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Servicio diario - 05 de julio de 2015

El papa Francisco

El papa Francisco partió hacia América Latina
"Voy a llevar un mensaje de esperanza" indicó en un telegrama. El vuelo de 13 horas lo lleva a la ciudad de Quito. Visitará Ecuador, Bolivia y Paraguay, hasta el próximo domingo 12 de julio

"Doy gracias a Dios por haberme permitido volver a América Latina"
El Santo Padre llegó a Quito. Le recibieron las autoridades. Del aeropuerto se dirigió a la nunciatura donde pasará la noche. Este lunes viaja a Guayaquil

Texto completo del papa Francisco a su llegada a Ecuador
En el aeropuerto Mariscal Sucre, al inicio de su viaje a América Latina

Espiritualidad y oración

Beata Nazaria Ignacia March Mesa - 6 de julio
​«Cruzada de amor por la Iglesia. Esta madrileña que había sido Hermanita de los Pobres, se sintió llamada después a la vida misionera. Fundó en Bolivia y extendió su obra por Argentina y Uruguay, entre otros países latinoamericanos»


El papa Francisco


El papa Francisco partió hacia América Latina
 

"Voy a llevar un mensaje de esperanza" indicó en un telegrama. El vuelo de 13 horas lo lleva a la ciudad de Quito. Visitará Ecuador, Bolivia y Paraguay, hasta el próximo domingo 12 de julio

Por Redacción

Roma, (ZENIT.org)

El santo padre Francisco partió este domingo a las 9 de la mañana desde el aeropuerto Leonardo da Vinci, situado a pocos kilómetros de Roma, en la ciudad de Fiumicino, hacia América Latina.

Es el noveno viaje apostólico de Francisco, esta vez en su amada Latinoamérica. Estará en Ecuador, Bolivia y Paraguay, desde hoy 5 de julio hasta el próximo domingo 12.

El avión después de recorrer 10.103 kilómetros durante 13 horas de vuelo, llegará a las 15 horas, al aeropuerto internacional 'Mariscal Sucre'. La diferencia es de siete horas menos. 

En el vuelo de Alitalia, del Boeing A330 'Piero della Francesca', el Santo Padre desayunará y almorzará. La aeronave cruzará los cielos de Italia, España, Portugal, y del otro lado del Altántico los de Trinidad Tobago, Venezuela, Colombia y Ecuador.

En el telegrama que el Santo Padre envió al presidente de Italia, Sergio Matarella, le indicó que viaja a "Ecuador, Bolivia y Paraguay, para apoyar la misión de la Iglesia local y llevar un mensaje de esperanza".

El papa Francisco estuvo en el continente con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud que se realizó en Río de Janeiro en julio de 2013, donde le acogieron más de tres millones de peregrinos de 175 países. Allí le pidió a los jóvenes: “Quiero lío en las diócesis, quiero que se salga fuera. Quiero que la Iglesia salga a la calle”.

Si bien encontró al episcopado brasileño y estuvo también en el santuario de Nuestra Señora Aparecida, entretanto no fue exactamente un viaje pastoral, como lo va a ser el presente.  

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"Doy gracias a Dios por haberme permitido volver a América Latina"
 

El Santo Padre llegó a Quito. Le recibieron las autoridades. Del aeropuerto se dirigió a la nunciatura donde pasará la noche. Este lunes viaja a Guayaquil

Por Redacción

Roma, (ZENIT.org)

El papa Francisco llegó este domingo por la tarde a Ecuador en el vuelo del Boeing A330 'Piero della Francesca', que aterrizó a las 14,45 locales, las 21,45 en Roma, dando inicio al IX viaje apostólico a tres países de América Latina, Ecuador, Bolivia y Paraguay, hasta el próximo domingo 12 de junio.

