Sobre las sectas, autoridad religiosa y abusos sexuales

El obispo de Alcalá de Henares (Madrid), monseñor Juan Antonio Reig Pla, acaba de publicar una Carta Pastoral el pasado 7 de marzo, con el nombre “En defensa de la vida: sobre los abusos sexuales a menores y adultos vulnerables”.

En ella recoge las directrices del Papa Francisco dirigidas a “los presidentes de las conferencias episcopales y a los superiores de los institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica acerca de la Pontificia Comisión para la Tutela de Menores”, donde instaba a las diócesis “a establecer programas de atención pastoral, que podrán contar con la aportación de servicios psicológicos y espirituales”.

Ante esta Carta Pastoral, Vicente Jara Vera, laico dominico, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), ha querido hacer unos comentarios, que reproducimos a continuación.

No es motivo de la RIES tratar de temas más allá de los de su propia identidad y competencia. Sin embargo, en el punto “4. Las redes”, a las que previamente define como “red o estructura de corrupción intraeclesial” (apartado 2), “redes infiltradas en la Iglesia que captan y abusan de varones vulnerables” (apartado 3), y de las que más extensamente en el apartado 4 amplía en su actuación al afirmar que “actúan como células autónomas de corrupción, poder y tráfico de información e influencias, pero, al mismo tiempo, suelen tener cierta relación entre ellas, de modo que, cuando es necesario, se encubren y apoyan coordinadamente, incluso a nivel internacional”.

Entre los elementos de estas redes, sus características o su modo de actuación e infiltración en la misma Iglesia, afirma, y aquí queremos detenernos, que “tampoco es raro que estas estructuras establezcan relaciones con redes de corrupción de otros ámbitos (económico, político, sectas y ocultismo, etc.)”.

Ante ello, personalmente, como miembro de la RIES considero:

- No es de mi competencia, ni tampoco de ningún miembro de la RIES, en cuanto especialistas sobre sectas, el valorar si este tipo de redes establecen relaciones de corrupción con ámbitos económicos o políticos.

- Afirmo, eso sí, por mi conocimiento de las sectas, que en general las sectas no buscan como fin primordial el abuso sexual de menores o de adultos vulnerables.

- No obstante, en ocasiones algunos miembros de sectas (normalmente el líder o líderes) incurren en este tipo de delitos.

- El tipo de abuso puede ser tanto heterosexual como homosexual, siendo mayoritario el primero, de hombres líderes (que son la mayoría), sobre mujeres adeptas, casi siempre adultas.

- Debido al modo de constituirse, formarse y estructurarse las sectas, y debido al interés primordial de las personas que buscan contacto sexual con menores, no es habitual el hablar de sectas donde los menores sean los miembros mayoritarios. En general las sectas están conformadas por adultos, aunque en algunas se encuentren familias completas, y con ellas menores. Otra cosa es que muchas sectas busquen adeptos entre la juventud.

- Ciñéndonos más al líder o líderes del grupo, esta figura aúna en sí misma elementos de poder, respeto, autoridad, sabiduría, certeza, trascendencia y a veces divinidad con rasgos más o menos marcados.

- Por las características del líder y por el proceso de pertenencia y control sobre los miembros, éstos depositan sobre el líder gran parte de su responsabilidad personal.

- Numerosas sectas tienen un fuerte sentido religioso o al menos trascendental y utópico, por lo que el líder, revestido de poder y autoridad religiosa o cuasi-religiosa, usa de ella para controlar y manipular a los miembros.

- Estos elementos religiosos, pseudo-religiosos, esotéricos, mágicos, ocultistas a veces, pueden llegar a crear un nuevo marco de explicación de actos que fuera del ámbito sacral de la secta, cualquiera denominaría delictivos o aberrantes, pero que el mismo miembro, y por la autoridad que deposita en el líder, así como por la persuasión de éste, los disocia en su significado primordial.

- El sujeto vulnerable que vive estos actos de manipulación sexual, si nos centramos en este tipo de prácticas, actos de dominio y de abuso, vivencia los actos como actos sagrados y por lo tanto despojados del contenido moral sexual primordial que tendría para el espectador ajeno, llenando de nuevo contenido las acciones, en concreto de contenido ritual religioso, y realizadas sobre él por un miembro revestido de divinidad como es el líder o la autoridad del grupo sectario.

- Esta redefinición de los actos sólo puede lograrla el líder con autoridad divina, el cual por su poder y estatus, da significados nuevos a acciones comunes.

- El sujeto violentado, manipulado y abusado, más si es joven y está formando su conciencia ética, social y religiosa, adopta patrones cognitivos pervertidos, creando etiquetaciones sacrales y religiosas sobre actos intrínsecamente malvados.

- La autoridad religiosa violenta así la conciencia de la persona vejada transmutando en su conciencia el sentido de lo malo y lo bueno, trocando actos perversos en sagrados, por el mero hecho de ser realizados por una persona que la víctima considera envuelta en autoridad religiosa.

- Si tales actos son repetidos y vivenciados por el sujeto abusado como medios, quizás los más puros y directos, de acceder a Dios y conformarse a su voluntad, llevarán a ser aumentados en su número y a ligarse proporcionalmente al deseo de ser mejor, no haciendo sino precipitar a la víctima en su propia demolición psíquica, moral y religiosa.

- Esta misma redefinición de los actos lleva a que el adepto no revele las vivencias que está sufriendo, pues el mismo hecho de denuncia es aplacado por sí mismo, por su propia conciencia ético-religiosa, debido a la redefinición de la acción, que le impide catalogarla como malvada, o al menos, si lo hace, con ambivalencia y con numerosas dudas y escrúpulos.

- El solo hecho de revelar, confesar o delatar al exterior lo vivido es vivenciado como una traición, un pecado, un sacrilegio, y con ello el merecimiento de la culpa, la maldición y la condena.

- La autoridad religiosa (sea cierta o no esta autoridad, y ahora no sólo hablamos de sectas, en referencia a la Carta Pastoral mencionada, pero que la víctima siempre considera como autoridad religiosa cierta, real y verdadera) que actúa de tal forma, pervirtiendo la conciencia religiosa y moral de menores o de adultos vulnerables, se hace merecedor de ser calificado como un manipulador de la conciencia más íntima del sujeto, corrompiendo y viciando, posiblemente con secuelas imborrables (dependiendo de los casos y actos sufridos), a las personas que ha manipulado, envilecido y profanado, en su capacidad distintiva de lo correcto y lo incorrecto, del bien y del mal, de lo sagrado y lo profano.