¿Y tú qué haces por tus buenos sacerdotes?

Debido a mi trabajo, he establecido contacto con curas de muchas diócesis, tanto de dentro como de fuera de España. Por lo general, son sacerdotes de buena doctrina, que no hacen de la liturgia  el lugar para hacer exhibición de su ingenio personal, que se toman la administración de los sacramentos en serio, que quieren servir al Señor y dar buen fruto. Pues bien, creo que va siendo hora de dar la voz de alarma.

Un porcentaje preocupante de esos sacerdotes, tanto si son párrocos como no, llevan un tiempo muy descolocados. Primero de todo, se sienten solos, muy solos. Algunos ven como sus obispos andan desnortados ante determinadas cosas que están pasando en la Iglesia. Desnortados y sin capacidad de reaccionar. Y si en vez de desnortados están indiferenes, la cosa es peor. Otros ven que sus compañeros de presbiterio están pasando por problemas parecidos pero se impone la ley del silencio, la ley del “no compliques más las cosas, que ya escampará”. Pero, ¿cuándo escampará? Solo Dios sabe. Y mientra tanto ¿qué?, ¿quién se preocupa de la salud espiriual y anímica de esos sacerdotes?

Esa actitud de decirle a un sacerdote en crisis que no se preocupe, que lo entregue todo en manos de Dios, tiene una parte buena. A saber, que ciertamente, no hay cosa mejor que hacer que ponerse en manos del Señor y entregarle nuestras penas, nuestras dudas, nuestras crisis. Pero ojo, no vaya a ocurrirnos algo parecido a lo que dice la epístola de Santiago:

¿De qué sirve, hermanos míos, que uno diga tener fe, si no tiene obras? ¿Acaso la fe podrá salvarle? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento cotidiano, y alguno de vosotros les dice: «Id en paz, calentaos y saciaos», pero no le dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?
Así también la fe, si no va acompañada de obras, está realmente muerta.

Stg 2,14-17

Bien sabemos que no solo de pan vive el hombre. Por lo general un cura no va a pasar dificultades para llegar a fin de mes. Siempre va a tener un plato encima de la mesa para comer. Pero, ¿podemos decir lo mismo de la necesidad de tener el ánimo en condiciones? ¿cuántos curas no se sienten solos? ¿cuántos no reciben una palabra de ánimo, de gratitud por el servicio que prestan?

Sí, es un gran don de Dios el servirle como sacerdote. Sí, es gran cosa ser un médico de almas. Sí, es gran cosa contar con la gracia sacramental del sacerdocio. Pero son tan seres humanos como tú y como yo. También necesitan que alguien les diga gracias. Gracias por predicarnos bien la palabra de Dios. Gracias por ayudarnos a ser mejores cristianos. Gracias por no caer en la tentación de diluir la fe de la Iglesia para contentar a quienes viven felices en sus pecados. Gracias por no ofrecernos la puerta ancha que lleva la condenación y mostrarnos la estrecha, esa que nos incomoda pero que nos conduce a buen puerto.

Buena parte de esos curas sufren además el dolor de ver como últimamente muchos se regodean acusándoles de ser hipóritas, fariseos, avinagrados, funcionarios de la burocracia espiritual y sacramental. De un tiempo a otra parte solo reciben palos, desprecios, agresiones anímicas que no vienen a cuento. Y créanme, hasta el más santo de los santos puede acabar en plena crisis si no siente que la comunión de los santos es algo más que una buena teoría

¿Cómo van a transmitir la alegría del evangelio aquellos que por el “delito” de ser fieles a Cristo, a su Iglesia, a la fe católica, se ven casi abandonados ante el tribunal de quienes quieren convertir a la Desposada del Señor en una fulana que busca el aplauso del mundo? 

No crean que esto es nuevo. El apóstol San Pablo lo sufrió en sus propias carnes. Así le escribió a Timoteo:

Ya sabes que me han abandonado todos los de Asia, entre ellos Figelo y Hermógenes.

2 Tim 1,15

Y

En mi primera defensa, nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron. ¡No les sea tenido en cuenta!

2 Tim 4,16

¿Y bien? ¿vamos a dejar solos a nuestros curas, a nuestros mejores sacerdotes? ¿vamos a permitir que caigan en la depresión? ¿somos conscientes de lo que nos estamos jugando si hacemos eso?

Ay de la Iglesia si deja que lo mejor de ella pase hambre de calor humano mientras el mundo se regodea. Ay de quienes buscan el aplauso fácil consistente en criticar a quienes, con todo los defectos que se quieran, permanecen fieles a la fe que han recibido y que tienen el ministerio de transmitir y cuidar. No caigamos en la trampa de ponernos del lado del acusador de nuestros buenos curas. Más bien dejemos que Dios nos use para ayudarlos a superar la prueba por la que pasan.

 

Luis Fernando Pérez Bustamante