PORNOCRACIA: Los orígenes históricos de la dominación sexual (1)

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PORNOCRACIA

Los orígenes históricos de la dominación sexual

En un texto olvidado, hace casi cien años, Chesterton señalaba:

La próxima gran herejía va a ser sencillamente un ataque a la moralidad, y en particular a la moralidad sexual. Ya no viene de algunos socialistas sobrevivientes de la sociedad Fabiana, sino de la exultante energía vital de los ricos resueltos a divertirse por fin, sin Papismo, ni Puritanismo, ni Socialismo que los contengan… La locura de mañana no está en Moscú sino mucho más en Manhattan”[1].

Las palabras proféticas del gran escritor inglés, aunque dichas en 1926, resultan hoy tremendamente actuales si se tiene en cuenta el régimen de estupidización sexual a la cual estamos sometidos desde la más tierna infancia.

La escuela, el trabajo, los medios y las redes sociales son sólo algunos de los vehículos por medio de los cuales nos viene esta porno-patía.

Y todo mezclado, como en una mélange, viene de la mano con el bombardeo sistemático de la imposición e inquisición gay, “ideología del género” y la mar en coche…

Pero, ¿desde cuándo que estamos así?

- “¡Desde que el mundo es mundo, hombre!” – dirá alguno.

- “¡Desde Freud!” – dirá otro.

Pues todos somos seres sexuales, en más o en menos según la capacidad de auto-control, pero… ¿pero desde cuándo se usa la sexualidad como un modo de dominación?

En la Biblia, para aquellos católicos que aún creen en ella, se narra la historia  de la famosa Dalila y Sansón, con quien usó el sexo como un factor de dominación.

Fue meditando acerca de estos temas espirituales y a partir de ver que las “50 sombras de Grey” había llegado a las 100 millones de copias, que recordamos el trabajo de Michael Jones titulado “Libido dominandi. Sexual  Liberation and Political Control” aparecido hace menos de una década[2] y que ahora queremos compartir. Hemos tomado como nuestra, en estructura y conceptos, la recensión del excelente trabajo de Octavio A. Sequeiros, “Pornocracia. Primer round”, en Gladiusnº 70 (2007).

Revolución sexual a la francesa: el Marqués de Sade

Como bien señala Jones con el título de su libro, la libido dominandi, es decir, el deseo de “andar dominando”, no sólo se logra a fuerza de bayonetas y fusiles; existen medios más sutiles, más al alcance de la mano, digamos, ya que “la idea de que la liberación sexual podría ser usada como una forma de control[3]no es nueva ni nació en el mundo espontáneamente como se cree; no se trata sólo la aglutinación de hormonas desenfrenadas y de pura “pasión”, sino, en los últimos siglos, de una decisión política, de “una decisión de la clase gobernante de Francia, Rusia, Alemania y Estados Unidos, en diversos momentos durante los últimos 200 años, para tolerar la conducta sexual fuera del matrimonio, como una forma de insurrección y luego como una forma de control político[4]; es decir, se trata de un programa político por medio del cual desea imponerse el sexo como cultura imperante y como lo políticamente correcto y hasta obligatorio, al punto que “quienquiera que se oponga a la liberación sexual deba ser castigado al decir de Heindendry[5].

Al analizar los últimos años de la historia occidental a uno le parece estar frente a “la historia de un proyecto nacido de la inversión de verdades cristianas por parte del Iluminismo[6] donde, por medio de la batalla cultural y luego la guillotina, la ideología liberal decidió imponer “un sistema extremamente sutil de control basado en la manipulación de las pasiones[7].

Los Illuminati (secta gnóstica encabezada por Adam Weishaupt, 1748-1830) y los iluministas del Siglo de las Luces, adoptaban el atomismo mecanicista del barón de Holbach para quien los hombres eran todos unos desgraciados engañados por la teología, de allí que, “el genio de Weishaupt consistió en lograr un sistema de control que probó ser efectivo en ausencia de una sanción religiosa. A este respecto sería el modelo de todo mecanismo de control secular tanto de la derecha como de la izquierda para los próximos doscientos años” (16)[8].

Lanzada “al éter intelectual” la idea de un pueblo máquina, es decir, dominado automáticamente, se apoderó de distintos pensadores visionarios como Comte y, más modernamente, Aldous Huxley y Gramsci, entre miles, hasta la revolucionaria “marcha a través de las instituciones” de 1968.

