ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 06 de septiembre de 2015

La frase del día 6 de septiembre

"La Misa es la devoción de los santos". San Juan María Vianney

 


El papa Francisco

El Papa pide a Venezuela y Colombia que superen las dificultades con solidaridad
Después del tradicional rezo del Ángelus, Francisco ha recordado la dolorosa situación que se ha creado en la frontera entre ambos países

Francisco: 'Cada parroquia, comunidad y santuario de Europa acoja a una familia de refugiados'
Ante la tragedia de miles de personas que huyen de la muerte, el Santo Padre ha hecho un llamamiento a testimoniar concretamente el Evangelio

El Papa en el Ángelus: 'Nuestro pecado es crear islas inaccesibles e inhóspitas'
Texto completo. Francisco explicó este domingo que Dios no está cerrado en sí mismo, sino que se comunica con la humanidad a través de su Hijo

Espiritualidad y oración

¿Qué es un Sínodo papás?
Catequesis para toda la familia

La maternidad de la Iglesia
'Palabra y Vida' del arzobispo de Barcelona

Beata Eugenia Picco - 7 de septiembre
«Desde un hogar desestructurado, pasando por la asfixia espiritual de un ambiente mundano, halló la paz y la felicidad en el convento parmesano de las Pequeñas Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María»


El papa Francisco


El Papa pide a Venezuela y Colombia que superen las dificultades con solidaridad
 

Después del tradicional rezo del Ángelus, Francisco ha recordado la dolorosa situación que se ha creado en la frontera entre ambos países

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

El papa Francisco se ha referido este domingo a la “dolorosa situación que se ha creado en la frontera” de Venezuela y Colombia, cerrada desde el pasado 19 de agosto, para asegurar a ambos países que “con espíritu de solidaridad y fraternidad, se pueden superar las actuales dificultades”. En estos términos se ha expresado el Santo Padre después del tradicional rezo del Ángelus.

“En estos días, los obispos de Venezuela y Colombia se han reunido para examinar juntos la dolorosa situación que se ha creado en la frontera entre ambos países”, ha dicho en español el Pontífice. “Veo en este encuentro un claro signo de esperanza”, ha añadido.

En este sentido, el Obispo de Roma ha invitado “a todos, en particular a los amados pueblos venezolano y colombiano, a rezar para que, con un espíritu de solidaridad y fraternidad, se puedan superar las actuales dificultades”.

El pasado 19 de agosto, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ordenó el cierre de la frontera con Colombia. Desde entonces, al menos 1.355 colombianos fueron deportados y otros 15 mil ciudadanos regresaron voluntariamente a su país procedentes de Venezuela.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Francisco: 'Cada parroquia, comunidad y santuario de Europa acoja a una familia de refugiados'
 

Ante la tragedia de miles de personas que huyen de la muerte, el Santo Padre ha hecho un llamamiento a testimoniar concretamente el Evangelio

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

El papa Francisco ha pedido este domingo “a las parroquias, a las comunidades religiosas, a los monasterios y a los santuarios de toda Europa” que acojan a familias de refugiados en preparación al Jubileo de la Misericordia y ha anunciado que así lo van a hacer en los próximos días “las dos parroquias del Vaticano”.

“Ante la proximidad del Jubileo de la Misericordia, hago un llamamiento a las parroquias, a las comunidades religiosas, a los monasterios y a los santuarios de toda Europa para que expresen la concreción del Evangelio y acojan a una familia de refugiados”, ha dicho el Pontífice después del tradicional rezo del Ángelus. Se trata de “un gesto concreto en preparación al Año Santo de la Misericordia”, ha añadido.

“Que cada parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario de Europa acoja a una familia, comenzando por mi diócesis de Roma”, ha insistido el Santo Padre desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico.

Al referirse a la crisis migratoria, el Papa ha recordado que la misericordia de Dios viene reconocida a través de las obras humanas “como nos ha testimoniado la vida de la beata Madre Teresa de Calcuta, de la que ayer se ha conmemorado el aniversario de su muerte”.

