A veces hay que dejarlo claro: esto son lentejas

 

Ni original. Anda que no es viejo eso de hacer cada uno lo que le dé la gana disfrazándolo de responsabilidad moral, conciencia formada, madurez personal y libertad consciente. Cuentos chinos. Eso de obedecer las leyes solo si me parecen justas, como acaba de decir la posible alcaldesa de barcelona, Ada Colau, es viejo viejísimo.

En la Iglesia católica hace tiempo que sucede. Cada vez son más los fieles –laicos, religiosos, sacerdotes- que se rigen por tan alta responsabilidad: haré en cada momento lo que me dé la gana y me paso las normas por el arco de mis caprichos. Los curas lo hacemos celebrando a nuestro arbitrios, predicando nuestra particulares convicciones y aplicando no la moral de la iglesia sino la que uno cree oportuna simplemente porque sí. Así, con el bonete bien atornillao.

Los laicos ni les cuento. Todo son por qué y poner trabas a cualquier cosa. Que por qué no van a poder comulgar aunque estén viviendo una situación de pareja irregular, o si usted se piensa que a Dios le importa mucho que nos hayamos casado Pepe y yo aunque seamos dos hombres. Venir a misa cada domingo no importa, que los niños aprendan unas oraciones básicas es irrelevante, no entiendo por qué en el bautizo de María no puede haber dos madrinas. Además los laicos se han aprendido muy bien eso de la democracia y si te descuidas someten a votación la liturgia de la misa, y si te enfadas amenazan con llamar a la televisión.

Que todo esto que les digo no es invención, son cosas que a uno le pasan, y cuando apelas a las normas de la Iglesia se ríen directamente de ellas porque Jesús solo pidió que nos amáramos, eso sí, lo de la comunión de mi Antonio Luis que sea algo bonito, que no acaba uno de entender si argumentamos lo que hizo el Señor, cuándo leches celebró primeras comuniones con marineritos y princesas. Debe ser que a la edición que manejo del Nuevo testamento le faltan páginas.

A gente le tengo dicho que uno intenta que en la parroquia se hagan las cosas según derecho, es decir, según lo mandado por la Iglesia, y no según capricho. Pues no hay forma. La gente tiene todos los derechos y el sacerdote y la parroquia todas las obligaciones. Algo falla.

Es decir, que si la gente quiere bautizar, casarse, que el niño haga la primera comunión, tienes que decir que sí, someterte a sus caprichos y encima estar agradecido de que vengan a la parroquia. Eso sí, en cuanto intentas poner la más mínima condición la has liado: que si qué carca, que si todo es poner pegas, que si es la comunión de mi niño por que no puedo elegir yo la música, las flores e incluso algunas cosas de la misa, y que así van a echar a la gente de la iglesia. Hoy me decía alguien que no vuelve a la parroquia ¡y que no quiere saber nada con la Iglesia! porque no se aceptan dos madrinas en el bautismo. Pues nada, buen viaje.

Ayer tuvimos reunión del consejo pastoral parroquial. Revisión de la catequesis de infancia y bases para su organización. ¿Fuentes para hacerlo? Los documentos de la Iglesia, y de forma especial los del Sínodo Diocesano de Madrid y algunos documentos especiales del cardenal Rouco Varela.

Pues habrá padres que no estén de acuerdo, decía algún consejero. Pues vale. Nosotros vamos a hacer las cosas según pide el Sínodo de Madrid y celebraremos las primeras comuniones según las orientaciones diocesanas, que es nuestra obligación y es lo que corresponde a una parroquia que quiere ser medio seria. Hacerlo a nuestro capricho es convertir la parroquia en una parroquia bananera, en una dictadura del párroco o de los catequistas o simplemente en un jolgorio.

Así hay que hacerlo porque es nuestra obligación. Y esto son lentejas…

(Si quieres las comes, y si no las dejas…)