“Promocionar a la mujer en los eclesial y en lo social” debe ser un empeño “para no perderla, como “el catolicismo perdió a los obreros  en el siglo XIX y a los jóvenes en el siglo XXI”, sentenció el obispo de Ciudad Rodrigo y miembro del Consejo Pontificio de la Cultura, Raúl Berzosa, en la segunda jornada del II Foro Internacional de la Mujer, que concluirá mañana con la intervención del arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, en esta actividad cuyo lema es “Mujer, responsable de la civilización del amor y de la vida”, que se celebró en El Escorial el pasado fin de semana (Madrid- España).

Organizado por la Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino (FASTA), movimiento católico nacido en Argentina de la espiritualidad dominica, el día empezó con la ponencia de Berzosa, repleta de citas y alusiones a los movimientos feministas, la ideología de género, la sociedad tecno-líquida y el hombre/mujer ciborg, que, a su juicio, proponen un antihumanismo radical. Calificó de “momento crucial de la humanidad” el tiempo actual “en el que nos encontramos” para el cual propuso una serie de “respuestas católicas” que reconduzcan esta posición. En este sentido, subrayó los planteamientos de autores favorables a un cambio de rumbo (Porcile, Ruiz de la Peña, Scaraffia, Pelletier, Consuelo Corrado, Ruiz de la Peña, Jutta Bulgraff…) y destacó que la aparición del cristianismo supuso “una liberación de la mujer”.

“Jesucristo, hombre, pero con psicología femenina”

Así sentenció cuando recordó las parábolas de la oveja perdida, el perdón de la pecadora, entre otras. Contra quienes siguen postulando la prevalencia del hombre con respecto a la mujer, concluyó que “Dios es padre y madre, y el hombre y la mujer son personas, como Él”. Se preguntó sobre qué puede aportar la mujer en el momento actual y solicitó que, “en medio de sus justas reivindicaciones, no olvide lo específico y genuino femenino (…), no desee ser como el hombre (…) y que no reniegue de la maternidad y de la interioridad”.

De “la brecha laboral” a la conciliación

Sobre la “brecha salarial” entre hombres y mujeres, y la escasa representación en los consejos de administración de las grandes empresas (apenas el 4% en España), denunció la situación presente Mar Sánchez Manchori, madre de familia numerosa y miembro de la Asociación de Mujeres Católicas. Ya Manchori demandó en la presentación de la actividad, el pasado 9 de abril, la retribución del trabajo doméstico para que de “verdad pudiéramos hablar del ejercicio de la libertad para quedarse en el hogar”. Conciliación que comienza, destacó, “en primer término con uno mismo y luego con el conyuge”.

Contra quienes opinan que las leyes no son el camino para la igualdad en el terreno profesional, apuntó que son necesarios ya que “tapan agujeros de falta de valores en la sociedad”. Estos se dan, por ejemplo, en las entrevistas de trabajo, en las que se pregunta recurrentemente a las féminas sus deseos inmediatos de maternidad, para, si la respuesta es afirmativa, negarles el puesto. Los entrevistadores desconocen probablemente que “son las mujeres que han tenido hijos –informó Manchori sobre encuestas existentes- quienes son más creativas, controlan mejor el estrés, son multitareas y son más resolutivas” que el resto, aspectos demandados en el ámbito laboral y que estos no tienen en cuenta.

Más mujeres en puestos directivos, mejores resultados

“Los hombres quieren querer, pero no saben, porque no son educados afectiva y sexualmente, ya que todo se reduce a genitalidad”,  sentenció el profesor y médico navarro Jokin de Irala. Para el docente, esta educación pasa por enseñar a los adolescentes a “gestionar sus emociones (alegría, tristeza, frustración…) para que puedan conectar con su propio cuerpo”, recalcó. “Deberán aprender a comunicarse –subrayó-, porque están inmersos en el lenguaje tecnológico, que, por ejemplo, les lleva a escribir ‘t kiero muxo’ en el güasap y viven en una continua noria afectiva que les lleva del subidón al bajón sin solución de continuidad”.

Vaticinó que las empresas irían mejor “si hubiese más mujeres en sus consejos de administración”. De similar planteamiento, fue Lydia Jiménez, consultora del Pontificio Consejo para la Familia, quien recordó las manifestaciones de un alto dignatario eclesiástico que, estuvo recientemente en Ávila, donde manifestó que “las guerras terminarían si se dejara la solución a las mujeres”. Jiménez, quien se preguntaba si era “posible que una sociedad perviviera sin la dedicación de mujeres al hogar”. Una dedicación, dijo, que debe ser “asumida libre y responsablemente”, en crítica a los “modelos deterministas que campean en muchas partes del mundo que relegan a la mujer al aspecto doméstico y a  objeto de placer”.

Políticas mundialistas y antropología de la diferencia

“Existe una apuesta decidida de distintos órganos de las Naciones Unidas por favorecer un nuevo sistema de valores, de manipulación de las conciencias y de lavado de cerebro para destruir la familia tal y como se ha conocido secularmente”, sentenció el profesor Alberto Bárcena, manifestado en “impulsar políticas antinatalistas, abortistas y de ideología de género a escala global, planteado sucesivamente en distintas cumbres gubernativas globales” desde hace varias décadas y “bajo el pretexto de favorecer un desarrollo sostenible”. Así, Bárcena calificó de “nuevo totalitarismo brutal del siglo anterior y el actual esta intromisión en la esfera privada de las decisiones personales”. Para el profesor del CEU, detrás de estas políticas mundialistas se encuentra, entre otras, la masonería.

Sin proponerlo, o tal vez sí, el día se cerró con la intervención tan hilarante  como didáctica del filósofo y profesor José Manuel Domínguez, hermano del sacerdote fallecido en la montaña hace unos años Pablo Domínguez, quien salpicó su “Antropología de lo masculino y lo femenino” con interpretaciones a la guitarra y con una colección de chistes-tópico que desató la carcajada en el auditorio, compuesto mayormente por mujeres. Esto no le impidió comparar sistemáticamente las diferencias físicas y psicológicas entre varón y mujer, porque “o somos XX o somos XY” (en alusión a la determinación del sexo). Domínguez, que utilizó los análisis de Edith Stein y Romano Guardini en su exposición, concluyó con el encargo que dio san Juan Pablo II a las mujeres de responsabilizarlas para asegurar la dimensión humana en la cultura, la economía y en otros ámbitos de la vida social.