La paradoja del protestantismo de ser Papa de uno mismo

Recientemente me encontré en Youtube con este debate entre nuestro hermano Christian Huerta de SemperFiat.com y un líder evangélico del ministerio Jezreel de nombre Jesús Flores Luevano.  El debate, aunque bastante largo (se extendió por casi 9 horas en dos partes), no dejó de ser interesante.

Yo, que sólo llegué a escuchar las primeras cuatro horas, tuve la ocasión de reflexionar sobre el problema que encuentro una y otra vez en hermanos protestantes (no todos) de distintas denominaciones, en las que sufren una ceguera que les hace confundir su propia mente con la propia Palabra de Dios, o inclusive con el Espíritu Santo. Me explico: 

En el debate en cuestión Christian  le preguntaba al pastor si estaba seguro de que su interpretación de las Escrituras era la correcta, mientras que la del resto, tanto de católicos como de otros protestantes no lo era, y cómo podía él (Christian) estar seguro de ello. Y a esto siguió una cadena de respuestas  contradictorias que volvían sobre el mismo punto como un círculo vicioso. He aquí algunas de sus respuestas:

Tengo la verdad porque Cristo cambió mi vida y me transformó. 

Aunque parezca difícil de creer, muchas personas afectivamente asocian su conversión con el hecho de estar en la verdad. Puede ser que antes no fueran creyentes practicantes, sino por ejemplo malos católicos, ateos o agnósticos, y en un momento dado escucharon la predicación del evangelio en una comunidad protestante y su vida cambio de manera genuina y positiva.  La persona en este estado suele no distinguir entre el mensaje que verdaderamente le cambió (y que en el fondo es católico) de los errores de la denominación en que lo recibió y asume que toda la enseñanza que allí reciba será la verdad. 

El problema de esto es que hay muchas personas han tenido una genuina conversión y han tenido un cambio positivo en la Iglesia Católica, en otras comunidades protestantes que tienen diferencias doctrinales con ellos, e inclusive en sectas como los testigos de Jehová, adventistas y mormones. ¿Quiere decir por eso que todos están en la verdad en todo? Evidentemente no.

Tengo la verdad porque vivo en santidad y mis frutos lo demuestran.

El pastor a este respecto se ponía como ejemplo de cómo antes vivía encadenado al pecado y ahora se consideraba libre. Dado que ahora era justo y vivía en santidad eso debía demostrar que estaba en la verdad. El problema fue que Christian le tuvo que recordar que se conocieron precisamente porque el pastor reproducía en su canal de Youtube contenidos protegidos por derechos de autor sin autorización (lo cual es una forma de robo). El pastor reconoció que estaba mal pero era por una buena causa, moral maquiavélica en la que el fin justifica los medios. Cuando Christian le hizo notar esto, aceptó que no tenía justificación pero la santidad era un proceso gradual y él estaba en ese camino.

Pero si el mismo pastor admitía no ser completamente santo, ¿qué garantía habría de que  su doctrina no fuese completamente recta? ¿Hay acaso un porcentaje de santidad a partir de la cual todas las interpretaciones bíblicas de la persona se hacen infalibles? Evidentemente el pastor tampoco pudo responder satisfactoriamente a estas objeciones.

Por supuesto, lo que hizo Christian fue “aventarle” al pastor su propia lógica (reducción al absurdo), porque nosotros los católicos no creemos que la sana doctrina esté siempre vinculada con la santidad. En la propia Escritura vemos como había fariseos hipócritas a los que Cristo llamaba “sepulcros blanqueados”  que no estaban el error pero si bien hundidos en el pecado, y por eso mandaba a hacer todo lo que mandaran, pero no a imitar su conducta (Mateo 23, 2-3). También puede haber gente muy entregada y bien intencionada que puede estar bien equivocada, como los testigos de Jehová que son capaces de dejar morir a sus hijos el negarles una transfusión creyendo que es voluntad de Dios. 

Eso sin contar que el argumento en sí es bastante presuntuoso, porque bajo esa óptica, para que el pastor pueda demostrar que su doctrina es más sana que la de todos los demás, tiene que demostrar (y creerse) que es más santo que todos los demás.  Suele ocurrir lo contrario, a mayor santidad mayor conciencia del pecado y de las propias miserias. La realidad es que quien utiliza este argumento da indicios de tener un problema grave de ceguera espiritual.

Tengo la verdad porque mi doctrina está de acuerdo a la Biblia.

Muchas veces me ocurre que cuando debato con hermanos protestantes, ellos me preguntan: “¿Por qué no obedecen la Biblia?”, a lo que les respondo: “¿Quién dice que no?” y me responden: “La Biblia”. Es aquí donde uno les muestra el hecho de que hay miles de denominaciones que también dicen que sólo se basan en la Biblia y la interpretan muy diferente a ellos, y se los digo con la esperanza de que puedan comprender que una cosa es lo que puede decir la Biblia, y otra lo que ellos entiendan que dice.  Sin embargo,  la mayoría de las veces se me ha hecho imposible que comprendan la diferencia.  Para ellos, lo que sale de su pensamiento es la voz del Espíritu Santo, lo cual es una forma de idolatría del propio juicio.

Todo en realidad se reduce al subjetivismo individualista y soberbio del que cree que todo el que no interprete la Biblia como él está equivocado, y de este modo despotrica de la infalibilidad de la Iglesia mientras proclama la propia infalibilidad. Un ejemplo lo tenemos en el debate donde el propio pastor declara ser infalible en cuestiones de doctrina, y precisamente por eso el título de este post señala que en el protestantismo cada quien es su propio Papa.

El planteamiento católico es radicalmente distinto: no creemos que estamos en la verdad, ni porque somos más santos, ni más inteligentes, ni tenemos más Espíritu Santo, ni tenemos una experiencia de conversión más auténtica. Creemos que estamos en la verdad porque pertenecemos a la única Iglesia que Cristo fundó sobre la cual las fuerzas del infierno no prevalecerán (Mateo 16,19) , que está edificada sobre el fundamento y autoridad de los apóstoles y de su mayordomo, el legítimo sucesor del apóstol Pedro, a quienes encomendó apacentar su rebaño mientras prometió estar con ella todos los días hasta el fin del mundo.

Es a la Iglesia a la que el Espíritu Santo guía unida a la verdad completa, pues nunca fue el plan de Dios que cada individuo tuviera que descubrir y definir toda la doctrina cristiana desde cero una y otra vez.

Christian no pudo llegar a ningún acuerdo con el pastor evangélico, pero igual se le agradece porque nos dio ocasión de seguir profundizando en estos temas de fe.