Hoy es San José, padre de nuestra fe

 

 

El Padre, en la vida común de los seres humanos, procura el alimento de sus hijos. Y es que tiene una misión muy especial que consiste, precisamente, en hacer lo posible e imposible para que su descendencia no perezca por falta de alimento.

 

Y eso pasa, exactamente, con aquel que se casó con una Virgen llamada María: él es padre pero un Padre muy especial porque lo es de la santa fe católica. Y, por tanto, también ha de alimentarnos en un aspecto tan especial como es, no por casualidad, la creencia, la nuestra.

 

En marzo de 2012 san Juan Pablo II dijo, al respecto de este tema y de san José, que

 

“La fe, alimentada por la oración: este es el tesoro más precioso que nos transmite San José”.

 

En verdad, todo lo que podamos decir al respecto de la fe alimentada por aquel hombre justo será bien merecido por el padre nutricio de Jesús.

 

Al respecto de lo que supone, para los discípulos de Cristo, en materia de vida interior, nos dice san Josemaría que (“Es Cristo que pasa”, 56)

 

“José ha sido, en lo humano, maestro de Jesús; le ha tratado diariamente, con cariño delicado, y ha cuidado de El con abnegación alegre. ¿No será ésta una buena razón para que consideremos a este varón justo, a este Santo Patriarca en quien culmina la fe de la Antigua Alianza, como Maestro de vida interior? La vida interior no es otra cosa que el trato asiduo e íntimo con Cristo, para identificarnos con El. Y José sabrá decirnos muchas cosas sobre Jesús. Por eso, no dejéis nunca su devoción, ite ad Ioseph, como ha dicho la tradición cristiana con una frase tomada del Antiguo Testamento.

 

Maestro de vida interior, trabajador empeñado en su tarea, servidor fiel de Dios en relación continua con Jesús: éste es José. Ite ad Ioseph. Con San José, el cristiano aprende lo que es ser de Dios y estar plenamente entre los hombres, santificando el mundo. Tratad a José y encontraréis a Jesús. Tratad a José y encontraréis a María, que llenó siempre de paz el amable taller de Nazaret”.

 

Y, como maestro de la vida interior, nos muestra, demuestra con su forma de actuar, qué significa ser fiel a Dios. Él lo fue desde el principio, con una vida de hombre justo y, luego, desde que sucedió “aquello del Ángel” que le comunicaba la virtud de María y que no debía preocuparse por lo que iba a suceder sino, al contrario, confiar en Dios Creador. Entonces fue fiel y, a partir de tal momento, ejemplo de lo que ha de suponer seguir siéndolo como bien dejó dicho (Con motivo de la festividad de San José Obrero de 2013) fray Enrique Llamas Martínez OCD, presidente de la Asociación Mariológica de España:

 

“También San José, acogiendo con limpio corazón la misión que le señaló el Ángel, en la noche de la revelación del misterio de la Encarnación, se consagró decididamente a la persona de su Hijo virginal, y a su obra de salvación universal, sirviendo a su modo a la obra de la Redención, cumpliendo en todo la santa voluntad de Dios”.

 

José fue, pues, hombre de fe: fe porque creyó sin ver, fe porque supo llevar una vida de entrega a María y Jesús; fe porque supo cumplir con la misión que se había encomendado. Fe y, al fin y al cabo, fe.

  

Valga, pues, la siguiente oración a san José en la que le pedimos nos ayude a vivir santamente:

 

 “Glorioso padre san José, trabajador fiel e incansable,

custodio 

y proveedor de la Sagrada Familia,

mira con bondad a nosotros que llevamos

la carga de la imperfección y del pecado.

Ayúdanos a cumplir santamente nuestras tareas cotidianas.

Desde el cielo, junto a Jesús y a María,

alcánzanos la gracia de la vida interior,

del crecimiento humano y del servicio generoso a los demás.

En particular, te pedimos que nos concedas la gracia …

(indicar el favor que se pide), si está en el plan de Dios.

Regálanos un cálido espíritu de familia y de entrega al crecimiento del Reino,

para que, siguiendo las huellas de Jesucristo, caminemos con fe

en la peregrinación terrena hasta el final de nuestros días.  

Amén.”                                     

 

San José, varón justo y prudente, de pureza de corazón demostrada y  filial obediencia a Dios Padre, ruega por nosotros.

 

Eleuterio Fernández Guzmán