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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 08 de julio de 2015

El papa Francisco

Texto completo de la homilía del Santo Padre en el Parque del Bicentenario
El  Papa recuerda que la unión que pide Jesús no es uniformidad sino multiforme armonía. Y afirma que la propuesta de Jesús no es un arreglo hecho a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones

Francisco: Jesús quiere que formemos una gran familia
10.30. Quito. En la misa en el Parque del Bicentenario, el Santo Padre recuerda la llamada de los cristianos no al proselitismo sino a la evangelización 

El Papa disfrutó de música a cargo de jóvenes con discapacidad
La Orquesta de Músicos Especiales del Ecuador SINAMUNE también ha actuado para Juan Pablo II en Roma. La agrupación interpretarán una milonga argentina

La historia del báculo de madera que el Papa está usando
Tallado a mano en madera de olivo en Belén, es una réplica de uno anterior que le regalaron los presos de la cárcel de San Remo

Texto completo del discurso del Santo Padre al mundo de la educación
16.30. Quito. Encuentro con el mundo de la escuela y de la universidad en la Pontificia Universidad Católica de Ecuador 

La educación es ‘el arma’ más poderosa para cambiar el país
Testimonios de un rector, una profesora y una joven estudiante recuerdan ante el Santo Padre que la educación es una herramienta clave para que el mundo pueda mejorar

Texto completo del discurso del Papa a los representantes de la vida social, política y económica
18.00. Quito. Encuentro con la sociedad civil en la iglesia de San Francisco. El Pontífice propone algunas claves de la convivencia ciudadana a partir de la vida familiar

Francisco pide a los jóvenes que no identifiquen la universidad con mayor estatus
16.30. Quito. El Santo Padre en su encuentro con el mundo de la educación recuerda que Jesús no buscaba doctorear sino llegar al corazón del hombre 

Francisco reprueba las relaciones sociales y políticas basadas en la confrontación
18.00. Quito. En un encuentro con representantes de la sociedad civil, el Papa propone tres valores sociales esenciales: la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad

Iglesia y Religión

Chile: el Papa nombra a nuevo obispo castrense
El nombramiento de Mons. Santiago Silva, hasta ahora obispo auxiliar de Valparaíso, se ha conocido este martes 7 de julio

Cardenal Filoni: la relación entre el Islam y el Evangelio es muy compleja
El prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos inauguró la Semana de Misionología de Burgos. En unas declaraciones previas, explicó que si un musulmán quiere convertirse en cristiano está arriesgando su propia vida

Mundo

Hace diez años, el atentado del 7-J en Londres dejó 56 muertos
El papa Bendicto XVI rezó por las víctimas de estos «bárbaros actos contra la humanidad».

Espiritualidad y oración

Beato Pedro Vigne - 8 de julio
«La cruz y la Eucaristía: claves de este «misionero del clero», artífice de un grandioso Vía Crucis. Es el fundador de la Congregación del Santísimo Sacramento, cuya devoción fue uno de los ejes vertebrales de su vida»  


El papa Francisco


Texto completo de la homilía del Santo Padre en el Parque del Bicentenario
 

El  Papa recuerda que la unión que pide Jesús no es uniformidad sino multiforme armonía. Y afirma que la propuesta de Jesús no es un arreglo hecho a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Homilía del Santo Padre en la celebración eucarística, dedicada al tema de la evangelización de los pueblos, en el Parque del Bicentenario de Quito.

                 

La palabra de Dios nos invita a vivir la unidad para que el mundo crea.

Me imagino ese susurro de Jesús en la última Cena como un grito en esta misa que celebramos en «El Parque del Bicentenario». Imaginémoslo juntos. El Bicentenario de aquel Grito de Independencia de Hispanoamérica. Ése fue un grito, nacido de la conciencia de la falta de libertades, de estar siendo exprimidos y saqueados, «sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno» (Evangelii gaudium, 213).

Quisiera que hoy los dos gritos concorden bajo el hermoso desafío de la evangelización. No desde palabras altisonantes, ni con términos complicados, sino que nazca de «la alegría del Evangelio», que «llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento» (Evangelii gaudium 1), de la conciencia aislada. Nosotros, aquí reunidos, todos juntos alrededor de la mesa con Jesús somos un grito, un clamor nacido de la convicción que su presencia nos impulsa a la unidad, «señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable» (Evangelii gaudium 14).

«Padre, que sean uno para que el mundo crea», así lo deseó mirando al cielo. A Jesús le brota este pedido en un contexto de envío: Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. En ese momento, el Señor está experimentando en carne propia lo peorcito de este mundo al que ama, aun así, con locura: intrigas, desconfianzas, traición, pero no esconde la cabeza, no se lamenta. También nosotros constatamos a diario que vivimos en un mundo lacerado por las guerras y la violencia. Sería superficial pensar que la división y el odio afectan sólo a las tensiones entre los países o los grupos sociales. En realidad, son manifestación de ese «difuso individualismo» que nos separa y nos enfrenta (cf. Evangelii gaudium, 99), de la herida del pecado en el corazón de las personas, cuyas consecuencias sufre también la sociedad y la creación entera. Precisamente, a este mundo desafiante, con sus egoísmos, Jesús nos envía, y nuestra respuesta no es hacernos los distraídos, argüir que no tenemos medios o que la realidad nos sobrepasa. Nuestra respuesta repite el clamor de Jesús y acepta la gracia y la tarea de la unidad.

A aquel grito de libertad prorrumpido hace poco más de 200 años no le faltó ni convicción ni fuerza, pero la historia nos cuenta que sólo fue contundente cuando dejó de lado los personalismos, el afán de liderazgos únicos, la falta de comprensión de otros procesos libertarios con características distintas pero no por eso antagónicas.

Y la evangelización puede ser vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades, ilusiones y hasta de ciertas utopías. Claro que sí; eso creemos y gritamos. «Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos queremos insistir en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos “mutuamente a llevar las cargas”» (Evangelii gaudium 67). El anhelo de unidad supone la dulce y confortadora alegría de evangelizar, la convicción de tener un inmenso bien que comunicar, y que comunicándolo, se arraiga; y cualquier persona que haya vivido esta experiencia adquiere más sensibilidad para las necesidades de los demás (cf. Evangelii gaudium 9). De ahí, la necesidad de luchar por la inclusión a todos los niveles, evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración. Hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas. «Confiarse al otro es algo artesanal, la paz es algo artesanal» (Evangelii gaudium 244), es impensable que brille la unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en guerra entre nosotros, en una búsqueda estéril de poder, prestigio, placer o seguridad económica. Y esto a costa de los más pobres, de los más excluidos, de los más indefensos, de los que no pierdan su dignidad pese a que se la golpean todos los días.             Esta unidad es ya una acción misionera «para que el mundo crea». La evangelización no consiste en hacer proselitismo, el proselitismo es una caricatura de la evangelización, sino en atraer con nuestro testimonio a los alejados, en acercarse humildemente a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, acercarse a los que se sienten juzgados y condenados a priori por los que se sienten perfectos y puros, acercarnos a los que son temerosos o a los indiferentes para decirles: «El Señor también te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor» (Evangelii gaudium 113). Porque nuestro Dios nos respeta hasta en nuestras bajezas y en nuestro pecado.

Este llamamiento del Señor, con qué humildad y con qué respeto lo describe en el texto de la Apocalipsis. Estoy a la puerta y llamo, si quieres abrir, no fuerza, no hacer saltar la cerradura, simplemente toca el timbre, golpea suavemente y espera. Ese es nuestro Dios.

 La misión de la Iglesia, como sacramento de la salvación, condice con su identidad como Pueblo en camino, con vocación de incorporar en su marcha a todas las naciones de la tierra. Cuanto más intensa es la comunión entre nosotros, tanto más se ve favorecida la misión (cf. Juan Pablo II, Pastores gregis, 22). Poner a la Iglesia en estado de misión nos pide recrear la comunión pues no se trata ya de una acción sólo hacia afuera... nos misionamos también hacia adentro y misionamos hacia afuera manifestándonos como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera» (Aparecida 370).

Este sueño de Jesús es posible porque nos ha consagrado, por «ellos me consagro a mí mismo, para que ellos también sean consagrados en la verdad» (Jn 17,19). La vida espiritual del evangelizador nace de esta verdad tan honda, que no se confunde con algunos momentos religiosos que brindan cierto alivio; Jesús nos consagra para suscitar un encuentro personal con Él, que alimenta el encuentro con los demás, el compromiso en el mundo, la pasión evangelizadora (Cf. Evangelii gaudium 78).

