Tribunas

Anchoas por religión

José Francisco Serrano

Un buen amigo, maestro en muchas lides, le preguntó, hace ya unos cuantos años, a don Antonio Fontán qué es lo que la Iglesia debía preservar, en las relaciones con el Estado, como prioridad para su contribución a la sociedad democrática. La respuesta del sabio hombre de letras, y de políticas clásicas y modernas, no se hizo esperar. Inmediatamente le contestó: “La clase de religión”.

Me viene a la memoria esta anécdota, elevada a categoría, al leer que la Vicepresidenta del Gobierno cántabro, de cuyo nombre no me quiero acordar, es decir, la presidenta de las consejerías más relevantes de un ejecutivo que tiene un Presidente dedicado a la pandereta, ha anunciado que la oposición a la Ley Wert pasa, en mi querida Comunidad Autónoma, por reducir una hora la clase de religión e implantar, de nuevo, la asignatura de Educación para la Ciudadanía.

Me imagino que es obra del rodillo socialista del gobierno cántabro, con el aplauso de los polemistas de por aquí. Por cierto, reducir una hora religión, para sustituirla por tutorías en el bachillerato, es como cambiar un bocadillo de anchoas por uno de mules “carajoneros” de la bahía. 

También me vino a la memoria, por eso de que en las vacaciones uno se refresca, alguna de las ruedas de prensa del entonces portavoz del episcopado, monseñor Martínez Camino, cuando repetía, señalando con el dedo hacia el cielo, aquello de “Educación para la ciudadanía sí, pero así no”. Nadie negará que el éxito del citado portavoz episcopal pasa porque aún ahora, pasados unos años, recordemos sus más gloriosas frases. 

No dudo que el obispo de Santander, un buen padre y pastor donde los haya, monseñor Manuel Sánchez Monje, dirá algo. A no ser que alguno de los siempre avispados consejeros le haya dicho que hay que esperar, por ejemplo, a que se haga público el currículo de la nueva asignatura.

No nos engañemos. Quienes deben hablar ahora son los padres, mermado su derecho constitucional, y los profesores de la asignatura, y los profesores de todas las asignaturas, y la sociedad cántabra en general.  Conviene dejar claro que la pérdida de horas de la asignatura de religión, como ya ha ocurrido en Asturias y en Baleares, por citar algo de geografía, supone la merma de una de las materias claves para la educación integral de las nuevas generaciones.

No es un problema de reducción de horas para el cuerpo docente de religión, que sí lo es. De lo que estamos hablando es de la inquina ideológica hacia una asignatura que, una vez más, es una cuestión pendiente de nuestra democracia. La asignatura de religión debiera ser un elemento propio e indiscutible de las leyes educativas de derechas y de izquierdas, de centro y de periferia. Y no la bala educativa que siempre dobla la esquina.

Al fin y al cabo, lo siento también por mis sobrinos, que son parte de esos miles de niños cántabros que tendrán menos horas de religión, –a no ser que estudien en colegios privados-, y una asignatura nueva, que Dios sabrá… Y que, pese a que tiene un indiscutible valor en sí, se ha convertido en un ariete también laicista.

 

 

José Francisco Serrano Oceja