Falsedades acerca de la Iglesia católica – Como Cristo murió por todos no hace falta hacer nada para salvarnos

 

-Vamos a ver si encontramos algo de luz.

-Eso, eso, veamos…

 Falsedades y mentiras contra la Iglesia católica

 

 

 

Es bien cierto que a la Iglesia católica y, por extensión, a los católicos, se le tiene, se nos tiene, por parte de muchos, una manía ciertamente enfermiza.

 

Si creen que exagero les pongo lo que suele decirse de la religión católica, de la fe católica y, en fin, de la Iglesia católica. Aquí traigo esto para que vean hasta qué punto puede llegar la preocupación por un tema que es, ciertamente, falso.

 

Se suele decir que:

 

La fe católica está manipulada por la jerarquía.

 

La fe católica no va con los tiempos.

 

La fe católica ve poco sus propios defectos.

 

La fe católica pretende adoctrinar al mundo.

 

La fe católica está alejada de la realidad.

 

La fe católica defiende siempre a los poderosos.

 

La fe católica quiere imponer sus principios.

 

La fe católica no sabe cómo van los tiempos.

 

La fe católica está anquilosada.

 

La Iglesia católica acumula riquezas inmensas.

 

La Iglesia católica busca el poder aunque sea de forma escondida.

 

La Iglesia católica no acepta cambios en sus doctrinas.

 

La Iglesia católica es gobernada por una jerarquía carca.

 

La Iglesia católica no comprende la política actual.

 

La Iglesia católica esconde sus propios defectos.

 

La Iglesia católica no actúa contra determinados delitos que ocurren en su seno.

 

La Iglesia católica tiene muchos privilegios (sociales, económicos, educativos…)

 

Y a esto, se podían añadir muchas cosas, muchas acusaciones que están en mente de cualquiera.

 

¿Qué les parece a ustedes?

Como Cristo murió por todos no hace falta hacer nada para salvarnos

Sabemos a ciencia y corazón ciertos, es cosa de sustancia de nuestra fe católica, que el Hijo de Dios murió por toda la humanidad. Pero también sabemos que no lo hizo para que todos se salven. 

Es decir, no es que Cristo no quisiera que todos se salvasen sino que sabía perfectamente que el don de libertad, entregado por Dios al ser humano, posibilita (por muy absurdo que eso pueda ser) que quien quiera no acepte al Hijo como Hijo y, por tanto, haga lo propio con la salvación eterna.

Vemos, por tanto, que si Cristo murió por todos no todos se van a salvar. Estar de acuerdo con la especie según la cual todo el mundo se va a salvar es mirar con mucho optimismo a la verdad de las cosas. Es más… es, sencillamente, falso.

A este respecto, hay una frase de un santo tan válido como es san Agustín que es muy repetida. Lo es porque muestra algo que es muy sencillo pero que, en determinados corazones, parece no tener asiento. Y dice esto:

‘Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti’.

¿Lo ven? Aquí hay dos partes: Dios, el Creador que quiso crearnos porque quiso y le dio la gana hacerlo como parte primera y principal; nosotros, los seres humanos creados, como parte secundaria.

Por tanto, si nosotros somos parte del conjunto que formamos con Dios, es necesario algo más que serlo, que creer que lo somos y, en definitiva, hace falta un hacer nuestro, un proceder activo, para nuestra salvación.

Resumimos esto diciendo: no nos vamos a salvar sólo con creer; hace falta que tal creencia se transmita desde nuestro corazón a nuestras obras.

Ya quedó dicho, en Santiago (2, 16-26) eso de

“¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: ‘Tengo fe’, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: ‘Idos en paz, calentaos y hartaos’, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. Y al contrario, alguno podrá decir: ‘¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe  ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan. ¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril? Abraham nuestro padre ¿no alcanzó la justificación por las obras cuando = ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? = ¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras y, por las obras, la fe alcanzó su perfección? Y alcanzó pleno cumplimiento la Escritura que dice: = Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia = y fue llamado amigo de Dios.’ Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente. Del mismo modo Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras dando hospedaje a los mensajeros y haciéndoles marchar por otro camino?  Porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta·’

No deberíamos creer que decir “Jesús, Jesús” basta para salvarse porque está escrito (Mt 7, 21)

‘No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial’.

Hacer, pues, la voluntad de Dios, es algo más, es un plus, un añadido, a nuestra fe o, mejor, es la constatación real de que la tenemos. Por eso o, dicho de otra forma, por tal camino llegaremos al definitivo Reino de Dios.

Y para que no haya duda alguna de nuestra intervención directa en la salvación, en la Parte Tercera del Catecismo de la Iglesia católica titulado, no por casualidad, ‘La vida en Cristo’ se nos muestra el qué de la ‘Libertad humana en la Economía de la salvación’. Y se nos dice esto que sigue:

 

1739 Libertad y pecado. La libertad del hombre es finita y falible. De hecho el hombre erró. Libremente pecó. Al rechazar el proyecto del amor de Dios, se engañó a sí mismo y se hizo esclavo del pecado. Esta primera alienación engendró una multitud de alienaciones. La historia de la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal uso de la libertad.

1740 Amenazas para la libertad. El ejercicio de la libertad no implica el derecho a decir y hacer cualquier cosa. Es falso concebir al hombre ‘sujeto de esa libertad como un individuo autosuficiente que busca la satisfacción de su interés propio en el goce de los bienes terrenales’ (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 13). Por otra parte, las condiciones de orden económico y social, político y cultural requeridas para un justo ejercicio de la libertad son, con demasiada frecuencia, desconocidas y violadas. Estas situaciones de ceguera y de injusticia gravan la vida moral y colocan tanto a los fuertes como a los débiles en la tentación de pecar contra la caridad. Al apartarse de la ley moral, el hombre atenta contra su propia libertad, se encadena a sí mismo, rompe la fraternidad con sus semejantes y se rebela contra la verdad divina

1741 Liberación y salvación. Por su Cruz gloriosa, Cristo obtuvo la salvación para todos los hombres. Los rescató del pecado que los tenía sometidos a esclavitud. ‘Para ser libres nos libertó Cristo’ (Ga 5,1). En Él participamos de ‘la verdad que nos hace libres’ (Jn 8,32). El Espíritu Santo nos ha sido dado, y, como enseña el apóstol, ‘donde está el Espíritu, allí está la libertad’ (2 Co 3,17). Ya desde ahora nos gloriamos de la ‘libertad de los hijos de Dios’ (Rm 8,21).

1742 Libertad y gracia. La gracia de Cristo no se opone de ninguna manera a nuestra libertad cuando ésta corresponde al sentido de la verdad y del bien que Dios ha puesto en el corazón del hombre. Al contrario, como lo atestigua la experiencia cristiana, especialmente en la oración, a  medida que somos más dóciles a los impulsos de la gracia, se acrecientan nuestra íntima verdad y nuestra seguridad en las pruebas, como también ante las presiones y coacciones del mundo exterior. Por el trabajo de la gracia, el Espíritu Santo nos educa en la libertad espiritual para hacer de nosotros colaboradores libres de su obra en la Iglesia y en el mundo.

‘Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu, podamos libremente cumplir tu voluntad (Domingo XXXII del Tiempo ordinario, Colecta: Misal Romano)”.

Y es que es más que cierto que sin fe poco podemos hacer de cara a nuestra salvación eterna (salvo, claro está, lo que corresponda a la Misericordia de Dios) pero sin llevar al día a día tal fe con efectos concretos y determinados… menos aún. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán