Una Conferencia Episcopal no puede ir por libre

El cardenal Müller califica de anticatólicas las declaraciones del cardenal Marx sobre el sínodo

 

La idea de que las conferencias episcopales pueden tomar decisiones doctrinales sobre el matrimonio y la familia al margen del Papa y un sínodo general es «absolutamente anti-católica». Así lo ha asegurado el Cardenal Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en una entrevista exclusiva con la revista católica francesa Famille Chrétienne.

26/03/15 4:22 PM


(Catholic Herald/InfoCatólica) El cardenal Gerhard Müller afirma: «Esta es una idea absolutamente anti-católica que no respeta la catolicidad de la Iglesia. Las conferencias episcopales tienen autoridad sobre ciertas cuestiones, pero no un magisterio paralelo al Magisterio, sin el Papa y sin comunión con los demás obispos».

El Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe ha replicado a las tesis del cardenal Marx, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, que en declaraciones a periodistas aseguró que «no somos una filial de Roma. Cada conferencia episcopal es responsable del cuidado pastoral en su cultura y debemos, como nuestra tarea más propia, anunciar el evangelio por nuestra cuenta». En cuanto a la pastoral, el cardenal Marx aseguró que «el Sínodo no puede prescribir en detalle lo que vamos a hacer en Alemania».

Ante ello, el Cardenal Müller, máxima autoridad doctrinal de la Iglesia Católica tras el Papa, ha recordado que «una conferencia episcopal no es un sínodo local, menos aún un concilio ecuménico. El presidente de la conferencia episcopal no es más que un moderador técnico, y no tiene ninguna autoridad magisterial particular debido a este título».

Y añade: «Al escuchar que una conferencia episcopal no es una 'rama de Roma' me da la ocasión para recordar que las diócesis no son tampoco las ramas de la secretaría de las conferencias episcopales, ni de la diócesis cuyo obispo preside la Conferencia Episcopal».

El purpurado concluye: «Este tipo de actitud amenaza de hecho, el despertar de una cierta polarización entre las Iglesias locales y de la Iglesia universal, algo fuera de época tras los concilios Vaticano I y Vaticano II. La Iglesia no es una suma de las iglesias nacionales, cuyos presidentes votarían para elegir a su jefe a nivel mundial».