La intimidad de Dios, para nosotros incomprensible, se nos revela con imágenes que nos hablan de comunión, comunicación, donación, amor. Por eso la unión que pide Jesús no es uniformidad sino la «multiforme armonía que atrae» (Evangelii gaudium 117). La inmensa riqueza de lo variado, de lo múltiple que alcanza la unidad cada vez que hacemos memoria de aquel Jueves Santo, nos aleja de la tentación de propuestas unicistas, más cercanas a dictaduras, ideologías o sectarismos. La propuesta de Jesús es concreta, es concreta, no es una idea. Andad y haced lo mismo, le dice aquel que le preguntó quién es el prójimo, después de haber contado la parábola del buen samaritano. Andad y haced lo mismo. Tampoco la propuesta de Jesús es un arreglo hecho a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones, elegimos los integrantes y excluimos a los demás. Esta religiosidad de élite. Jesús reza para que formemos parte de una gran familia, en la que Dios es nuestro Padre y todos nosotros somos hermanos. Nadie es excluido. Y esto no se fundamenta en tener los mismos gustos, las mismas inquietudes, los mismos talentos. Somos hermanos porque, por amor, Dios nos ha creado y nos ha destinado, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos (cf. Ef 1,5). Somos hermanos porque «Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama ¡Abba!, ¡Padre!» (Ga 4,6). Somos hermanos porque, justificados por la sangre de Cristo Jesús (cf. Rm 5,9), hemos pasado de la muerte a la vida haciéndonos «coherederos» de la promesa (cf. Ga 3,26-29; Rm 8, 17). Esa es la salvación que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia: formar parte del «nosotros» divino.

Nuestro grito, en este lugar que recuerda aquel primero de libertad, actualiza el de San Pablo: «¡Ay de mí si no evangelizo!» (1 Co 9,16). Es tan urgente y apremiante como el de aquellos deseos de independencia. Tiene una similar fascinación, el mismo fuego que atrae. Hermanos tengan los sentimientos de Jesús ¡Sean un testimonio de comunión fraterna que se vuelve resplandeciente!

Que lindo sería que todos puedan admirar cómo nos cuidamos unos a otros. Cómo mútuamente nos damos aliento y cómo nos acompañamos. El don de sí es el que establece la relación interpersonal que no se genera dando «cosas», sino dándose uno mismo. En cualquier donación se ofrece la propia persona. «Darse» significa dejar actuar en sí mismo toda la potencia del amor que es el Espíritu de Dios y así dar paso a su fuerza creadora.  Y darse aún en los momentos más difícil, como aquel Jueves Santo de Jesús, donde él sabía cómo se tejían las traiciones y las intrigas pero siguió y se dio, se dio a nosotros mismos con su proyecto de salvación. Donándose el hombre vuelve a encontrarse a sí mismo con su verdadera identidad de hijo de Dios, semejante al Padre y, como él, dador de vida, hermano de Jesús, del cual da testimonio. Eso es evangelizar, ésa es nuestra revolución –porque nuestra fe siempre es revolucionaria–, ése es nuestro más profundo y constante grito.

Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano

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Francisco: Jesús quiere que formemos una gran familia
 

10.30. Quito. En la misa en el Parque del Bicentenario, el Santo Padre recuerda la llamada de los cristianos no al proselitismo sino a la evangelización 

Por Rocío Lancho García

Roma, (ZENIT.org)

El tercer día del Santo Padre en Ecuador comenzó con un encuentro privado con los obispos del país, en El Parque del Bicentenario, poco antes de la misa.

Allí más de un millón de personas coreaban desde primeras horas de la mañana coreaban: ¡Francisco amigo, estoy haciendo lío! ¡Te queremos Francisco, te queremos! ¡Esta es la juventud del Papa! Niños, jóvenes, familias, ancianos, enfermos… todos esperaban con alegría y entusiasmo la llegada del Pontífice para celebrar la eucaristía. 

A las 10 de la mañana, Francisco empezó su recorrido de 4 kilómetros en el papamóvil, desde donde pudo saludar y bendecir a la alegre multitud. Cientos de banderas no solo ecuatorianas, sino también de otros países latinoamericanos, se alzaban ante el paso del Pontífice. Al igual que este lunes en el Palacio Presidencial, unos grandes arreglos florales con 80 mil rosas donadas por los cultivadores, decoraban el altar desde donde el Papa ha celebrado la eucaristía. El Pontífice llevaba una casulla con decoraciones típicas indígenas y la segunda lectura fue leída en Kichwa.

Durante la homilía de la misa dedicada a la evangelización de los pueblos, y en la que han concelebrado 2 mil sacerdotes, el Papa ha indicado que evangelización no consiste en hacer proselitismo, sino en atraer con nuestro testimonio a los alejados, en acercarse humildemente a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, a los que son temerosos o a los indiferentes para decirles: “El Señor también te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor”. Además, ha asegurado que la propuesta de Jesús es concreta no es solo una idea. Asimismo, ha recordado que nuestro Dios nos respeta hasta en nuestras bajezas y en nuestro pecado.

El Papa ha indicado que nuestra respuesta “no es hacernos los distraídos, argüir que no tenemos medios o que la realidad nos sobrepasa”. Nuestra respuesta --ha afirmado-- repite el clamor de Jesús y acepta la gracia y la tarea de la unidad. A propósito de la evangelización, el Pontífice ha precisado que “puede ser vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades, ilusiones y hasta de ciertas utopías”. Y ha añadido que “el anhelo de unidad supone la dulce y confortadora alegría de evangelizar, la convicción de tener un inmenso bien que comunicar, y que comunicándolo, se arraiga”. Del mismo modo, ha subrayado “la necesidad de luchar por la inclusión a todos los niveles, evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración”. Asimismo ha advertido que es impensable “que brille la unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en guerra entre nosotros, en una búsqueda estéril de poder, prestigio, placer o seguridad económica”.

Por otro lado ha observado que la inmensa riqueza de lo variado “nos aleja de la tentación de propuestas más cercanas a dictaduras, ideologías o sectarismos”. Tampoco es --ha añadido-- un arreglo hecho a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones, elegimos los integrantes y excluimos a los demás. Y a propósito ha recordado que “Jesús reza para que formemos parte de una gran familia, en la que Dios es nuestro Padre y todos nosotros somos hermanos”.  

El Papa ha exhortado a los presentes a ser un testimonio de comunión fraterna que se vuelva resplandeciente. “Qué lindo sería que todos puedan admirar cómo nos cuidamos unos a otros”, ha observado Francisco. Y es que “darse” significa “dejar actuar en sí mismo toda la potencia del amor que es el Espíritu de Dios y así dar paso a su fuerza creadora”. Para concluir, ha asegurado que “ésto es evangelizar", “ésa es nuestra revolución, porque nuestra fe siempre es revolucionaria”, “ése es nuestro más profundo y constante grito”.

Al finalizar la misa, monseñor Fausto Gabriel Trávez Trávez, ofm, arzobispo de Quito, y Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, ha dirigidounas palabras de agradecimiento. Así, ha asegurado que “nuestro pueblo tiene hambre de Dios” y que “ necesitamos una palabra de esperanza que nos ayude a renovar la fe”. De este modo ha indicado que “sabemos que sus palabras están llenas de la acción del Espíritu Santo. Cuando Su Santidad nos habla --ha añadido-- de misericordia, de amor, de ternura, de fraternidad nos muestra el mensaje claro del Evangelio que se actualiza, por acción del Espíritu Santo, en cada persona frente a las necesidades del mundo de hoy.

Leer el texto completo de la homilía aquí 

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El Papa disfrutó de música a cargo de jóvenes con discapacidad
 

La Orquesta de Músicos Especiales del Ecuador SINAMUNE también ha actuado para Juan Pablo II en Roma. La agrupación interpretarán una milonga argentina

Por Redacción

Madrid, (ZENIT.org)

Una docena de niños y jóvenes con síndrome de Down y habilidades especiales se encargaron este martes del intermedio musical que tuvo lugar durante el encuentro del papa Francisco con la sociedad civil en la iglesia de San Francisco, en Quito. Se trata de una representación de la Orquesta SINAMUNE, dirigida por Edgar Palacios.

Además de canciones ecuatorianas, los músicos interpretaron una milonga argentina especialmente dedicada para el Santo Padre. Los miembros de la agrupación tocaron instrumentos de viento, percusión y teclado, solo por citar algunos.

Hacia las 18 horas locales, llegó del Pontífice a la iglesia de los padres franciscanos. Una vez en el templo, el Papa pudo escuchar la música de la Orquesta SINAMUNE. Y a continuación, tuvo lugar la intervención de Francisco.

Romper las barreras a ritmo de cumbia

El maestro Palacios es un conocido músico ecuatoriano que fundó en mayo de 1992 el Sistema Nacional de Música para Niños Especiales (SINAMUNE) en Quito. Con esta academia convirtió las partituras de la cumbia nacional y el pasillo lojano en una terapia para las personas con discapacidad.

En el año 1995 se creó la Orquesta de Músicos Especiales del Ecuador SINAMUNE, bajo la dirección del maestro Palacios, quien en el año de 1996 produjo su primer registro discográfico titulado “Música sin Barreras”. Dos años después, en el 1998, se realizó la producción sonora de la Orquesta de Músicos Especiales del Ecuador titulada “Escalas al Sol”.

