A propósito del caso Cádiz: sobre curas y comerse marrones

 

A propósito del bautizo de Cádiz y su discutido padrinazgo se han escrito multitud de consideraciones que van desde rectificar es de sabios a bajada de pantalones. No es mi intención valorar la decisión, sino más bien hacer una reflexión sobre el papelón que le tocado hacer al párroco que no es otro que el que nos toca a veces hacer a otros.

En la inmensa mayoría de los problemas que se nos pueden presentar en una parroquia uno sabe por dónde tirar y cómo resolverlos. Pero siempre hay cosas que te superan por diversas circunstancias, por lo novedoso del caso, por repercusiones que pudieran producirse, porque no sabes cómo abordar una cuestión de la mejor manera posible.

Por ejemplo. Expedientes matrimoniales llevo hechos no se sabe cuántos. Pero si me llega uno especialmente delicado lo envío a la curia como se nos tiene dicho. Imaginen, y es solo un ejemplo, un cristiano ortodoxo que desea casarse con una católica con un matrimonio previo canónico y anulado, y que desean celebrar su matrimonio en Armenia. Directamente los mando al arzobispado y que lo hagan ellos.

Y si llegan cosas que uno no sabe ni por dónde empezar, lo normal es preguntar al obispo a ver qué se hace y que sea él quien tome las decisiones. Vamos al caso del especial padrinazgo del bautizo de Cádiz. Entiendo que ante la peculiaridad del asunto el cura párroco hizo una consulta al arzobipado. Respuesta: le dices tú –ojo, le dices tú, párroco- que de parte del obispado que no puede ser. Tan no puede ser que hasta el obispado saca una nota. En esto el cura queda a cubierto: el obispo dice por escrito que no, y quien manda, manda. Perfecto, la responsabilidad de quien la tiene: el obispo. Pues vale. Asunto cerrado.

Han pasado unos días. La presión mediática ahí presente. Y sea por esto, sea por lo que sea, el caso es que donde dije digo, digo Diego. Y desde la curia dicen ahora al párroco que sí, que no pasa nada, que se hace el bautizo con los padrinos elegidos, que se encargue él de comunicarlo a la familia y que si alguien le pregunta lo explique.

Ahora me imagino yo al cura. Tuvo que decir que no, y menos mal que apoyándose en una nota. Ahora que lo han pensado mejor y que sí. Pero sin nota. Ojo al dato: nota que dice que no, y ahora verbalmente que sí. Y por supuesto una celebración en la que puede pasar de todo y que algunos presentarán como triunfo de la ideología de género frente a la caduca iglesia católica.

Pues señor obispo y señores de la curia, a pensar mejor las cosas. Si es que no, pues no y se acabó al lío. Si es que sí, pues sí y más de lo mismo y ustedes sabrán. Pero eso de que ahora digas que no, luego dices que sí, nota no sacamos, pero tú hablas con quien haga falta y haces lo que puedas, suena a marrón trasladado al cura.

Yo creo que voy a aprender una cosa. Y es que cada vez que en la parroquia tenga algo especial que resolver voy a pedir respuesta por escrito. Porque si no, te arriesgas a palo por hacer lo que no debías, o a palo por no hacer lo que deberías haber hecho.

Al final como Gila.

- Oiga, ¿la curia? Oigan, que si puede ser padrino Manolo al que le pasan a, b, c, y z.

- Que no. O que sí.

- ¿Vale, me lo envía por escrito?

- Hombre, por escrito, no.

-¿Entonces?

- Pues haz lo que creas en este caso.

- De acuerdo, ¿me puede poner por escrito que en este caso haga lo que me parezca?

- Eso tampoco…

- Vamos, que me coma el marrón y ustedes de rositas…