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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 25 de septiembre de 2015

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La frase del día 25 de septiembre

Jesús, “sigue golpeando nuestra puerta en el rostro del hermano, en el rostro del vecino, en el rostro del que está a nuestro lado”. (Papa Francisco)

 


Viajes pontificios

El Papa reitera la vergüenza que causan a la Iglesia los casos de abusos
En las Vísperas en la catedral de San Patricio, Francisco manifestó su admiración y gratitud a las religiosas de Estados Unidos

Francisco expresa su cercanía con los musulmanes tras la tragedia en La Meca
El Pontífice dedica un momento de oración a las víctimas de la estampida en la ciudad saudí durante las Vísperas en la catedral de San Patricio en Nueva York

El Papa llega a Nueva York
Francisco estará unas 36 horas en la Gran Manzana y partirá el sábado por la mañana con destino a Filadelfia, última etapa de su gira estadounidense

El Papa se despide de Washington
Se dirige a Nueva York, donde la visita a la sede de la ONU es uno de los encuentro más esperados de este viaje apostólico

Shakira y Juanes cantarán para el Papa durante su visita a Estados Unidos
La artista colombiana actuará durante la visita del Pontífice a la Asamblea General de las Naciones Unidas. El otro espectáculo se dará en el marco del Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia

Francisco en Washington visita por sorpresa a las Hermanitas de los Pobres
El Santo Padre subrayó la labor de las religiosas en el cuidado de los ancianos

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11.30. Washington. El Santo Padre se reúne con un grupo de personas sin hogar y les recuerda que en la oración, no hay ricos y pobres, hay hijos y hermanos

En el Congreso de Estados Unidos aplauden de pie el discurso del Papa, sincero y a 360 grados
10,00 - Washington: Vida, inmigrantes, libertad de religión y extremismos, trabajo y libre iniciativa, respeto del ambiente, nuevas esclavitudes, pena de muerte, bloqueo a Cuba y familia, los temas centrales que ha tratado el Papa

Viaje del Papa a Estados Unidos - Programa del jueves 24
Francisco va al Congreso, visita una parroquia y parte a Nueva York, donde celebra las vísperas en San Patrick

El papa Francisco

Texto completo de la homilía del Santo Padre en la catedral de Nueva York
En la celebración de las Vísperas con el clero, religiosos y religiosas de Estados Unidos, el Pontífice señala que los dos pilares de la vida espiritual son la gratitud y la laboriosidad

Texto completo del discurso del Santo Padre a los sintecho en la parroquia de San Patricio
En su último encuentro en la ciudad de Washington, el Papa recuerda que la fe nos aporta esa luz que disipa la oscuridad

Texto completo del discurso del Papa al Congreso de Estados Unidos
Aplaudido 37 veces por los presentes 

Iglesia y Religión

Argentina y Ecuador, el Papa hace dos nombramientos episcopales
Son el arzobispo de Guayaquil y el obispo de Goya

Mundo

Avalancha en la Meca deja más de 700 muertos y cientos de heridos
El incidente ha tenido lugar en la fase final de la peregrinación, durante la ceremonia simbólica de la lapidación de satanás

Obispos de Colombia: 'Acuerdo entre Gobierno y Farc será histórico'
En el momento de la firma estaba también el presidente de Cuba, Raúl Castro

Espiritualidad y oración

San Sergio de Rádonezh - 25 de septiembre
«Monje, fundador, patrón de Rusia, gran propagador del culto a la Santísima Trinidad. El famoso icono de Andrej Rubljow es heredero de sus enseñanzas»


Viajes pontificios


El Papa reitera la vergüenza que causan a la Iglesia los casos de abusos
 

En las Vísperas en la catedral de San Patricio, Francico manifestó su admiración y gratitud a las religiosas de Estados Unidos

Por Redacción

Madrid, (ZENIT.org)

El papa Francisco apeló este jueves por la tarde a la gratitud y a la laboriosidad, “los dos pilares de la vida espiritual”, durante la celebración de las Vísperas con el clero, religiosos y religiosas estadounidenses. Así, el Pontífice instó a los fieles a dedicar el tiempo de descanso a servir “a los pobres, a los refugiados, a los inmigrantes, a los enfermos, a los explotados, a los ancianos que sufren la soledad, a los encarcelados y a tantos otros pobres de Dios”.

Antes de compartir esa reflexión con los asistentes, el Santo Padre quiso dedicar sus primeras palabras a los hermanos musulmanes por “la tragedia que su pueblo había sufrido en La Meca”.

Nada más entrar en la catedral de San Patricio, con las campanas doblando, Francisco admiró la majestuosidad del templo de estilo gótico reabierto después de tres años de trabajos.

El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, el alcalde Bill Di Blasio y otros dignatarios ya lo habían recibido al pie de la escalinata del histórico edificio en plena Quinta Avenida.

