Esto lo dice un protestante

 

Antes de empezar tengo que advertir que no pienso ser políticamente correcto ni nada por el estilo; también que me importa un comino (o un grano de mostaza, por lo pequeño que es) la supuesta primavera eclesial en la que, al parecer, ha entrado la Iglesia católica desde que fuese elegido Papa el cardenal Bergoglio, ahora Santo Padre con el nombre de Francisco. A quien Dios se la dé…

Pues ¡hala!, a la cosa.

Suele ser lo mejor, en todos los casos, contemplar las cosas como son. Es decir, por mucho que queramos que sean de una manera… si son de otra, de otra son. Y esto lo decimos al respecto de lo que da en llamar “hermanos separados”, dígase o véase protestantes que es lo que son. Y es que, también, el origen de las realidades es el que es y no deberíamos edulcorar lo que está bastante podrido con intención de tragarlo sin tanta amargura. Si el origen es el que es nada vamos arreglar disimulando o mirando para otro lado. Además, claro, está, que los católicos sabemos quién está equivocado en esto y quien acierta considerándose la única Iglesia verdadera que es, sin duda alguna, la católica. Luego, las otras… son falsas. Y, como se suele decir, punto pelota pues lo blanco no puede ser gris para quedar bien con quien quiere pintar la casa. Si es blanco, es blanco.

Pues bien, un estimado lector de este blog tuvo a bien enviarme, vía correo electrónico, el comentario que una persona hizo en una página de título “protestantedigital.com” que, como podemos imaginar no es una oficial del Vaticano sino todo lo contrario. Por tanto, podemos esperar lo que se puede esperar de quien anda por la vida equivocado y errado. Pues eso es, exactamente, lo que se ha producido ahora.

El susodicho comentario, a raíz del artículo de título “El papado y España” publicado en tal página web y en el que se vierten insensateces desde la primera hasta la última palabra, dice lo siguiente:

“Emilio se espera la caída de papado y así de la religión católica para que el mal en el mundo se acabe, pero déjeme decirle que antes que existiera el uno y la otra, ya el otro evangelio, el evangelio maldito del que advierte el Apóstol ya estaba en acción, y sólo faltaba que el que le estorbaba, en este caso JESUCRISTO, fuera sacado del lugar santo en que corresponde y en su lugar levantada la apostasía, la abominación desoladora la cual se halla presente en la omisa trinidad. 2 Tesa. 2.1-12.”

El texto al que se refiere el comentarista es éste:

“Por lo que respecta a la Venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis alterar tan fácilmente en vuestro ánimo, ni os alarméis por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está inminente el Día del Señor. Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición, el Adversario que = se eleva sobre todo = lo que lleva el nombre de = Dios = o es objeto de culto, hasta el  extremo de = sentarse = él mismo en el Santuario de = Dios = y proclamar que él mismo es Dios. ¿No os acordáis que ya os dije esto cuando estuve entre vosotros? Vosotros sabéis qué es lo que ahora le retiene, para que se manifieste en su momento oportuno. Porque el ministerio de la impiedad ya está actuando. Tan sólo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene, entonces se manifestará el Impío, a quien el Señor = destruirá con el soplo de su boca, = y aniquilará con la Manifestación de su Venida. La venida del Impío estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos, y todo tipo de maldades que seducirán a los que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la verdad que les hubiera salvado. Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira, para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la iniquidad.”

Seguramente lo que pretende el comentarista es decir que es la aparición de la Iglesia católica es el principio del final de los tiempos y que, por tanto, es el origen de todos los males que en el mundo es.

Pero lo peor no es eso (porque es falso) sino lo que se quiere defender en comentario al artículo que arriba se recoge. Y es que se dice que “se espera la caída de papado y así de la religión católica para que el mal en el mundo se acabe”.

Alguien puede decir que este pensamiento, aquí traído, es propio de una persona y ya está. Sin embargo, estamos más que seguros que el mundo protestante piensa lo mismo y que, por tanto, tienen a la Esposa de Cristo, tiene la culpa directa del mal. ¡Ojo al dato! No es que diga que por acción u omisión de la Iglesia fundada por Cristo, la católica, el mundo vaya mal o peor sino que ha contribuido, supondrá tal persona, a que vaya mal del todo y que sólo su desaparición acabará con los tales problemas.

Esto no es más que lo que es: simple anticatolicismo y manifestación de odio hacia la Iglesia católica. No es otra cosa.

Ciertamente, hay que estar ciego o ser bobo del todo para decir y sostener que el mal del mundo ha sido originado por la Iglesia católica: ciego por no ver el bien que ha hecho y que sigue haciendo (y que, Dios mediante, seguirá haciendo); bobo porque sostenella y no enmendalla desde hace tantos siglos es algo demasié, pasado de siglo y, en fin, torpe, torpe, torpe.

Sabemos, está claro, que la cantinela protestante es como una especie de mantra espiritual que vienen repitiendo desde que aquel monje, de nombre Lutero (prometo que nada tiene que ver conmigo… lo digo por el nombre) pensó que había descubierto América sin recordar que había sido una reina española, a más señas llamada católica, la que había hecho todo lo posible para que eso se produjese.

Todo esto, por supuesto, sin atacar el sano ecumenismo aun reconociendo que, francamente lo decimos, con tipos como éste (et alii) poco se va a conseguir. Vamos, nada de nada.

Nosotros, pues, a lo nuestro, y los protestantes, si es que Dios quiere, que vean la luz y vuelvan a la Iglesia, la católica, de la que nunca deberían haber salido por causas poco religiosas sino más mundanas de lo que se suele decir.

Y, como diría Cervantes para terminar El Quijote: vale. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán