R.A.F.A.E.L.A.: "Podemos" (de podar)

 

Noticias frescas de la señora Rafaela. Asombrada y a la vez tan contenta al verse como presidenta nada menos que de R.A.F.A.E.L.A. Nunca aspiró a cargo alguno, incluso rechazó en su momento el de presidenta de las Hijas de María cuando existían aquellas cosas. Pero como ella dice, si este medio juego que te has inventado tú, demonio de cura, puede servir para bien de la Iglesia y de las almas, pues nada, cuenta conmigo.

He de decir que la señora presidenta aprueba y acepta con sumo agrado la sugerencia de que el lema de R.A.F.A.E.L.A. sea “Podemos”, siempre y cuando se le añada la clarificadora coletilla “de podar”, por la cosa de marcar distancias con quien no ve conveniente ajuntarse, y por expresar mejor lo que se busca y pretende.

Ayer precisamente lo hablaba ella con Joaquina, mujer esta última dada permanentemente a un inexplicable buenismo y que siempre anda intentando frenar a Rafaela en la cosa de la crítica y el desmontaje de lo que la presidenta considera engañifas eclesiales, tomaduras de pelo, pretendidas comuniones con ruedas de molino y nadas varias revestidas de la modernidad más atrayente.

Para Joaquina lo que hay que hacer es fiscalizar menos, dejar a la gente que haga lo que crea oportuno, y los demás a nuestras cosas, procurar ser buenos y poco más. Es decir, que la labor de Rafaela consistiría en abandonar toda crítica a don Jesús y toda discusión con el párroco, y dedicarse a rezar y a invitar a la práctica de las obras de misericordia.

Rafaela entiende de jardín y campo más de los que los demás puedan sospechar. Justamente por eso sabe que si quieres buenos frutos o las mejores rosas del pueblo, una parte fundamental de la tarea es la poda. Es lo que dice ella: si yo hiciera caso a Joaquina pues nada, todo sencillito. Regar y abonar y punto. Pero claro, si me limito a eso, los pulgones se comen los rosales, me aparecen las babosas que se alimentan que da gusto, los tallos estériles se adueñan de las viñas y sí, mucha caridad pero hemos dejado perder todo.

En lo que es la Iglesia lo tiene claro. Precisamente por su vida de mujer de campo comprende mejor que nadie el inicio del capítulo 15 del evangelio de Juan: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo poda, para que dé más fruto”. Convencida está de que la Iglesia da fruto y fruto abundante, y que si no da más es por falta de poda. Que si unos pulgones por aquí, que si babosas por allá, que si unos grupos –digo sarmientos- que chupan pero no dan frutos de santidad. Hoy una liturgia inventada, mañana tirar por tierra doctrinas de siempre…

No falla. Podas, quitas lo que estorba y la viña da frutos y qué frutos: las mejores uvas. ¿O es que no lo vemos cada día? Acordaos del pueblo ese de ahí cerca que andaban que si inventamos la misa, que acabemos con las cosas de siempre, que más modernos, que mejor encuentros y meriendas. Pues en cuatro días no iban a la Iglesia más que la Tere y el gato.

Hasta que llegó un cura nuevo y comenzó la poda. Quito algunos catequistas que solo hablaban de compartir y no de Dios, suprimió los añadidos raros en las misas y de nuevo puso como centro de la doctrina el catecismo, de la oración el Santísimo Sacramento y de la caridad un equipo renovado que daba pan y hablaba a la gente de Dios. Parece que la Iglesia se va llenando otra vez. No falla. Podas y la planta lo agradece.

Perfecto, Rafaela: podemos (de podar, naturalmente).