El “sexo X”

El día 11/08/2015 el portal católico Aleteia publicó un artículo de Feliciana Merino Escalera titulado El sexo X: ¿Pueden elegir los padres el sexo de sus hijos? Enseguida dicho artículo fue reproducido por otros medios de comunicación católicos. El artículo defiende una reciente ley alemana que permite a los padres dejar en suspenso la decisión sobre el sexo de sus hijos “intersexuales”, optando en el registro civil por un “tercer sexo” ambiguo, llamado X. En apoyo de su tesis, la autora cita a Mauro Cabral, activista intersexual que procura “básicamente… detener la práctica de cirugías que normalizan el cuerpo de niños y niñas intersex” (véase aquí).

Es cierto que, como dice la autora, la “intersexualidad” es un fenómeno que requiere comprensión y sensibilidad; pero también es un tema complejo y delicado, en el que debemos extremar los esfuerzos para evitar manipulaciones por parte de adversarios de la antropología cristiana. En nuestra opinión, el artículo en cuestión no lo logra, y comete dos errores principales:

1) Cuando dice “me parece que Alemania ha dado un paso por el buen camino, acogiendo la diferencia y no disimulándola o menospreciándola”, confunde el debido respeto por las personas “intersexuales” con un aprecio por el trastorno biológico que sufren. Valorar positivamente un mal es un error. La intersexualidad no es una diferencia que deba ser acogida en cuanto tal, sino una anomalía orgánica que (en lo posible) debe ser combatida y corregida, como cualquier enfermedad o deformación.

2) Cuando cita aprobatoriamente estas palabras de Mauro Cabral: “(Las operaciones) mutilan la diversidad de nuestros cuerpos; mutilan nuestra sensibilidad genital y nuestra capacidad para el goce sexual, nuestra identidad y, en muchos casos, nuestra capacidad para optar por cirugías deseadas al llegar a ser adultos. Mutilan nuestro derecho a decidir aspectos centrales de nuestra vida”; insinúa que existe un derecho a decidir subjetivamente cuál es la propia identidad sexual. Se transmite la falsa impresión de que las personas “intersexuales” no son ni varones ni mujeres, de modo que su identidad sexual quedaría sujeta a su opción personal, incluyendo la opción de no optar por ninguno de los dos sexos. Incluso, en el peor caso, las palabras de Cabral podrían interpretarse así: no hay que operar a los intersexuales para que puedan disfrutar de los dos sexos; lo cual sería absurdo.

En los tiempos que corren, una ley como la ley alemana elogiada en el artículo que estamos comentando tiende inevitablemente a relativizar la identidad sexual y a abrir al menos una rendija a la nefasta ideología de género. Téngase en cuenta que el movimiento homosexualista agrega cada vez más letras a su sigla, identificándose hoy como LGBTIQ, donde L significa Lesbianas, G significa Gays, B significa Bisexuales, T significa Transexuales, I significa Intersexuales y Q significa Queers (“raros”). Los activistas intersexuales forman parte del gran movimiento homosexualista, animado por la ideología de género.

Esta ideología permite comprender una aparente paradoja: el movimiento LGBTIQ (en su aspecto T) es favorable a las operaciones quirúrgicas de “cambio de sexo” (que en realidad no cambian el sexo), pero (en su aspecto I) se opone a las operaciones que pretenden resolver el trastorno del desarrollo sexual de los niños “intersexuales”. En el marco de esa falsa ideología hay una coherencia: se apoyan las operaciones para los transexuales porque corresponden a su deseo; se rechazan las operaciones para los niños pequeños “intersexuales” porque aún no pueden manifestar su voluntad; se prefiere que crezcan con su “diversidad sexual” a cuestas y luego elijan un sexo conforme a su deseo.