En el año 2002 se realizó el lanzamiento del disco “Siembra de fe, cosecha de amor” y en el 2003 se comercializaron 5 mil ejemplares del disco “Fiesta en Ecuador”, una nueva producción de la Orquesta.

El Honorable Congreso Nacional del Ecuador acordó en el 2004 nombrar a la Orquesta de Músicos Especiales del Ecuador como “Embajadores de la cultura, la música ecuatoriana y solidaridad”. En ese año la Orquesta realizó su primera gira internacional, “Fiesta Iberoamericana”, en España e Italia. Durante ese viaje pudieron actuar ante Juan Pablo II. Como parte de la gira se produjo el disco “Fiesta Iberoamericana” y el documental “Construyendo Sueños de Amor”.

En junio de 2007 la Orquesta de Músicos Especiales del Ecuador realizó su tercera gira internacional, esta vez a La Habana, en el marco del V Congreso Internacional Cultura y Desarrollo. En ese Congreso Internacional, el maestro Palacios presentó la ponencia “La música, el lenguaje que integra a todos en la diversidad”. El mismo año recibió el Premio Nacional Eugenio Espejo.

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La historia del báculo de madera que el Papa está usando
 

Tallado a mano en madera de olivo en Belén, es una réplica de uno anterior que le regalaron los presos de la cárcel de San Remo

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

No es una novedad que los pequeños símbolos y gestos de Francisco atraigan con fuerza la atención de la gente. Al inicio de su pontificado fue la cruz pectoral o el cargar él mismo con su maletín en los vuelos papales. Esta vez, en Ecuador, los ojos de muchas personas se han fijado en el báculo que utiliza en las celebraciones eucarísticas.

Está hecho a mano y tallado en madera de olivo. Se trata de una copia idéntica del que le regalaron los presos de la cárcel de San Remo en Italia. La primera vez que lo utilizó fue el Domingo de Ramos del 2014 en la Plaza de San Pedro. Lamentablemente el báculo se dañó durante el viaje del Papa a Tierra Santa. Pero, ya que al Papa realmente le gustaba este báculo, se hizo otro idéntico en Belén con madera de olivo.

La historia del báculo de madera la explicó el padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, durante la rueda de prensa el lunes por la noche en Quito. Asimismo aseguró que “probablemente, este báculo será utilizado por el Papa en muchos otros viajes”.

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Texto completo del discurso del Santo Padre al mundo de la educación
 

16.30. Quito. Encuentro con el mundo de la escuela y de la universidad en la Pontificia Universidad Católica de Ecuador 

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Discurso del Santo Padre en el encuentro con el mundo de la escuela y de la universidad                        

 

Hermanos en el Episcopado,

Señor Rector,

Distinguidas autoridades, queridos profesores y alumnos, amigos y amigas:

Siento una gran alegría por estar esta tarde con ustedes en esta Pontificia Universidad del Ecuador, que desde hace casi setenta años, realiza y actualiza la fructífera misión educadora de la Iglesia al servicio de los hombres y mujeres de esta Nación. Agradezco las amables palabras con las que me han recibido y me han transmitido las inquietudes y las esperanzas que brotan en ustedes ante el reto, personal y social, de la educación. Pero veo que hay algunos nubarrones ahí en el horizonte, espero que no venga la tormenta, no más una leve garúa.                     

En el Evangelio acabamos de escuchar cómo Jesús, el Maestro, enseñaba a la muchedumbre y al pequeño grupo de los discípulos, acomodándose a su capacidad de comprensión. Lo hacía con parábolas, como la del sembrador (Lc 8, 4-15). El Señor siempre fue plástico en el modo de enseñar. De una forma que todos podían entender. Jesús, no buscaba, «doctorear». Por el contrario, quiere llegar al corazón del hombre, a su inteligencia, a su vida, para que ésta dé fruto.

La parábola del sembrador, nos habla de cultivar. Nos muestra los tipos de tierra, los tipos de siembra, los tipos de fruto y la relación que entre estos se genera. Ya desde el Génesis, Dios le susurra al hombre esta invitación: cultivar y cuidar.

No solo le da la vida, le da la tierra, la creación. No solo le da una pareja y un sinfín de posibilidades. Le hace también una invitación, le da una misión. Lo invita a ser parte de su obra creadora y le dice: ¡cultiva! Te doy las semillas, la tierra, el agua, el sol, te doy tus manos y la de tus hermanos. Ahí lo tienes, es también tuyo. Es un regalo, un don, una oferta. No es algo adquirido, comprado. Nos precede y nos sucederá.

Es un don dado por Dios para que con Él podamos hacerlo nuestro. Dios no quiere una creación para sí, para mirarse a sí mismo. Todo lo contrario. La creación, es un don para ser compartido. Es el espacio que Dios nos da, para construir con nosotros, para construir un nosotros. El mundo, la historia, el tiempo es el lugar donde vamos construyendo el nosotros con Dios, el nosotros con los demás, el nosotros con la tierra. Nuestra vida, siempre esconde esa invitación, una invitación más o menos consciente, que siempre permanece.

Pero notemos una peculiaridad. En el relato del Génesis, junto a la palabra cultivar, inmediatamente dice otra: cuidar. Una se explica a partir de la otra. Una va de la mano de la otra. No cultiva quien no cuida y no cuida quien no cultiva.

No sólo estamos invitados a ser parte de la obra creadora cultivándola, haciéndola crecer, desarrollándola, sino que estamos invitados también a cuidarla, protegerla, custodiarla. Hoy esta invitación se nos impone a la fuerza. Ya no como una mera recomendación, sino como una exigencia que nace «por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesta en la tierra. Hemos crecido pensado tan solo que debíamos “cultivar” que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados quizás a expoliarla... por eso entre los pobres más abandonados y maltratados, que hay hoy en día en el mundo está nuestra oprimida y desbastada tierra” (Laudato si’ 2).

Existe una relación entre nuestra vida y la de nuestra madre la tierra. Entre nuestra existencia y el don que Dios nos dio. «El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podemos afrontar adecuadamente la degradación humana y social si no prestamos atención a las causas que tiene que ver con la degradación humana y social» (Laudato si’ 48) Pero así como decimos se «degradan», de la misma manera podemos decir, «se sostienen y se pueden transfigurar». Es una relación que guarda una posibilidad, tanto de apertura, de transformación, de vida como de destrucción y de muerte.

Hay algo que es claro, no podemos seguir dándole la espalda a nuestra realidad, a nuestros hermanos, a nuestra madre la tierra. No nos es lícito ignorar lo que está sucediendo a nuestro alrededor como si determinadas situaciones no existiesen o no tuvieran nada que ver con nuestra realidad. No nos es lícito, más aún, no es humano entrar en el juego de la cultura del descarte.

Una y otra vez, sigue con fuerza esa pregunta de Dios a Caín: «¿Dónde está tu hermano?». Yo me pregunto si nuestra respuesta seguirá siendo: «¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4, 9). Yo vivo en Roma. En invierno hace frío. Sucede muy cerquita del Vaticano, que aparezca un anciano en la mañana muerto de frío. No es noticia en ninguno de los diarios, en ninguna de las crónicas. Un  pobre que muere de frío y de hambre hoy no es noticia. Pero si las bolsas de las principales capitales del mundo bajan dos o tres puntos, se arma el gran escándalo mundial. Yo me pregunto ¿dónde está tu hermano? Y les pido que se hagan otra vez cada uno esa preguntó. Y la hagan a la universidad. A vos, universidad católica, ¿dónde está tu hermano?  

En este contexto universitario sería bueno preguntarnos sobre nuestra educación de frente a esta tierra que clama al cielo.

Nuestros centros educativos son un semillero, una posibilidad, tierra fértil que debemos cuidar, estimular y proteger. Tierra fértil sedienta de vida.

Me pregunto con Ustedes educadores: ¿Velan por sus alumnos, ayudándolos a desarrollar un espíritu crítico, un espíritu libre, capaz de cuidar el mundo de hoy? ¿Un espíritu que sea capaz de buscar nuevas respuestas a los múltiples desafíos que la sociedad hoy plantea a la humanidad? ¿Son capaces de estimularlos a no desentenderse de la realidad que los circunda? No desentenderse de lo que pasa alrededor. ¿Son capaces de estimularlo a eso? Para eso hay que sacarlos del aula. Su mente tiene que salir del aula. Su corazón tiene que salir del aula.  ¿Cómo entra en la currícula universitaria o en las distintas áreas del quehacer educativo, la vida que nos rodea, con sus preguntas, interrogantes, cuestionamientos? ¿Cómo generamos y acompañamos el debate constructor, que nace del diálogo en pos de un mundo más humano? El diálogo, esa palabra puente. Esa palabra que crea puente.