En el aeropuerto Mariscal Sucre, situado como la ciudad a 2800 metros sobre el nivel del mar, el Santo Padre ha sido recibido por el presidente ecuatoriano Rafael Correa, acompañado por dos niños que le han regalado una ofrenda floral. A continuación el mandatario dijo un largo discurso, con muchas citas, y quizás un tanto polémico si se toma en cuenta la serie de protestas que se acaban de registrar en su país. Por su parte el papa Francisco le agradeció la sintónía y añadió: 'Me ha citado demasiadas veces'.

Al pronunciar su discurso el papa dijo: “Doy gracias a Dios por haberme permitido volver a América Latina y estar hoy aquí con ustedes, en esta hermosa tierra de Ecuador. Siento alegría y gratitud al ver la calurosa bienvenida que me brindan: es una muestra más del carácter acogedor que tan bien define a las gentes de esta noble Nación”.

Y concluyó deseando que “el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, a quienes Ecuador ha sido Consagrado, derramen sobre ustedes su gracia y bendición”.

Al término de la ceremonia de bienvenida, el Santo Padre y el presidente se quedaron brevemente en la sala del protocolo del aeropuerto. A continuación el Papa se transfirió en un auto utilitaria a la nunciatura apostólica,en donde pasará la noche y el lunes viajará a la ciudad de Guayaquil. En el recorrido le esperaban miles de personas.

Leer las palabras del papa en su discurso en el aeropuerto 

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Texto completo del papa Francisco a su llegada a Ecuador
 

En el aeropuerto Mariscal Sucre, al inicio de su viaje a América Latina

Por Redacción

Roma, (ZENIT.org)

El papa Francisco en el aeropuerto Mariscal Sucre de Quito, dio este domingo por la tarde, su primer discurso del viaje apostólico a América Latina. A continuación el texto completo.

"Distinguidas autoridades del gobierno, hermanos del episcopado, señoras y señores, amigos todos

Doy gracias a Dios por haberme permitido volver a América Latina y estar hoy aquí con ustedes, en esta hermosa tierra del Ecuador. Siento alegría y gratitud al ver la calurosa bienvenida que me brindan: es una muestra más del carácter acogedor que tan bien define a las gentes de esta noble Nación. 

Le agradezco, Señor Presidente, sus amables palabras que me ha dirigido su consonancia con mi pensamiento, me ha citado demasiadas veces, gracias. A las que correspondo con mis mejores deseos para el ejercicio de su misión para que pueda obtener el bien de su pueblo. 

Saludo cordialmente a las distinguidas autoridades del Gobierno, a mis hermanos obispos, a los fieles de la Iglesia en el país y a todos aquellos que me abren hoy las puertas de su corazón, de su hogar y de su Patria. A todos ustedes mi afecto y sincero reconocimiento. 

Visité Ecuador en distintas ocasiones por motivos pastorales; así también hoy, vengo como testigo de la misericordia de Dios y de la fe en Jesucristo. La misma fe que durante siglos ha modelado la identidad de este pueblo y dado tan buenos frutos, entre los que destacan figuras preclaras como Santa Mariana de Jesús, el santo hermano Miguel Febres, santa Narcisa de Jesús o la beata Mercedes de Jesús Molina, beatificada en Guayaquil hace treinta años durante la visita del Papa san Juan Pablo II. Ellos vivieron la fe con intensidad y entusiasmo, y practicando la misericordia contribuyeron, desde distintos ámbitos, a mejorar la sociedad ecuatoriana de su tiempo. 

En el presente, también nosotros podemos encontrar en el Evangelio las claves que nos permitan afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias, fomentando el diálogo y la participación sin exclusiones, para que los logros en progreso y desarrollo que se están consiguiendo se consoliden y garanticen un futuro mejor para todos, poniendo una especial atención en nuestros hermanos más frágiles y en las minorías más vulnerables, que son la deuda que toda América Latina tiene.

Para esto, Señor Presidente, podrá contar siempre con el compromiso y la colaboración de la Iglesia. Para que el pueblo Ecuatoriano que se ha puesto de pié con dignidad.

Amigos todos, comienzo con ilusión y esperanza los días que tenemos por delante. En Ecuador está el punto más cercano al espacio exterior: es el Chimborazo, llamado por eso al lugar “más cercano al sol”, a la luna y las estrellas. 

