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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 21 de septiembre de 2015

Viajes pontificios

-- 18.50, Francisco a la juventud cubana: “Sean capaces de crear la amistad social”
El Papa se reunió con los jóvenes del Centro Cultural Padre Félix Varela de La Habana

-- 17.30 El Papa: “Pobreza y misericordia: ahí está Jesús”
La Habana, Catedral de la Inmaculada Concepción y San Cristóbal: En el encuentro con sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas, el Papa deja de lado el discurso escrito e improvisa reflexionando sobre la pobreza y la misericordia

--16.00, Raúl Castro recibe al Papa en el Palacio de la Revolución de La Habana
El presidente cubano y el Pontífice sostuvieron una conversación privada durante la visita de cortesía

El Papa visita a Fidel Castro en su casa transformada en clínica
El encuentro privado con el enfermo líder de 89 años ha durado unos 40 minutos. Francisco es el tercer Papa con el que se reúne Fidel

El Papa pide a los periodistas del vuelo papal ser puentes de paz
Durante el viaje de Roma a Cuba, el Santo Padre saludó a la prensa que le acompaña en el avión y agradeció la labor de los periodistas que en estos días cubren el viaje

--10:15, El Papa en el ángelus - 'No podemos permitir otro fracaso de la paz en Colombia'
La Habana: El Santo Padre pide que la sangre vertida por miles de inocentes, unida a la del Señor en la Cruz, sostenga los diálogos de paz que se realizan en Cuba

-- 9:00, Francisco en la misa: “El servicio nunca es ideológico”
La Habana, Plaza de la Revolución: En la eucaristía el Papa invita a servir a las personas, evitando el servicio que sirve a los 'míos' en nombre de los 'nuestros'. Servir, sí, 'la fragilidad de los hermanos'

Viaje a Cuba: programa del Papa - día domingo 20
En La Habana celebrará la misa en la plaza; encontrará a autoridades; celebrará las vísperas con los consagrados; encontrará a los jóvenes

El papa Francisco

Texto completo de la homilía del papa Francisco en La Habana
La importancia de un pueblo o de una persona siempre se basa en cómo sirve la fragilidad de sus hermanos. Quien no vive para servir, no sirve para vivir

Texto completo de la homilía del Santo Padre en las vísperas en la Catedral de La Habana
El Papa pide a los sacerdotes que no le tengan miedo a la misericordia y que dejen que fluya por sus manos y por su abrazo de perdón

Texto completo del mensaje a los jóvenes del Centro Cultural Padre Félix Varela
El Papa insta a los que piensan distinto a recurrir al diálogo y advierte que el mundo se destruye por la enemistad

Espiritualidad y oración

San Ignacio de Santhià Belvisotti - 22 de septiembre
«Este humilde capuchino que tuvo la gracia de atraer a incontables personas a la fe, ha sido considerado el padre de los pecadores y de los desesperados, cazador y refugio de pillos y truhanes»  


Viajes pontificios


-- 18.50, Francisco a la juventud cubana: “Sean capaces de crear la amistad social”
 

El Papa se reunió con los jóvenes del Centro Cultural Padre Félix Varela de La Habana

Por Redacción

Madrid, (ZENIT.org)

El papa Francisco mantuvo este domingo por la tarde un encuentro con la juventud cubana en el Centro Cultural Padre Félix Varela. Ante miles de jóvenes de La Habana, el Santo Padre pidió a los presentes que “sean capaces de crear la amistad social” y eviten los “conventillos de las ideologías o las religiones”.

Además, el Pontífice les invitó a que trabajen juntos, aunque piensen de forma diferente, en la “cultura del encuentro”. “A ustedes, jóvenes cubanos, aunque piensen diferente, aunque tengan puntos de vista diferentes quiero que vayan acompañados, juntos, buscando la esperanza, el futuro y la nobleza de la patria”, instó el Papa en una alocución improvisada.

Francisco exhortó a los chicos y chicas congregados a las puertas del Centro Cultural Padre Félix Varela a tener los “corazones abiertos y las mentes abiertas” y hablar con el que piensa distinto buscando lo que existe en común.

“¿Por qué tiramos la piedra sobre aquello que nos separa, aquello sobre lo que somos, aquello sobre lo que somos distintos? ¿Por qué no nos damos la mano sobre lo que tenemos en común?”, preguntó el Santo Padre en su mensaje que fue interrumpido en varias ocasiones por los jóvenes con aplausos y expresiones de entusiasmo.

Les encomendó que trabajen para crear “amistad social” porque la enemistad destruye la familia, destruye un país y puede destruir el mundo.

El Pontífice animó a la juventud de la Isla a soñar, porque un joven que no es capaz de hacerlo “está clausurado y cerrado en sí mismo”. “Soñá que el mundo con vos puede ser distinto, soñá que si vos ponés lo mejor de vos vas a ayudar a que ese mundo sea distinto”, exhortó a los presentes.

También recordó que los jóvenes “son la esperanza de un pueblo” y advirtió sobre el grave problema de desempleo juvenil que existe en Europa.

“Un pueblo que no se preocupa por dar trabajo a los jóvenes no tiene futuro”, denunció el Papa, al tiempo que lamentó que la juventud entre a formar parte de esa “cultura del descarte” que genera el “imperio del dios dinero”.

Así, alertó que al joven que no tiene trabajo lo que le quedan son “las adicciones, el suicidio, o irse por ahí buscando un ejército de destrucción para crear guerras”. “Esta cultura del descarte nos está haciendo mal a todos, nos quita la esperanza”, reiteró.

“Me despido deseándoles lo mejor, voy a rezar por ustedes y les pido que recen por mí y si alguno de ustedes no es creyente, y no puede rezar porque no es creyente, que al menos me desee cosas buenas”, dijo Francisco.

Con su saludo a los jóvenes, entre los que había creyentes y no creyentes, el Santo Padre concluyó la intensa agenda que ha desarrollado este domingo en La Habana, donde ofició una misa multitudinaria en la Plaza de la Revolución, visitó a Fidel Castro, se reunió con su hermano, el presidente Raúl y participó en la Catedral en el rezo de vísperas junto a sacerdotes, religiosas, religiosos y seminaristas.

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-- 17.30 El Papa: “Pobreza y misericordia: ahí está Jesús”
 

La Habana, Catedral de la Inmaculada Concepción y San Cristóbal: En el encuentro con sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas, el Papa deja de lado el discurso escrito e improvisa reflexionando sobre la pobreza y la misericordia

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Hay una frase de San Ambrosio que conmueve mucho al Santo Padre, ‘donde hay misericordia está el Espíritu de Jesús, donde hay rigidez están solamente sus ministros’. Él mismo lo ha contado en su homilía en la oración de las vísperas en la Catedral de la Inmaculada Concepción y San Cristóbal en La Habana, con los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas. Y esta idea ha sido la conclusión de su discurso, en el que reflexionó sobre pobreza y misericordia. 

Al llegar a la Catedral, y tras saludar y bendecir a los fieles reunidos en la plaza, el Santo Padre ha sido acogido por el rector, quien le acompañó a la Capilla del Santísimo.     

