Mensaje del Papa en el barrio de la mafia

«Un ciudadano que deja que le invada la corrupción no es cristiano, ¡apesta!»

 

El Papa Francisco ha viajado este sábado a Nápoles, la ciudad de la Camorra, donde ha visitado el barrio periférico de Scampia, directamente relacionado con la mafia y una de las zonas con los índices de pobreza, criminalidad y desempleo más altos de Italia. Allí, ha pronunciado uno de sus discursos más duros, al afirmar que «la corrupción es sucia», que «una sociedad corrupta apesta», y que aquél que permite la corrupción no es cristiano, sino que también apesta.

21/03/15 11:59 AM


(Efe) «Cuánta corrupción hay en el mundo. (...) La corrupción es sucia y la sociedad corrupta apesta. Un ciudadano que deja que le invada la corrupción no es cristiano, ¡apesta!», afirmó el Santo Padre.

Rodeado de decenas de niños que coreaban su nombre y que interrumpieron en alguna ocasión su discurso, el Papa describió Nápoles como una ciudad en la que «se ha intentado crear una 'tierra de nadie', un territorio en manos de la llamada microviolencia».

Además, destacó de la ciudad sureña su «larga historia, atravesada por desafíos complejos y dramáticos» y reconoció que el día a día está lleno de dificultades y de «duras pruebas». Unas complicaciones que, sin embargo, pueden contribuir a crear «una cultura de vida que ayuda a levantarse después de cada caída, que ayuda a lograr de alguna manera que el mal no tenga la última palabra».

Por ello, el pontífice insistió en la importancia de que estos fieles mantengan la esperanza para no permitir que «quien voluntariamente» tome «el camino del mal robe un pedazo de esperanza a sí mismo y a los demás».

Desempleo juvenil

El Papa también se refirió a la problemática del desempleo juvenil precisamente en un barrio como Scampía en el que existe una tasa de paro del 57%. «La falta de empleo para los jóvenes es una señal de que existe un fallo grave en el sistema. Que haya un 40 % de jóvenes menores de 25 años que no tengan trabajo es grave», comentó.

Y prosiguió: «Cuando no se gana para poder llevar el pan a casa, se pierde la dignidad. La falta de empleo roba la dignidad. En estos casos, la persona corre el riesgo de ceder a la esclavitud, a la explotación. Esto no es humano, no es cristiano».

Por ello, el Papa hizo un llamamiento a los gobiernos para que asuman su responsabilidad y contribuyan a cambiar el sistema para crear empleo. Paralelamente, insistió en la importancia de impartir una buena educación para formar, así, a jóvenes y enseñarles a que sigan el camino del bien y se alejen de las prácticas delictivas. «La educación es el camino justo porque previene y ayuda a ir hacia adelante», señaló.

El viaje a la ciudad de la Camorra sólo durará 12 horas, pero el pontífice aprovechará para reunirse con algunos de los colectivos sociales más deprimidos de la localidad. Por ejemplo, aparte de Scampia, visitará la cárcel de Poggioreale y comerá en la capilla del centro penitenciario con una representación de los presos, que se encargarán personalmente de preparar el almuerzo. Entre los internos con los que el Papa compartirá mesa, hay algún transexual y algún enfermo de sida.

Por la tarde el papa Francisco se reunirá con un cincuentena de enfermos y personas con discapacidad en la basílica de Gesú Nuovo, y más tarde en el paseo marítimo protagonizará un encuentro con jóvenes.

El Papa Juan Pablo II ya visitó Nápoles en 1979 y 2003, y Benedicto XVI en 2008. Pero esta vez hay, si cabe, más expectación. Se prevé que tres millones de fieles se trasladen a la ciudad a ver al pontífice, unos mil quinientos voluntarios preparan la visita desde hace meses, y 68 monjas de clausura han obtenido un permiso especial para salir del convento y saludar al pontífice. El centro de la ciudad está completamente cerrado al tráfico, y el transporte público en superficie -autobuses y tranvía- será gratuito hasta el fin de la visita para trasladar a los peregrinos.

Antes de llegar a Nápoles, el papa argentino ha hecho parada en Pompeia, donde ha rezado en el santuario. También ha visitado los frescos de la villa de los misterios de Pompeia, que fue reabierta ayer después de dos años cerrada para restaurar sus pinturas.