“Ante la tragedia de decenas de miles de refugiados que huyen de la muerte por la guerra y el hambre, y que han emprendido una marcha movidos por la esperanza, el Evangelio nos llama a ser 'próximos' a los más pequeños y abandonados. A darles una esperanza concreta”, ha afirmado Francisco. “No vale decir solo: '¡Ánimo, paciencia!...' La esperanza cristiana es combativa, con la tenacidad de quien va hacia una meta segura”, ha enfatizado.

Por este motivo, el Pontífice se ha dirigido expresamente a los obispos del Viejo Continente para pedirles que apoyen en las diócesis su llamamiento, “recordando que misericordia es el segundo nombre del amor: 'Todo lo que hayáis hecho en favor del más pequeño de mis hermanos, a mí me lo habéis hecho'”. Y para dar ejemplo, el Santo Padre ha anunciado que en los próximos días “también las dos parroquias del Vaticano acogerán a dos familias de refugiados”.

 

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


El Papa en el Ángelus: 'Nuestro pecado es crear islas inaccesibles e inhóspitas'
 

Texto completo. Francisco explicó este domingo que Dios no está cerrado en sí mismo, sino que se comunica con la humanidad a través de su Hijo

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Como cada domingo, el papa Francisco rezó el Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro.

Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:

"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy relata la curación de un sordomudo por parte de Jesús, un acontecimiento prodigioso que muestra cómo Jesús restablece la plena comunicación del hombre con Dios y con los demás hombres. El milagro está ambientado en la zona de la Decápolis, es decir, en pleno territorio pagano; por lo tanto, aquel sordomudo que es llevado ante Jesús se transforma en el símbolo del no creyente que cumple un camino hacia la fe. En efecto, su sordera expresa la incapacidad de escuchar y de comprender no solo las palabras de los hombres, sino también la Palabra de Dios. Y san Pablo nos recuerda que “la fe nace de la escucha de la predicación”.

La primera cosa que Jesús hace es llevar a aquel hombre lejos de la multitud: no quiere dar publicidad al gesto que va a realizar, pero no quiere tampoco que su palabra sea cubierta por el estruendo de las voces y las habladurías del entorno. La Palabra de Dios que Cristo nos transmite necesita de silencio para ser acogida como Palabra que sana, que reconcilia y restablece la comunicación.

Se evidencian después dos gestos de Jesús. Él toca las orejas y la lengua del sordomudo. Para restablecer la relación con aquel hombre “bloqueado” en la comunicación, busca primero restablecer el contacto. Pero el milagro es un don que viene de lo alto, que Jesús implora al Padre; por eso, levanta los ojos al cielo y ordena: '¡Ábrete!' Y las orejas del sordo se abren, se desata el nudo de su lengua y comienza a hablar correctamente.

La enseñanza que sacamos de este episodio es que Dios no está cerrado en sí mismo, sino que se abre y se pone en comunicación con la humanidad. En su inmensa misericordia, supera el abismo de la infinita diferencia entre Él y nosotros, y sale a nuestro encuentro. Para realizar esta comunicación con el hombre, Dios se hace hombre: no le basta hablarnos a través de la ley y los profetas, sino que se hace presente en la persona de su Hijo, la Palabra hecha carne. Jesús es el gran “constructor de puentes” que construye en sí mismo el gran puente de la comunión plena con el Padre.

Pero este Evangelio nos habla también de nosotros: a menudo nosotros estamos replegados y encerrados en nosotros mismos, y creamos muchas islas inaccesibles e inhóspitas. Incluso las relaciones humanas más elementales a veces crean realidades incapaces de apertura recíproca: la pareja cerrada, la familia cerrada, el grupo cerrado, la parroquia cerrada, la patria cerrada. Y esto no es de Dios. Esto es nuestro. Es nuestro pecado.

Sin embargo, en el origen de nuestra vida cristiana, en el Bautismo, están precisamente aquel gesto y aquella palabra de Jesús: '¡Effetá! - ¡Ábrete!'. Y el milagro se ha cumplido: hemos sido curados de la sordera del egoísmo y del mutismo de la cerrazón, y del pecado, y hemos sido insertados en la gran familia de la Iglesia; podemos escuchar a Dios que nos habla y comunicar su Palabra a cuantos no la han escuchado nunca, o a quien la ha olvidado y sepultado bajo las espinas de las preocupaciones y de los engaños del mundo.