En primer lugar intervino el cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, a continuación una religiosa ha dado su testimonio y finalmente se ha rezado vísperas y el Papa ha pronunciado unas palabras.                        Sor Yaileny Ponce Torres, hija de la caridad, ha hablado de su servicio en el Hogar de impedidos físicos y mentales “La Edad de Oro”. La religiosa ha indicado que el gesto de corazón que cada día quieren vivir en el trato con los pacientes y personal de servicio es “descalzarnos ante el misterio de Dios latente en la vida de aquellos, que a los ojos de muchos son invisibles, no cuentan, son valorados como carga inútil o despreciados por ser diferentes”.

Mientras, el cardenal Ortega quiso mencionar algo muy propio de la Iglesia de este país, “la Iglesia que vive en Cuba es una Iglesia pobre, y el abnegado testimonio de pobreza de nuestros sacerdotes diocesanos o religiosos, de los diáconos y las personas consagradas, es admirable”. Quizás, ha asegurado, sea precisamente la pobreza la que contribuye de modo singular a la solidaridad y fraternidad entre todos.

El Santo Padre, ha reconocido que tanto el cardenal como la religiosa han hablado “como profetas” y por eso ha decido dejar de lado el discurso que llevaba preparado e improvisar.

A propósito de la pobreza, el Papa ha señalado que el espíritu mundano no la conoce, no la quiere, la esconde, no por pudor, sino por desprecio. Ha advertido que “el espíritu del mundo no ama el camino del Hijo de Dios, que se vació a sí mismo, se hizo pobre, se hizo nada, se humilló para ser uno de nosotros”.

Del mismo modo ha hablado del peligro de estar apegado a la “mundanidad”. Y ha añadido que “la riqueza pauperiza, pero pauperiza mal, nos quita lo mejor que tenemos, nos hace pobres. Pobres en la única riqueza que vale la pena, para poner la seguridad en lo otro”.

El Santo Padre ha recordado el espíritu de pobreza, el espíritu de despojo, el espíritu de dejarlo todo para seguir a Jesús y “este dejarlo todo no lo invento yo, varias veces aparece en Evangelio”.

Asimismo, ha asegurado que “nuestra Santa Madre Iglesia es pobre. Dios la quiere pobre como quiso pobre a nuestra Santa Madre María”. Por eso les ha invitado a amar la pobreza como a madre.

Haciendo referencia al testimonio previo de la religiosa, el Pontífice ha hablado de “los últimos”, los “más pequeños”. Que --ha afirmado-- aunque sean grandes unos terminan tratándolos como niños, porque se presentan como niños. Así, ha explicado que aunque haya servicios pastorales más gratificantes, cuando uno busca en la preferencia interior al más pequeño, al más abandonado, al más enfermo, al que nadie tiene en cuenta, al que nadie quiere, “cuando sirve al más pequeño, está sirviendo a Jesús de manera superlativa”.

Estos lugares son “donde la ternura y la misericordia del Padre se hace más patente, donde la ternura y la misericordia de Dios se hace caricia”, ha observado. Ha propósito ha reconocido "cuántas religiosas y religiosos queman y repito el verbo, queman, su vida acariciando material de descarte”.

Por todo ello, el Santo Padre ha dado las gracias a todos los consagrados que dedican sus vidas a los “más pequeños”.

También ha dedicado una reflexión a los sacerdotes. A ellos les ha pedido que no se cansen de perdonar. Les ha invitado a pensar cuando están en el confesionario que tienen “un tesoro en las manos que es la misericordia del Padre”.

 


 

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--16.00, Raúl Castro recibe al Papa en el Palacio de la Revolución de La Habana
 

El presidente cubano y el Pontífice sostuvieron una conversación privada durante la visita de cortesía

Por Redacción

Madrid, (ZENIT.org)

El presidente del Consejo de Estado y el Consejo de Ministros de la República de Cuba, Raúl Castro Ruz, recibió este domingo por la tarde en el Palacio de la Revolución de La Habana al papa Francisco, que está realizando su primera visita oficial a la Isla como parte de un viaje apostólico que le llevará también a Estados Unidos.

El encuentro se produjo en la misma jornada en la que el Pontífice ofició una misa multitudinaria en la Plaza de la Revolución y mantuvo un encuentro con el histórico líder Fidel Castro, de 89 años de edad y retirado del poder desde 2006.

El Santo Padre salió de la Nunciatura Apostólica de La Habana en dirección al Palacio de la Revolución, para realizar una visita de cortesía al mandatario cubano.

El gobernante recibió al Papa a la entrada del edificio y le acompañó en el ascensor hasta el primer piso, donde tuvo lugar la presentación de las dos delegaciones en el llamado salón “Sol de América”.

Tras la conversación privada entre Francisco y Raúl Castro, el Pontífice saludó a la familia del presidente y se procedió al tradicional intercambio de regalos.

Por su parte, el secretario de Estado de la Santa Sede, cardenal Pietro Parolin --acompañado por el sustituto, el secretario para las Relaciones con los Estados y el nuncio apostólico en Cuba--, mantuvo un encuentro con el vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros, a su vez acompañado por dos colaboradores.

Al término de la reunión, el Santo Padre y el presidente se asomaron a la entrada principal del Palacio de la Revolución para saludar juntos.

Concluida la visita de cortesía, el papa Francisco se trasladó en automóvil a la Catedral de La Habana para la celebración de las Vísperas con los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas.

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El Papa visita a Fidel Castro en su casa transformada en clínica
 

El encuentro privado con el enfermo líder de 89 años ha durado unos 40 minutos. Francisco es el tercer Papa con el que se reúne Fidel

Por Rocío Lancho García

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

No estaba previsto en la agenda del viaje pero el portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi ya había anunciado que era “muy probable” que sucediera. El Santo Padre Francisco ha visitado en la tarde de este domingo a Fidel Castro en su residencia de La Habana.

En una rueda de prensa, el director de la Oficina de Prensa del Vaticano ha confirmado el encuentro entre el Papa y el comandante. Han estado presentes la mujer, hijos y nietos del ex presidente cubano en lo que ha definido un encuentro “sencillo y familiar”.

La visita ha tenido lugar después de la santa misa de esta mañana en la Plaza de la Revolución y ha sido completamente privada, sin cámaras ni fotógrafos.

Durante unos 40 minutos han tenido ocasión de conversar. Castro, como ya hizo en 2012 con Benedicto XVI, ha hecho al papa Francisco varias preguntas sobre la defensa del medio ambiente y sobre la situación actual del mundo.

El Santo Padre ha regalado a Castro dos libros de Alessandro Pronzato, “Evangelios molestos” y “La boca se nos llenó de risas. Sentido del humor y fe”. Del mismo modo le ha entregado también una copia de la encíclica Laudato Si’ y de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Finalmente le ha regalado algunos CD’s con sermones de un jesuita, el padre Llorente, que fue profesor de Fidel.

Por su parte, el líder de la revolución cubana, ha regalado al Pontífice una copia del libro “Fidel y la religión” de fray Betto, con una “dedicatoria muy respetuosa y afectuosa”.

Francisco es el tercer Papa con el que se reúne Fidel Castro. Tuvo ocasión de reunirse 5 veces con Juan Pablo II y una vez con Benedicto XVI.