Hay una reflexión que nos involucra a todos, a las familias, a los centros educativos, a los docentes: cómo ayudamos a nuestros jóvenes a no identificar un grado universitario como sinónimo de mayor status, dinero, prestigio social. No son sinónimos. Cómo ayudamos a identificar esta preparación como signo de mayor responsabilidad frente a los problemas de hoy en día, frente al cuidado del más pobre, frente al cuidado del ambiente.

Y con Ustedes, queridos jóvenes, presente y futuro de Ecuador, son los que tienen que hacer lío. Ustedes son semilla de transformación de esta sociedad, quisiera preguntarme: ¿saben que este tiempo de estudio, no es sólo un derecho, sino también un privilegio que tienen? ¿Cuántos amigos, conocidos o desconocidos, quisieran tener un espacio en esta casa y por distintas circunstancias no lo han tenido? En qué medida nuestro estudio, nos ayuda y nos lleva a solidarizarnos con ellos. Háganse estas preguntas, queridos jóvenes.

Las comunidades educativas tienen un papel fundamental, esencial en la construcción de la ciudadanía y de la cultura. Cuidado, no basta con realizar análisis, descripciones de la realidad; es necesario generar los ámbitos, espacios de verdadera búsqueda, debates que generen alternativas a las problemática existentes, sobre todo hoy. Es necesario ir a lo concreto.

Ante la globalización del paradigma tecnocrático que tiende a creer «que todo incremento del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital, de plenitud de valores, como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico» (Laudato si’ 105), hoy a ustedes, a mí, a todos, se nos pide que con urgencia nos animemos a pensar, a buscar, a discutir sobre nuestra situación actual. Y digo urgencia, que nos animemos a pensar sobre qué cultura, qué tipo de cultura queremos o pretendemos no solo para nosotros, sino para nuestros hijos, para nuestros nietos. Esta tierra, la hemos recibido como herencia, como un don, como un regalo. Qué bien nos hará preguntarnos: ¿Cómo la queremos dejar? ¿Qué orientación, qué sentido queremos imprimirle a la existencia? ¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué luchamos y trabajamos? (cf. Laudato si’ 160). ¿Para qué estudiamos?

Las iniciativas individuales siempre son buenas y fundamentales, pero se nos pide dar un paso más: animarnos a mirar la realidad orgánicamente y no fragmentariamente; a hacernos preguntas que nos incluyen a todos, ya que todo «está relacionado entre sí» (Laudato si’ 138). No hay derecho a la exclusión.

Como Universidad, como centros educativos, como docentes y estudiantes, la vida los desafía a responder a estas dos preguntas: ¿Para qué nos necesita esta tierra? ¿Dónde está tu hermano?

Que el Espíritu Santo nos inspire y acompañe, pues Él nos ha convocado, nos ha invitado, nos ha dado la oportunidad y, a su vez, la responsabilidad de dar lo mejor de nosotros. Nos ofrece la fuerza y la luz que necesitamos. Es el mismo Espíritu, que el primer día de la creación aleteaba sobre las aguas queriendo transformar, queriendo dar vida. Es el mismo Espíritu que le dio a los discípulos la fuerza de Pentecostés. Es el mismo Espíritu que no nos abandona y se hace uno con nosotros para que encontremos caminos de vida nueva. Que sea Él nuestro maestro y compañero de camino.

                

Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano

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La educación es ‘el arma’ más poderosa para cambiar el país
 

Testimonios de un rector, una profesora y una joven estudiante recuerdan ante el Santo Padre que la educación es una herramienta clave para que el mundo pueda mejorar

Por Rocío Lancho García

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

La educación es la base de la felicidad de las naciones, de las familias y de los individuos; la educación hace buenos padres, buenos hijos y buenos ciudadanos. Así lo ha asegurado Fabián Carrasco Castro, rector de la Universidad de Cuenca, durante el encuentro que el Santo Padre ha mantenido con el mundo de la educación, en Quito, en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.  Antes del discurso del Santo Padre, tres personas han intervenido presentando la realidad educativa en este país.                 

En primer lugar ha dado su testimonio Carolayne Espinoza Jiménez, alumna de un Universidad Laica "Eloy Alfaro", represetando a los jóvenes, los detinatarios de la educación, “para unir nuestra voz a la de cuantos sueñan un mundo mejor, en camino hacia el cumplimiento del Evangelio de Jesús entre nosotros”.

Por eso, Carolayne ha afirmado que como jóvenes, “estamos necesitados de maestros, educadores, profesores, padres de familia, consagrados y sacerdotes”, que no solo transmitan conocimientos y herramientas técnicas, sino que principalmente “sean para nosotros guías espirituales”, que “nos ayuden a orientar nuestras vidas y los grandes dones que hemos recibido de Dios, no para un beneficio personal, sino como regalos de amor a la humanidad”.

Así, la joven ha asegurado que aspiran a que en sus centros educativos se dé apertura a “todas las dimensiones de la realidad humana”, “la búsqueda y la valoración de la verdad”, “al aprecio por la sabiduría”. Igualmente aspiran a que en su país pueda, finalmente, “superarse el equívoco de que la dimensión religiosa, y todo lo que ella ha producido en cultura y humanidad, debe ser excluida de las aulas para proteger la libertad personal y la conciencia de cada uno”. Mientras que, ha advertido, “el agnosticismo, e incluso el ateísmo, son ordinariamente propuestos”. De este modo, Carolayne ha indicado que los jóvenes consideran que corresponde al Estado “ser facilitador y no barrera, para las nuevas generaciones, de todo el patrimonio y la riquezas humanas de la sociedad, incluido el religioso”. Sólo así --ha añadido-- podremos ser agentes de cambios positivos.

Reconociendo que sus palabras pueden sorprender, la joven ha hecho mención de la famosa petición del Papa en Río de Janeiro de hacer lío, no puramente para molestar, sino para que las aspiraciones por un mundo más justo, fundamentado sobre la solidaridad y el amor cristiano, “vuelvan a orientar la historia del mundo, en contra del egoísmo y las ofertas locas de felicidad barata que predican los que quieren introducirnos por los caminos de lo superficial y lo efímero”.

En segundo lugar ha hablado Etna Martínez, docente del Colegio “Madre Bernarda”, en nombre de todas las maestras y maestros católicos de Ecuador. Así, la profesora ha recordado los rasgos de la figura del educador católico y de su tarea específica.  Educar “es un acto de amor”, es “dar vida” y “dar lo mejor de sí mismos” y “utilizar los mejores recursos materiales y tecnológicos, para despertar la pasión por el conocimiento, promoviendo el crecimiento humano y espiritual”, pero sobre todo, “dando testimonio de vida con el ejemplo, poniendo en marcha la sabiduría, la humildad, la paciencia, la solidaridad, el respeto y la fraternidad”, ha explicado.

La calidad de la educación --ha añadido-- la garantizamos con decisión y voluntad política de hacer un verdadero cambio en la educación, con la participación de los maestros y maestras, de las instituciones educativas, que nos aferramos por un mundo más humano, justo y fraterno.

Y para concluir, el rector, hablando en nombre de docentes y personal administrativo de las universidades, se ha mostrado convencido de que “una educación libre, independiente y de calidad es la única herramienta para que el desarrollo social, humano y económico del Ecuador sea posible”.

Reflexionando sobre el cambio generacional que se está viviendo con el avance tecnológico y económico, Carrasco ha precisado que la niñez y la juventud requieren de orientación y de una buena guía “para enfrentar su futuro con entereza y de manera integral, desde la óptica de la fe y la esperanza”. Y para lograrlo, padres y maestros deben utilizar no solo prácticas tradicionales de educación, sino “criterios innovadores”, de acuerdo “con los tiempos y los problemas actuales” y que provoquen “la curiosidad activa y la ferviente necesidad de progresar intelectualmente”.

Por otro lado, el rector ha subrayado que la educación es "el arma" más poderosa para cambiar el país. Asimismo ha indicado que aún habiendo dado muchos pasos importantes en materia educativa, un reto muy importante es “mejorar el alcance y la calidad educativa a todo nivel”, especialmente en aquellos “sectores pobres y marginados”.

Finalmente ha precisado que los educadores deben centrar sus esfuerzos a la consecución de “un gran acuerdo nacional por la educación de calidad”. Y este acuerdo debe “estar alejado de todo interés sectorial o político y tener como fin último el desarrollo nacional y el bienestar general”.

 

                    


 

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Texto completo del discurso del Papa a los representantes de la vida social, política y económica
 

18.00. Quito. Encuentro con la sociedad civil en la iglesia de San Francisco. El Pontífice propone algunas claves de la convivencia ciudadana a partir de la vida familiar

Por Redacción

Roma, (ZENIT.org)

El papa Francisco ha mantenido este martes por la tarde un encuentro con la sociedad civil ecuatoriana en la Iglesia de San Francisco.