Pidamos a la Virgen Santa, mujer de la escucha y del testimonio alegre, que nos sostenga en el compromiso de profesar nuestra fe y de comunicar las maravillas del Señor a los que encontramos en nuestro camino".

Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:

Angelus Domini nuntiavit Mariae...

Al concluir la plegaria, el Pontífice se refirió a la crisis de los refugiados en Europa:

"Queridos hermanos y hermanas,

la Misericordia de Dios viene reconocida a través de nuestras obras, como nos ha testimoniado la vida de la beata Madre Teresa de Calcuta, de la que ayer se ha conmemorado el aniversario de su muerte.

Ante la tragedia de decenas de miles de refugiados que huyen de la muerte por la guerra y el hambre, y que han emprendido una marcha movidos por la esperanza vital, el Evangelio nos llama a ser “próximos” a los más pequeños y abandonados. A darles una esperanza concreta. No vale decir solo: '¡Ánimo, paciencia!...' La esperanza cristiana es combativa, con la tenacidad de quien va hacia una meta segura.

Por tanto, ante la proximidad del Jubileo de la Misericordia, hago un llamamiento a las parroquias, a las comunidades religiosas, a los monasterios y a los santuarios de toda Europa para que expresen la concreción del Evangelio y acojan a una familia de refugiados. Un gesto concreto en preparación al Año Santo de la Misericordia.

Que cada parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario de Europa acoja a una familia, comenzando por mi diócesis de Roma.

Me dirijo a mis hermanos los Obispos de Europa, verdaderos pastores, para que en sus diócesis apoyen mi llamamiento, recordando que Misericordia es el segundo nombre del Amor: 'Todo lo que hayáis hecho en favor del más pequeño de mis hermanos, a mí me lo habéis hecho'.

También las dos parroquias del Vaticano acogerán en los próximos días a dos familias de refugiados".

El Papa prosiguió su discurso recordando los problemas fronterizos entre Venezuela y Colombia:

"Ahora diré unas palabras en español sobre la situación entre Venezuela y Colombia.

En estos días, los Obispos de Venezuela y Colombia se han reunido para examinar juntos la dolorosa situación que se ha creado en la frontera entre ambos Países. Veo en este encuentro un claro signo de esperanza. Invito a todos, en particular a los amados pueblos venezolano y colombiano, a rezar para que, con un espíritu de solidaridad y fraternidad, se puedan superar las actuales dificultades".

Francisco también recordó la beatificación en Gerona de tres religiosas mártires:

"Ayer en Gerona, en España, han sido proclamadas beatas Fidela Oller, Josefa Monrabal y Facunda Margenat, hermanas del Instituto de Religiosas de San José de Gerona, asesinadas por su fidelidad a Cristo y a la Iglesia. A pesar de las amenazas y las intimidaciones, estas mujeres permanecieron valientemente en su lugar para asistir a los enfermos, confiando en Dios. Su heroico testimonio, hasta la efusión de la sangre, conceda fortaleza y esperanza a cuantos hoy son perseguidos por su fe cristiana. Y sabemos que son muchos".

Sobre la XI edición de los Juegos Africanos, el Pontífice dijo:

"Hace dos días se han inaugurado en Brazaville, capital de la República del Congo, los undécimos Juegos Africanos, en los que participan miles de atletas de todo el continente. Deseo que esta gran fiesta del deporte contribuya a la paz, a la fraternidad y al desarrollo de todos los países de África. Saludo, saludemos a los africanos que están haciendo estos undécimos Juegos".

A continuación llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Santo Padre:

"Saludo cordialmente a todos ustedes, queridos peregrinos que han venido de Italia y de varios países; en particular, al coro "Harmonia Nova" de Molvena, a las Hijas de la Cruz, a los fieles de San Martino Buon Albergo y Caldogno, y a los jóvenes de la diócesis de Ivrea, que han llegado a Roma a pie por la Vía Francígena".

