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Servicio diario - 04 de abril de 2015

LA FRASE DEL SÁBADO 4 DE ABRIL

El camino de la propia santificación es el santo misterio de la cruz. (Madre Maravillas de Jesús)

 


El papa Francisco

Francisco: aprendamos de las mujeres a velar para entrar en el misterio
En la homilí­a de la Vigilia Pascual, el Santo Padre invita a imitar el ejemplo de las discípulas. Durante la celebración, el Papa bautiza a 10 catecúmenos

Texto completo de la homilía del Papa en la Vigilia Pascual
El Santo Padre señala que no se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio y entrar en el misterio significa ir más allá de las cómodas certezas

Santa Sede

El deseo de los refugiados iraquí­es de recibir la visita del Papa
El cardenal Filoni, enviado a Irak para expresar la cercaní­a a los refugiados, está visitando las diócesis del Kurdistán

La solidaridad del Papa con los sintecho en Viernes Santo
El limosnero pontificio repartió sobres con dinero y una felicitación de Pascua del Santo Padre

Rome Reports

Obispo publica emocionante vídeo para anunciar cambios a su desanimada diócesis (Vídeo)
Su predecesor renunció a las prerrogativas cardenalicias por conductas inapropiadas

La historia de la pintora portuguesa que bautizará el Papa en la Vigilia Pascual (Vídeo)
Helena Lobato le escribió al Papa pidiéndole que le ayudara a encontrar la luz en su vida

Práctica app con las recetas de cocina más creativas para esta Pascua (Vídeo)
Desde cómo hacer huevos de pascua hasta los mejores desayunos

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

San Vicente Ferrer - 5 de abril
«Ángel del Apocalipsis»


El papa Francisco


Francisco: aprendamos de las mujeres a velar para entrar en el misterio
En la homilí­a de la Vigilia Pascual, el Santo Padre invita a imitar el ejemplo de las discípulas. Durante la celebración, el Papa bautiza a 10 catecúmenos

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 04 de abril de 2015 (Zenit.org) - El santo padre Francisco ha presidido esta noche la Vigilia Pascual en Basílica de San Pedro. La celebración ha iniciado en el atrio de la Basílica con la bendición del fuego y la preparación del cirio pascual. Mientras la Basílica estaba completamente a oscuras, Francisco ha caminado a lo largo del pasillo hasta llegar al altar llevando el cirio en sus manos, hasta que finalmente, se han encendido las luces.

A esta parte de la liturgia, le ha seguido la liturgia de la Palabra y la liturgia Bautismal, en la que el santo padre ha administrado los sacramentos de iniciación cristiana --bautismo, confirmación y después eucaristía-- a 10 catecúmenos, procedentes de Italia, Portugal, Albania, Kenia y Camboya. La más joven tiene 13 años, la mayor 67.  Esta noche, han concelebrado con el Papa 40 cardenales, 30 obispos y 350 sacerdotes

En esta noche de vigilia, ha dicho el Papa durante la homilía, nos viene bien detenernos a reflexionar sobre la experiencia de las discípulas de Jesús, que también nos interpela a nosotros. Así, el Santo Padre ha observado que “para eso estamos aquí: para entrar en el misterio que Dios ha realizado con su vigilia de amor”.

Por eso, Francisco ha afirmado que “no se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio. No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer... Es más, es mucho más”. Además, el Papa ha subrayado que “entrar en el misterio nos exige no tener miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no entendemos, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogantes”.

Sin embargo, entrar en el misterio “significa ir más allá de las cómodas certezas”, “más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón”.

Para entrar en el misterio --ha proseguido-- se necesita humildad, la humildad de abajarse, de apearse del pedestal de nuestro yo. “Sin adorar no se puede entrar en el misterio”, ha asegurado el Papa.

Y todo esto lo enseñan las mujeres discípulas de Jesús, ha afirmado. La Virgen Madre, “las ayudó a no perder la fe y la esperanza”. Así, “no permanecieron prisioneras del miedo y del dolor, sino que salieron con las primeras luces del alba, llevando en las manos sus ungüentos y con el corazón ungido de amor”. Por eso, Francisco ha invitado a aprender de ellas a velar con Dios y con María, “para entrar en el misterio que nos hace pasar de la muerte a la vida”.

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Texto completo de la homilía del Papa en la Vigilia Pascual
El Santo Padre señala que no se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio y entrar en el misterio significa ir más allá de las cómodas certezas

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 04 de abril de 2015 (Zenit.org) - Esta noche es noche de vigilia.