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El Papa pide a los periodistas del vuelo papal ser puentes de paz
 

Durante el viaje de Roma a Cuba, el Santo Padre saludó a la prensa que le acompaña en el avión y agradeció la labor de los periodistas que en estos días cubren el viaje

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

El santo padre Francisco ha agradecido a los periodistas que le acompañan en el avión su trabajo, por hacer puentes: “pequeños puentes, pequeños, pero un pequeño puente y otro, y otro,  y otro, hacen el gran puente de la paz”. Así lo explicó en el vuelo que le llevaba este sábado rumbo a Cuba. Como es habitual, tras el despegue, el Papa se acercó a saludar a los periodistas que viajan con él, en este caso un total de 76.

Tal y como recordó el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, para este vuelo hubo 140 solicitudes de periodistas, pero por cuestiones de espacio no se pudieron aceptar todas.

Por su parte, el Santo Padre recordó que este será el viaje más largo de su pontificado, por tanto “¡habrá trabajo!" Asimismo, dio las gracias a los presentes por “el trabajo que se hace y que se va a hacer”.

Además, el Pontífice indicó que “hoy el mundo está sediento de paz”. “Hay guerras, los inmigrantes huyen, esta oleada migratoria que viene de las guerras, para huir de la muerte, para buscar la vida…”, observó. A propósito, el Papa aseguró haberse emocionado al saludar a una de las dos familias de refugiados sirios que han sido acogidos en el Vaticano. “¡Se veía en el rostro el dolor por esto!”, exclamó.

No quiso dejar pasar la ocasión de saludar y agradecer a todos los colegas que en estos días, durante el viaje del Papa a Cuba y Estados Unidos, “estarán trabajando en las oficinas o desde sus casas”.

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--10:15, El Papa en el ángelus - 'No podemos permitir otro fracaso de la paz en Colombia'
 

La Habana: El Santo Padre pide que la sangre vertida por miles de inocentes, unida a la del Señor en la Cruz, sostenga los diálogos de paz que se realizan en Cuba

Por Redacción

Roma, (ZENIT.org)

El santo padre Francisco después de celebrar la misa en la plaza central de La Habana, rezó la oración del ángelus. Poco antes agradeció al cardenal Jaime Ortega y Alamino, arzobispo de esta ciudad, sus amables palabras, así como “a los obispos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos”. Y también “al señor presidente y a todas las autoridades presentes”.

Pidió a la Virgen “que nos enseñe a estar junto a la cruz del hermano que sufre. Que aprendamos a ver a Jesús en cada hombre postrado en el camino de la vida; en cada hermano que tiene hambre o sed, que está desnudo o en la cárcel o enfermo”.

A continuación el Santo Padre hizo un fuerte llamado, en favor de la paz en Colombia y de los diálogos que se están realizando en La Habana desde hace varios meses, para que se den pasos adelante.

“En este momento -dijo- me siento en el deber de dirigir mi pensamiento a la querida tierra de Colombia, consciente de la importancia crucial del momento presente, en el que, con esfuerzo renovado y movidos por la esperanza, sus hijos están buscando construir una sociedad en paz”.

“Que la sangre vertida por miles de inocentes durante tantas décadas de conflicto armado, unida a aquella del Señor Jesucristo en la Cruz, sostenga todos los esfuerzos que se están haciendo, incluso en esta bella Isla, para una definitiva reconciliación” dijo. 

“Y así --prosiguió Francisco-- la larga noche de dolor y de violencia, con la voluntad de todos los colombianos, se pueda transformar en un día sin ocaso de concordia, justicia, fraternidad y amor en el respeto de la institucionalidad y del derecho nacional e internacional, para que la paz sea duradera”.

“Por favor --exhortó el Papa-- no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación.

A continuación el texto completo del papa Francisco con motivo de la oración del ángelus

«Agradezco al Cardenal Jaime Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana, sus amables palabras, así como a mis hermanos Obispos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos. Saludo también al Señor Presidente y a todas las autoridades presentes.

Hemos oído en el evangelio cómo los discípulos tenían miedo de preguntar a Jesús cuando les habla de su pasión y muerte. Les asustaba y no podían comprender la idea de ver a Jesús sufriendo en la Cruz. También nosotros tenemos la tentación de huir de las cruces propias y de las cruces de los demás, de alejarnos del que sufre.

Al concluir la santa Misa, en la que Jesús se nos ha entregado de nuevo con su cuerpo y su sangre, dirijamos ahora nuestros ojos a la Virgen, Nuestra Madre. Y le pedimos que nos enseñe a estar junto a la cruz del hermano que sufre. Que aprendamos a ver a Jesús en cada hombre postrado en el camino de la vida; en cada hermano que tiene hambre o sed, que está desnudo o en la cárcel o enfermo. Junto a la Madre, en la Cruz, podemos comprender quién es verdaderamente «el más importante», y qué significa estar junto al Señor y participar de su gloria.

Aprendamos de María a tener el corazón despierto y atento a las necesidades de los demás. Como nos enseñó en las Bodas de Caná, seamos solícitos en los pequeños de detalles de la vida, y no cejemos en la oración los unos por los otros, para que a nadie falte el vino del amor nuevo, de la alegría que Jesús nos trae.

En este momento me siento en el deber de dirigir mi pensamiento a la querida tierra de Colombia, «consciente de la importancia crucial del momento presente, en el que, con esfuerzo renovado y movidos por la esperanza, sus hijos están buscando construir una sociedad en paz». Que la sangre vertida por miles de inocentes durante tantas décadas de conflicto armado, unida a aquella del Señor Jesucristo en la Cruz, sostenga todos los esfuerzos que se están haciendo, incluso en esta bella Isla, para una definitiva reconciliación.

Y así la larga noche de dolor y de violencia, con la voluntad de todos los colombianos, se pueda transformar en un día sin ocaso de concordia, justicia, fraternidad y amor en el respeto de la institucionalidad y del derecho nacional e internacional, para que la paz sea duradera. Por favor, no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación.

Les pido ahora que se unan conmigo en la plegaria a María, para poner todas nuestras preocupaciones y aspiraciones cerca del Corazón de Cristo. Y de modo especial, le pedimos por los que han perdido la esperanza, y no encuentran motivos para seguir luchando; por los que sufren la injusticia, el abandono y la soledad; pedimos por los ancianos, los enfermos, los niños y los jóvenes, por todas las familias en dificultad, para que María les enjugue sus lágrimas, les consuele con su amor de Madre, les devuelva la esperanza y la alegría. Madre santa, te encomiendo a estos hijos tuyos de Cuba: ¡No los abandones nunca!. Y por favor no se olviden de rezar por mi».

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-- 9:00, Francisco en la misa: “El servicio nunca es ideológico”
 

La Habana, Plaza de la Revolución: En la eucaristía el Papa invita a servir a las personas, evitando el servicio que sirve a los 'míos' en nombre de los 'nuestros'. Servir, sí, 'la fragilidad de los hermanos'

Por Sergio Mora

Roma, (ZENIT.org)

El primer acto público del papa Francisco con el pueblo y la Iglesia de Cuba, ha sido este domingo por la mañana en la Plaza de la Revolución, José Martí, que puede contener hasta 600 mil personas.

