El 40% de la infancia y adolescencia urbana pertenece en 2014
a hogares por debajo de la línea de pobreza económica,
mientras que el 9,5% por debajo de la línea de indigencia. Y
como dato positivo, la cobertura de alimentación gratuita en
comedores escolares y de la sociedad civil se ha incrementado
de modo sostenido alcanzando el 28,2%.
Lo revela el último
informe del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia.
Serie del Bicentenario (2010-2016), recién presentado en
Buenos Aires por la Pontificia Universidad Católica
Argentina.
Resumen de resultados
En los últimos cinco años alrededor del 80% de la infancia
y adolescencia en la Argentina urbana forma parte del sistema
de seguridad social. Ello fue posible por la ampliación del
sistema con la implementación de la Asignación Universal por
Hijo en el último trimestre de 2009.
El 21,5% de la infancia y adolescencia pertenece a hogares
que tienen dificultades económicas para acceder a los
alimentos, y en el interior de este grupo 8,4% registra
privaciones alimentarias graves (alrededor de 950 mil niños/as
y adolescentes).
La cobertura de alimentación gratuita en comedores
escolares y de la sociedad civil se ha incrementado de modo
sostenido alcanzando una cobertura de 28,2%, con una adecuada
focalización en los sectores sociales más vulnerables (40%).
Algo más de la mitad de la infancia y adolescencia en la
Argentina urbana tiene como única opción la atención de la
salud en el sistema público (alrededor de 5,8 millones). En
este marco, se estima que 26% de la niñez y adolescencia no
realizó durante 2014 un control de su salud y 47,5% no
controló su salud bucal.
La salud del niño/a sano también se ve vulnerada por las
condiciones del hábitat de vida. En relación a la vivienda, si
bien se registran mejoras en la calidad de la construcción de
las mismas, en la disponibilidad de espacio para sus miembros
y en las condiciones de saneamiento, en 2014 aún 17,7% de la
infancia reside en viviendas precarias en la calidad de su
construcción, 19,9% en situación de hacinamiento y 43,3% en
condiciones inadecuadas de saneamiento.
A partir de las medidas indirectas de pobreza e indigencia
(según el acceso a recursos económicos) se estima que en 2014
un 40% de la infancia y adolescencia urbana pertenecía a
hogares por debajo de la línea de pobreza económica y 9,5% por
debajo de la línea de indigencia. En estos indicadores se
advierte una tendencia negativa desde el 2012. Mientras que la
pobreza directa que se calcula a través del índice de
Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) se estima un déficit
de tipo estructural de 26,2%. Y, en este caso la tendencia es
positiva como consecuencia de la mejora en algunos indicadores
de la calidad de la vivienda y propensión al hacinamiento.
En la escolarización de los adolescentes se reconocen
progresos seguramente como efecto de la condicionalidad de la
AUH. Este impacto positivo ha sido verificado por estudios
propios y ajenos. Aún existe un desafío de inclusión en la
escuela secundaria (6,5% no asiste y 20,4% asiste con rezago
educativo).
Los niveles de déficit en estas ofertas educativas son más
amplios en la educación primaria que en la secundaria. En
efecto, entre los escolares el déficit de enseñanza de
computación era en 2014 de 40,7% y en la enseñanza de idioma
extranjero era 36,6%. En los adolescentes escolarizados en la
educación secundaria los déficits fueron de 24% y 11%,
respectivamente.
El 57,4% de la infancia se encuentra privada del ejercicio
de derechos en al menos una de siguientes dimensiones de
derechos: vivienda, saneamiento, alimentación, estimulación
temprana, información, educación y salud y 18,3% en aspectos
severos de las mismas (2 millones de chicos/as).
Se estima, que en 2014, aproximadamente cuatro de cada diez
chicos/as menores de 13 años no suelen compartir historias
orales o cuentos con otros miembros de su familia, y una
proporción similar no tiene en su hogar libros infantiles. En
los primeros años de vida, a tres de cada diez niños/as no le
cuentan cuentos, y casi cuatro de cada diez no tienen libros
infantiles.
La mitad de los adolescentes entre 13 y 17 tiene déficit de
comportamiento lector, es decir que no tiene hábito de lectura
de textos impresos.
El déficit en las oportunidades de socialización también
puede apreciarse en la proporción de chicos/as entre los 5 y
17 años que no realizan deportes u actividades físicas
extraescolares, o artísticas o culturales (57% y 86%,
respectivamente).
En el período bajo análisis se registra una merma del
trabajo en actividades domésticas intensivas y en trabajos
económicos en el mercado en alrededor de 6 p.p. entre puntas
(2010-2014). Esta merma respondió en mayor medida a una caída
en el trabajo económico que en el doméstico intensivo. Todavía
en el marco de estos progresos se estima que 4,6% de los
chicos/as entre 5 y 17 años en 2014 realizaba tareas
domésticas intensivas en la órbita de sus propios hogares y
9,6% realizaba actividades económicas para el mercado. Esta
propensión se duplica en los adolescentes y presenta
diferencia entre sexos. Las condiciones socioeconómicas de los
hogares son la principal condición.