Breves reflexiones (IV)

¿Cómo harás un buen examen de tu conciencia si la has formado conforme al parecer del mundo en vez de conforme al parecer de Dios?

Si no te dejas guiar por Dios, Dios dejará que te guíes por tu necedad hasta que te desplomes y entiendas que sólo en Él andarás en la verdad.

No hay noche oscura en el alma de los elegidos a la que no siga el amanecer en la gloria del Espíritu Santo.

No ama verdaderamente a Dios quien permanece impasible ante el peligro de condenación de tantas almas.

Cuanto más cerca estés del Buen Pastor, más lejos de ti estarán los lobos que buscan devorar tu alma.

A Dios no le cuesta ser santo y si te hace partícipe de su naturaleza y andas por gracia en el Espíritu Santo, la santidad nacerá en ti de forma sobrenatural.

El Señor tu Dios es jardinero de tu alma. Poda y quema tus pecados con el fuego del Espíritu Santo, riega tus raíces con la sangre de Cristo, te abona con el amor y la misericordia del Padre.

No olvides en tus oraciones pedirle a Cristo que bese la mejilla de nuestra Madre y le diga lo mucho que la quieres.

María aparte, de todos los santos que hay en el cielo, solo hay uno que tuvo a Cristo entre sus brazos. San José, regálanos esa mirada embelesada que contempla los ojos del Niño Dios.

Mártires de Cristo, obtened de la gracia divina la misericordia de mantenernos firmes ante la tentación de no ser fieles al Señor como vosotros.

Cuanto más te de Dios crecer en santidad, más entenderás que tu verdadero ocio es estar en su presencia mediante la oración.

Si te encariñas de la Madre, el amor hacia el Hijo explotará en tu corazón. Si amas al Hijo, te concederá sentirte como un pequeñuelo en brazos de María.

El Padre te mira a través de los ojos de Cristo. ¿Cómo no va a amarte y santificarte por el Espíritu Santo?

Acepta la cruz que Dios te conceda. Cristo es el cirineo que te lleva al Calvario donde te espera María y la muerte de tus pecados.

Cuando por el Espíritu Santo entiendas que en la Misa cielo y tierra se abrazan para adorar al Padre y al Cordero de Dios, siete días te parecerán una eternidad y querrás ese abrazo a diario.

Tu tiempo ante el sagrario es sagrado. Acude con frecuencia a encontrarte con Cristo que te espera para fortalecerte.

 

Santidad o muerte.

 

Luis Fernando  Pérez Bustamante