Falsedades acerca de la Iglesia católica – La Iglesia católica y la mujer no se llevan bien.

 

-Vamos a ver si encontramos algo de luz.

-Eso, eso, veamos…

 Falsedades y mentiras contra la Iglesia católica

 

Es bien cierto que a la Iglesia católica y, por extensión, a los católicos, se le tiene, se nos tiene, por parte de muchos, una manía ciertamente enfermiza.

 

Si creen que exagero les pongo lo que suele decirse de la religión católica, de la fe católica y, en fin, de la Iglesia católica. Aquí traigo esto para que vean hasta qué punto puede llegar la preocupación por un tema que es, ciertamente, falso.

 

Se suele decir que:

 

La fe católica está manipulada por la jerarquía.

 

La fe católica no va con los tiempos.

 

La fe católica ve poco sus propios defectos.

 

La fe católica pretende adoctrinar al mundo.

 

La fe católica está alejada de la realidad.

 

La fe católica defiende siempre a los poderosos.

 

La fe católica quiere imponer sus principios.

 

La fe católica no sabe cómo van los tiempos.

 

La fe católica está anquilosada.

 

La Iglesia católica acumula riquezas inmensas.

 

La Iglesia católica busca el poder aunque sea de forma escondida.

 

La Iglesia católica no acepta cambios en sus doctrinas.

 

La Iglesia católica es gobernada por una jerarquía carca.

 

La Iglesia católica no comprende la política actual.

 

La Iglesia católica esconde sus propios defectos.

 

La Iglesia católica no actúa contra determinados delitos que ocurren en su seno.

 

La Iglesia católica tiene muchos privilegios (sociales, económicos, educativos…)

 

Y a esto, se podían añadir muchas cosas, muchas acusaciones que están en mente de cualquiera.

 

¿Qué les parece a ustedes?

 

La Iglesia católica y la mujer no se llevan bien

 

 

Un tema muy socorrido para la progresía es el de la mujer. Por eso suele saltar, siempre, a la palestra la situación que las hijas de Eva tienen en el seno de la Iglesia católica.

Al parecer, es muy mala, discriminatoria y negativa y, aunque eso lo digan aquellos que no quieren, precisamente, el bien, para la Esposa de Cristo, no por eso no vamos a tener como no dicho o, también, hecho y puesto.

¿Qué hay de verdad en lo que se suele decir para atacar a la Iglesia católica al respecto de la mujer?

Algunas cosas que se dicen sobre el tema son las siguientes:

-La Iglesia católica tiene algo en contra de las mujeres.
-La Iglesia católica quiere contralar la libertad de las mujeres.
-La Iglesia católica culpa de todos los “actos impuros” a la mujer.
-La Iglesia católica nomina a la mujer enemigo público de la misma.
-Para la Iglesia católica las mujeres son incubadoras sin alma al servicio de los hombres.
-La mujer ha estado siempre relegada en la Iglesia católica.
-La mujer, en la Iglesia Anglicana, puede ser sacerdote.

 

Entonces… ¿a qué aternernos?

Ante estas corrientes de pensamiento, la Iglesia, iluminada por la fe en Jesucristo, habla en cambio de colaboración activa entre el hombre y la mujer, precisamente en el reconocimiento de la diferencia misma”.

Tales palabras se recogen en el documento Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo”. Muestra, por así decirlo, algo más que una intención porque, en realidad, lo que hace tal texto es desmentir lo arriba recogido, como crítica, al respecto de la actuación que la Iglesia católica tiene respecto a la mujer.

Sería mejor, por ejemplo, hablar, en vez de discriminación, de otra cosa o formadiversidad de tareas que cada cual realiza independientemente del sexo de que se trate.

Es en la diversidad de tareas donde se realiza cada persona que forma parte de la Iglesia católica siendo propio de cada una de ellas lo que le corresponde llevar a cabo sin, por ello, poder sentir rebajamiento de aptitudes ni nada por estilo porque, al fin y al cabo, todas tienen igual de importancia.

¿Satisface esto a los pensamientos llamados “avanzados” (o progres) que dentro de la Iglesia católica existenSeguramente no porque lo que, en realidad quieren, es una ruptura con una forma de llevar a cabo las interioridades de la Esposa de Cristo.

Se me dice, muchas veces, al respecto de manifestar por quien esto escribe, determinado pensamiento que sólo interpreto lo que otras personas dicen. Sin embargo, poca interpretación se requiere para deducir, de lo dicho y escrito por los pensadores de la progresía, la intención de los mismos.

Por otra parte, la Iglesia católica tiene a una mujer, María, como “bendita entre las mujeres” (Lc 1,42) y ve en la entrega de la que la Madre de Dios al plan del Creador, el perfecto ejemplo de lo que debe ser el comportamiento de la creación de Dios en forma de mujer. Y esto no es nada malo ni parece nada malo sino, al contrario, algo que debería ser muy meditado por todos aquellos que buscan espacios de “expansión” del hacer de la mujer en la Iglesia católica.

Esto dicho, sin embargo, “Muy lejos de otorgar a la Iglesia una identidad basada en un modelo contingente de femineidad, la referencia a María, con sus disposiciones de escucha, acogida, humildad, fidelidad, alabanza y espera, coloca a la Iglesia en continuidad con la historia espiritual de Israel. Estas actitudes se convierten también, en Jesús y a través de él, en la vocación de cada bautizado” (Carta a los obispos citada arriba)

Recordemos, para que más de un despistado sepa a qué atenerse, las palabras que san Pablo escribiera a los de Corinto (Primera Epístola, concretamente en 12, 28 - 31):

En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. 

¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas? Ustedes, por su parte, aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía

Parece que el apóstol de los gentiles sabía, a la perfección, que cada persona ocupa el lugar que ocupa en la Iglesia católica y no por eso debe de producir malestar alguno en las que, con tanto tesón y trabajo, se incardinan en el seno de la Iglesia católica.

¿Es, acaso, poco importante la labor que la mujer lleva a cabo en el seno de la Iglesia católica?

No, muy al contrario, es de mucha importancia la presencia de la mujer y nadie, que de verdad se pueda llamar católico, la pueda negar ni la puede olvidar.

Sin embargo, resulta bastante triste que pueda dar la impresión de que sólo se buscan cuotas de poder para la mujer porque no parece que sea, tal situación, una buena forma de realizarse porque al respecto del papel que la mujer tiene que tomar entre sus manos y corazón y llevarlo a cabo, el profesor Michael F. Hull, de Nueva Cork, en una conferencia pronunciada, vía videoconferencia, ante la Congregación vaticana para el Clero del 29 de octubre de 2002 sobre el tema “Las Mujeres en la Sagrada Escritura” dejó dicho esto:

Con respecto a nuestra edad contemporánea, al comenzar el tercer milenio del cristianismo, las mujeres deben ver su papel en la historia de la salvación como algo crítico para la revelación y redención de Dios. Las mujeres necesitan centrarse en los beneficios de Dios para con ellas, especialmente en su elección de una mujer como la madre de su Hijo. La cima de la gratuidad de Dios y el testimonio colectivo de la Biblia demuestran la importancia de las mujeres en la voluntad salvífica de Dios”.

A este respecto, don Pedro Rodríguez, a la sazón autor del libro “Camino. Edición crítico-histórica” (RIALP) trae a colación unas notas de un coloquio con mujeres llevado a cabo el 27 de octubre de 1972. Esto clarificará bastante, en general, todo el tema del Opus Dei y la mujer.

Decía san Josemaría lo siguiente:

Yo no he despreciado nunca a la mujer, hubiese sido despreciar a mi madre y a las vuestras y a la Madre de Dios. Yo tengo el concepto más alto de la mujer. Sé que podéis dar la vuelta a todas las criaturas que tenéis alrededor, si sois buenas cristianas y sois alegres, porque talento os lo ha dado muy grande Nuestro Señor. De modo que entiéndelo ahora de otra manera”.

Y, para más abundancia sobre el tema, lo dicho por otro santo.

San Juan Pablo II Magno sí pareció, en verdad, entender a la mujer y, por eso, en la Carta a las Mujeres (de 29 de junio de 1995) dejó escrito lo siguiente:

Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.

Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida.

Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.

Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del « misterio », a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.

Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta ‘esponsal’, que expresa maravillosamente la comunión que El quiere establecer con su criatura.

Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas.”

 

Pues eso… que hay falsedades, como ésta, que caen por sí mismas y por lo intrínseco de su falso planteamiento. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán