Santiago de Gobiendes

La Iglesia de Santiago de Gobiendes se cuenta entre los monumentos del llamado Arte Prerrománico Asturiano y fue construida en las postrimerías del siglo IX. Lleva más de mil años ahí dando gloria a Dios. No es una Iglesia conocida. No es Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo o Santullano, monumentos conocidos y reconocidos de la antigua corte ovetense. La Iglesia de Gobiendes es una Iglesia humilde, aldeana, de segunda categoría dentro del Arte Asturiano. Probablemente sea una de las peor conservadas, una de las que más ha sufrido las heridas del paso del tiempo, de las guerras, de sucesivas ampliaciones y restauraciones… Pero sigue siendo una Iglesia viva.

En ese mismo siglo IX, Alfonso II, el Casto, fue el primero en peregrinar a Compostela para visitar la tumba recién descubierta (milagrosamente, según cuenta la tradición) del Apóstol Santiago. El rey asturiano inaugura el Camino de Santiago. Pocos años más tarde, se construye esta Iglesia de Santiago de Gobiendes. El 8 de agosto de 921, el rey Ordoño II dona la Iglesia Gobiendes a la Diócesis de Oviedo. El Monasterium Santi Iacobi Apostoli de Gaudentes aparece mencionado por primera vez en el Liber Testamentorum. Probablemente, la actual Iglesia de Santiago sea lo que queda de un monasterio benedictino medieval del siglo IX que a buen seguro, acogió y hospedó a los primeros peregrinos que caminaban desde Europa hacia el sepulcro del Apóstol por la primitiva ruta jacobea del Norte, la única segura para llegar a Compostela en aquellos tiempos de guerra, en aquellos primeros años de la Reconquista. Probablemente este Monasterio fuera uno de los primeros de la orden de San Benito en la Península Ibérica.

Nuestros antepasados sabían muy bien dónde edificar sus templos. Esta Iglesia está construida en una atalaya desde la que se divisa al Norte la costa cantábrica y al Sur, la imponente Sierra de Sueve. El paisaje ya constituye en sí mismo una alabanza al Creador. Un verdadero monte del gozo para los peregrinos que allí recibían alojamiento y protección. De ahí, probablemente, la etimología del topónimo “Gobiendes” (“los que están gozosos”). El paisaje que se divisa desde el monte que acoge nuestra Iglesia no es para menos que para estar alegres y dar gracias a Dios por la belleza de su creación.

Yo nací hace casi 51 años en Gobiendes. Allí fui bautizado. No todo el mundo puede presumir de haber sido bautizado en una Iglesia con cerca de mil doscientos años de historia. Por eso, en Santiago de Gobiendes puedo decir que nací a Cristo. Allí hice la primera comunión. Allí me casé. Y allí espero que descansen mis restos cuando Dios me llame a su presencia: en Gobiendes, junto a mis antepasados, junto a los muros milenarios de la Parroquia de Santiago. Las raíces de mi fe están allí. Y dondequiera que viva, dondequiera que trabaje, una parte de mí siempre estará en Gobiendes. Y otra parte, en Covadonga, a los pies de la Santina.

Cuando hace unos años se empezó a hablar de la “Iglesia de los Pobres”, en contraposición a la “Iglesia Jerárquica”, encontré tres razones para rechazar de plano esta dialéctica mentirosa: la primera, mi abuela Eloísa, que me enseñó a rezar, que me llevaba a misa media hora antes para rezar el rosario, que me enseñó a querer a la Santísima Virgen María y cada año me llevaba a visitarla a Covadonga: ella sí era pobre, humilde y trabajadora. ¿A qué Iglesia pertenecía mi abuela?. La segunda razón fue el credo que también me enseñó mi abuela: “creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica”; una, no dos ni tres. Sólo hay una Iglesia y esa Iglesia es la de los pobres y es la del Papa y la de nuestros obispos. Y el tercer argumento contra las mentirás de Príncipe de este Mundo son la piedras mismas de mi Iglesia de Gobiendes. Más de mil años de fidelidad a Cristo, de presencia real de Cristo en su sagrario; casi mil doscientos años de sacramentos, de penitencias, de alegrías y de penas; de vida, de fe, de esperanza. Todo eso es Santiago de Gobiendes.

