La Palabra del Domingo - 2 de agosto de 2015

Biblia

     

 Jn 6, 24-35.
 

 

“24 Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús. 25 Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: ‘Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?’

26 Jesús les respondió: ‘En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. 27 Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello.’

28 Ellos le dijeron: ‘¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?’ 29 Jesús les respondió: ‘La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado.’

30 Ellos entonces le dijeron: ‘¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: = Pan del cielo les dio a comer.’ =

32 Jesús les respondió: ‘En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; 33 porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al

mundo.’

34 Entonces le dijeron: ‘Señor, danos siempre de ese pan.’

35 Les dijo Jesús: Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.”

  

COMENTARIO

 

No tener hambre o sed nunca

 

No extraña nada de nada que, tras la multiplicación de los panes y de los peces, muchas personas siguieran a Jesús porque aquello les había parecido algo no muy común.

Jesús, sin embargo, conocía a la perfección el corazón de muchos de los que le seguían y, como se diría popularmente, los había calado. Por eso les dice que le siguen no por lo que importa sino por lo que es demasiado perecedero.

El Hijo de Dios hace una recomendación muy importante: lo que importa es lo que no perece; lo que perece no vale tanto la pena. Es más, deben trabajar por Él mismo que es el alimento que Dios había dado para la vida eterna.

Tampoco extraña que aquellos que le seguían quisieran saber algo más porque si el Maestro decía eso era porque había alguna forma de cumplir con la voluntad del Enviado de Dios y, así, con la de Dios mismo.

El caso es que Jesús les dice que Él les dará tal alimento y, sin duda, se está refiriendo a la Eucaristía que instituirá en la Última Cena.

¿Qué hacer, pues?

Hay que creer. Pero no creer en cualquiera sino en el Enviado de Dios, en Él mismo. Sólo así se alcanzará el alimento que nunca perece.

Pero ellos son de corazón duro. Quieren una señal. Al parecer no les es suficiente con lo que les decía. Y es que su fe era, verdaderamente, regular o, más bien, pequeña. Sabían que sus padres, sus antepasados, habían comido el maná que Dios les había enviado ante su afrenta y tentación al Todopoderoso. ¿Qué haría el Mesías?

Dice Jesús que el “pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo”. Y ellos quieren de tal pan. Y le piden que les dé del mismo.

Ellos, a lo mejor, no están preparados para lo que van a escuchar. Aun no ha llegado el momento para eso pero Jesús les ha de decir la verdad: Él bajó del cielo para dar la vida al ser humano, al hombre, a la humanidad entera.

Hay que ir, pues, a Jesús como Él mismo dice. E ir a Él supone no tener ni hambre ni sed: pan y vino, Cuerpo y Sangre de Cristo.

 

PRECES 

 

Por todos aquellos que no trabajan para obtener el alimento que nunca perece.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que sólo trabajan para el alimento que perece.

Roguemos al Señor.

 

ORACIÓN

 

Padre Todopoderoso; ayúdanos a anhelar el pan que da la vida.

 

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

Eleuterio Fernández Guzmán