El Señor no duerme, vela el guardián de su pueblo (cf. Sal 121,4), para sacarlo de la esclavitud y para abrirle el camino de la libertad.

El Señor vela y, con la fuerza de su amor, hace pasar al pueblo a través del Mar Rojo; y hace pasar a Jesús a través del abismo de la muerte y de los infiernos.

Esta fue una noche de vela para los discípulos y las discípulas de Jesús. Noche de dolor y de temor. Los hombres permanecieron cerrados en el Cenáculo. Las mujeres, sin embargo, al alba del día siguiente, fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Sus corazones estaban llenos de emoción y se preguntaban: «¿Cómo haremos para entrar?, ¿quién nos removerá la piedra de la tumba?...». Pero he aquí el primer signo del Acontecimiento: la gran piedra ya había sido removida, y la tumba estaba abierta.

«Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco» (Mc 16,5). Las mujeres fueron las primeras que vieron este gran signo: el sepulcro vacío; y fueron las primeras en entrar.

«Entraron en el sepulcro». En esta noche de vigilia, nos viene bien detenernos en reflexionar sobre la experiencia de las discípulas de Jesús, que también nos interpela a nosotros. Efectivamente, para eso estamos aquí: para entrar, para entrar en el misterio que Dios ha realizado con su vigilia de amor.

No se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio. No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer... Es más, es mucho más.

«Entrar en el misterio» significa capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla (cf. 1 Re 19,12).

Entrar en el misterio nos exige no tener miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no entendemos, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogantes...

Entrar en el misterio significa ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón.

Para entrar en el misterio se necesita humildad, la humildad de abajarse, de apearse del pedestal de nuestro yo, tan orgulloso, de nuestra presunción; la humildad para redimensionar la propia estima, reconociendo lo que realmente somos: criaturas con virtudes y defectos, pecadores necesitados de perdón. Para entrar en el misterio hace falta este abajamiento, que es impotencia, vaciándonos de las propias idolatrías... adoración. Sin adorar no se puede entrar en el misterio.

Todo esto nos enseñan las mujeres discípulas de Jesús. Velaron aquella noche, junto la Madre. Y ella, la Virgen Madre, las ayudó a no perder la fe y la esperanza. Así, no permanecieron prisioneras del miedo y del dolor, sino que salieron con las primeras luces del alba, llevando en las manos sus ungüentos y con el corazón ungido de amor. Salieron y encontraron la tumba abierta. Y entraron. Velaron, salieron y entraron en el misterio. Aprendamos de ellas a velar con Dios y con María, nuestra Madre, para entrar en el misterio que nos hace pasar de la muerte a la vida.

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Santa Sede


El deseo de los refugiados iraquí­es de recibir la visita del Papa
El cardenal Filoni, enviado a Irak para expresar la cercaní­a a los refugiados, está visitando las diócesis del Kurdistán

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 04 de abril de 2015 (Zenit.org) - Enviado por el Papa para hacer llegar su cercanía especialmente a los refugiados, el cardenal Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los pueblos, está visitando estos días la región iraquí del Kurdistán. El purpurado, celebró la misa in Coena Domini  en la catedral de Duhok, repleta de fieles.

“Ha sido un momento muy bonito --explica el cardenal en Radio Vaticano-- porque hemos podido compartir con los refugiados un momento de oración, y he lavado los pies a doce de ellos. He ilustrado precisamente este signo y los momentos de la institución eucarística, del sacerdocio y del servicio a la Iglesia, y eso ha sido muy bonito. La gente estaba muy contenta y daba la impresión también de una participación a un antiguo rito caldeo, en arameo, que parecía casi escuchar las mismas palabras de Cristo, pronunciando sus palabras”.

Además, el cardenal Filoni cuenta que la población está entusiasmada por su visita, y preguntan a menudo cuándo irá personalmente el papa Francisco. “Yo les he asegurado que está en el corazón y en la mente del Papa”, explica el cardenal. Les ha asegurado “esta cercanía del Papa a sus sufrimientos, a la historia de este momento del país --de Irak, del Kurdistán-- con la guerra, con las familias de los refugiados, con los problemas que naturalmente en todos los lugares hay, y aquí ende una forma particular”.

