la pretensión de obtener mediante tal discurso, un conocimiento nuevo.

      Como vemos, la estructura de esta falacia es muy simple si la consideramos aisladamente, pero con frecuencia suele estar oculta en una cadena de razonamientos más o menos larga, lo cual hace difícil el descubrirla.

 

  • Modalidades de esta falacia

 

      Aristóteles distinguió cuatro modos del sofisma de petición de principio:

      a)  cuando antes se ha admitido directamente lo mismo que se pretende demostrar (de esta clase es el ejemplo que hemos expuesto);

      b)  cuando antes se ha admitido el todo y en la conclusión se pretende demostrar una parte de ese todo (así por ej. si se pretende obtener una conclusión acerca de la industria textil, pero ya antes en el discurso se ha admitido lo mismo con respecto a toda clase de indus­tria);

      c)  cuando antes de argumentar ya se han aceptado una tras otra cada una de las partes del todo que se pretende demostrar mediante el razonamiento; y

      d) cuando ya se ha admitido una cosa que implica admitir la cosa que se pretende demostrar[4].

 

 


 
[1] Las clasificaciones pueden ser: perfectamente delimita­das o “típicas”. Las primeras son aquéllas en que todo elemento que se clasifica pertenece completamente a una de las clases. Las clasificaciones típicas, en cambio, son aquéllas en que cada clase (“tipo”) es una abstracción y se define por un conjunto de caracteres y los elementos no tienen todos los caracteres de una clase, sino que cada elemento se asemeja más o menos a uno de estos tipos abstractos o ideales.
[2] Alfred Sidgwick lo denominó “argument from indiscriminate difference” (Fallacies, A view of logic from the practical side. Nueva York, p. 246).
[3] Entre otros, Michael Tooley, Aborto e infanticidio. Cátedra, Madrid, 1983, ps. 97 ss.
[4] Aristóteles, Analíticos pr. II, 16. De acuerdo con lo dicho, todo silogismo pareciera envolver una petición de principio de la clase mencionada en b). Pero no lo es cuando la premisa universal a la cual se apela en el argumento, ya está admitida con anterioridad a la formación del argumento (Cfr. Alfred Sidgwick, Fallacies, cit., p. 181, nota).