La finalidad de la Filosofía

 

El positivismo y el pragmatismo consideran que la Filosofía por ser inútil u honesta, carece de valor. Lamentablemente esta afirmación afecta principalmente a la ciencia suprema de la Filosofía que es la Metafísica. Y esto sucede porque para el mundo pragmático sólo valen las finanzas, el comercio, los mercados, en resumidas cuentas, lo que produce utilidades financieras y materiales. La Filosofía por no considerar la realidad de un modo puramente pragmático, es simplemente descalificada por el mundo de las utilidades.

Por si fuera poco, la Filosofía también es descalificada porque considera los bienes útiles o las cosas útiles como inferiores en la escala de lo que existe, porque la función de las cosas útiles es de medio y no de fin. Para la Filosofía las cosas que son medios, se ordenan a los fines que naturalmente son superiores a ellas. Pero además, de estas afirmaciones de la visión utilitarista o pragmática, se sigue que Dios no tendría ningún valor ni ningún sentido por ser únicamente fin. Precisamente por no ser Dios medio para ningún existente porque todo se ordena como a Él como su Fin, entonces en una visión pragmática Dios no tendría valor alguno. En efecto, en una visión pragmática de la realidad, tanto Dios como la Filosofía quedan descalificados porque al no ser útiles o medios para la vida práctica no valen nada.

Pero ya los griegos y en especial Aristóteles había considerado la Metafísica como un saber que busca el hombre, no por las necesidades o lo que conviene a la vida práctica, sino como un saber que por sí mismo causa su apetibilidad. Por esta razón es preciso comprender que la Filosofía, es formalmente inútil. Pero justo por ser formalmente inútil, es decir, amable por sí misma, la Filosofía es generadora de utilidad, es decir, es virtualmente o potencialmente útil. El que la Filosofía no tenga una finalidad práctica, no significa que no tenga absolutamente una falta de finalidad porque la Filosofía tiene como finalidad la Verdad real, el Ser y a partir de la posesión del Ser, es capaz de generar utilidad. La máxima aspiración humanamente posible no puede ser otra cosa que la misma Verdad con la que puede alcanzar su plenitud. El conocimiento es una necesidad del hombre de llenar su vacío, de completar su indeterminación con el conocimiento de las demás cosas superando así su precariedad. Y en esta vida, en el ámbito natural, la Filosofía se hace cargo de esa necesidad de conocer la Verdad de una forma radical y plena. Efectivamente el hombre es un ser precario, pero que dispone de una capacidad de perfeccionamiento, que remedia, de alguna manera su imperfección. Como ha quedado dicho, en el orden natural la Filosofía es el máximo recurso que el hombre tiene para superar su deficiencia entitativa o existencial. El hecho de filosofar produce necesariamente consecuencias en nuestra vida que aunque no son lo que determina intrínsecamente y directamente el sentido de la Filosofía pero si significan mucho para la existencia humana.

El invertir nuestro tiempo en temas que consideran las causas últimas de la existencia, es trascender nuestra vida cotidiana levantando el espíritu hacia un estado en el que, por mucho, se desborda del condicionamiento sensible de los negocios y las utilidades de nuestro diario vivir. La admiración que produce la Filosofía nos hace suspender el activismo que nos dispersa y nos afana. Esta admiración nos coloca en un cuestionamiento en el que nos ubicamos sobre nosotros mismos.

Una forma común y frecuente de Filosofar es cuando los seres humanos nos preguntamos por el sentido total de todo lo que hacemos y deshacemos en el diario acontecer de nuestras vidas. El hombre requiere comprender el sentido de todo lo que hace. Cuando el hombre se recoge en la reflexión y la meditación del sentido total de su actividad, supera la dispersión de su vida diaria instalada en lo sensible y material, liberándose, al menos temporalmente, del peso de su cuerpo y de todas las cosas materiales que tiene sobre sus espaldas en esta vida terrena. Cuando el hombre filosofa, supera su dimensión vegetativa y su animalidad, y aunque el ocio filosófico no puede cubrir toda la vida humana, es preciso comprender que la vida pragmática de los negocios, sin dedicar un tiempo al filosofar y a imprimir un verdadero sentido a su existencia, es una vida infrahumana. El filosofar no eleva al hombre sobre su naturaleza porque sólo la gracia sobrenatural puede elevarlo hasta la participación de la naturaleza divina. Pero como ya lo decía Platón, mientras el hombre filosofa, su espíritu, que se encuentra por lo general volcado hacia lo sensible, se levanta hacia lo trascendente, elevándose de algún modo de la servidumbre de lo sensible. En resumidas cuentas la Filosofía tiene como finalidad elevar al hombre hacia lo trascendente en el conocimiento de la Verdad.