A pesar de toda la retórica castrista, el Santo Padre supo moverse con cordialidad y dio su primer mensaje cuando llegó ayer sábado al aeropuerto de La Habana, reiterando la importancia de 'que Cuba se abra al mundo'. Y citando a Martí indicó que la cultura del encuentro tiene que 'superar las dinastías y grupos'.

La misa presidida por el Papa ha sido celebrada en un altar extremamente sobrio, durante la cual la música del imponente coro tuvo su protagonismo, con pasos muy solemnes y también otros más alegres de ritmo latinoamericano.

En su homilía, el papa Francisco al comentar el evangelio de este domingo recordó que “lejos de todo tipo de elitismo, el horizonte de Jesús no es para unos pocos privilegiados” o para altos “niveles de espiritualidad”, sino “una oferta para la vida cotidiana también aquí en 'nuestra Isla'; una oferta que siempre hace que el día a día tenga sabor a eternidad”.

Y advirtió de la “tentación del servicio que 'se' sirve”. Porque hay “una forma de ejercer el servicio que tiene como interés beneficiar a los 'míos', en nombre de lo 'nuestro'. Ese servicio siempre deja a los 'tuyos' por fuera, generando una dinámica de exclusión”.

Así, invitó a evitar “la mirada enjuiciadora" y a "creer en la mirada transformadora a la que nos invita Jesús”.  “Por eso nunca --dijo el Papa-- el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que sirve a las personas”.

Consideró que el pueblo de Cuba “es un pueblo que tiene heridas, como todo pueblo, pero que sabe estar con los brazos abiertos, que marcha con esperanza, porque su vocación es de grandeza”.

Y les invitó a cuidar “esa vocación”, y especialmente les invitó "a que cuiden y sirvan, de modo especial, la fragilidad de sus hermanos. No los descuiden por proyectos que puedan resultar seductores, pero que se desentienden del rostro del que está a su lado”.

Y concluyó recordando que "quien no vive para servir, no sirve para vivir".

Entre las cosas inéditas, la televisión pública cubana, por primera vez en su historia ha llamado hoy a un sacerdote para comentar la misa y la visita del papa Francisco.

Ha trascendido también que el Santo Padre irá a visitar a Fidel Castro, muy enfermo y en su casa transformada prácticamente en una clínica.

Antes de la celebración eucarística, el Pontífice saludó a los líderes de otras confesiones religiosas de la Isla.

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Viaje a Cuba: programa del Papa - día domingo 20
 

En La Habana celebrará la misa en la plaza; encontrará a autoridades; celebrará las vísperas con los consagrados; encontrará a los jóvenes

Por Redacción

Roma, (ZENIT.org)

Domingo, 20 de septiembre
 
-- 9:00 Santa misa y ángelus en la Plaza de la Revolución en La Habana.
   (15:00 hora europea central)  Homilía del Papa
 
-- 16:00 Visita al Presidente de Cuba y al Consejo de ministros en el
     Palacio de la Revolución en La Habana. (22:00 hora europea central)
 
-- 17:15 Celebración de las Vísperas con sacerdotes, religiosos y seminaristas
     en la Catedral de La Habana. (23:15 hora europea central)
 
-- 18:30 Encuentro con jóvenes en el
    Centro Cultural Padre Félix Varela. (media noche hora europea central)

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El papa Francisco


Texto completo de la homilía del papa Francisco en La Habana
 

La importancia de un pueblo o de una persona siempre se basa en cómo sirve la fragilidad de sus hermanos. Quien no vive para servir, no sirve para vivir

Por Redacción

Roma, (ZENIT.org)

En la misa celebrada este domingo 20 de septiembre en la Plaza de la Revolución, el papa Francisco dirigió la siguiente homilía a las aproximadamente 500 mil personas presentes.

El Evangelio nos presenta a Jesús haciéndole una pregunta aparentemente indiscreta a sus discípulos: «¿De qué discutían por el camino?». Una pregunta que también puede hacernos hoy: ¿De qué hablan cotidianamente? ¿Cuáles son sus aspiraciones? «Ellos –dice el Evangelio– no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante». Los discípulos tenían vergüenza de decirle a Jesús de lo que hablaban. En los discípulos de ayer, como en nosotros hoy, nos puede acompañar la misma discusión: ¿Quién es el más importante?

Jesús no insiste con la pregunta, no los obliga a responderle de qué hablaban por el camino, pero la pregunta permanece no solo en la mente, sino en el corazón de los discípulos. ¿Quién es el más importante? Una pregunta que nos acompañará toda la vida y en las distintas etapas seremos desafiados a responderla. No podemos escapar a esta pregunta, está grabada en el corazón. Recuerdo más de una vez en reuniones familiares preguntar a los hijos: ¿A quién querés más, a papá o a mamá? Es como preguntarle: ¿Quién es más importante para vos? ¿Es tan solo un simple juego de niños esta pregunta? La historia de la humanidad ha estado marcada por el modo de responder a esta pregunta.

Jesús no le teme a las preguntas de los hombres; no le teme a la humanidad ni a las distintas búsquedas que ésta realiza. Al contrario, Él conoce los «recovecos» del corazón humano, y como buen pedagogo está dispuesto a acompañarnos siempre. Fiel a su estilo, asume nuestras búsquedas, aspiraciones y les da un nuevo horizonte. Fiel a su estilo, logra dar una respuesta capaz de plantear un nuevo desafío, descolocando «las respuestas esperadas» o lo aparentemente establecido. Fiel a su estilo, Jesús siempre plantea la lógica del amor. Una lógica capaz de ser vivida por todos, porque es para todos.

Lejos de todo tipo de elitismo, el horizonte de Jesús no es para unos pocos privilegiados capaces de llegar al «conocimiento deseado» o a distintos niveles de espiritualidad. El horizonte de Jesús, siempre es una oferta para la vida cotidiana también aquí en «nuestra isla»; una oferta que siempre hace que el día a día tenga sabor a eternidad.

¿Quién es el más importante? Jesús es simple en su respuesta: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás.

He ahí la gran paradoja de Jesús. Los discípulos discutían quién ocuparía el lugar más importante, quién sería seleccionado como el privilegiado, quién estaría exceptuado de la ley común, de la norma general, para destacarse en un afán de superioridad sobre los demás. Quién escalaría más pronto para ocupar los cargos que darían ciertas ventajas. Jesús les trastoca su lógica diciéndoles sencillamente que la vida auténtica se vive en el compromiso concreto con el prójimo.

La invitación al servicio posee una peculiaridad a la que debemos estar atentos. Servir significa, en gran parte, cuidar la fragilidad. Cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Son los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados a los que Jesús propone mirar e invita concretamente a amar. Amor que se plasma en acciones y decisiones. Amor que se manifiesta en las distintas tareas que como ciudadanos estamos invitados a desarrollar. Las personas de carne y hueso, con su vida, su historia y especialmente con su fragilidad, son las que estamos invitados por Jesús a defender, a cuidar, a servir. Porque ser cristiano entraña servir la dignidad de sus hermanos, luchar por la dignidad de sus hermanos y vivir para la dignidad de sus hermanos. Por eso, el cristiano es invitado siempre a dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta a los más frágiles.

Hay un «servicio» que sirve; pero debemos cuidarnos del otro servicio, de la tentación del «servicio» que «se» sirve. Hay una forma de ejercer el servicio que tiene como interés el beneficiar a los «míos», en nombre de lo «nuestro». Ese servicio siempre deja a los «tuyos» por fuera, generando una dinámica de exclusión.

Todos estamos llamados por vocación cristiana al servicio que sirve y a ayudarnos mutuamente a no caer en las tentaciones del «servicio que se sirve». Todos estamos invitados, estimulados por Jesús a hacernos cargo los unos de los otros por amor. Y esto sin mirar al costado para ver lo que el vecino hace o ha dejado de hacer. Jesús nos dice: «Quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos». No dice, si tu vecino quiere ser el primero que sirva. Debemos cuidarnos de la mirada enjuiciadora y animarnos a creer en la mirada transformadora a la que nos invita Jesús.

Este hacernos cargo por amor no apunta a una actitud de servilismo, por el contrario, pone en el centro de la cuestión al hermano: el servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su proximidad y hasta en algunos casos la «padece» y busca su promoción. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas.

El santo Pueblo fiel de Dios que camina en Cuba, es un pueblo que tiene gusto por la fiesta, por la amistad, por las cosas bellas. Es un pueblo que camina, que canta y alaba. Es un pueblo que tiene heridas, como todo pueblo, pero que sabe estar con los brazos abiertos, que marcha con esperanza, porque su vocación es de grandeza. Hoy los invito a que cuiden esa vocación, a que cuiden estos dones que Dios les ha regalado, pero especialmente quiero invitarlos a que cuiden y sirvan, de modo especial, la fragilidad de sus hermanos. No los descuiden por proyectos que puedan resultar seductores, pero que se desentienden del rostro del que está a su lado. Nosotros conocemos, somos testigos de la «fuerza imparable» de la resurrección, que «provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo» (cf. Evangelii gaudium, 276.278).

No nos olvidemos de la Buena Nueva de hoy: la importancia de un pueblo, de una nación; la importancia de una persona siempre se basa en cómo sirve la fragilidad de sus hermanos. En eso encontramos uno de los frutos de una verdadera humanidad. «Quien no vive para servir, no sirve para vivir».

Leer más sobre la misa en La Habana

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Texto completo de la homilía del Santo Padre en las vísperas en la Catedral de La Habana
 

El Papa pide a los sacerdotes que no le tengan miedo a la misericordia y que dejen que fluya por sus manos y por su abrazo de perdón

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Publicamos a continuación el texto completo de la homilía del Santo Padre en la oración de vísperas en la Catedral de la Inmaculada Concepción y San Cristóbal en La Habana.       

El cardenal Jaime nos habló de pobreza y la hermana Yaileny nos habló del más pequeños, de los más pequeños. Son todos niños. Tenía preparada una homilía para decir ahora en base a los texto bíblicos, pero cuando hablan los profetas y todo sacerdote es profeta, todo bautizado es profeta, todo consagrado es profeta, vamos a hacerle caso a ellos. Entonces yo le voy a dar la homilía al cardenal Jaime para que se la haga llegar a ustedes y la publique y después la meditan. Y ahora charlemos un poquito sobre lo que dijeron estos dos profetas.

Al cardenal Jaime se le ocurrió pronunciar una palabra muy incómoda, sumamente incómoda que incluso va de contramano con toda la estructura cultural, entre comillas, del mundo. Dijo pobreza.  Y la repitió varias veces. Pienso que el Señor quiso que la escucháramos varias veces y la recibiéramos en el corazón. El espíritu mundano no la conoce, no la quiere, la esconde, no por pudor, sino por desprecio. Y si tiene que pecar y ofender a Dios para que no le llegue la pobreza, lo hace. El espíritu del mundo no ama el camino del Hijo de Dios, que se vació a sí mismo, se hizo pobre, se hizo nada, se humilló para ser uno de nosotros.

La pobreza que le dio miedo a aquel muchacho tan generoso, había cumplido todos los mandamientos. Y cuando Jesús le dijo vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, se puso triste, le tuvo miedo a la pobreza. La pobreza siempre tratamos de escamotearla, sea por cosas razonables, pero estoy hablando de escamotearla en el corazón. Que hay que saber administrar los bienes, es una obligación. Los bienes son un bien de Dios. Pero cuando esos bienes entran en el corazón y te empiezan a conducir la vida, ahí perdiste. Ya no eres como Jesús, tienes tu seguridad donde la tenía el joven triste, el que se fue entristecido.

Ustedes sacerdotes, consagrados, consagradas, creo que les puede servir lo que decía san Ignacio y esto no es propaganda publicitaria de familia. Decía que la pobreza era el muro y la madre de la vida consagrada. Era la madre porque engendraba más confianza en Dios. Y era el muro porque la protegía de toda mundanidad. Cuántas almas destruidas, almas generosas como la del joven entristecido, que empezaron bien y después se les fue apegando el amor a esa mundanidad rica y terminaron mal. Es decir, mediocres.

Terminaron sin amor porque la riqueza pauperiza. Pero pauperiza mal, nos quita lo mejor que tenemos, nos hace pobres en la única riqueza que vale la pena para poner la seguridad en lo otro.

El espíritu de pobreza, el espíritu de despojo, el espíritu de dejarlo todo para seguir a Jesús, este dejarlo todo no lo invento yo, varias veces aparece en Evangelio. En el llamado de los primeros, que dejaron la barca, las redes y lo siguieron. Los que dejaron todo para seguir a Jesús.

Una vez me contaba un viejo cura sabio, hablando de cuando se mete el espíritu de riqueza, de mundanidad rica en el corazón de un consagrado, de una consagrada, de un sacerdote, un obispo, un Papa, lo que sea. Cuando uno empieza a juntar plata y para asegurar el futuro, ¿no es cierto? Entonces el futuro no está en Jesús, está en una compañía de seguros de tipo espiritual que yo manejo ¿no? Entonces cuando, por ejemplo, una congregación religiosa, por poner un ejemplo como decía él, empieza a juntar plata y a ahorrar, Dios es tan bueno que le manda un ecónomo desastroso que las lleva a la quiebra. Son de las mejores bendiciones de Dios a su Iglesia. Los ecónomos desastrosos porque la hacen libre, la hacen pobre. Nuestra Santa Madre Iglesia es pobre. Dios la quiere pobre como quiso pobre a nuestra Santa Madre María.

Amen la pobreza como a madre. Simplemente les sugiero, si alguno de ustedes tiene ganas de preguntarse ¿cómo está mi espíritu de pobreza? ¿cómo está mi despojo interior? Creo que puede hacer bien a nuestra vida consagrada, a nuestra vida presbiteral.

Después de todo, no nos olvidemos que es la primera de las bienaventuranzas. Felices los pobres de espíritu, los que no están apegados a la riqueza, a los poderes de este mundo.