Una de las estrategias favoritas del movimiento LGBTIQ es exagerar, mediante manipulaciones estadísticas, las cantidades o porcentajes de personas con las características que ese movimiento promueve. Los casos de personas con verdadera ambigüedad sexual (“hermafroditismo verdadero”) son rarísimos. Aunque también son raros, son mucho más frecuentes los casos de pseudo-hermafroditismo (masculino o femenino). En estos casos no hay duda alguna sobre la identidad sexual de la persona: se trata de varones con un trastorno del desarrollo sexual o de mujeres con un trastorno del desarrollo sexual. Mediante el nuevo término “intersexuales” se pretende agrupar todos los casos para alcanzar un porcentaje significativo, aunque pequeño, de la población. O sea, se nos quiere convencer de que (por ejemplo) los varones con penes con alguna anomalía son “intersexuales”, en vez de ser varones que sufren una patología. Lo mismo para las mujeres. Y además se pretende obligarnos a valorar y acoger la diversidad de los intersexuales y a respetar su “derecho” a elegir su identidad sexual; por supuesto, no se dice que la persona tiene el deber de elegir según la realidad objetiva, o sea según su verdadera identidad sexual.

El artículo confunde porque protesta contra una injusticia motivada por la ideología de género (las operaciones del Dr. John Money), pero lo hace citando a un activista cuya protesta está motivada por una versión más radical y más coherente de la misma ideología. Pasamos a explicar esto.

Podríamos llamar “machismo tradicional” a una falsa ideología que ha llevado a médicos y padres a cometer errores en esta materia: cuando un varoncito nacía con un pene demasiado pequeño o deforme, que le impediría una relación sexual normal, algunos pensaban así: “Si no puede penetrar, entonces que pueda ser penetrado. Si no puede ser un varón normal, entonces que sea una mujer”. Esta forma de pensar condujo a algunas mutilaciones genitales de niños varones. Más adelante este sofisma fue reforzado por la ideología de género: la mutilación genital de un varoncito no importa, porque el género es cultural, no biológico. Después de la operación –según una versión de esta ideología–, basta que los padres vistan al bebé de rosado, lo hagan jugar con muñecas y, en suma, lo traten como una niña, para que llegue a ser una mujer. Cosa absurda y que dio resultados funestos. El movimiento intersexual protesta contra esas operaciones injustas, pero también contra las operaciones justas; porque no protesta en nombre del respeto debido a la identidad sexual objetiva de la persona, sino en nombre de una teoría que dice que en realidad no hay dos sexos, sino una gama continua de infinitos sexos, que las nociones de varón y mujer son convenciones arbitrarias, y que debemos valorar toda diversidad sexual y dejar que cada uno elija su identidad sexual libremente. Así que su crítica, en parte justa, empeora aún más las cosas, porque se opone también a las operaciones que eliminan o alivian los trastornos del desarrollo sexual de los niños, respetando su realidad biológica; y en cambio apoya las operaciones de adultos para asemejarse al sexo que uno querría tener, incluso en contra de su sexo natural. Pero nadie puede elegir su sexo, tampoco la persona “intersexual”. Seguramente en algunos casos muy complejos de hermafroditismo verdadero los padres deban esperar el desarrollo del niño para descubrir su identidad sexual real. Pero en la mayoría de los casos no hay verdadera ambigüedad sexual. Para estos últimos, ¿cómo soslayar el derecho-deber de la patria potestad, o sea de los padres, de procurar la salud de sus hijos (por cierto, basándose en una previa información técnica completa y veraz, no ideologizada)?

Por último, la ley alemana en cuestión no sólo es muy discutible y peligrosa, sino en cierto modo inútil, ya que ni siquiera resuelve el problema que pretende resolver. Supongamos que los padres inscriben en el Registro Civil a su hijo “intersexual” con el “sexo X”. Ahora bien: ¿Le van a dar también un nombre neutro (como R2D2)? ¿Van a referirse a su hijo como “ello” en vez de “él” o “ella”? ¿Van a tratarlo siempre en forma neutra? Seguramente no. En definitiva, lo más simple y lógico sería que registraran a su hijo como varón o mujer en función de su sexo aparente, aún a riesgo de equivocarse. El posible error de registro podría corregirse más tarde. Si las leyes, en muchos países (como Uruguay), ya permiten el cambio de sexo registral según el sentimiento subjetivo de la persona, con mucha más razón permitirán el cambio de sexo registral según la realidad objetiva, para corregir un error del registro en el momento del nacimiento.

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Lic. Néstor Martínez Valls