En la entrevista, el purpurado explica que celebrará la noche de Pascua en el campo de refugiados de la diócesis de Erbil. “La mañana del domingo, a medio día, celebraré la misa con las familias. Por la tarde, al regresar, pasaré por otros lugares donde hay algunas familias de refugiados”, afirma. “Es un Pascua, por tanto, pasada con ellos, creo muy bonita, única y llenísima de experiencias”, prosigue. Debo decir --asegura-- que de parte de esta gente recibo un testimonio extraordinario de fe y también de caridad. “Un Pascua única, particular, muy bonita”, concluye.

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La solidaridad del Papa con los sintecho en Viernes Santo
El limosnero pontificio repartió sobres con dinero y una felicitación de Pascua del Santo Padre

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 04 de abril de 2015 (Zenit.org) - El limosnero pontificio, monseñor Konrad Krajewski llevó anoche a los pobres de Roma un signo de cercanía de parte del Santo Padre. Este gesto se realiza por segundo año consecutivo, en la noche de Viernes Santo, mientras en el Coliseo tenía lugar el Vía Crucis.

Así, llevó a unos 300 hombres y mujeres un detalle de parte de Francisco. En cada sobre que entregaba a cada uno de ellos, había una postal de felicitación pascual, una imagen del Papa y dinero. Los sintecho de Roma, unos agradecidos, otros sorprendidos o emocionados, recibieron este regalo de parte del Pontífice. La escena se vivió en las estaciones más grandes de Roma y cerca de San Pedro, hasta las doce y media de la noche, hora en la que el coche del limosnero regresó al Vaticano, según informa una nota publicada en Radio Vaticana.

El año pasado, el limosnero explicó que la iniciativa se tomó después de escuchar la meditación del padre Raniero Cantalamessa en la Celebración de la Pasión de Viernes Santo, en la que el predicador de la Casa Pontificia denunció la idolatría del dinero.

Monseñor Krajewski ha tenido varias ocasiones para explicar, que desde el prinicpio, Francisco le invitó a ir y buscar a los pobres, no estar detrás de un escritorio. 

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Rome Reports


Obispo publica emocionante vídeo para anunciar cambios a su desanimada diócesis (Vídeo)
Su predecesor renunció a las prerrogativas cardenalicias por conductas inapropiadas

Por Redacción

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La historia de la pintora portuguesa que bautizará el Papa en la Vigilia Pascual (Vídeo)
Helena Lobato le escribió al Papa pidiéndole que le ayudara a encontrar la luz en su vida

Por Rome Reports

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Práctica app con las recetas de cocina más creativas para esta Pascua (Vídeo)
Desde cómo hacer huevos de pascua hasta los mejores desayunos

Por Rome Reports

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


San Vicente Ferrer - 5 de abril
«Ángel del Apocalipsis»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 04 de abril de 2015 (Zenit.org) - Nació en Valencia, España, el 23 de enero de 1350. Hijo de un prestigioso notario, tuvo cinco hermanos. Junto a sus devotos padres experimentó el amor a Cristo y a María desde su más tierna infancia. Ellos le incitaron a realizar alguna penitencia todos los viernes en memoria de la Pasión, y otro tanto hacía los sábados en honor a la Virgen. Estas prácticas las mantuvo vivas hasta el fin de sus días. Su inclinación a socorrer a los pobres se manifestó en esta temprana edad. En conjunto, su biografía aparece engarzada con las virtudes que le adornaron y numerosos prodigios celestiales con los que fue favorecido. Su trayectoria espiritual discurrió por senderos penitenciales. Y, de hecho, no se libró de tentaciones que intentaron perturbar sus altos anhelos. Como el diablo siempre se halla al acecho de la «presa» que puede perder si, como era su caso, se trata de alguien seducido por el amor de Dios, se alió con su aspecto para tratar de inducirle al mal. Porque el muchacho era bien parecido y suscitaba pasiones en algunas mujeres. Dos de dudosa vida se propusieron conquistarlo sin éxito y atentaron contra su fama sembrando calumnias. Las cotas que Vicente se había impuesto no tenían fronteras. Aunaba inteligencia y virtud, todo lo cual no pasó desapercibido para los dominicos que se ocuparon de su formación. Éstos, diezmados por la temible peste negra, pero sobre todo, conmovidos por el ejemplo del aplicado joven, no dejaron escapar esta gran vocación que acogieron gozosos en la comunidad. El santo profesó en 1370. Después, satisfactoriamente cursó estudios de filosofía y teología, que culminaron con un doctorado en esta última disciplina obtenido con la máxima calificación. A partir de entonces se dedicó a ejercer la docencia en las universidades de Valencia, Barcelona y Lérida.