Como de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención diciendo:

"A todos les deseo un buen domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!"

(Texto traducido y transcrito del audio por ZENIT)

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Espiritualidad y oración


¿Qué es un Sínodo papás?
 

Catequesis para toda la familia

Por Carmen Francisco

Madrid, (ZENIT.org)

Había pensado preguntárselo a los abuelos.
Es nuestro primer domingo sin ellos, después de todas las vacaciones juntos y ya los extraño mucho.

H: ¿Sabéis vosotros qué es un Sínodo?
P: Un Sínodo hijo, significa: Encuentro en el camino.
Proviene del latín sinôdus, caminar juntos.
H: Es difícil, por qué no entiendo si es casualidad ese encuentro o se ponen de acuerdo para encontrarse y seguir juntos.
P: Tienes mucha razón hijo, faltan datos para entenderlo mejor.
Un Sínodo en la Iglesia se refiere a una reunión de autoridades religiosas. El Papa Francisco ha dicho que hay un tema muy importante que conversar y ponerse de acuerdo. Ha pedido a los obispos que se reúnan con él en Octubre de este año.
H: Ahh, entonces, SI, se ponen de acuerdo para encontrarse. ¿Y cuál es ese tema importante?
P: La Familia.
H: ¿Nosotros y todas las familias?
P: Sí hijo, así es. Los obispos se van a reunir el 17 de Octubre 2015 con el Papa Francisco para contarle lo que cada párroco sabe de las familias que van a sus parroquias y las que quedan sin ir.
H: ¿Le contarán de nosotros también? Que vamos contentos a catequesis, que rezamos por las noches. ¿Y de tito Jorge, que se ha separado y ya no va tanto a la iglesia? ¿Y que por eso mis primas no han hecho la primera comunión pero que ellas si quieren hacerla? ¿Y de que los abuelos me cuentan más historias de Jesús que vosotros? Pero que ya no los vemos mucho.
P: Sí hijo, nuestro párroco se reunirá con el obispo de nuestra ciudad y le contará de todas las familias. El Obispo irá a Roma a reunirse con más obispos y juntos con el Papa buscarán métodos poder acompañar a las familias de todo el mundo.
H: ¿Por qué dices acompañar a todas las familias si ellos son menos que todas las familias? No alcanzan.
P: Cristo nos dejó su buena noticia, su Evangelio, el amor. Ese amor Jesús lo quiere para todos. La Iglesia quiere llevarlo y acompañar a todos. Eso se llama evangelizar.
H: ¿La Familia es como el corazón de Jesús, él nos quiere conocer a todos y acompaña a todos?
¿Por eso el Papa quiere hacer como Jesús y saber de nosotros y de cada familia, hasta de las que no van a la iglesia para querernos y rezar todos?
P: Sí hijo, así es.
Lo has dicho tan bien que cuando termine el Sínodo estoy seguro te gustará saber lo que han acordado.
H: Sí papá, querré me cuentes las conclusiones. Por que así caminamos juntos con nuestra Iglesia. 

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


La maternidad de la Iglesia
 

'Palabra y Vida' del arzobispo de Barcelona

Por Card. Lluís Martínez Sistach

Barcelona, (ZENIT.org)

El 8 de septiembre es la fiesta del nacimiento de la Virgen María, día en que celebran la fiesta patronal muchos de los santuarios marianos de nuestro país. Otros años he aprovechado esta fiesta para hablar de la presencia de la Virgen en nuestra tierra, una presencia tan numerosa y tan arraigada que ha marcado profundamente nuestra historia.

Este año quisiera comentar cómo María ha de inspirar la dimensión maternal de la Iglesia. El papa Francisco, profundamente devoto de la Virgen, ha hablado de la maternidad de la Iglesia en varias ocasiones. La maternidad, a nivel humano, ya indica proximidad, misericordia, acogida y cuidado del hijo. Y la Iglesia está llamada a actuar con entrañas de misericordia, con proximidad a las personas, con espíritu de acogida y de comprensión.