Entre tantos, el Marqués de Sade es uno de esos personajes que los revolucionarios, rarísima vez, se animan a enfrentar o a nombrar entre los suyos: encarnizadamente pornócrata y masturbador, su mérito consiste en que “esbozó la trayectoria que la revolución tomaba al progresar desde la “liberación” sexual al sadismo sexual para la matanza” (32). La pasión sexual fue el combustible que exigió al final un orden totalitario impuesto desde afuera para detener la orgía de sangre; “todas las criaturas han nacido aisladas y sin necesidad unas de otras” escribe en Justine, o los infortunios de la virtud” (22); allí, señala que todo compañero sexual es meramente un instrumento para el placer, lo que convierte la actividad sexual con otro, en esencialmente masturbatoria (24) y con el lógico rechazo de la procreación. La naturaleza –en sentido iluminista- carece de objetivos y domina mecánicamente la voluntad humana. Sade desprecia a la mujer de modo permanente, al punto que

la liberación sexual se vuelve por su propia naturaleza una forma de dominio por la cual el fuerte hace lo que quiere con el débil. Desde que ‘fuerte’ es sinónimo de varón y ‘débil’ de hembra en la antropología de Sade, “liberación” significa la dominación del varón sobre las mujeres” (25).

“¿No nos ha probado la naturaleza que tenemos ese derecho, proveyéndonos de la fuerza necesaria para someter a las mujeres a nuestra voluntad? Es a causa de la felicidad de cada uno que las mujeres nos han sido dadas. Todo hombre tiene por eso igual derecho al goce de todas las mujeres; por eso no hay hombre que, manteniéndose en la ley natural pueda reclamar un único y personal derecho sobre una mujer. La ley que las obliga a ellas mismas, como a menudo y de alguna manera deseamos, en los prostíbulos a los que nos referimos hace un momento, y que las obligará si se niegan, las castigará si son reacias u holgazanas, es así una de las leyes más equitativas, contra la cual no puede haber una queja sana y justa” (Justine, cita de Horror[9], 54).

Strauss-Kahn, ego te absolvo entonces

Sade se toma el trabajo de aclarar que la verdad no es sino la opinión del poderoso: “el filósofo, dice él mismo, sacia sus apetitos sin tratar de saber lo que su gozo le costará a los otros y sin remordimientos”, de modo que ahí van las conclusiones:

A este respecto las siguientes generaciones de liberacionistas sexuales son como mariposas que vuelven a la llama, a saber, los textos seminales del Marqués de Sade. Ellos están irracionalmente atraídos hacia esos textos, pero no se atreven a acercárseles demasiado por miedo a que su atracción sea destruida por la ardiente lógica de dominio que yace en su corazón” (26).

Es evidente también el doble discurso gnóstico: “El texto exotérico del Iluminismo y de la liberación sexual es ‘liberación’; el texto esotérico de todos modos es ‘control’” (27) de modo que Sade fue pionero de las dos posibilidades y discursos; “liberar para controlar”. Quien se “desate” de los prejuicios sexuales impuestos por siglos de cristianismo, estará más “atado” sin saberlo.

Pero no sólo las mujeres se encuentran dentro de la lógica revolucionaria. Ni siquiera los niños escapan del prostíbulo filosófico; no se trata de mera pedofilia soft, como quieren permitir ciertos partidos políticos holandeses, en plena vigencia democrática, sino de pedofilia dura y hasta la muerte:

“En cuanto a la crueldad que lleva al asesinato, permítasenos el atrevimiento de decir audazmente que este es uno de los sentimientos más naturales en el hombre; una de sus más dulces inclinaciones, una de las más punzantes que ha recibido de la naturaleza”. El mayor placer proviene de corromper, torturar y finalmente matar a niños pequeños e indefensos.

“¡Qué deleite al corromper la inocencia -grita el Caballero en Filosofía en el Dormitorio-, “ahogaren ese joven corazón todas las semillas de virtud y religión que su maestro implantó en él!” (cfr. Horror, 54).

Todo un programa.

No nos horroricemos; Sade corrompía a los niños de a uno. Hoy nuestra sociedad los corrompe de a miles.

 

La carne. Sade, Santiago y San Pablo.

Desde los maniqueos hasta los jansenistas, pasando por los cátaros y calvinistas, siempre se ha ido a los extremos: purificación-carnalización. La originalidad intelectual de los revolucionarios del siglo de las luces consistía, sin embargo, en algo básico que hoy se niega incluso en varios círculos “católicos”: la supresión del pecado original. De allí en adelante “es posible ahora el Cielo en la tierra” (37).

¿Cómo llegar a las masas? Reemplazando la razón por la pasión.

            Sade, en el otro extremo de la revolución, retomó conscientemente nada menos que la enseñanza de San Agustín: “el estado del hombre moral es el de tranquilidad o paz; el del inmoral es la intranquilidad perpetua”, el hombre libre logra libertad y paz al subordinar sus pasiones a la razón, porque “la ciudad terrena se complace en dominar el mundo y… aunque las naciones se inclinan a su yugo, ella misma está dominada por su pasión de dominio” (comienzo de La Ciudad de Dios). Por cierto el aporte de Sade consiste en la valoración de los hechos: la intranquilidad o perpetua inquietud “impulsa al revolucionario y lo identifica con la necesaria insurrección en la cual el republicano debe mantener al gobierno del que es miembro” (57); la cita es de Filosofía en el Dormitorio, una expresión inspirada, definitoria y mucho más veraz o menos pretenciosa que las de Heidegger y similares para ubicar el pensamiento del llamado mundo moderno.

Resume Jones:

“Por eso, el estado debe promover la inmoralidad. Dado la natural y desordenada inclinación del hombre al placer, la inmoralidad más compatible para la manipulación es la inmoralidad sexual. De allí que el Estado revolucionario deba promover la licencia sexual si quiere permanecer verdaderamente revolucionario y mantener su dominio del poder” (57).

Realmente un verdadero programa. Técnicas semejantes se fueron perfeccionando a través de los últimos dos siglos, pero observa Sade que ya las aplicaron los griegos:

“Licurgo y Solón, totalmente convencidos de que los resultados de la impudicia consisten en mantener a los ciudadanos en el estado de inmoralidad (subrayado original) indispensable para el mecanismo del gobierno republicano, obligaron a las jóvenes a mostrarse desnudas en el teatro” (58).

A consecuencia de éste y muchos otros textos similares, aquí encontramos,

“el preludio de la más insidiosa forma de control conocida por el hombre precisamente porque está basada en la subrepticia manipulación de las pasiones. Este fue el genio de la política del Iluminismo, que no es nada más que una física del vicio: fomentar las pasiones; controlar al hombre. Esta es la doctrina esotérica del Iluminismo, refinada durante más de 200 años a través de una trayectoria que envuelve todo desde el psicoanálisis a la propaganda, la pornografía y el papel que esto juega en la Kulturkampf” (59).

Fue otro de los mentores de la revolución, Saint Simon[10], quien hizo la propuesta concreta de arraigar el cielo en la tierra gracias a sus fábricas socialistas o Falansterios, previsiblemente sin huelgas: jóvenes de ambos sexos serían internados en fábricas sexo-carcelarias donde producirían bienes útiles, mantenidos bajo control, y apartados de toda idea de rebelión gracias a la atracción sexual que las camaradas femeninas ejercerían sobre ellos. “Era in nuce, el lugar de trabajo del fin del siglo XX, y fue la primera propuesta concreta de usar el sexo como forma de control integrándolo en el sistema industrial de fábrica” (94).

Hoy tenemos el sexo al alcance de la mano; no hace falta encerrarnos en una sex-prision. La telefonía celular e internet han hecho maravillas.

Pero lo bueno de esta represión consiste en que “el vicio como forma de control es virtualmente invisible” (61), una de las invisibilia diaboli, digamos, y Sade tiene el privilegio de haber sido el primer ideólogo moderno que vio que con claridad el factor sexual en la subyugación de los pueblos.

El apóstol Santiago ya lo había advertido su Epístola, vv. 14-15:

Cada uno es tentado por sus propias concupiscencias que lo atraen y lo seducen. Luego la concupiscencia, cuando ha concebido, da nacimiento al pecado, y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte”.

Y San Pablo, en un texto hoy olvidado donde analiza la relación entre sadismo y ateísmo, decía

y alardeando de sabios, se volvieron necios…por eso los entregó Dios a los deseos de sus corazones, a la impureza con que deshonran sus propios cuerpos, pues trocaron la verdad de Dios por la mentira y sirvieron a la criatura en lugar del Creador… por lo cual los entregó Dios a las pasiones vergonzosas, pues las mujeres mudaron el uso natural en uso contra la naturaleza…” (Rom. 1, 22-26).


 
[1]  Gilbert K Chesterton, El Amor o la Fuerza del Sino, Rialp Madrid, 1993, 252.
[2] Cfr.  Michael Jones, Libido  Dominadi. Sexual  Liberation and Political Control, South Bend, Indiana, St. Augustine’s Press, 2005, 662 pp. Puede consultarse su página de internet aquí: http://www.culturewars.com/
[3]Michael Jones, Libido  Dominadi., 5.
[4]Ibídem, 3.
[5]Ibídem, 4. El autor citado no es más que un comunista promocionado haciendo apologética sexólica en una obra titulada “What Wild Ectasy!” (¡Qué éxtasis salvaje!).
[6]Ibídem, 6.
[7] Michael Jones, op. cit,8.
[8]Los números de página citados hacen referencia a la obra de Jones que se alude.
[9] Jones, Michael. Horror a Biography. Dallas, Spencer Publishing, 2000/2002, 298 pp. Originally Published as Monster from the Id: The rise of Horror in Fiction and Film.
[10] Notable autor  del “socialismo utópico” como lo apodaron los marxistas “científicos”, pero estas categorías interesadas no disminuyen sus aciertos.