Y la hermana nos hablaba de los últimos, de los más pequeños. Que aunque sean grandes unos terminan tratándolos como niños porque se presentan como niños. El más pequeño. Es una frase de Jesús esa. El que está en el protocolo sobre el cual vamos a ser juzgados. Lo que hiciste al más pequeño de estos hermanos, me lo hiciste a mí. Hay servicios pastorales, pueden ser más gratificantes desde el punto de vista humano, sin ser malos ni mundanos. Pero cuando uno busca en la preferencia interior al más pequeño, al más abandonado, al más enfermo, al que nadie tiene en cuenta, al que nadie quiere, el más pequeño, y sirve al más pequeño, está sirviendo a Jesús de manera superlativa. A vos te mandaron donde no querías ir, y lloraste, lloraste porque no te gustaba, lo cual no quiere decir que seas una monja llorona. Dios nos libre de las monjas lloronas que siempre se están lamentando. Eso no es mío, eso lo decía santa Teresa a sus monjas. Es de ella. Guai de aquella monja que anda todo el día lamentándose porque me hicieron una injusticia. En el lenguaje castellano de la época decía guai de la monja que anda diciendo hicieronme sin razón.  Vos lloraste porque eras joven, tenías otras ilusiones, pensabas quizá que en un colegio podías hacer más cosas, que podías organizar futuros para la juventud. Y te mandaron ahí, casa de misericordia, donde la ternura y la misericordia del Padre se hace más patente. Donde la ternura y la misericordia de Dios se hace caricia. ¡Cuántas religiosas y religiosos queman y repito el verbo, queman su vida acariciando material de descarte! Acariciando a quienes el mundo descarta, a quienes el mundo desprecia, a quienes el mundo prefiere que no estén, a quienes el mundo hoy día con métodos de análisis nuevos que hay, cuando se prevé que puede venir con una enfermedad degenerativa se propone mandarlo de vuelta antes de que nazca. El más pequeño. Y una chica joven llena de ilusiones empieza su vida consagrada haciendo viva la ternura de Dios, su misericordia.  A veces no entienden, no saben pero ¡qué linda es para Dios, y qué bien que hace a uno, por ejemplo la sonrisa de un espástico que no sabe cómo hacerla! O cuando te quieren besar y te babosean la cara. Esa es la ternura de Dios, esa es la misericordia de Dios.

O cuando están enojados y te dan un golpe. ¿Y quemar mi vida así? Con material de descarte a los ojos del mundo. Eso nos habla solamente de una persona, nos habla de Jesús, que por pura misericordia del Padre se hizo nada. Se anonadó dice el texto de Filipenses capítulo 2.    Se hizo nada. Y esa gente a la que vos dedicas tu vida, imitan a Jesús, no porque lo quisieron, sino porque el mundo los trajo así. Son nada. Y se les esconde no se les muestra o no se les visita. Y si se puede y todavía se está a tiempo, se los manda de vuelta.

Gracias por lo que haces y en vos gracias a todas estas mujeres y a tantas mujeres consagradas al servicio de lo inútil porque no se puede hacer ninguna empresa, no se puede ganar plata, no se llevar adelante absolutamente nada constructivo, entre comillas con esos hermanos nuestros, con los menores, con los más pequeños. Ahí resplandece Jesús y ahí resplandece mi opción por Jesús. Gracias a vos, y a todos los consagrados y consagradas que hacen esto.

Padre yo no soy monja. Yo no cuido enfermos yo soy cura. Y tengo una parroquia o ayudo a un párroco. ¿Cuál es mi Jesús predilecto? ¿Cuál es el más pequeño? ¿Cuál es aquel que me muestra más la misericordia del Padre? ¿Dónde lo tengo que encontrar? Obviamente sigo recorriendo el protocolo de Mateo 25, ahí los tienes a todos: en el hambriento, en el preso, en el enfermo, ahí los vas a encontrar. Pero hay  un lugar privilegiado para el sacerdote donde aparece ese último, ese mínimo, el más pequeño, y es el confesionario. Y ahí, cuando ese hombre o esa mujer te muestra su miseria, ojo que es la misma que tienes vos y que Dios te salvó ¿eh? de no llegar hasta ahí. Cuando te muestra su miseria, por favor, no lo retes, no la retes, no lo castigues, si no tienes pecado tira la primera piedra. Pero solamente con esa condición. Si no piensa en tus pecados y piensa que vos puede ser esa persona, y piensa que vos potencialmente puedes llegar más bajo todavía y piensa que vos en ese momento tienes un tesoro en las manos que es la misericordia del Padre. Por favor, a los sacerdotes, no se cansen de perdonar. Sean perdonadores. No se cansen de perdonar como lo hacía Jesús. No se escondan en miedos o en rigideces. Así como esta monja y todas las que están en su mismo trabajo, no se ponen furiosas cuando encuentran al enfermo sucio, mal sino que lo sirven, los limpian, lo cuidan. Así vos, cuando te llega el penitente, no te pongas mal, no te pongas neurótico, no lo eches del confesionario, no lo retes. Jesús los abrazaba, Jesús los quería. Mañana festejamos san Mateo. Cómo robaba ese y además cómo traicionaba a su pueblo. Y dice el Evangelio que a la noche Jesús fue a cenar con él y otros como él. San Ambrosio tiene una frase que a mí me conmueve mucho, ‘donde hay misericordia está el Espíritu de Jesús, donde hay rigidez están solamente sus ministros’.

Hermanos sacerdote, hermano obispo, no le tengan miedo a la misericordia, deja que fluya por tus manos y por tu abrazo de perdón. Porque ese o esa que está ahí son el más pequeño y por lo tanto es Jesús.

Esto es lo que se me ocurre decir después de haber escuchado a estos dos profetas. Que el Señor nos conceda estas gracias que ellos dos han sembrado en nuestro corazón. Pobreza y misericordia, porque ahí está Jesús.

 
Texto transcrito por ZENIT

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Texto completo del mensaje a los jóvenes del Centro Cultural Padre Félix Varela
 

El Papa insta a los que piensan distinto a recurrir al diálogo y advierte que el mundo se destruye por la enemistad

Por Redacción

Madrid, (ZENIT.org)

El papa Francisco sostuvo este domingo por la tarde un encuentro con la juventud cubana en el Centro Cultural Padre Félix Varela de La Habana. Tras escuchar el testimonio del joven universitario Leonardo Manuel Fernández Otaño en representación de los demás asistentes, el Santo Padre pronunció el siguiente discurso improvisado:

Ustedes están parados y yo estoy sentado. ¡Qué vergüenza! Pero saben por qué me siento, porque tomé notas de algunas cosas que dijo nuestro compañero y sobre estas les quiero hablar.

Una palabra que cayó fuerte: “soñar”. Un escritor latinoamericano decía que las personas tenemos dos ojos: uno de carne y otro de vidrio. Con el ojo de carne vemos lo que miramos, con el ojo de vidrio vemos lo que soñamos. Esta lindo, ¿eh? En la objetividad de la vida tiene que entrar la capacidad de soñar. Y un joven que no es capaz de soñar está clausurado en sí mismo, está encerrado en sí mismo. Claro, uno a veces sueña cosas que nunca van a suceder. Pues soñalas, desealas, busca horizontes, abrite, abrite a cosas grandes.

No sé si en Cuba se usa la palabra, pero los argentinos decimos: “No te arrugues”, ¿eh? No te arrugues, abrite, abrite y soñá. Soñá que el mundo con vos puede ser distinto. Soñá que si vos ponés lo mejor de vos, vas a ayudar a que ese mundo sea distinto. No se olviden. Sueñen. Por ahí se les va la mano y sueñan demasiado y la vida les corta el camino. No importa. Sueñen y cuenten sus sueños. Cuenten. Hablen de las cosas grandes que desean, porque cuanto más grande es la capacidad de soñar, y la vida te deja a mitad de camino, más camino has recorrido. Así que primero, soñar.

Vos dijiste ahí una frasecita, yo tenía acá escrita la intervención de él, pero la subrayé y tomé alguna nota: que sepamos acoger y aceptar al que piensa diferente. Realmente a veces nosotros somos cerrados. Nos metemos en nuestro mundito: “o este es como yo quiero que sea, o no”. Y fuiste más allá todavía: que no nos encerremos en los conventillos de las ideologías o en los conventillos de las religiones. Y que podamos crecer ante los individualismos.

Cuando una religión se convierte en conventillo pierde lo mejor que tiene, pierde su realidad de adorar a Dios, de creer en Dios, es un conventillo, es un conventillo de palabras, de oraciones, de yo soy bueno vos sos malo, de prescripciones morales. Y cuando yo tengo mi ideología, mi modo de pensar, y vos tenés el tuyo, me encierro en este conventillo de la ideología.

Corazones abiertos, mentes abiertas. Si vos pensás distinto que yo, ¿por qué no vamos a hablar? ¿Por qué siempre nos tiramos la piedra sobre aquello que nos separa, sobre aquello en lo que somos distintos? ¿Por qué no nos damos la mano en aquello que tenemos en común? Animarnos a hablar de lo que tenemos en común. Y después, podemos hablar de las cosas que tenemos diferentes. Pero digo hablar, no digo pelearnos, no digo encerrarnos, no digo “conventillar”, como usaste vos la palabra. Pero eso solo es posible cuando uno tiene la capacidad de hablar de aquello que tengo en común con el otro, de aquello para lo cual somos capaces de trabajar juntos.

En Buenos Aires, estaba una parroquia nueva, en una zona muy muy pobre, estaban construyendo unos salones parroquiales, un grupo de jóvenes de la universidad, y el párroco me dijo: “por qué no te venís un sábado y así te los presento”. Trabajaban los sábados y los domingos en la construcción. Eran chicos y chicas de la universidad. Yo llegué, y los vi y me los fue presentando: “Este es el arquitecto, es judío. Este es comunista. Este es católico práctico, este...”. Todos eran distintos, pero todos estaban trabajando en común, por el bien común. Eso se llama amistad social: buscar el bien común. La enemistad social destruye. Y una familia se destruye por la enemistad, un país se destruye por la enemistad, el mundo se destruye por la enemistad. Y la enemistad más grande es la guerra. Y hoy día vemos que el mundo se está destruyendo por la guerra, porque son incapaces de sentarse y hablar. Bueno, negociemos. ¿Qué podemos hacer en común? ¿En qué cosas no vamos a ceder? Pero no matemos más gente. Cuando hay división hay muerte, hay muerte en el alma, porque estamos matando la capacidad de unir. Estamos matando la amistad social. Y eso es lo que yo les pido a ustedes hoy: sean capaces de crear la amistad social.

Después salió otra palabra que vos dijiste: la palabra esperanza. Los jóvenes son la esperanza de un pueblo, eso lo oímos de todos los lados. Pero, ¿qué es la esperanza? ¿Es ser optimista? No. El optimismo es un estado de ánimo. Mañana te levantás con dolor de hígado y no sos optimista, ves todo negro. La esperanza es algo más.

La esperanza es sufrida. La esperanza sabe sufrir para llevar adelante un proyecto. Sabe sacrificarse. ¿Vos sos capaz de sacrificarte por un futuro o solamente querés vivir el presente y que se arreglan los que vengan? La esperanza es fecunda, la esperanza da vida. ¿Vos sos capaz de dar vida, o vas a ser un chico o una chica espiritualmente estéril, sin capacidad de crear vida a los demás, sin capacidad de crear amistad social, sin capacidad de crear patria, sin capacidad de crear grandeza?

La esperanza es fecunda. La esperanza se da en el trabajo, y aquí me quiero referir a un problema muy grave, que se está viviendo en Europa. La cantidad de jóvenes que no tienen trabajo. Hay países en Europa que jóvenes de 25 años hacia abajo viven desocupados en un porcentaje del 40 por ciento. Pienso en un país. Otro país el 47 por ciento. Otro país el 50 por ciento.

Evidentemente que un pueblo que no se preocupa por dar trabajo a los jóvenes, un pueblo, y cuando digo “pueblo” no digo gobiernos, todo el pueblo, la preocupación de la gente, si los jóvenes no trabajan, es pueblo no tiene futuro.

Los jóvenes entran a formar parte de la cultura del descarte y todos sabemos que hoy, en este imperio del dios dinero, se descartan las cosas y se descartan las personas, se descartan los chicos, porque no se los quiere, porque se les mata antes de nacer, se descartan los ancianos, estoy hablando del mundo en general, se descartan los ancianos porque ya no producen.

En algunos países hay ley de eutanasia, pero en tantos otros hay una eutanasia escondida, encubierta. Se descartan los jóvenes porque no les dan trabajo. Entonces, ¿qué le queda a un joven sin trabajo? Un país que no inventa, un pueblo que no inventa posibilidades laborales para su jóvenes, a ese joven le quedan o las adicciones, o el suicidio, o irse por ahí buscando ejércitos de destrucción para crear guerras.

Esta cultura del descarte nos está haciendo mal a todos, nos quita la esperanza, y es lo que vos pediste para los jóvenes: “queremos esperanza”. Esperanza que es sufrida, es trabajadora, es fecunda, nos da trabajo y nos salva de la cultura del descarte. Y esta esperanza que es convocadora, convocadora de todos, porque un pueblo que sabe autoconvocarse para mirar el futuro y construir la amistad social, como dije, aunque piense diferente, ese pueblo tiene esperanza.

Y si yo me encuentro con un joven sin esperanza, por ahí una vez dije “un joven es jubilado”. Hay jóvenes que parece que se jubilan a los 22 años. Son jóvenes con tristeza existencial. Son jóvenes que han apostado su vida al derrotismo básico. Son jóvenes que se lamentan. Son jóvenes que se fugan de la vida. El camino de la esperanza no es fácil. Y no se puede recorrer solo. Hay un proverbio africano que dice; “Si querés ir de prisa, andá solo, pero si querés llegar lejos, andá acompañado”.

Y yo a ustedes, jóvenes cubanos, aunque piensen diferente, aunque tengan su punto de vista diferente, quiero que vayan acompañados, juntos, buscando la esperanza, buscando el futuro y la nobleza de la patria.