A continuación publicamos las palabras del Santo Padre:

"Queridos amigos, buenas tardes:

Perdonen si me pongo de costado, pero necesito la luz sobre el papel. No veo bien.

Me alegra poder estar con ustedes, hombres y mujeres que representan y dinamizan la vida social, política y económica del País.

Justo antes de entrar en la Iglesia, el Señor Alcalde me ha entregado las llaves de la ciudad. Así puedo decir que aquí, en San Francisco de Quito, soy de casa. Ese símbolo, que es muestra de confianza y cariño, al abrirme las puertas, me permite presentarles algunas claves de la convivencia ciudadana a partir de este ser de casa, es decir, a partir de experiencia de la vida familiar.

Nuestra sociedad gana cuando cada persona, cada grupo social, se siente verdaderamente de casa. En una familia, los padres, los abuelos, los hijos son de casa; ninguno está excluido. Si uno tiene una dificultad, incluso grave, aunque se la haya buscado él, los demás acuden en su ayuda, lo apoyan; su dolor es de todos. Me viene a la mente la imagen de esas madres, esposas. Las he visto en Buenos Aires haciendo colas los días de visita para entrar en la cárcel. Para ver a su hijo o a su esposo que no se portó bien, por decirlo en un lenguaje sencillo. Pero no los dejan, porque siguen siendo de casa. Como nos enseñan esas mujeres. En la sociedad, ¿no debería suceder también lo mismo? Y, sin embargo, nuestras relaciones sociales o el juego político, en el sentido más amplio de la palabra, no olvidemos que la política --decía el beato Pablo VI-- es una de las formas más altas de la caridad, muchas veces este actuar nuestro se basa en la confrontación, que produce el descarte. Mi posición, mi idea, mi proyecto se consolidan si soy capaz de vencer al otro, de imponerme, de descartarlo. Y así vamos construyendo una cultura del descarte que hoy día ha tomado dimensiones mundiales, de amplitud. ¿Eso es ser familia? En las familias, todos contribuyen al proyecto común, todos trabajan por el bien común, pero sin anular al individuo; al contrario, lo sostienen, lo promueven. Se pelean. Pero hay algo que no se mueve. Ese lazo familiar. Las peleas de familia, son reconciliaciones después. Las alegrías y las penas de cada uno son asumidas por todos. ¡Eso sí es ser familia! Si pudiéramos lograr poder ver al oponente político, o al vecino de casa, con los mismos ojos que a los hijos, esposas, esposos, padres o madres, que bueno sería. ¿Amamos nuestra sociedad o sigue siendo algo lejano, algo anónimo, que no nos involucra, no nos mete, no nos compromete? ¿Amamos nuestro país, la comunidad que estamos intentado construir? ¿La amamos solo en los conceptos disertados, en el mundo de las ideas? San Ignacio, permítanme el aviso publicitario, san Ignacio nos decía en los Ejercicios que el amor se muestra más en las obras que en las palabras. ¡Amémosla a la sociedad en las obras más que en las palabras! En cada persona, en lo concreto, en la vida que compartimos. Y además nos decía que el amor siempre se comunica, tiende a la comunicación, nunca al aislamiento. Dos criterios que nos pueden ayudar a mirar la sociedad con otros ojos. No solo a mirarla, a sentirla, a pensarla, a atocarla, a amasarla.

A partir de este afecto, irán surgiendo gestos sencillos que refuercen los vínculos personales. En varias ocasiones me he referido a la importancia de la familia como célula de la sociedad. En el ámbito familiar, las personas reciben los valores fundamentales del amor, la fraternidad y el respeto mutuo, que se traducen en valores sociales esenciales, y son: la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad. Entonces, partiendo de este ser de casa, mirando la familia, pensemos en la sociedad a través de estos valores sociales que mamamos en casa, en la familia: la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad.

La gratuidad. Para los padres, todos sus hijos, aunque cada uno tenga su propia índole, son igual de queribles. En cambio, el niño cuando se niega a compartir lo que recibe gratuitamente de ellos, de los padres, rompe esta relación, o entra en crisis, fenómeno más común. Las primeras reacciones, que a veces suelen ser anteriores a la autoconciencia de la madre, cuando la madre está embarazada, el chico empieza con actitudes raras, empieza a querer romper porque su psiquis le prende el semáforo rojo: Cuidado que hay competencia, cuidado que ya no sos el único. Curioso. El amor de los padres lo ayuda a salir de su egoísmo para que aprenda a convivir con (el que viene y con los demás, que aprenda a ceder, para abrirse al otro. Me gusta preguntarle a los chicos: 'Si tenés dos caramelos y viene un amigo, ¿qué hacés?' Generalmente me dicen: 'Le doy uno'. 'Y si tenés un caramelo y viene tu amigo, ¿qué haces?' Hay duda y van desde 'se lo doy', 'lo partimos' al 'me lo meto en el bolsillo'. Ese chico que aprende a abrirse al otro, en el ámbito social esto supone asumir que la gratuidad no es complemento, no es complemento sino requisito necesario para la justicia. La gratuidad es requisito necesario para la justicia. Lo que somos y tenemos nos ha sido confiado para ponerlo al servicio de los demás -gratis lo recibimos, gratis lo damos-  nuestra tarea consiste en que fructifique en obras de bien. Los bienes están destinados a todos, y aunque uno ostente su propiedad, que es lícito, pesa sobre ellos una hipoteca social. Siempre. Se supera así el concepto económico de justicia, basado en el principio de compraventa, con el concepto de justicia social, que defiende el derecho fundamental de la persona a una vida digna. Y siguiendo con la justicia. La explotación de los recursos naturales, tan abundantes en el Ecuador, no debe buscar el beneficio inmediato. Ser administradores de esta riqueza que hemos recibido nos compromete con la sociedad en su conjunto y con las futuras generaciones, a las que no podremos legar este patrimonio sin un adecuado cuidado del medioambiente, sin una conciencia de gratuidad que brota de la contemplación del mundo creado. Nos acompañan aquí hoy, hermanos de pueblos originarios provenientes de la amazonia ecuatoriana, esa zona es de las “más ricas en variedad de especies, en especies endémicas, poco frecuentes o con menor grado de protección efectiva... Requiere un cuidado particular por su enorme importancia para el ecosistema mundial (pues tiene) una biodiversidad con una enorme complejidad, casi imposible de reconocer integralmente, pero cuando es quemada, cuando es arrasada para desarrollar cultivos, en pocos años se pierden innumerables especies, cuando no se convierten en áridos desiertos (cfr.LS 37-38). Y ahí Ecuador – junto a otros países con franjas amazónicas – tiene una oportunidad para ejercer la pedagogía de una ecología integral. ¡Nosotros hemos recibido como herencia de nuestros padres el mundo, pero también recordemos que lo hemos recibido como un préstamo de nuestros hijos y de las generaciones futuras a las cuales lo tenemos que devolver y mejorar! Y esto es gratuidad.

De la fraternidad vivida en la familia, nace ese segundo valor, la solidaridad en la sociedad, que no consiste únicamente en dar al necesitado, sino en ser responsables los unos de los otros. Si vemos en el otro a un hermano, nadie puede quedar excluido, nadie puede quedar apartado.

El Ecuador, como muchos pueblos latinoamericanos, experimenta hoy profundos cambios sociales y culturales, nuevos retos que requieren la participación de todos los actores sociales. La migración, la concentración urbana, el consumismo, la crisis de la familia, la falta de trabajo, las bolsas de pobreza producen incertidumbre y tensiones que constituyen una amenaza a la convivencia social. Las normas y las leyes, así como los proyectos de la comunidad civil, han de procurar la inclusión, abrir espacios de diálogo, espacios de encuentro y así dejar en el doloroso recuerdo cualquier tipo de represión, el control desmedido y la merma de libertades. La esperanza de un futuro mejor pasa por ofrecer oportunidades reales a los ciudadanos, especialmente a los jóvenes, creando empleo, con un crecimiento económico que llegue a todos, y no se quede en las estadísticas macroeconómicas, crear un desarrollo sostenible que genere un tejido social firme y bien cohesionado. Si no hay solidaridad, esto es imposible. Me refería a los jóvenes y me referí a la falta de trabajo. Mundialmente es alarmante. Países europeos que estaban en primera línea hace décadas, hoy están sufriendo y la población juvenil, de 25 años hacia abajo, un 40, un 50 por ciento de desocupación. Si no hay solidaridad, eso no se soluciona. Le decía a los salesianos, ustedes que Don Bosco los crió para educar, hoy educación de emergencia para esos jóvenes que no tienen trabajo. ¿Por qué emergencia? Para prepararlos a pequeños trabajos que le otorguen la dignidad de poder llevar el pan a casa. Estos jóvenes desocupados, que son los que llamamos 'ni, ni', ni estudian ni trabajan, ¿qué horizonte les queda?: las adicciones, la tristeza, la depresión, el suicidio, no se publican integramente las estadísticas de suicidio juvenil, o enrolarse en proyectos de locura social que al menos representen una idea. Hoy se nos pide cuidar de manera especial, con solidaridad, este tercer sector de exclusión de la cultura del descarte. Primero son los chicos, porque o no se los quiere en países desarrollados que tienen natalidad casi cero por ciento. O no se los quiere o se los asesinan antes de que nazcan. Después los ancianos, que se los abandona y se los va dejando y se olvidan que son la sabiduría y la memoria de su pueblo y se los descarta. Ahora le tocó el turno a los jóvenes. ¿A quién le queda lugar? A los servidores del egoísmo, del dios dinero que está al centro de un sistema que nos aplasta a todos.