Nosotros, los cristianos, identificamos a Jesucristo con el sol, y a la luna con la iglesia, la luna no tiene luz propia, y si la luna es escondida por el sol se vuelve oscura y el sol es Jesucristo. Y si la Iglesia se aleja de Jesucristo se vuelve oscura y no da testimonio. Que estos días se nos haga más evidente a todos la cercanía del sol que nace de lo alto, y que seamos reflejo de su luz, de su amor. 

Desde aquí quiero abrazar al Ecuador entero. Que desde la cima del Chimborazo, hasta las costas del Pacífico; desde la selva amazónica, hasta las Islas Galápagos, nunca pierdan la capacidad de dar gracias a Dios por lo que hizo y hace por ustedes, la capacidad de proteger lo pequeño y lo sencillo, de cuidar de sus niños y ancianos, que son la memoria de vuestro pueblo. De confiar en la juventud y de maravillarse por la nobleza de su gente y la belleza singular de su País, que según el presidente es el paraíso.

Que el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, a quienes Ecuador ha sido Consagrado, derramen sobre ustedes su gracia y bendición. Muchas gracias".

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Espiritualidad y oración


Beata Nazaria Ignacia March Mesa - 6 de julio
 

​«Cruzada de amor por la Iglesia. Esta madrileña que había sido Hermanita de los Pobres, se sintió llamada después a la vida misionera. Fundó en Bolivia y extendió su obra por Argentina y Uruguay, entre otros países latinoamericanos»

Por Isabel Orellana Vilches

Madrid, (ZENIT.org)

Junto a María Goretti y a otros santos y beatos, la Iglesia incluye hoy en el santoral a esta española que tuvo la gracia de percibir la llamada de Cristo siendo niña y de acogerla cumpliendo su palabra con absoluta fidelidad en el seguimiento hasta el final de sus días.

Vino al mundo en Madrid, junto a su hermana melliza, el 10 de enero de 1889. Fueron dieciocho vástagos los que nacieron en su cristiano hogar, de los cuales sobrevivieron diez. El momento crucial destacado por sus biógrafos, por arrancar de él su vocación, se produjo a sus 9 años, el día que recibió por vez primera el Cuerpo de Cristo. Las divinas palabras, escuetas, claras, directas, fueron: «Tú, Nazaria, sígueme». Al igual que hicieron los primeros discípulos cuando fueron seleccionados del mismo modo, no titubeó. Aseguró: «Te seguiré, Jesús, lo más cerca que pueda una humana criatura». Estaba en las antípodas del joven rico que dio la espalda a Cristo y de otros que antepusieron a Él diversas ocupaciones. El primer paso que dio la beata fue consagrarle íntimamente su virginidad. Su padre tenía ante sí la ardua tarea de sacar adelante a su numerosa prole y se afincó en Sevilla; desde allí realizó varios viajes a América. Antes de partir con la familia, sobre Nazaria recayeron dos vaticinios. Uno de ellos provino de santa Ángela de la Cruz; le dijo: «Tú irás a América, y volverás con compañeras». El otro fue del jesuita P. Tarín, quien precisó certero: «Hija mía, Dios te ama mucho. Ánimo y adelante. Dentro de unos tres años, Dios te empezará a colmar tus deseos, después te los colmará todos, todos». Era el Jueves Santo de 1906, y ella sustituía a una pobre que debía haber participado en la liturgia del lavatorio de los pies, en el domicilio de la condesa de Casa Galindo.