“La madre da afecto, acaricia, toca, besa, ama. Cuando la Iglesia, ocupada en mil cosas, no tiene cuidado de la proximidad y se comunica sólo con documentos, es como una madre que se comunicara con sus hijos sólo por carta”, declaró el Papa con motivo de la visita pastoral a Brasil. En esta visita, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Río de Janeiro, tuvo una especial significación el discurso que el Papa dirigió a los obispos del país.

La Iglesia -dijo Francisco a los obispos-, como manifestación que es del Reino de Dios, es la expresión del amor de la Santísima Trinidad. “Por eso somos invitados repetidamente a ser una Iglesia que da a luz, que amamanta, hace crecer, corrige, alimenta, que enseña a caminar dando la mano... Tenemos necesidad, pues, de una Iglesia que sea capaz de redescubrir las entrañas maternales de la misericordia. Sin la misericordia poco se puede hacer hoy para integrarse en un mundo de personas heridas, que necesitan comprensión, perdón y amor.”

En la maternidad de la Iglesia, podemos captar también la manera de la transmisión de la fe. Esta transmisión comporta siempre una relación personal, un contacto testimonial de persona a persona. La transmisión de documentos o de noticias -hoy tan facilitada por las nuevas tecnologías- tiene una función valiosa, pero no es suficiente. Por eso es sobre todo en la relación entre las personas, en el encuentro -un concepto muy presente en las enseñanzas del papa Francisco- donde nos podemos acercar a aquella proximidad que ayuda a crear, ya en esta tierra, el cielo nuevo y la tierra nueva de que nos habla la Sagrada Escritura.

En el pensamiento del Santo Padre esta dimensión maternal de la Iglesia debe manifestarse también en su capacidad de ir al encuentro de los pobres, que hoy y siempre son los destinatarios privilegiados del Evangelio. Este encuentro con los pobres se produce cuando la Iglesia misma es sencilla y pobre. Por eso ha pasado a ser emblemático el deseo que Francisco expresó en el primer encuentro con los medios de comunicación tras ser elegido: “¡Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!”.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Beata Eugenia Picco - 7 de septiembre
 

«Desde un hogar desestructurado, pasando por la asfixia espiritual de un ambiente mundano, halló la paz y la felicidad en el convento parmesano de las Pequeñas Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María»

Por Isabel Orellana Vilches

Madrid, (ZENIT.org)

Es cierto que el influjo positivo de la familia hacia la fe ha suscitado numerosas vocaciones a lo largo de los siglos. Pero no es una condición sine qua non para ello. Eugenia, que nació en Crescenzago, Milán, Italia, el 8 de noviembre de 1867, era hija de un matrimonio desestructurado. Su padre José Picco, ciego, fue un destacado músico de la prestigiosa Scala de Milán. Y su madre, Adelaida del Corno, se dejó llevar por la debilidad, que no fue precisamente su esposo, y se entregó en brazos de la fama y oropeles rindiendo culto a la vanidad y al fulgor del dinero. Incansable viajera, buscando tal vez una felicidad que se le resistía y que no encontraría nunca en la forma de vida disipada que solía llevar, no dudaba en dejar a la pequeña con sus abuelos. Primeramente, salía para acompañar a su marido, pero cuando un día regresó a casa sin él (desaparecido misteriosamente en el transcurso de un viaje a Rusia), continuó con sus desmanes. Y Eugenia se vio obligada a soportar al nuevo compañero de su madre, con el que ésta tuvo tres hijos más, y a escuchar todo lo estoicamente que le fue posible los reproches maternos porque soñaba para ella un futuro como artista, además de sufrir los inconvenientes creados por su amante.

Sin duda ninguna, éste no era el ambiente propicio para que se forjara una vocación. «Peligros y ocasiones tanto en casa como afuera», diría Eugenia después. Y es que su pasión adolescente, incontenible a sus 14 años, se volcó en un muchacho joven. Era hermosa y elegante; su atractivo se completaba con sus dotes para la música. Desenvuelta y libre iba y venía inmersa en la farándula. Por fortuna, una profesora, Giuseppina Allegri, experta en los conflictos que surgen a estas edades, se ocupó de ella. Debió apreciar los nobles sentimientos que poseía y orientó sus pasos hacia quienes podían ayudarla espiritualmente. Allegri le presentó a la religiosa María Virginia Pizzetti. La beata se convenció de la certeza de las palabras de Pizzetti: era Jesús el que obraba en su interior; nadie más. La presencia divina que latía en su corazón, aún sin estar familiarizada con ella todavía, le alentaba a orar creyendo y esperando recibir una respuesta tanto en la capilla de las hermanas ursulinas del Sagrado Corazón como en la basílica milanesa de San Ambrosio. Una noche de particular sufrimiento, en la primavera de 1886, a través de una imagen que pendía sobre la pared bajo la cual tenía su cama, en medio de su oración se sintió llamada a vivir la santidad.

Tenía casi 20 años y la invitación de Dios era para ella un torrente de bendiciones. Pensaba que su verdadero hogar sería la Congregación de las Pequeñas Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, sita en Parma. Una Orden a la que se encaminó por sugerencia de las ursulinas que consideraron más oportuno que se integrase en esa fundación, valorando el hecho de que ello le permitiría escapar del ambiente asfixiante que le rodeaba en Milán. Para llevar a cabo su empeño, en agosto de 1887 tuvo que huir de su domicilio. Agustín Chieppi, artífice de esa Obra creada en 1865 junto a Anna Micheli, la acogió paternalmente. Se hizo cargo de su sufrimiento y de las circunstancias en las que había tenido que vivir. Y en agosto del año siguiente comenzó el noviciado. Profesó en presencia del fundador en 1891 y emitió votos perpetuos en 1894. El resto de su vida lo destinó a cumplir la voluntad de Dios con espíritu generoso, fiel, humilde… Ella misma sintetizaba su anhelo, diciendo: «Como Jesús ha escogido el pan, algo tan común, así debe ser mi vida, común... accesible a todos y, al mismo tiempo, humilde y escondida, como lo es el pan».

Impartió música, canto y francés a las alumnas del colegio de la Congregación. Después le encomendaron sucesivas misiones. Fue maestra de novicias, archivista, secretaria general y consejera. En 1911 fue elegida superiora general, oficio que desempeñó hasta el fin de sus días. Logró que su gobierno fructificase por su caridad, prudencia y fidelidad al carisma de su fundador. Su sostén fue la oración y la Eucaristía. En el decurso de la Primera Guerra Mundial se volcó en curar a los heridos acogidos por la comunidad en la casa madre. Pero allí acudían también los que estaban ingresados en hospitales. Ellas enseñaban a los hijos de los reclutados en el frente ya que estos muchachos no podían recibir formación. Los que nada poseían, los niños, los que nadie estimaba hallaron en Eugenia una madre. Era extraordinariamente sensible al dolor del prójimo. Seguro que en esos días aciagos, de tanto sufrimiento, recordó vivamente las palabras que les dirigía su fundador: «Tenéis que estar listas para ir hasta los campos de batalla». «Las Pequeñas Hijas tienen que estar listas a donar la última gota de su sangre para los hermanos».

Todo en Eugenia fue una suma de mortificación, obediencia e inocencia evangélicas. Supo sobrenaturalizar lo ordinario con religiosa maestría. Muchos le confiaban sus cuitas, buscaban su consejo y salían fortalecidos. Fue una gran formadora. No tuvo buena salud, y aún se debilitó más con las privaciones y sacrificios. En 1919, año en el que fue reelegida superiora general, a causa de la tuberculosis ósea se le amputó el pie derecho, un episodio dramático que acogió serenamente. Mons. Conforti, prelado de Parma, le aconsejó paternalmente: «No se gobierna con los pies, sino con la cabeza». Ciertamente. Lo que antes era ir y venir quedó «reducido», si así puede decirse, a la ofrenda en estricta oración. Nada más fecundo que ello. Las secuelas no le abandonaron y murió el 7 de septiembre de 1921. Fue beatificada el 7 de octubre de 2001 por Juan Pablo II. En su homilía recordó que «ante el sufrimiento, con los inevitables momentos de dificultad y desasosiego que entraña […], supo transformar la experiencia del dolor en ocasión de purificación y crecimiento interior».

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba