La ley del deseo

El movimiento homosexual «busca racionalizar la revolución sexual y extenderla»

 

Reflexiones de Robert Reilly, destacado escritor norteamericano experto en política y extremismos, ex director de la Voz de América (VOA), y estudioso del Islam, argumentando que la reivindicación LGBTQ «no es una búsqueda de la verdad. Es una búsqueda de la auto justificación». Con decenas de escritos y obras, su libro más destacado sobre el extremismo islámico es The Closing of the Muslim Mind.

15/08/15 7:26 PM


(Portaluz) Sin embargo Reilly ha sorprendido a todos apuntando ahora su preocupación sobre el accionar organizado de la comunidad Lésbico, Gay, Bisexual, Teransexual, Qeer (LGBTQ). En su polémico libro Making Gay Okay. How Rationalizing Homosexual Behaviour is Changing Everything, publicado en 2014, argumenta el impacto demoledor que tendría sobre las sociedades de occidente el imponer lo Gay como arquetipo cultural que modela las creencias y valores de todos.

«Mientras más se aleje una sociedad de la verdad, más odiará a aquellos que la proclaman». La expresión que pertenece a George Orwell, es punta de lanza en la reflexión de Reilly al cuestionar la conducta política del movimiento LGBTQ.

En una reseña del libro en MercatorNet, Tracy Mehan III señala que la tesis de Reilly es que hay dos modos fundamentales de ver la realidad. Uno considera que las cosas pertenecen a una naturaleza que está ordenada a «fines que son inherentes a su esencia y que les hace ser lo que son» y tienen «propósitos innatos». El otro modo de ver la realidad piensa que las cosas no tienen una naturaleza o fin en sí mismas, «sino solo lo que hace que estén de acuerdo con nuestros propósitos y deseos». El primero supone una «primacía de la razón» y el segundo inclina a una «primacía del deseo».

«El debate sobre el "matrimonio" entre personas del mismo sexo -escribe Reilly- se refiere en definitiva a eso: la naturaleza de la realidad». Para él, «el movimiento homosexual busca la más amplia racionalización de la revolución sexual y se dedica a extenderla. La aceptación de cada variante de la conducta sexual errónea refuerza a las otras».

Pero cuando se niega la razón natural, la justicia se reduce a lo que es deseado, en vez de lo que es razonable, reflexiona el autor. Quienes así basen su libertad antes o después afrontarán las consecuencias de este punto de vista, escribe Reilly, pues «lo que parece una libertad sin límites es, de hecho, la consagración de la tiranía».

La racionalización de la conducta homosexual exige además, advierte, pasar por alto o negar que en la realidad su práctica sexual -por ser ajena al orden natural- expone a mayores riesgos para la salud según evidencian todas las cifras del Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades de Estados Unidos, concluye. Saliendo al paso de otros tópicos, Reilly niega que los grandes pensadores de la antigua Grecia fueran favorables a la conducta homosexual. «Sócrates y Platón condenaron inequívocamente los actos homosexuales como antinaturales», asegura Reilly citando varios pasajes de sus obras. Más aún, Aristóteles califica el sexo entre hombres como una de esas «cosas morbosas» mencionadas en la Ética a Nicómaco. Cuando se niega la naturaleza, la justicia se reduce a lo que es deseado, en vez de lo que es razonable concluye.

En declaraciones al periodista Alvino-Mario Fantini en MercatorNet, no se priva de generar polémica al referir cómo la concepción legal sobre el matrimonio ha podido cambiar con tanta rapidez y profundidad.

«El pez se pudre por la cabeza –apunta-, como dicen los chinos. Se ha ido abriendo paso a través de los razonamientos legales y de una completa separación entre moralidad y ley. Ahora podemos ver que la mayoría de nuestros jueces son positivistas, que no ven relación entre ley y moralidad. Repiten que no hay una argumentación racional contra el matrimonio homosexual, por lo que la oposición a este debe ser considerada un prejuicio. Sin embargo, hay abundantes decisiones de la Corte Suprema desde el siglo XIX que, de un modo muy aristotélico, hablan de cuál es el papel de la familia. Pero los tribunales nunca se preguntan por estos temas; solo dicen: «Esto es un prejuicio» y siguen adelante. Los jueces se han vuelto historicistas y han abandonado las «leyes de la naturaleza y del Dios de la naturaleza (como dice la Declaración de Independencia) en las que descansa su autoridad. Están rindiendo básicamente la naturaleza a la Historia, y haciéndolo, minan su propia autoridad para tomar decisiones. Es un tipo de suicidio moral y legal».

Reilly subraya además un tópico conocido y es que nada permite asegurar que uno nace siendo gay. «No hay prueba de un gen gay. Científicos homosexuales que han investigado el asunto han sido muy francos al decir: ‘No hemos descubierto tal cosa, aunque por supuesto pudiera haber componentes genéticos en la predisposición’. Pero hay componentes genéticos en casi todo, por lo que eso no dice mucho. Y la cifra del 10 por ciento (de homosexuales en el conjunto de la población) es completamente falsa. Es más bien un dos o un tres por ciento».

«Estoy convencido –agrega- de que un número de homosexuales tienen esa predisposición sin propia responsabilidad… Merecen ser tratados con mucha compasión por esta compulsión, que no es responsabilidad suya…».

El periodista le hace notar luego que la racionalización de algún comportamiento reñido con un determinado principio moral es común a todos los seres humanos. Todos lo hacemos, le cuestiona. Reilly responde:

«Todos tenemos apetitos desordenados y pasiones. Eso no es exclusivo de los homosexuales. Y cada vez que cedemos ante una pasión desordenada, creamos una falsa realidad para justificarla»...

«Como Aristóteles apunta en su Ética, el ser humano es incapaz de escoger algo a menos que lo vea como un ‘bien’ para sí mismo. Así que creamos una realidad alternativa en la que una cosa mala se convierte en buena, pero por lo general nos recuperamos de esto cuando admitimos nuestra culpa, y lo reconocemos como un mal. Entonces el orden moral se restaura. Pero si eliges cimentar tu vida en un acto inmoral –digamos que quieres ser un ladrón profesional, o que quieres un matrimonio o relación sodomítica–, entonces tienes que construir una racionalización más permanente que soporte los repetidos intentos de tu conciencia de intervenir y de decirte que debes sentirte culpable de lo que haces porque es intrínsecamente incorrecto»…

«Para que esta racionalización triunfe, no solo tienes que convencerte a ti mismo, sino a todos los que te rodean. Las personas que se involucran en la justificación de su mal comportamiento moral no están ‘buscando la verdad’ cuando incluyen a otros en la discusión sobre su comportamiento; están buscando proteger esa racionalización y universalizarla para salvaguardar un comportamiento que ellos desean mantener. Por eso vilipendian a cualquiera que se les opone y utilizan todos los medios para dejarlos fuera de combate. No es una búsqueda de la verdad. Es una búsqueda de la auto justificación».