Con la misma voz del Papa Francisco, nos preparamos para celebrar, «en unión con toda la Iglesia, la Solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora en  cuerpo y alma a la gloria del cielo». Y lo hacemos en el aniversario del Viaje Apostólico a Corea del Sur –  del 13 al 18 de agosto de 2014.

Contemplemos a María, que en la gloria junto a su Hijo divino, nos invita a tomar conciencia del futuro que Cristo nos ofrece también hoy

La VI Jornada de la Juventud Asiática, la beatificación de 124 mártires coreanos, la Misa por la paz y la reconciliación y la Eucaristía de la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, caracterizaron el III Viaje Apostólico del Papa Bergoglio.

 

«Con esta celebración nos unimos a toda la Iglesia extendida por el mundo que ve en María la Madre de nuestra esperanza. Su cántico de alabanza nos recuerda que Dios no se olvida nunca de sus promesas de misericordia», dijo el Papa Francisco y alentó a  transformar el mundo según el plan de Dios Amor, poniendo de relieve que la Asunción de María nos muestra la esperanza y libertad cristiana real.

Amar a Dios y a los hermanos, con corazón puro

Con la ferviente participación de unos 50.000 fieles que lo ovacionaron con gran cariño a su llegada, el Papa Francisco, en unión con toda la Iglesia extendida por el mundo, celebró la Santa Misa de la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, en Daejeon, a 137 kilómetros de Seúl.

Contemplando a Nuestra Señora, que nos muestra nuestro destino como hijos adoptivos de Dios y miembros del Cuerpo de Cristo, el Obispo de Roma destacó que, «como María, nuestra Madre, estamos llamados a participar plenamente en la victoria del Señor sobre el pecado y sobre la muerte y a reinar con Él en su Reino eterno – donde reinar es servir – y tomando conciencia del futuro que, también hoy, el Señor Resucitado nos ofrece».

 

Alentando a invocar a María Madre como Madre de la Iglesia en Corea y de la esperanza, que nos ofrece el Evangelio - antídoto contra la desesperación que parece extenderse como un cáncer, en una sociedad exteriormente rica, que a menudo experimenta amargura y vacío interior – el Santo Padre reiteró que la verdadera libertad se encuentra en la acogida amorosa de la voluntad del Padre.

Con el anhelo de que sean «fieles a la libertad real, recibida en el bautismo, para transformar el mundo según el plan de Dios», alentó a pedir a la Madre de Dios que los cristianos de Corea «sean fuerza generosa de renovación espiritual en todos los ámbitos de la sociedad»

«Que combatan la fascinación de un materialismo que ahoga los auténticos valores espirituales y culturales, la competición desenfrenada, que genera egoísmo y hostilidad».

«Que rechacen modelos económicos inhumanos, que crean nuevas formas de pobreza y marginan a los trabajadores, así como la cultura de la muerte, que devalúa la imagen de Dios, del Dios de la vida y atenta contra la dignidad de todo hombre, mujer y niño. Que los jóvenes no se dejen nunca robar la esperanza».