Tenía 18 años cuando los suyos se embarcaron rumbo a México. En el trayecto hubo una escala en Cuba, y allí observó el talante de dos Hermanitas de los Ancianos Desamparados que habían realizado el viaje sin hacerse notar, eligiendo los asientos menos valorados, y cuyo rostro dejaba traslucir su gran humildad. Ese desarraigo de las cosas del mundo conmovió a Nazaria, que hacía años se sentía llamada a la vida misionera, y decidió unirse a ellas. Realizó el noviciado en España y al conocer que necesitaban voluntarias para América, se ofreció de inmediato movida por su afán apostólico. Su primer destino fue Oruro, Bolivia, y su misión: pedir limosna para los ancianos. No era agradable, menos aún cuando alguna vez recibía por ello un trato grosero. Pero se esforzaba con agrado, poniendo sobre el tapete su arrolladora simpatía, pensando en Cristo y en las personas de avanzada edad que no tenían a nadie más que a ellas. Las calles de la ciudad, recorridas de forma incansable, iban desnudándose ante sus ojos; veía, más allá de recodos y muros, el vacío, la soledad y carencias elementales que formaban parte de la vida de tantos desheredados. Formó parte de la comunidad de Hermanitas doce años.

Tras la lectura de la vida de Catalina de Siena, que le sugirió el nuncio del papa en Bolivia, se sintió llamada a formar una Cruzada al servicio del pontífice. Coincidió que la víspera de Pentecostés de 1920 visitó el Beaterio de Nazarenas de Oruro, que se hallaba en delicada situación, y en el que tenía puesta su mirada el obispo, y sintió esta locución: «Tú serás fundadora y esta casa tu primer convento». Ese mismo año realizó los ejercicios de san Ignacio de Loyola, y comprendió claramente que la vía que debía seguir era instituir una congregación integrada «bajo el estandarte de la cruz» que estuviera «en torno a la Iglesia» en una «cruzada de amor». En enero de 1925 emitió voto de obediencia al papa y abrió su corazón a Mons. Antezana. Ambos convinieron en pedir una prueba a Dios para saber si debía fundar: poder entrevistarse con el nuncio el 12 de febrero de ese año. En marzo Mons. Cortesi dio su visto bueno: «Ha llegado la hora y usted deberá ponerse al frente de este nuevo Instituto». El beaterío fue el lugar donde quedó instaurada su obra, tal como se le anunció. Ella añadió a su voto de obediencia, el de trabajar por la unión y extensión de la Iglesia. En febrero de 1927 profesaron las primeras religiosas. En 1930 fue unánimemente elegida superiora general. Asentó en el corazón de todas este afán: «En amar, obedecer y cooperar con la Iglesia en su obra de predicar el Evangelio a toda criatura, está nuestra vida, el ser lo que somos». «Este es nuestro espíritu: guerrero, fiel, nada de cobardías, todos amores, amor sobre todo a Cristo y en Cristo a todos. Repartirse entre los pobres, animar a los tristes, dar la mano a los caídos; enseñar a los hijos del pueblo, partir su pan con ellos, en fin, dar toda su vida, su ser entero por Cristo, la Iglesia y las almas.»

Viajó a Roma y mantuvo dos emotivas audiencias con Pío XI. En la segunda el pontífice la vio tan firme en su anhelo de trabajar por la sede de Pedro representada en él, que puntualizó: «Sí, y por Pedro a Cristo». Al añadir que estaban dispuestas a morir por la Iglesia, nuevamente el papa matizó: «¿Morir, hija mía? Morir, no. Vivir, vivir y trabajar mucho por la Iglesia». La fundación fue aprobada en 1935. Ella la extendió por Bolivia, Argentina –a demanda del nuncio apostólico en el país, Mons. Cortesi–, Uruguay y también por España, donde se hallaba en 1936. Inmersa en la guerra civil, la comunidad entera fue apresada; su destino: morir bajo los fusiles a manos de los milicianos, como tantos otros. Acogieron el hecho con tal gozo que los dejaron estupefactos. No podían entender que para ellas, que habían recibido la Eucaristía previamente, entrar en la vida eterna era el más preciado galardón. Pero las leyes consulares uruguayas y bolivianas, regidas por el derecho internacional, impidieron su ajusticiamiento. El 6 de julio de 1943 Nazaria entregaba su alma a Dios en Buenos Aires. Juan Pablo II la beatificó el 27 de septiembre de 1992. Sus restos se veneran en Oruro.

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