Cinco años más tarde fue ordenado sacerdote. El germen del Cisma de Occidente, que ya estaba larvado, no tardaría en saltar a la palestra. Cuando lo hizo, en el año 1378, Vicente sufrió por la gravísima divergencia y confusión creada entre los partidarios de Avignon y los de Roma. Él se había decantado por Benedicto XIII a quien consideró legítimo pontífice y estaba bajo su amparo en Avignon. Pero este conflicto eclesial le afectó tan seriamente que peligró su vida. Entonces, una locución divina que se produjo el 3 de octubre de 1398 le rescató de una eventual muerte, diciéndole:«¡Vicente! Levántate y vete a predicar». Esta manifestación sobrenatural fue un poderoso resorte que modificó el rumbo de su existencia. Una de sus grandes inquietudes fue restituir la unidad de la Iglesia. Y si primeramente reconoció al sucesor de Pedro en Benedicto XIII, quien se propuso concederle la dignidad episcopal y la cardenalicia, honores que Vicente rechazó, después mostró inequívoco apoyo al pontífice de Roma. Su intervención en el conflicto propició que altos mandatarios europeos, comenzando por los que estaban al frente de la Corona de Aragón, prestasen fidelidad al legítimo papa. En 1417, un año después de que Vicente culminara su particular campaña, era elegido Martín V.

Contó con un excelente recurso: su gran oratoria. Un poderoso imán para las muchedumbres. Además de su lengua nativa, dominaba el latín y tenía nociones de hebreo. Hubiera sido insuficiente para haberse hecho entender en las distintas naciones en las que su predicación floreció. Pero el hecho prodigioso es que los fieles comprendían perfectamente lo que decía porque le oían en su propia lengua. El objetivo de Vicente era la conversión de los pecadores. Durante treinta años evangelizó incansablemente por el norte de España, Italia y Suiza, así como en el sur de Francia, siempre en lugares abiertos para acoger a millares de personas, con grandes frutos espirituales. Se cuentan por decenas de miles los musulmanes que se convirtieron. Eran sermones que se prolongaban durante varias horas seguidas, pero nadie daba muestras de cansancio. Tenía la capacidad de mantener la atención en el auditorio con el tono y modulaciones de su voz. Pero, sobre todo, con la pasión que ponía en lo que decía. Huyendo de lenguajes artificiosos y recargados, supo traslucir a Dios. ¿Cómo? Orando. Es la clave de todos los santos. Antes de predicar se retiraba durante varias horas. Y la gracia se derramaba a raudales. Cada persona se sentía particularmente interpelada e invitada a vivir el amor a Dios. Las conversiones eran públicas, y los penitentes no se avergonzaban de reconocer sus pecados ante la concurrencia. Muchos sacerdotes le acompañaban para poder confesarlos a todos. Alabanzas, lágrimas de arrepentimientos, rezos…, eran el broche de oro de cada una de sus intervenciones.

Tenía autoridad moral porque su vida era sencilla y austera. Era íntegro, auténtico. Ayunaba, dormía en el suelo, y se trasladaba a pie para ir a las ciudades. Solo al final de sus días, como enfermó de una pierna, recorría los lugares en un humilde jumento. Tanta bondad resumida en su persona conmovía de tal modo a la gente que, enardecida por sus palabras, intentaban robarle trozos de su hábito a modo de reliquia. Para evitar males mayores, unos hombres se ocupaban de darle escolta. Algunos lo denominaron «ángel del Apocalipsis» ya que solía recordar los pasajes del texto evangélico donde se advierte de lo que espera a los impenitentes. Por donde pasaba erradicaba vicios sociales y personales. Él se sabía pecador, y repetía: «Mi cuerpo y mi alma no son sino una pura llaga de pecados. Todo en mí tiene la fetidez de mis culpas». Ya envejecido, débil y lleno de enfermedades, le ayudaban a subir al lugar donde debía impartir el sermón. Entonces se transformaba. Y la gente volvía a ver en él al hombre vital y entusiasta que conocieron, y se contagiaban de su ardor apostólico. Murió en Vannes, Francia, como había vivido, predicando, el 5 de abril de 1419, Miércoles de Ceniza. Tras de sí dejaba también muchos milagros. Fue canonizado por Calixto III el 29 de junio de 1455.

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