Por último, el respeto del otro que se aprende en la familia se traduce en el ámbito social en la subsidiariedad. Decíamos: gratuidad, solidaridad, subsidiariedad. Asumir que nuestra opción no es necesariamente la única legítima es un sano ejercicio de humildad. Al reconocer lo bueno que hay en los demás, incluso con sus limitaciones, vemos la riqueza que entraña la diversidad y el valor de la complementariedad. Los hombres, los grupos tienen derecho a recorrer su camino, aunque esto a veces suponga cometer errores. En el respeto de la libertad, la sociedad civil está llamada a promover a cada persona y agente social para que pueda asumir su propio papel y contribuir desde su especificidad al bien común. El diálogo es necesario, es fundamental para llegar a la verdad, que no puede ser impuesta, sino buscada con sinceridad y espíritu crítico. En una democracia participativa, cada una de las fuerzas sociales, los grupos indígenas, los afroecuatorianos, las mujeres, las agrupaciones ciudadanas y cuantos trabajan por la comunidad en los servicios públicos son protagonistas, son protagonistas imprescindibles en ese diálogo. No son espectadores. Las paredes, patios y claustros de este lugar lo dicen con mayor elocuencia: asentado sobre elementos de la cultura incaica y caranqui, la belleza de sus proporciones y formas, el arrojo de sus diferentes estilos combinados de modo notable, las obras de arte que reciben el nombre de “escuela quiteña”, condensan un extenso diálogo, con aciertos y errores, de la historia ecuatoriana. El hoy está lleno de belleza, y si bien es cierto que en el pasado ha habido torpezas y atropellos --¡cómo negarlo! Incluso en nuestras historias personales, cómo negarlo-- podemos afirmar que la amalgama irradia tanta exuberancia que nos permite mirar el futuro con mucha esperanza.

También la Iglesia quiere colaborar en la búsqueda del bien común, desde sus actividades sociales, educativas, promoviendo los valores éticos y espirituales, siendo un signo profético que lleve un rayo de luz y esperanza a todos, especialmente a los más necesitados. Muchos me preguntarán: 'Padre, ¿por qué habla tanto de los necesitados, de las personas necesitadas, de las personas excluidas, de las personas al margen del camino?' Simplemente, porque esta realidad y la respuesta a esta realidad está en el corazón del Evangelio. Y precisamente, porque la actitud que tomemos frente a esta realidad está inscrita en el protocolo sobre el cual seremos juzgados en Mateo 25.

Muchas gracias por estar aquí, por escucharme, les pido por favor, que lleven mis palabras de aliento a los grupos que ustedes representan en las diversas esferas sociales. Que el Señor conceda a la sociedad civil que ustedes representan ser siempre ese ámbito adecuado donde se viva en casa, donde se vivan estos valores de la gratuidad, de la solidaridad y de la subsidiariedad. Muchas gracias".

Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano

© Copyright - Libreria Editrice Vaticana

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Francisco pide a los jóvenes que no identifiquen la universidad con mayor estatus
 

16.30. Quito. El Santo Padre en su encuentro con el mundo de la educación recuerda que Jesús no buscaba doctorear sino llegar al corazón del hombre 

Por Rocío Lancho García

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Maestros ¿Velan por sus alumnos, ayudándolos a desarrollar un espíritu crítico, un espíritu libre, capaz de cuidar el mundo de hoy? Alumnos, ¿saben que este tiempo de estudio, no es solo un derecho, sino un privilegio que tienen? 

El santo padre Francisco ha invitado a interrogarse de este modo, en el encuentro en la Universidad Pontificia Católica de Ecuador en Quito. Hasta allí se ha dirigido la tarde del martes, donde le esperaban más de 8 mil personas en representación del mundo de la escuela y la universidad. A su llegada fue acogido por el rector de la universidad. El encuentro se ha abierto con unas palabras de saludo y agradecimiento de monseñor Alfredo José Espinoza Mateus, S.D.B., obispo de Loja y presidente de la Comisión Episcopal para la Educación y la Cultura.

Tras escuchar tres testimonios, de un rector, una profesora y una alumna, se ha leído el pasaje de Evangelio de la parábola del sembrador. Finalmente, el Santo Padre ha dirigido su discurso a los presentes. De este modo, Francisco ha recordado que Jesús, el Maestro, enseñaba a la muchedumbre acomodándose a su capacidad de comprensión y lo hacía con parábolas. Jesús no buscaba doctorear sino que “quiere llegar al corazón del hombre, a su inteligencia, a su vida, para que ésta dé fruto”.

Tal y como ha recordado, la parábola del sembrador habla de cultivar. Dios no solo da al hombre la vida, sino la tierra, la creación. Dios invita al hombre y a la mujer “a ser parte de su obra creadora y le dice: ¡cultiva!” Pero, el Papa también ha advertido que junto la palabra cultivar en el Génesis se dice otra palabra, “cuidar”. “Una se explica a partir de la otra. Una va de la mano de la otra. No cultiva quien no cuida y no cuida quien no cultiva”, ha añadido.

Y esta invitación a cuidar “se nos impone a la fuerza”, ha asegurado Francisco. Ya no como una mera recomendación, sino como una exigencia que nace “por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesta en la tierra”. Del mismo ha advertido que “no podemos seguir dándole la espalda a nuestra realidad, a nuestros hermanos, a nuestra madre la tierra”. Y ha advertido que “no nos es lícito ignorar lo que está sucediendo a nuestro alrededor como si determinadas situaciones no existiesen o no tuvieran nada que ver con nuestra realidad”.

Y en este contexto universitario el Papa ha invitado a preguntarse sobre la educación de frente a esta tierra que clama al cielo; “¿Velan por sus alumnos, ayudándolos a desarrollar un espíritu crítico, un espíritu libre, capaz de cuidar el mundo de hoy?” “Nuestros centros educativos son un semillero, una posibilidad, tierra fértil que debemos cuidar, estimular y proteger. Tierra fértil sedienta de vida”, ha asegurado.

Asimismo ha invitado a todos --familias, centros educativos, docentes-- a reflexionar “cómo ayudamos a nuestros jóvenes a no identificar un grado universitario como sinónimo de mayor estatus, dinero, prestigio social”. Y a los jóvenes ha preguntado “¿saben que este tiempo de estudio, no es solo un derecho, sino un privilegio que tienen?”

Como Universidad, como centros educativos, como docentes y estudiantes, “la vida los desafía a responder a estas dos preguntas: ¿Para qué nos necesita esta tierra? ¿Dónde está tu hermano?”, ha subrayado.

Finalmente ha pedido que el Espíritu Santo inspire y acompañe, “pues Él nos ha convocado, nos ha invitado, nos ha dado la oportunidad y, a su vez, la responsabilidad de dar lo mejor de nosotros. Nos ofrece la fuerza y la luz que necesitamos”.           

Por su parte, monseñor Alfredo José ha destacado en su saludo inicial que “no nos resulta fácil educar hoy”. De este modo, ha explicado que atraviesan diferentes problemas “que buscamos ir solucionándolos a través del diálogo con las autoridades educativas”. Por eso ha pedido que se les tome en cuenta “al momento de emitir las políticas educativas nacionales”. Del mismo modo ha querido recordar que “la Constitución de la República garantiza a los padres de familia la libertad de educar a sus hijos en el modelo pedagógico y religioso que ellos escojan”.

Asimismo, el prelado ha asegurado que no les resulta fácil financiar la tarea educativa en medio de los más pobres de Ecuador y “en esto el Estado no puede desconocer su compromiso de financiar y apoyar nuestra labor”. De manera especial el obispo, ha subrayado también “el derecho de que la Enseñanza Religiosa Escolar sea parte del currículo básico de nuestras escuelas”.

Por otro lado, monseñor Alfredo José ha asegurado que en “nuestras escuelas debemos ofrecer respuestas integrales para los problemas actuales como el respeto a la vida, la promoción de valores humano-cristianos, la violencia al interior de las escuelas, el tráfico y consumo de drogas, la educación para el amor y la afectividad, entre otros”.

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Francisco reprueba las relaciones sociales y políticas basadas en la confrontación
 

18.00. Quito. En un encuentro con representantes de la sociedad civil, el Papa propone tres valores sociales esenciales: la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad

Por Iván de Vargas

Madrid, (ZENIT.org)

El papa Francisco acudió este martes por la tarde al convento de San Francisco, ubicado en el centro histórico de Quito, para reunirse con miembros de la sociedad civil ecuatoriana.

