“Una vuelta a casa, un viaje con su ‘familia’
que le ha llenado el corazón de felicidad”. Monseñor Guillermo
Karcher, ceremoniero pontificio, entre los más estrechos
colaboradores de Bergoglio, sintetiza así a ZENIT el intenso
viaje del Pontífice en América Latina. Ocho días de visita en
las diócesis de Ecuador, Bolivia y Paraguay, pasando en pocas
horas de los más de 2 mil metros de altura al nivel del mar.
“Diversos territorios, diversas cuotas… pero el
Papa se ha mantenido muy bien. Es más, sé que muchos
periodistas no se sintieron bien, el Santo Padre sin embargo
ha dado ejemplo”, afirma el monseñor argentino. Desde el
principio --añade-- el Papa “ha vivido este viaje apostólico
con grande confianza en el Señor, seguro de que Él lo
acompañaba en cada paso”.
Esto le ha permitido realizar esta gira sin bajar
el ritmo y volver satisfecho porque “ha podido expresarse como
ha querido, en su lengua, con todos sus matices y ha dado
mensajes que querían iluminar las distintas realidades de esta
gran familia sudamericana”. El Papa, confirma Karcher, “ha
vuelto con el corazón lleno de alegría. Las primeras palabras
que me ha dicho fueron: ‘Bendito sea el Señor,
verdaderamente’”.
Era tanta la alegría que Francisco no ha querido
ni siquiera tomarse un día de descanso, sino que empezó a
trabajar ya desde la mañana del 14 de julio. “También hoy
continúa trabajando. No ha parado un momento. Pensé: quizá el
bajón viene después, porque el entusiasmo del primer día… Sin
embargo no. Además, está ya preparando el próximo viaje de
septiembre a Cuba y Estados Unidos”.
¿El Papa no se va de vacaciones? Monseñor Karcher responde:
“No, hace las ‘medias vacaciones’ a su estilo”. El monseñor
afirma que “para él no existe el concepto vacaciones. Lo hizo
solo una vez de joven jesuita, en Córdoba, luego nunca más.
Para él, vacaciones es disminuir un poco el ritmo…”.
Además, al Pontífice le espera un año intenso: el
sínodo de octubre, las reuniones con el Consejo de los
cardenales para la reforma de la Curia, la apertura del Año de
la Misericordia el 8 de diciembre. Todo después del gran viaje
del 19 al 28 de septiembre que lo llevará a Cuba y Estados
Unidos.
Un viaje aún más largo y quizá más arduo del que
ha realizado en América Latina, pero que se une a este, según
monseñor Karcher, como “un gran abrazo al continente
americano”. En Cuba, además, Francisco “encontrará una
realidad análoga” a la de Ecuador, Bolivia y Paraguay, y
también en Estados Unidos encontrará a la comunidad de los
latinos. Por tanto, tendrá ocasión de reiterar los fuertes
llamamientos a favor de los pobres, de los débiles, de las
categorías sociales marginadas.
Pero podrá también “elaborar conceptos nuevos”
--evidencia el ceremoniero pontificio-- comenzando por
“estudiar” la clase media, como aseguró en esa “respuesta
bonita y humilde” en la conferencia de prensa en el vuelo de
regreso a Roma. “Si en América Latina la atención la ha
dedicado a la clase humilde, ahora el Papa podrá iluminar a la
gente que trabaja, que paga los impuestos, que debe mantener
una familia”.
Más allá de las previsiones “dejemos que el Santo
Padre dé sus sorpresas”, dice Karcher. “Sabemos lo ‘creativo’
que es en sentido evangélico. Allá donde va busca un mensaje
de reconciliación, de construir el futuro”.
¿Y cómo viven sus colaboradores esta creatividad?
“Estoy acostumbrado, lo conozco mucho… Pero creo que siempre
es bonito ver a una persona que trata de hacer entender un
mensaje de todas las formas posibles. Porque estamos en una
sociedad en la que nos llueve la información, donde nos
movemos como autómatas, sin tiempo para elaborar,
reflexionar…”.
Por eso el Papa usa un “arte poético”, hecho de
gestos, de frases con efectos, de ‘neologismos’, para que
penetre en nuestros corazones un mensaje. ¿Cuál? “Muchos”.
Sobre todo la exhortación a la Iglesia para que sea “casa de
hospitalidad”, concepto reiterado varias veces en los
discursos en América Latina. “Para él, no excluir a nadie es
algo descontado, pero se da cuenta que a veces alguno puede
cerrar el corazón. Su llamada es por tanto a evangelizar antes
el corazón, después el resto”.
Después una “Iglesia que sigue al pueblo” --como
subrayó en el gran discurso a los Movimientos Populares en
Bolivia-- sobre todo a los pobres, casi una obsesión en el
magisterio de Bergoglio. “Los tiene en el corazón porque sabe
que Jesús ha venido a rescatar a los pobres, a los últimos”,
subraya el monseñor, pero también porque “la de los pobres es
una realidad que el papa Francisco conoce bien. Sabe de lo que
habla. Él ‘vibra’ delante de estas personas porque las ha
cargado a los hombros cuando, de arzobispo de Buenos Aires,
afrontó la cruel realidad de la crisis en Argentina, en 2001,
que colapsó el mundo, que dejó a tanta gente en la calle, sin
trabajo, sin bienes…”.
El riesgo que hoy el Pontífice advierte es que,
como en Argentina, “esta gente termine en el anonimato, sea
descartada de la sociedad. Su reclamación a la Iglesia y al
mundo es: ‘Mirad que esta gente existe y puede ofrecer mucho
porque forma parte del tejido de la sociedad”, explica Karcher.
Un discurso que no es solo válido para América
Latina. “Quien acusa al Papa de estar demasiado ‘focalizado’
en los problemas de su continente, evidentemente no ha abierto
bien los ojos”, dice. “También el ‘primer mundo’ está lleno
de gente pobre, ‘descartada’. Existe un gran contraste entre
una parte de la sociedad que se dice avanzada, desarrollada en
toda la tecnología y la comodidad, y gente que sufre”. Esto
explica la vuelta constante del Papa a ciertos conceptos, como
también la denuncia reiterada y explícita hacia “la economía
que mata”, las “colonizaciones ideológicas”, un “sistema que
idolatra el dinero”.
“Creo que este es un Papa ‘correctivo’, en el
sentido de que es un Papa que quiere mejorar”, afirma uno de
sus más estrechos colaboradores. “Que haya una economía que
mata, un sistema idolátrico e ideológico es un dato de hecho.
No podemos negarlo. Y el Papa no solo lo subraya, sino que
exhorta a no dar todo por descontado, a no creer que lo que
tenemos es perfecto. Se puede corregir, se puede mejorar. Y se
puede hacer con la sensibilidad que dan las bienaventuranzas,
el Evangelio en general, que indican la forma correcta de
vivir”.
“Puedo asegurar que el Papa es un hombre de
conciliación y reconciliación”, subraya finalmente monseñor
Karcher, “para él nadie debe ser descartado”. Ni las personas,
ni ciertos regalos de dudoso gusto como el crucifijo sobre el
martillo y la hoz de Morales. “El día siguiente he hablado con
él… Repitió lo que dijo en el avión: todo debe ser leído en su
contexto histórico, es necesaria una hermenéutica.
Inicialmente, aquí hubo un cortocircuito. Yo mismo pensé:
¿pero qué ha sucedido? Después reflexioné. A fin de cuentas,
si vamos por Roma todo los obeliscos tienen una cruz encima.
Cada uno que saque sus propias conclusiones…”.