Y así, empezando como empezamos con la palabra soñar, y quiero terminar con otra palabra que vos dijiste, y que yo la suelo usar bastante: la cultura del encuentro. Por favor, no nos “desencontremos” entre nosotros mismos. Vayamos acompañados, uno. Encontrados, aunque pensemos distinto, aunque sintamos distinto, pero hay algo que es superior a nosotros, que es la grandeza de nuestro pueblo, que es la grandeza de nuestra patria, que es esa belleza, esa dulce esperanza de la patria a la que tenemos que llegar. Muchas gracias.

Bueno, me despido deseándoles lo mejor, deseándoles todo esto que les dije, se los deseo. Voy a rezar por ustedes. Y les pido que recen por mí y si alguno de ustedes no es creyente y no puede rezar porque no es creyente, que al menos me desee cosas buenas. Que Dios los bendiga y los haga caminar en este camino de esperanza, hacia la cultura del encuentro, y evitando esos “conventillos” de los cuales habló nuestro compañero. Y que Dios los bendiga a todos.

(Texto transcrito del audio por ZENIT)

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Espiritualidad y oración


San Ignacio de Santhià Belvisotti - 22 de septiembre
 

«Este humilde capuchino que tuvo la gracia de atraer a incontables personas a la fe, ha sido considerado el padre de los pecadores y de los desesperados, cazador y refugio de pillos y truhanes»  

Por Isabel Orellana Vilches

Madrid, (ZENIT.org)

Cuando a sus 30 años llamó a las puertas del convento de los capuchinos en Turín ya se había consagrado como excelente predicador de ejercicios y misiones con los jesuitas de Vercelli. Siendo párroco de Casanova Elvo, y preceptor de la insigne familia de los Avogadro de Vercelli, hasta había renunciado a una canonjía en Santhià, y no quería seguir cumpliendo su voluntad, sino la de Dios. Por eso, ante el provincial se postró de rodillas diciendo: «Padre, en todo aquello que he hecho hasta ahora tengo la sensación de haber practicado siempre mi voluntad. Una voz interior me está repitiendo que para servir de verdad al Señor debo cumplir su voluntad, debo estar sujeto a la obediencia». Esa era la clave, y puso todo su empeño en cumplirla con total fidelidad y alegría durante cincuenta y cuatro años, llevando su vivencia más allá de lo que se le encomendó explícitamente.

Lorenzo Maurizio, que era su nombre de pila, nació en Santhià, Italia, el 5 de junio de 1686. Pertenecía a una acomodada familia y era el cuarto de siete hermanos. Al morir su padre cuando tenía 7 años, recibió instrucción de manos de un sacerdote que influyó en su vocación sacerdotal. Fue seminarista en su ciudad natal, y completó estudios en Vercelli. Recibió la ordenación en 1710. Tras cinco años de ejercicio pastoral, ingresó con los capuchinos de Chieri, Turín, en medio de la incomprensión de parientes y feligreses. Allí tomo el nombre de Ignacio de Santhià. Lo destinaron sucesivamente a distintos lugares, entre otros, Saluzzo, Chieri, Mondoví, Ivrea, Turín… desempeñando diferentes misiones. Fue prefecto de sacristía, director de acólitos, vicario y maestro de novicios, capellán militar y confesor. Siempre se le vio centrado en la oración, a la que dedicaba muchas horas diarias adorando al Santísimo Sacramento, con un espíritu de servicio y disponibilidad admirables; constituía un auténtico descanso para sus superiores.

Los religiosos de las comunidades por las que pasó, y las gentes de las localidades en las que vivió y sus aledaños, reconocían en él al auténtico discípulo de Cristo: sereno, prudente, acogiendo con gozo toda misión, incluida la limosna, abierto a escuchar las cuitas ajenas dentro y fuera del convento, tanto en confesión como en otras circunstancias elegidas por las personas que acudían a él. Se le ha llamado «el padre de los pecadores y de los desesperados» porque abría sus brazos a cualquiera sin distinción, con piedad, caridad y misericordia, sin juzgar la gravedad de sus acciones: todo lo que había aprendido orando ante el crucifijo. Como maestro de novicios y director espiritual no tenía precio. Con ternura, comprensión y rigor, sabiamente dosificado, guiaba a los aspirantes por el auténtico sendero de la santidad, incidiendo en la necesidad de la obediencia: «¡Obediencia! ¡Obediencia! ¿Qué cosa más grata podemos ofrecer a Dios que nuestra obediencia?». Podían acudir a él siempre que lo necesitaran; todos sabían que él les estaría esperando fuese de día o de noche. «El paraíso –afirmaba– no ha sido creado para los apoltronados; por tanto, empeñémonos. Desdice de quien ha optado por una regla austera, una excesiva preocupación por huir de los padecimientos, siendo así que el sufrimiento es propio del seguimiento de Jesús. Si el Sumo Pontífice de Roma nos obsequiara con un pedacito de la Santa Cruz, nos sentiríamos muy honrados por semejante deferencia, y la recibiríamos con suma reverencia y devoción. Pues bien, Cristo Jesús, Sumo Pontífice, nos envía desde el cielo una parte de su cruz mediante los sufrimientos. Llevémosla con amor y soportémosla con paciencia, agradecidos por semejante favor».

Tenía la firme convicción de que la autoridad moral es la que verdaderamente conmueve, y siempre iba delante en la vivencia de las virtudes que proponía para ser ejercitadas. Humildemente rogó a los novicios que no tuvieran reparos en hacerle ver las faltas que pudiera cometer. Si en su aclamada predicación, al hablar con rigor evangélico, alguien pudo interpretar que aludía a sus superiores, enseguida dejaba bien claro quien alumbraba sus intenciones: «Yo hablo de todos y de ninguno, y cuanto digo lo he leído previamente en el crucifijo». Recibió diversos dones, entre otros, el de milagros; uno de ellos fue «rescatar» de la ceguera física al novicio Bernardino da Vezza, habiéndose ofrecido a Dios para asumir la enfermedad que, tal como rogó, le afectó a él. Mejoró con tratamientos, pero nunca recuperó la visión al cien por cien. Abnegado, heroico en su quehacer, a tenor de esta entrega a la que no dio importancia, con gran humildad y sencillez solía decir: «alguien tiene que llevar la cruz». Después, el agraciado por su generosa donación fue misionero en el Congo.

En 1744 durante la guerra contra los ejércitos franco-españoles actuó como capellán de las tropas del rey Carlos Emanuel III, en el Piamonte, dando ejemplo durante dos años de caridad con los enfermos, heridos y presos de enfermedades contagiosas. Al finalizar la contienda, volvió a Turín, al convento del Monte, donde pasó los últimos veinticinco años de su vida predicando, impartiendo ejercicios espirituales, explicando la doctrina, animando y confesando. Hacía décadas que se había convertido en un afamado director espiritual, al que lo mismo acudía la nobleza (miembros de la casa de Saboya), destacados prelados y sacerdotes, como el pueblo llano en el cual prevalecía su fama de santidad. Todos le tenían en alta estima. Un marqués que conocía bien la gracia que le acompañaba para atraer a la Iglesia a los alejados de ella aludía a él entrañablemente considerándole «cazador y refugio de pillos y truhanes». Murió el 22 de septiembre de 1770. Pablo VI lo beatificó el 17 de abril de 1966. Juan Pablo II lo canonizó el 19 de mayo de 2002.

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