Monseñor Romero no necesita padrinos

 

Hay muchos que creen que, en habiendo compartido entendimientos con quien fuera Arzobispo de San Salvador, a la sazón Monseñor Arnulfo Romero pueden hacer de él un mártir propio.

Al respecto de la utilización de Cristo y, claro, de sus discípulos, dejó escrito el P. José Luis Martín Descalzo, en la Introducción de su “Vida y misterio de Jesús de Nazaret” esto que sigue:

“Mas poco después, frente a esta imagen de Jesús sonriente y tal vez demasiado feliz, bastante ‘americano’, iba a surgir, unos cientos de kilómetros más abajo, en Iberoamérica, un tipo de Cristo bien diferente: un Jesús de rostro hosco, duro, casi rencoroso. Era esa imagen del Cristo guerrillero que hemos llegado a ver en algunas estampas, con un fusil amarrado a la espalda con correas, mientras una de sus marzos, casi una garra, ase, casi con ferocidad, su culata. Era, nos decían el Cristo con sed de justicia, el centro de cuya vida habría sido la escena en la que derriba las mesas de los cambistas en el templo. Un Cristo así —que llevaba a sus últimas consecuencias los planteamientos de la Teología de la liberación— venia, es cierto, a recordarnos la descarada apuesta de Jesús por los pobres y su radical postura ante las injusticias sociales, pero, desgraciadamente, tenía en su rostro y en quienes lo exponían mucho más que sed de justicia. Tenía también violencia y, en definitiva, una raíz de odio o de resentimiento en las que ya no quedaba mucho de cristiano”.

Y algo así pasó con la persona y figura de Monseñor Romero. Muy preocupado por la situación de los más desfavorecidos de su nación no tardó en ser utilizado por aquellos que, desde opciones políticas izquierdosas, no dejan oportunidad de apropiarse de lo que, sin duda alguna no es suyo (odian la fe).

Así, por ejemplo, como tienen tanta inquina contra todo lo que suene a católico no es poco frecuente que despotriquen contra el Opus Dei. Es decir, si hablaban (y hablan) de Monseñor Romero se les llena la boca de pobres, liberación, etc. Pero olvidan (seguramente por ignorancia no superable) que no era como ellos querían que fuese y, vamos, como quieren que siga siendo (ahí tenemos, por ejemplo, a Religión Digital).

El que esto escribe ha hecho lo propio en dos ocasiones sobre la relación de Monseñor Romero (próximo Beato) y el fundador de la Obra, San Josemaría y su sucesor, el Beato Álvaro del Portillo. En tales artículos pude mostrar que, de forma muy distinta a cómo los progres presentan a Monseñor Romero el Arzobispo lo tenía todo muy claro. Y que no iba a dejarse manipular por según qué sectores políticos lo dejó escrito con sangre su propia muerte.

Por eso decimos que Monseñor Romero no necesita de la intervención de determinados “padrinos” a la hora de procurar su beatificación o una futura canonización. Se basta su vida, su existencia y su doctrina. Todo lo demás sobra más que sobra y está fuera de lugar.

El caso es que el Papa Francisco ha reconocido la muerte martirial de Monseñor Romero. Y, para eso, no hace falta que los progres de toda índole y condición se apropien de la figura del gran perseguido por las oligarquías de su nación. Sólo hace falta que se reconozca lo obvio. Lo demás… todo sobra, como decimos aquí.

Por cierto, algunos sostienen que el hecho de que la causa de beatificación de Monseñor Romero se haya acelerado desde la llegada a la silla de Pedro del que fuera Arzobispo de Buenos Aires ha sido, precisamente, tal llegada. Sin embargo, lo que pasa es que se ha hecho justicia con un caso evidente de odio a la fe católica o, mejor, de falta de comprensión de lo que la misma significa si no es tibio.

Y es que hay cosas que muchos no acabarán de comprender o entender nunca. Pero nunca, nunca.

 

Eleuterio Fernández Guzmán