Ya a finales del siglo VIII, Beato de Liébana había declarado expresamente a Santiago “como áurea cabeza de España, nuestro protector y Patrono nacional”.  Eran tiempos de guerra, de pestes, de muerte. Los musulmanes habían invadido España y con su avanzada civilización se dedicaban a degollar cristianos con fruición. El Reino de Asturias se constituyó como un pequeño – casi insignificante – reducto de resistencia de los cristianos contra el poder musulmán. Y el Apóstol Santiago fue ya por aquel entonces considerado como Patrón de la España Cristiana, que animaba y acompañaba a las huestes de la Cruz que luchaban contra la dominación sarracena. La Cruz contra la Media Luna. Todavía hoy los chicos de Al Qaeda y del ISIS amenazan con volver a conquistar España. El desafío del yihadismo asesino aún no ha terminado. No nos vendrá mal que el Apóstol Santiago nos siga protegiendo.

También por aquel entonces, Beato se revela contra la herejía adopcionista del arzobispo de Toledo Elipando. El adopcionismo niega la divinidad de Cristo, como antes lo había hecho el arrianismo. En realidad son lo mismo. Jesús era un gran hombre, pero no era verdaderamente Dios. ¿Les suena? “la resurrección es un invento de la primera Iglesia, el Jesús histórico no tiene nada que ver con el Cristo de la fe, los sacramentos no son más que símbolos, Cristo no está realmente presente en la Eucaristía…” Para los modernos arrianos de hoy en día, Cristo vive igual que el Che Guevara, la Pasionaria o Elvis Presley: vive en los corazones de quienes los recuerdan, de sus fans, de quienes siguen sus doctrinas. Y ya está. Para los arrianos modernos, Cristo es una pura leyenda o un ideólogo, al estilo de Marx. Y, claro, por ese camino acaban convirtiendo la fe en ideología y a la Iglesia en una ONG filantrópica para hacer obras de caridad. Y nada más.

¿Han cambiado mucho las cosas desde el siglo VIII o el siglo X hasta hoy? Sí. Hoy dirán que tenemos hospitales, televisión e Internet. Pero el peligro yihadista es el mismo. E incluso las herejías dentro de la Iglesia son las mismas. Por eso no nos vendrá mal seguir fieles a nuestra historia y a nuestras raíces espirituales para continuar la batalla por la Verdad de Cristo en nuestro mundo. Hoy más que nunca, hay también obispos y cardenales herejes que pretenden cambiar la doctrina de la Iglesia. Ya no se ocultan. Beato de Liébana, desde su humilde monasterio del Norte, desde su pobreza y su irrelevancia, no dudó en enfrentarse, nada más y nada menos que con el mismísimo Arzobispo de Toledo. A nosotros nos toca dar la misma batalla, por la gracia de Dios.

El único camino que nos queda – como siempre –  es la santidad. El único camino que le queda al mundo es la conversión a Cristo. Él es el único que nos salva, que nos da esperanza, que nos libera del mal, de la corrupción, de la muerte. Sólo Cristo da sentido a la vida y a la historia.

Como la Iglesia de Santiago de Gobiendes, quien les escribe también es pobre y aldeano; insignificante, irrelevante. Poco puede ofrecer en este blog. Este no va a ser un blog gótico, con muchas vidrieras y altas columnas. Este va a ser, si Dios quiere, un blog pequeño como mi aldea; pobre. Pero fiel a Cristo y fiel a la verdadera Iglesia; una Iglesia que puede ser grande o pequeña: da igual. Seguramente somos pocos, insignificantes para el mundo. Pero siempre fieles. Como escribiría mi admirado amigo Luis Fernando, “santidad o muerte”.

Pedro L. Llera