El Pontífice llegó sobre las 17:50 horas a la plaza de San Francisco donde se encuentra la iglesia de los padres franciscanos. El repique de las campanas dio la bienvenida al Santo Padre. Y ni el frío ni la lluvia intermitente impidieron que los fieles llenaran la plaza y sus calles aledañas.

Una vez allí, el Papa se dirigió hasta el atrio para recibir las llaves de la ciudad de manos del alcalde Mauricio Rodas. Tras el breve acto protocolario y sin discursos, el Pontífice saludó a la multitud congregada.

El ingreso a la iglesia de San Francisco estaba adornado con unas vistosas flores multicolores. Una vez en el interior del templo, el Santo Padre fue recibido al compás de una canción compuesta para la ocasión y titulada “Taita Francisco”, que significa papá Francisco en lengua quichua.

Después de recorrer el pasillo central, el Pontífice subió a colocar un arreglo floral en el altar donde se encuentra la venerada imagen de Jesús del Gran Poder.

El encuentro del Papa con la sociedad civil comenzó con el saludo de bienvenida de Mons. Luis Cabrera, arzobispo de Cuenca y presidente de la Comisión Episcopal de Laicos. Además, la comunidad franciscana regaló al Santo Padre una réplica de una estatua de san Francisco.

Al igual que en el resto de actos, la organización de la visita papal quiso que entre los asistentes hubiera una representación de todo el país. Tres de ellos, pronunciaron un breve discurso. Francisco Jarrín, presidente de la Asociación Cristiana de Empresarios, y Lidia Arcos Miranda, empresaria de Ambato, fueron los primeros en tomar la palabra. Tras estas intervenciones, tuvo lugar la actuación musical de la Orquesta SINAMUNE.

Luego, llegó el turno de Imelda Caicedo Vega, montubia de Babahoyo, que protagonizó una de las anécdotas de la tarde. Después de leer su discurso, se acercó a saludar a Francisco, que le preguntó cuál era la receta para conservarse tan bien a sus 85 años. Así, llegó el momento de la intervención del Papa.

En sus palabras, el Pontífice pidió que las normas y los proyectos de la sociedad civil no excluyan a nadie y abran espacios de diálogo que dejen atrás cualquier represión y falta de libertad.

El Santo Padre añadió que el diálogo “es necesario, fundamental para llegar a la verdad, que no puede ser impuesta, sino buscada con sinceridad y espíritu crítico”. “En una democracia participativa, cada una de las fuerzas sociales, los grupos indígenas, los afroecuatorianos, las mujeres, las agrupaciones ciudadanas y cuantos trabajan por la comunidad en los servicios públicos son protagonistas imprescindibles en este diálogo”, insistió.

También dijo que muchas veces las relaciones sociales y políticas se basan en la confrontación, cuando deberían basarse en valores que partan del amor, la fraternidad y el respeto mutuo. Y ofreció tres criterios para construir una sociedad nueva: la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad.

Por último, el Papa ofreció la colaboración de la Iglesia “en la búsqueda del bien común, desde sus actividades sociales, educativas, promoviendo los valores éticos y espirituales”.

Al finalizar la reunión con las organizaciones civiles, Francisco visitó de forma privada un templo jesuita de la época colonial. Con una gran sonrisa, saludos y bendiciones al pueblo quiteño que se acercó hasta las puertas de la iglesia de la Compañía de Jesús, el Pontífice culminó las actividades de su agenda este martes.

El Santo Padre estuvo ante la imagen de la virgen Dolorosa que en 1920 abrió y cerró los ojos, y además derramó lágrimas, ante un grupo de estudiantes. Cientos de fieles lo esperaron y expresaron su alegría cuando lo vieron salir. El Papa saludó a unos niños en la entrada del templo, y luego se subió al papamóvil que lo llevó hasta la Nunciatura Apostólica.

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Iglesia y Religión


Chile: el Papa nombra a nuevo obispo castrense
 

El nombramiento de Mons. Santiago Silva, hasta ahora obispo auxiliar de Valparaíso, se ha conocido este martes 7 de julio

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

El santo padre Francisco ha nombrado obispo castrense de Chile a Mons. Santiago Silva Retamales, hasta ahora obispo titular de Bela y obispo auxiliar de Valparaíso. Lo comunicó esta mañana cocn un comunicado la Oficina de prensa del Vaticano.

La Nunciatura Apostólica en Santiago por su parte, informó que Mons. Santiago Silva Retamales nació el 17 de junio de 1955 en la ciudad de La Calera. Es hijo de Santiago Silva Vidal y de Luzmira Retamales Arqueros.

Cursó su enseñanza primaria en el Colegio Marista "San José" de La Calera, y la enseñanza media en el "Instituto Rafael Ariztía" de Quillota y el Colegio "Marcelino Champagnat" de Villa Alemana.

Luego de una experiencia de vida religiosa en la congregación de los Hermanos Maristas, ingresó al Seminario Mayor San Rafael de Lo Vásquez, de la diócesis de Valparaíso.

Fue ordenado sacerdote el 24 de octubre de 1980 en la iglesia catedral de Valparaíso, por Mons. Emilio Tagle Covarrubias, entonces obispo diocesano.

Durante seis años se desempeñó como párroco de Nuestra Señora de la Candelaria de Algarrobo. Ha sido profesor, formador, vicerrector y, desde 1998, rector del Pontificio Seminario Mayor San Rafael de Lo Vásquez, diócesis de Valparaíso. También se ha desempeñado como profesor de Sagrada Escritura en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en el Seminario Pontificio Mayor San Rafael y en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

Mons. Silva Retamales es Magíster en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Católica de Chile y Licenciado en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma. El 16 de febrero de 2002, el papa Juan Pablo II lo nombró Obispo titular de Bela y Auxiliar de la diócesis de Valparaíso. Recibió la ordenación episcopal el 6 de abril de 2002.

Ha sido Obispo Responsable y fundador del Centro Bíblico Pastoral para América Latina (CEBIPAL) del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). En su calidad de perito en materias bíblicas participó, en mayo de 2007, en la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y El Caribe, en Aparecida, Brasil. También fue uno de los representantes de la Conferencia Episcopal de Chile en el Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios, que se efectuó en Vaticano en octubre de 2008, evento en el cual fue nombrado Vice-Presidente de la Comisión Redactora del Mensaje Final del Sínodo.

En diciembre de 2008, la 96ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Chile lo eligió como Secretario General del Episcopado por el período 2008-2011. El 19 de mayo de 2011, la 33ª Asamblea Ordinaria del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) lo eligió Secretario General para el período 2011 -2015, cargo que ha terminado en mayo de este año.

Actualmente es Presidente de la Comisión Nacional de Animación Bíblica de la Pastoral, organismo de la Conferencia Episcopal de Chile, y responsable de la traducción de la Biblia de la Iglesia en América del CELAM, de la cual ya se publicó el Nuevo Testamento (abril 2005). El 7 de julio de 2015 ha sido nombrado Obispo Castrense de Chile.

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Cardenal Filoni: la relación entre el Islam y el Evangelio es muy compleja
 

El prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos inauguró la Semana de Misionología de Burgos. En unas declaraciones previas, explicó que si un musulmán quiere convertirse en cristiano está arriesgando su propia vida

Por Redacción

Madrid, (ZENIT.org)

El prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, cardenal Fernando Filoni, inauguró este lunes por la tarde la 68 Semana de Misionología de Burgos (España), dedicada a conmemorar el 50 aniversario del Decreto conciliar "Ad Gentes".

Minutos antes de pronunciar la conferencia inaugural, el purpurado reconoció que la relación entre el Islam y el Evangelio "es muy compleja". "Mientras en el cristianismo hay libertad religiosa, ésta no existe en el Islam", ya que "si un musulmán quiere convertirse en cristiano está arriesgando su propia vida", indicó.

En este sentido, recordó que la evangelización, por ejemplo, está prohibida en Arabia Saudí y hay otros países donde "hay libertad de culto, que no es lo mismo que la libertad religiosa".

El cardenal Filoni dijo también que en la actualidad hay cinco mil millones de personas que todavía no conocen el Evangelio. Por lo tanto, el objetivo es "ayudar a estas iglesias que están naciendo a establecerse como diócesis", enfatizó.

Asimismo el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos señaló que, en estos cincuenta años, las misiones han cambiado, entre otros aspectos, en el color y procedencia de los evangelizadores.

Al hablar de la evangelización, el purpurado explicó que "uno de los frutos es que casi todas las diócesis tienen obispo local y lo mismo sucede con los catequistas". "La misión continúa pero de forma diferente, que es en cooperación, que significa asegurar el crecimiento de una Iglesia local y estar cercana a sus necesidades", subrayó.

El cardenal Filoni fue el encargado de disertar sobre "El decreto Ad Gentes. Una visión teológica del fondo sobre la misión". En su intervención, reiteró que son muchos los hombres y mujeres de este mundo que esperan conocer a Dios y sólo será posible si hay hombres y mujeres concretos que, en nombre de la Iglesia y dentro de la Iglesia, les inviten a conocerlo. Renunciar a esta misión --concluyó el purpurado-- es renunciar a ser Iglesia y, en definitiva, renunciar a la unión de todos los pueblos.

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Mundo


Hace diez años, el atentado del 7-J en Londres dejó 56 muertos
 

El papa Bendicto XVI rezó por las víctimas de estos «bárbaros actos contra la humanidad».

Por Redacción

Roma, (ZENIT.org)

Cuatro bombas explotaron en Londres el jueves 7 de julio de 2005, dejando 56 muertos (entre ellos los cuatro terroristas sospechosos), 700 heridos, de los cuales 22 en estado grave y otros 330 fueron hospitalizados.

El papa Benedicto XVI al recibir poco después la noticia de los atentados en Londres,se recogió en oración en su capilla privada y envió un mensaje de cercanía a las víctimas de estos «bárbaros actos contra la humanidad».

«Profundamente apenado por las noticias de los ataques terroristas en el centro de Londres, el Santo Padre ofrece fervientes oraciones por las víctimas y por quienes lloran por ellas», afirma el telegrama enviado al cardenal Cormac Murphy O’Connor, arzobispo de Westminster.

Las explosiones que iniciaron a las 8,50 de la mañana en el metro de Londres y paralizaron el sistema de transporte público en plena hora de punta. Una cuarta explosión se registró a las 9:47 de la mañana en la Plaza Tavistock​

Las explosiones se sucedieron cada 50 segundos y fueron:  la primera en la subsuperficie Circle Line; segunda en el tren de la sub-superficie Circle Line número 216 en la estación Edgware Road y la tercera en el tren número 311 de la línea de nivel profundo Picadilly Line que se dirigía hacia el sur, entre King's Cross St Pancras y Russell Square.

Fueron los actos de terrorismo más sangrientos en el Reino Unido desde la muerte de 270 personas en el atentado de Lockerbie (Escocia) en 1988, y los más graves en Londres desde la Segunda Guerra Mundial.

El 21 de julio de 2005, se registró una segunda serie de cuatro explosiones en el metro de Londres y en un autobús. Debido al mal funcionamiento sólo los detonadores de las bombas explotaron y no se produjeron víctimas mortales.

 

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Espiritualidad y oración


Beato Pedro Vigne - 8 de julio
 

«La cruz y la Eucaristía: claves de este «misionero del clero», artífice de un grandioso Vía Crucis. Es el fundador de la Congregación del Santísimo Sacramento, cuya devoción fue uno de los ejes vertebrales de su vida»  

Por Isabel Orellana Vilches

Madrid, (ZENIT.org)

Nació el 20 de agosto de 1670 en Privas, Francia. Su padre regentaba un comercio textil y los tres hermanos que sobrevivieron, de los cinco nacidos en el hogar, no tuvieron excesivos problemas económicos porque se vivía holgadamente. Sus progenitores le proporcionaron una buena educación. Era un muchacho tan despierto que a sus 11 años el párroco le encomendó tareas de cierta responsabilidad en la parroquia de Santo Tomás; actuaba como testigo firmando actas parroquiales de bautismo, matrimonio y sepultura. En su entorno imperaba el calvinismo y en este ambiente enrarecido por los conflictos que generaban creencias dispares, se sintió llamado a seguir a Cristo en el transcurso de una Eucaristía. Toda su vida tuvo como eje central la adoración al Santísimo Sacramento.

En 1690 ingresó en el seminario de Viviers y cuatro años más tarde fue ordenado sacerdote por el prelado de la diócesis. Luego, se trasladó a Saint-Agrève en calidad de coadjutor. Su ministerio estuvo marcado por la reflexión sobre la Palabra de Dios y su devoción a la Sagrada Eucaristía, pilar de su vida sacerdotal e influjo para ejercitar la caridad sin desmayo. Volcado por completo en la misión, afable y cercano, fácilmente se compenetraba con las gentes sencillas. Conocedor de sus carencias, las fortalecía en la fe y conseguía que se involucraran en la defensa de la unidad de la Iglesia. También él iba discerniendo los pasos que debía dar.

Se sentía impulsado a la vida misionera. Los pobres, en particular los campesinos, eran sus predilectos. Por esa razón, en 1700 abandonó Saint-Agrève y se vinculó a la Congregación de la Misión, ya que su carisma estaba orientado a las «misiones populares», y ello le permitiría estar en contacto con este colectivo. Profesó en 1702 y fue destinado a Valfleury. Una de sus tareas consistió en atender a los peregrinos que acudían al santuario de la Virgen au Genêt d’Or. En la Congregación aprendió el método seguido por san Vicente de Paúl, que él mismo encarnó y difundió durante seis años de evangelización por los confines de Lyon llegando hasta Béziers. Internamente libraba una lucha difícil de apreciar por los demás; no estaba convencido del camino emprendido. Su experiencia apostólica con la gente del campo corroboró lo que venía intuyendo, que esa era la vía que debía seguir. De modo que, tras dos intensos años dedicados a la misión y a una seria reflexión para dilucidar la voluntad divina, en 1706 dejó a los lazaristas.

Nunca se apagó su sed de llevar la Palabra de Dios por los pueblos. No se cansaba de repetir que había que acudir a ella: «Es necesario alimentarse de la Palabra de Dios, y así alimentar e instruir a los otros». «Quien comete el mal es porque no conoce a Dios. ¿Quién osaría no obedecerlo, no amarle, si lo conociera verdaderamente? ¿Quién osaría ofenderlo? Cuando se tiene el hábito de meditar su amor, se tiene también la certeza de esperar todo de su misericordia».

Con la debida autorización eclesial, continuó predicando por diversos lugares. Administraba los sacramentos, enseñaba a los niños, y prodigaba toda clase de atenciones de forma incansable. Suplicaba fervorosamente: «Señor, que ame con amor verdadero lo que es y concierne el bien de mi prójimo. Haz que te rece por él y que, por Ti, busque siempre serle útil...». Su firme convicción era: «Nuestra parte solo debe ser paciencia y dulce caridad, que es un medio admirable para ganar a los más endurecidos». Se congregaban en derredor suyo multitudes que, a su pesar, premiaban su celo apostólico. Su amor a Cristo hacía años que le había predispuesto a asumir cualquier sacrificio. También la Virgen María fue su baluarte.

En 1712 su ardor misionero le llevó a Boucieu-le-Roi. Esta localidad, en la que se afincó definitivamente, fue su cuartel general. De allí partía para evangelizar los pueblos y regiones vecinas. La Eucaristía y la Pasión marcaban su vida, alumbraban su labor y le ayudaban a posarse en el corazón de los incrédulos. En Boucieu-le-Roi, ayudado por los fieles del entorno, erigió un monumental Vía Crucis. Ingeniosamente aprovechó la escarpada orografía del terreno dándole realce con sus 39 estaciones; una espléndida catequesis que se iniciaba con lo acontecido el Jueves Santo y culminaba con Pentecostés. Él mismo encabezaba las constantes visitas de peregrinos acompañándoles en su reflexión y oración. Además, un grupo de mujeres, instadas por él, le ayudaron en esta tarea apostólica. Así surgió su fundación: la Congregación del Santísimo Sacramento.

El 30 de noviembre de 1715 hizo entrega a las primeras religiosas de los distintivos de la Orden, el hábito y la cruz. «El libro más bello. Jesucristo que sufre y muere en la cruz por nosotros» era el objeto de sus meditaciones. «¿Buscas la humildad? ¡Id a la Cruz!, ¿buscas la pureza? ¡Id a la Cruz!, ¿buscas la esperanza?, ¿eres atraído del orgullo? ¡mira el crucifijo!…». Éstas, y otras muchas, eran las grandes lecciones que ofrecía. En su formación inculcaba a sus hijas el amor a la Eucaristía instruyéndolas para que supiesen educar a niños y a jóvenes; escribía sus reglas y les proporcionaba otros tratados de espiritualidad de su autoría.

Sin abandonar la misión popular, creó nuevas escuelas y un espacio para las maestras, denominado «regentas», en el que podían compartir sus intereses. Pero su búsqueda personal no tenía fin, y terminó vinculándose a la fundación de Sacerdotes del Santísimo Sacramento. Un día, siendo ya septuagenario, cuando predicaba en Rencurel se sintió indispuesto por tantas fatigas. Y mientras oraba acompañado de un sacerdote y dos religiosas de la Orden fundada por él, que acudieron de inmediato a su lecho de muerte, expiró el 8 de julio de 1740. Juan Pablo II lo beatificó el 3 de octubre de 2004.

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