"Algo me impulsaba a pedir el bautismo"

Ushetu, Tanzania, 30 de mayo de 2015.

Era comprensible la alegría del catequista cuando regresaba cada domingo. Luego de ir a dirigir la celebración de la palabra a la aldea de Kanyenye, iba a dar catecismo a una pareja que se iba a casar. Cuando leímos las proclamas matrimoniales luego de la misa del domingo, y los fieles que estaban presentes escucharon que Mataba se casaría con Nyafukwe, irrumpieron en un murmullo tal que hubo que pedir silencio.

No era porque hubieran obstáculos al matrimonio, sino porque todos conocían a Mataba y Nyafukwe en la aldea, y la admiración no podía ser menor, ya que Mataba tiene ochenta años y Nyafukwe ya entrados los noventa. Ambos vivieron siempre como paganos, y son muy conocidos en la aldea de Chang’ombe, a treinta minutos caminando desde nuestra misión.

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Es por eso que el catequista volvía con tanta alegría cada domingo luego de pasar por la casa de ellos, y darles la catequesis para que recibieran todos los sacramentos. Expresaban una alegría enorme al saber que se acercaba el día de la fiesta, que en verdad iba a ser tal. Hubo que prepararlos en la casa, porque sobre todo la señora ya no puede casi caminar, y también la celebración del sacramento fue allí mismo en Chang’ombe, aunque en la casa de uno de los hijos que se ofreció para todos los preparativos. La catequesis fue dada en el idioma sukuma y nyemwezi, con cierta dificultad para el catequista, que es de tribu sukuma, y no habla el nyemwezi como lengua propia. Los líderes de esa aldea vinieron también a buscar cosas a la parroquia para la celebración.

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Se imaginan la gran fiesta que fue, ya que cuentan con 11 hijos, cerca de 100 nietos y 70 bisnietos. En realidad son todos números aproximados… creo que nadie nos podía dar el dato exacto de nietos y bisnietos. De sus hijos y nietos son paganos en su mayoría, pero hay muchos que han abrazado la fe, y manifestaban en ése día una alegría inmensa al ver escuchadas sus oraciones por la familia. Estaban muy agradecidos por las visitas que había hecho durante un tiempo una hermana de las Servidoras, que iba en algunas oportunidades a visitar las casas de esa aldea, y en varias ocasiones les insistió a que pidieran el bautismo y se casaran.

No les puedo dar una idea perfecta de la alegría que se vivió en la misa. Los católicos estaban bien cerca del altar, y alrededor del patio de tierra habían hecho unos toldos con hojas de palmera, muy bien preparados, donde estaba todo el resto de la gente, que escuchaba la misa y veían la ceremonia. Recibieron el bautismo, la confirmación el matrimonio y la primera comunión. Tomaron los nombres de José y María, José Mataba y María Nyafukwe.

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Creo que esto será un gran ejemplo para tantos hijos, nietos y bisnietos… que tal vez quieran seguir los pasos de los abuelos. Había que ver la alegría de los esposos. Se sonreían muchísimo, y Don José mostraba en su sonrisa su único diente, del que parecía que hacía gala. Luego de la misa comenzaron los festejos, con todos los rituales a los que ellos acostumbran, de saludos, regalos, bailes, y comida.

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Fue impresionante escuchar las palabras que al final de la misa dijo el catequista, porque les preguntó porqué habían decidido casarse y pedir los sacramentos, luego de vivir toda una vida sin la fe católica. A lo que respondió don José que “hacía un tiempo que sentía en su corazón una fuerza que lo empujaba, y le decía que tenía que bautizarse”. Así mandó a uno de sus hijos a llamar al catequista, y después vino la historia que les he contado.

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Uno se pone a pensar, ¿de dónde ha salido esa “fuerza que lo impulsaba”? Desde el punto de vista de la fe, hay una explicación, era ese Espíritu Santo que actúa y sopla donde quiere, cuando quiere y como quiere. Pero a la vez gracias a la actuación de tantas causas que colaboraron con ése “Impulso”. Esa hermana que iba a visitarlos, esas oraciones de sus hijos y nietos católicos… y hasta la intercesión de las oraciones de su nietita que murió a los doce años en olor de santidad, María Mataba, de quien tal vez se acuerdan, que quería ser monjita, y que murió con un cáncer a la garganta diciendo que ofrecía sus sufrimientos por los frutos de la misión y la conversión de su gente. Ella está enterrada en el cementerio de nuestra misión. Y sumo a esto la oración de todos ustedes, que me dicen siempre que rezan por nuestro trabajo en estos lados… tal vez ustedes los “empujaron” a José y María a recibir esta lluvia de sacramentos.

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El domingo siguiente se lo vio entrar a don José por la puerta de nuestra iglesia de Ushetu, a donde había venido a participar de la misa, luego de caminar los cuatro kilómetros que separan su casa de la iglesia. Y pasó muy sencillamente entre los fieles que lo miraban, a recibir la Eucaristía.

Cuando terminó la ceremonia del casamiento me encontraba realmente emocionado, y hasta con ganas de llorar de alegría. Pensaba que era el matrimonio más bello que me ha tocado hacer en mi vida misionera. Pero no creo que será imposible superar esta experiencia, ya que Dios tiene la infinita capacidad de sorprendernos siempre. Espero entonces que me siga dejando con la boca abierta ante tantas maravillas de la gracia.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE.

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