Tribunas

Apuntes sobre la Encíclica

José Francisco Serrano

 

Las encíclicas pontificias son textos de largo recorrido, de larga digestión y asimilación por el organismo. Con la primera del Papa Francisco, “Laudato si”, programática también, nos encontramos con un tema novedoso que permite abrir el foco de la perspectiva integral de la propuesta de fe. La dimensión social del cristianismo aparece ahora abordada desdel punto de vista del cuidado de la casa común, de la naturaleza y, por tanto, de la teología de la creación.

No pretendo una síntesis de la Encíclica, ni de las ideas principales, ni un análisis detallado, sino un reflejo de algunos ecos que me ha producido su lectura. Aparentemente, el tema del texto no es una prioridad en la agenda de la opinión pública en el norte desarrollado. Sí lo es, como se refleja en las citas de documentos de las Conferencias Episcopales varias, en el sur del planeta.

Es posible que la dimensión no haga atractiva la lectura para un público no acostumbrado, o no especializado en diversos conceptos técnicos. Sin embargo, la dinámica interna invita a la página siguiente, al capítulo que está por venir.

Además de esa amplitud de voces a los episcopados locales, queda muy patente el hecho de que el magisterio del san Juan Pablo II trascendía con mucho a su tiempo. Con el paso de los años percibiremos el valor de ese magisterio. Esta encíclica ya lo apunta con claridad.

Como en todo texto del magisterio solemne los niveles de propuesta, y de lectura, son múltiples, y la categorización de las afirmaciones también. Pero lo que no se puede negar es la originalidad de la perspectiva de conjunto conectada y esa insistencia del Papa en que la pobreza, mejor dicho, el pobre como persona real, interpele la conciencia del creyente y la voluntad del no creyente. El Papa Francisco, el Papa de los pobres, ha escrito un bello texto, y ha abierto nuevos horizontes al reto de la fe.

La clave, una vez más, es la interpelación. En este caso como forma incluso de progreso dogmático. De ahí que el Papa, sabiendo de algunas reacciones a la Encíclica, haya abordado “la visión filosófica y teológica de la creación” incidiendo en las consecuencias sociales. Y lo hace en la continuidad de un concepto aquilatado de tradición y de evolución de la doctrina. Una muestra, incluso de inteligencia pastoral, es la referencia a la “eterna novedad” de la doctrina con la referencia al libro del “Commonitorium primum”, de San Vicente de Lerins. Un texto que suele ser la bandera de los tradicionalistas de la fe.

Una de las claves más importantes del texto papal son sus reiteradas referencias a la Acción Humana, que vertebran toda la Encíclica. Ahí alarga su mano hacia la cuestión clave de las ciencias sociales, la cuestión de la Teoría de la Acción, que está en la base de la política, de la economía y de la sociológica. Por lo tanto, está planteando nuevos horizontes en el diálogo entre ciencias sociales, en tanto que representantes de la modernidad, y la teología. Es esta una de las cuestiones principales de este texto para el pensamiento contemporáneo, y para la purificación de las teorías económicas.

Y otro apunte, no menor, es el cuerpo central, capítulo tercero, es la glosa de profundidad de la teología de Romano Guardini, su reflexión sobre el progreso en la relación con la teología de la historia. Una apuesta del Papa Francisco de gran fecundidad.