Ser un patán, ser un señor

 

El señor alcalde de Santiago de Compostela, Martiño Noriega, de “Compostela Aberta” –grupo de ultraizquierda del estilo de “Podemos”- ha decidido este año no participar en actos religiosos, incluyendo la tradicional ofrenda al apóstol Santiago. Ante esta decisión, el deán de la catedral ha minimizado el asunto, porque, en definitiva, “lo que importa es llevarse bien".

A mí que Martiño Noriega vaya a misa, se haga musulmán, cante mantras, o prefiera el Depor a la Santiaguesa, es algo que me trae completamente al pairo. Que el alcalde de Santiago, en el día del santo patrón de la ciudad y de Galicia, haga el feo a los católicos de no querer ni aparecer por la catedral, me parece propio de un patán mal educado. Lo del deán simplemente asqueroso: “lo que importa es llevarse bien”. Pues no, con algunos individuos ni llevarse.

No creyente, como el alcalde de Santiago, era don Enrique Tierno Galván, pero con una diferencia abismal entre uno y otro. Tierno Galván, un señor. Martiño Noriega, un patán.

Cuando don Enrique Tierno tomó posesión como alcalde de Madrid, alguien tomó la decisión de apartar un crucifijo que había estado colocado siempre sobre la mesa de despacho del alcalde. Tierno fue claro: no lo toque, que a mí no me estorba. Y ahí se quedó.

No creyente, jamás faltó a un acto religioso oficial el día de San Isidro o de la Virgen de la Almudena y con las insignias de regidor: collar y bastón, y cuando vino por primera vez Juan Pablo II a España lo recibió oficialmente y hasta con un saludo en latín. Y es que don Enrique, además de persona cultísima, era, sobre todo, y por encima de todo, un señor.

Las personales e íntimas ideas sobre lo religioso eran suyas, pero si era la fiesta de Madrid, y para muchos madrileños uno de los actos importantes del día eran la misa y la procesión, allí estaba don Enrique, y como alcalde de todos, de agnósticos y de creyentes. Lo dicho, un señor en su saber estar como alcalde. En otras cosas ni me meto ni es cosa de este post.

Para ser un señor no hay que ser catedrático, ni para saber estar se necesita un master en protocolo. Cura de pueblo fui nueve años y en la novena, y sobre todo en la misa y procesión del día de la fiesta, jamás faltaron el alcalde y la corporación municipal en pleno. Nadie se preguntó si eran creyentes o no, el partido político al que representaban ni sus ideas personales. Era el día de la Virgen y se iba porque había que estar ahí y punto. También el señor cura párroco se pasaba la fiesta a disposición del ayuntamiento fuera del color que fuese. Y conocí alcaldes de signos muy diversos.

El alcalde señor, el político señor, es alcalde de todos, está con todos y procura estar además como alcalde. El alcalde patán lo es de los suyos y en contra de los demás, y además lo hace de forma “ostentórea” – ¿se acuerdan?- para que no quede duda.

Tierno Galván era un señor. Los distintos alcaldes y concejales de Guadalix de la Sierra, del partido político o ideología personal que tuviesen, pero que sabían estar el día de la fiesta en misa y la procesión, porque era la fiesta del pueblo y había que estar con la gente, auténticos señores. El alcalde de Santiago, un patán.

Y el deán, minimizando y con ese buenismo de que lo importante es llevarse bien, me lo callo.