Un diálogo revelador sobre los dos Sínodos de la Familia

Hace poco un amigo mío estuvo un rato conversando con un sacerdote católico sobre el Sínodo de la Familia. A continuación reproduzco y comento algunos puntos salientes de lo que el sacerdote dijo a mi amigo.

 

1. “Lo que está sucediendo en el Sínodo es una muestra de la diversidad dentro de la Iglesia”.

Dentro de la Iglesia católica hay un pluralismo legítimo y un pluralismo ilegítimo. El pluralismo legítimo se da cuando existen diferentes opiniones sobre cuestiones opinables, es decir cuestiones acerca de las cuales la doctrina católica no se ha pronunciado. En este caso las distintas opiniones se dan en el contexto de la común aceptación de la doctrina católica por parte de los interlocutores. El pluralismo ilegítimo, en cambio, se da cuando existen una o más opiniones que disienten con la doctrina católica. Lo que sucedió en el (y en torno al) Sínodo de la Familia de 2014 y lo que está sucediendo en el camino hacia el Sínodo de la Familia de 2015 muestra en muchos casos una diversidad que excede los límites del pluralismo legítimo dentro de la Iglesia católica. Para profundizar en el tema del disenso teológico, recomiendo leer los siguientes documentos:

 

 

 

 

2. “El Papa le tiró de las orejas a ambos bandos, diciendo a unos que no se podía tirar por la borda toda la Tradición y a otros que no se podía ser tan rígido de no dejar actuar al Espíritu.”

No es correcto interpretar el discurso del Papa Francisco en la clausura del Sínodo de 2014 como una crítica simultánea a quienes quieren mantenerse fieles a toda la doctrina católica sobre la familia y a quienes quieren tirarla por la borda, en todo o en parte; ante todo porque los principios de la lógica no permiten una tercera posibilidad. La Sagrada Tradición (con T mayúscula) es la transmisión de la Divina Revelación a través de todo lo que la Iglesia es, cree, celebra, vive y reza. En ese sentido, no sólo no se puede tirar por la borda toda la Tradición, sino tampoco ninguna parte de la misma, porque toda ella es un precioso don de Dios. Por otra parte, querer conservar toda la Tradición no es ser demasiado rígido, sino precisamente dejar actuar al Espíritu Santo, que ha inspirado la Tradición y la vivifica.

 

3. “La indisolubilidad no es algo absoluto, porque tenemos excepciones como el privilegio paulino y el privilegio petrino.”

La doctrina católica reconoce dos tipos de matrimonio: el matrimonio natural (entre dos no cristianos o entre un cristiano y un no cristiano) y el matrimonio sacramental (entre dos cristianos). El matrimonio natural goza de una indisolubilidad relativa y el matrimonio sacramental de una indisolubilidad absoluta. Tanto el privilegio paulino como el privilegio petrino se refieren a la posibilidad de disolver un matrimonio natural, en casos bien determinados y muy poco frecuentes. En cambio, según la doctrina católica, “el matrimonio rato [sacramental y válido] y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por ninguna causa fuera de la muerte.” (Código de Derecho Canónico, canon 1141). Jesús dijo: “Que el hombre no separe lo que Dios ha unido” (Marcos 10,9).

 

4. “Además estamos en comunión con la Iglesia ortodoxa que sí permite el divorcio y la comunión de los vueltos a casar. ¿Cómo, entonces, podemos estar en comunión con ellos?”

El Cisma de Oriente aún persiste. Mi respuesta a la pregunta es que en las condiciones actuales católicos y ortodoxos no podemos estar en comunión y de hecho no lo estamos. Por eso, la Iglesia católica no permite que un católico comulgue en una Liturgia ortodoxa salvo en caso de necesidad (cf. Concilio Vaticano II, decreto Orientalium Ecclesiarum, n. 27). Además, la falta de comunión entre ortodoxos y católicos no es sólo jerárquica o disciplinar, sino que abarca algunos puntos de doctrina, como éste precisamente: la aceptación del divorcio por parte ortodoxa, contrariando las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y el testimonio concorde del primer milenio cristiano.

 

5. “Se plantean temas fuertes. Pero eso ya ha sucedido en la Iglesia, por ejemplo, con Pablo y la circuncisión o no de los paganos convertidos al cristianismo. Lo bueno es que se planteó para que toda la Iglesia reflexionara.”

Vuelvo al comentario al punto 1: en buena medida, lo que hoy se discute en la Iglesia (aceptación o no del divorcio y de las uniones homosexuales) no son temas nuevos, que requieran una nueva reflexión eclesial en busca de una definición o consenso doctrinal inexistente hasta ahora, sino temas que ya han sido reflexionados y están claramente resueltos en la doctrina católica. En el fondo, se está discutiendo si queremos seguir siendo fieles a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y a la Tradición de la Iglesia; cosa que no es buena ni puede ser admitida, dentro de la Iglesia.

 

6. “Hay un teólogo dominico que plantea que los dogmas evolucionan. Por ejemplo, que hay un título mesiánico que se usaba antes y que ya no se usa, porque la experiencia de la gente ha cambiado y ese título ya no dice nada. Cuando el dogma se repite, pero la experiencia no lo vive, no lo sustenta, entonces no sirve de nada.”

Estas sentencias tienen un claro sabor “modernista”. El “modernismo” es una herejía que reprodujo, en campo católico, los errores del protestantismo liberal. En pocas palabras, el modernismo (o liberalismo teológico) niega que la Divina Revelación tenga un contenido doctrinal. Dios no habría revelado ninguna verdad, salvo quizás que Él nos ama. El modernista concibe la fe como un simple sentimiento religioso sin contenido intelectual obligatorio, sin asentimiento a verdades reveladas o dogmas de fe. Concibe a los dogmas como meros paradigmas teológicos que evolucionan (cambian) con el tiempo, en función de las distintas situaciones históricas y de “la experiencia de la gente”. La herejía modernista, frenada a principios del siglo XX por el Papa San Pío X, rebrotó en los años ’50 y luego cobró fuerza en torno al Concilio Vaticano II y sobre todo en el período post-conciliar, en muchos de los sectores autodenominados “progresistas”. La doctrina católica no admite conciliación alguna con la herejía modernista. La fe católica en los dogmas de fe no se basa en ninguna experiencia, sino en el asentimiento creyente a las verdades reveladas por Dios, Ser Omnisciente y Perfectísimo, que no se engaña y ni nos engaña.

 

7. “Y si viene un cisma ¿qué? No pasa nada. Ya ha habido otros en la Iglesia, por ejemplo los arrianos.”

En algunos “progresistas”, la sensibilidad ecuménica es bastante hemipléjica: se esfuerzan en la búsqueda de la unidad plena con los protestantes, los ortodoxos, etc. (sobre todo si tienden hacia posturas “liberales”); pero no parece interesarles mucho la conservación de la unidad con los católicos fieles a la Biblia, a la Tradición y a todo el Magisterio (no sólo el del Papa actual). Este sacerdote en concreto parece pensar que una ruptura entre él y esos católicos sería irrelevante. No parece comprender la importancia de conocer y profesar la verdad religiosa en orden a la salvación.

 

Ing. Daniel Iglesias Grèzes