Recuerdos del primer gaymonio de la historia

Siemiradski, Antorchas de Nerón

A pesar de la propaganda hollywodiense, la homosexualidad no estaba aceptada en Grecia y Roma, más bien era un capricho de pudientes, ni siquiera había nombre para designarla y estaba ligada a la pederastia, la esclavitud y la efebofilia.

Pero de Roma tenemos el primer registro de una «boda gay», también el de su poca aceptación y el de sus consecuencias. Cómo no, fue Nerón. Tácito, Suetonio y Dion dan cuenta de ello. No hay todavía unanimidad en si hubo uno o dos gaymonios. Quizá se mezclen las historias del liberto Pitágoras y de Esporo, pero haberlo, lo hubo.

Tácito, Ann. XXXVII

Nerón, discurriendo aquellos días y revolcándose a sus anchuras por todo género de vicio y sensualidad natural y contra natura, no le faltó otra cosa por cometer para calificarse por el más abominable de todos los hombres, que la que hizo pocos días después casándose públicamente en calidad de mujer con uno de aquel nefando rebaño, llamado Pitágoras, y usando de todas las solemnidades y ceremonial que se suelen hacer en los casamientos. En éste se le puso al emperador el velo llamado flameo; viéronse los agoreros áuspices, señalóse dote a la novia, aparejóse la cama a los desposados, encendiéron se las hachas con los ritos que se acostumbran en las bodas, y juntamente se vio en él todo aquello que hasta en los casados verdaderamente suele encubrir la noche.

Suetonio nos cuenta lo de Esporo, un hombre de aspecto similar a su ex-esposa Popea Sabina a la cual había asesinado (Los doce Césares, Nerón, XXVIII)

Sin hablar de su comercio obsceno con jóvenes libres y de sus adulterios con mujeres casadas, violó a la vestal Rubria. Poco faltó para que se casase legítimamente con su liberta Actea, habiendo sobornado con este objeto a consulares que afirmaron bajo juramento que tenía origen real. Hizo castrar a un joven llamado Esporo, y hasta intentó cambiarlo en mujer, lo adornó un día con velo nupcial, le constituyó una dote, y haciéndoselo llevar con toda la pompa del matrimonio y numeroso cortejo, lo trató como su esposa, lo que ocasionó que dijese alguien sarcásticamente: que hubiese sido gran fortuna para el género humano que su padre Domicio se hubiera casado con una mujer como aquélla. Vistió a este Esporo con el traje de las emperatrices; se hizo llevar con él en litera a las reuniones y mercados de Grecia, y durante las fiestas Sigilarias de Roma, dándole besos por momentos.

Cáustico Suetonio en la frase «que hubiese sido gran fortuna para el género humano que su padre Domicio se hubiera casado con una mujer como aquélla», que para quien se haya perdido el matiz quiere decir que si el padre de Nerón se hubiese casado como Nerón, Nerón no habría nacido. La repulsa de aquél acto fue unánime, tanto que salvando la controvertida mención al «marido» de Heliogábalo, tenemos que llegar al siglo XXI para revivirla. Ahorro los detalles escabrosos que relata Dion.

Estamos en el 64dC, unos días antes del incendio de Roma del que hizo responsable a los cristianos. El contexto de la Epístola a los Romanos adquiere cierto relieve. San Pablo sería decapitado tres años después, y San Pedro, a la vuelta del «Quo vadis, Domine?», según la tradición, crucificado boca abajo.

Lógico que los cristianos creyesen ser la última generación.

Nosotros tenemos la suerte de conocer cómo continuó la historia. Despareció Roma, no los cristianos. También tenemos la suerte de saber cómo acabará la Historia definitivamente, ¿de qué nos preocupamos?

Me impresiona mucho el cuadro del pintor polaco Siemiradski, Antorchas de Nerón. Siempre me invita a pensar qué habría hecho yo, aquello sí eran motivos de queja. Lo del “Orgullo” es sólo caspa.

Y por favor, no confundir homosexual, con sodomita, con homosexualista, con matrimonio gay, no son intercambiables. Me da pereza explicarlo una vez más.