En este lucido escenario, que calificó de bello y donde rezó para que los católicos refuercen “el reino de Dios en este país”, el Papa hizo referencia a los escándalos sexuales que ha vivido la Iglesia en Estados Unidos. “Los acompaño en este momento de dolor y dificultad”, dijo el Pontífice tras reconocer el sufrimiento por “la vergüenza causada por tantos hermanos que han herido y escandalizado a la Iglesia en sus hijos más indefensos”.

Como contrapunto, nombró a santa Elizabeth Ann Seton y a san John Neumann por su contribución a la educación católica. Una labor que desempeñaron “a costa de grandes sacrificios y con una caridad heroica”.

En el corazón de Manhattan, el Santo Padre volvió a levantar aplausos entre los presentes como hizo por la mañana en el Congreso en Washington DC; casi al final de su homilía en Nueva York, cuando expresó su admiración y gratitud a las religiosas de Estados Unidos. "¿Qué sería de la Iglesia sin ustedes? Mujeres fuertes, luchadoras; con ese espíritu de coraje que las pone en la primera línea del anuncio del Evangelio", subrayó el Papa antes de decirles que “las quiero mucho”.

Miles de neoyorquinos pudieron ver hoy por primera vez a Francisco mientras se dirigía a la catedral de San Patricio en el papamóvil.

También puede leer: Texto completo de la homilía del Santo Padre en la catedral de Nueva York

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Francisco expresa su cercanía con los musulmanes tras la tragedia en La Meca
 

El Pontífice dedica un momento de oración a las víctimas de la estampida en la ciudad saudí durante las Vísperas en la catedral de San Patricio en Nueva York

Por Redacción

Madrid, (ZENIT.org)

El papa Francisco ha expresado este jueves por la tarde tarde su pésame y cercanía a los musulmanes por la trágica muerte de más de 700 peregrinos que se dirigían a La Meca.

Antes de su homilía durante el rezo de las Vísperas con el clero, religiosos y religiosas de Estados Unidos en la catedral de San Patricio, en Nueva York, el Santo Padre ha expresado su “cercanía ante la tragedia que su pueblo ha sufrido hoy en La Meca”. “En este momento de oración, me uno y nos unimos en la plegaria a Dios, nuestro Padre Todopoderoso y misericordioso”, ha dicho.

Al menos 717 personas han muerto y 805 han resultado heridas hoy por una estampida registrada a las afueras de la ciudad saudí de La Meca, durante el Hajj, la peregrinación en la que participan millones de fieles que profesan el islam.

Esta tragedia se produce coincidiendo con el Día del Sacrificio (Aid al-Adha), en el que los musulmanes conmemoran que Abraham aceptó sacrificar a su hijo como un acto de obediencia a Dios.

En este sentido, el Pontífice también ha manifestado su saludo a los musulmanes por esta festividad, y ha asegurado que “hubiera querido que mi saludo fuese más caluroso”.

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El Papa llega a Nueva York
 

Francisco estará unas 36 horas en la Gran Manzana y partirá el sábado por la mañana con destino a Filadelfia, última etapa de su gira estadounidense

Por Redacción

Madrid, (ZENIT.org)

Tras su paso por Washington, el papa Francisco estará unas 36 horas en Nueva York. A partir de este jueves por la tarde, el Pontífice argentino tendrá una agenda muy cargada, a un ritmo digno de la ciudad que nunca duerme, y en medio de unas medidas de seguridad extremas.

El Santo Padre ha llegado al aeropuerto JFK a las 17 horas locales y partirá el sábado por la mañana con destino a Filadelfia, última etapa de su gira estadounidense.

Durante su estancia en Nueva York, Francisco visitará la catedral de San Patricio, el World Trade Center y El Barrio, una de las zonas más emblemáticas de la Gran Manzana y en donde reside gran parte de la población latina.

El programa del Papa arranca este jueves, día en que planea visitar la catedral de San Patricio para la celebración de las vísperas con el clero, religiosos y religiosas.

El viernes 25, el Pontífice intervendrá en la sede de las Naciones Unidas e irá a la zona del World Trade Center, en donde realizará una parada frente al Memorial 9/11. Allí estará acompañado por familiares de los que perdieron a sus seres queridos aquella mañana de septiembre y participará en un acto interreligioso. También visitará la cruz de acero erigida en la Zona Cero.

En El Barrio, el Santo Padre hará su parada en la escuela católica Our Lady Queen of Angels.

Por último, el papa Francisco oficiará una misa en el Madison Square Garden, antes de la multitudinaria celebración que está prevista en Filadelfia, su siguiente parada.

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El Papa se despide de Washington
 

Se dirige a Nueva York, donde la visita a la sede de la ONU es uno de los encuentro más esperados de este viaje apostólico

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

El santo padre Francisco se ha despedido de la capital de Estados Unidos y ya está rumbo a Nueva York. El Papa llegó a Washington el martes 22 de septiembre, procedente de Cuba. Ahora, se dirige a la segunda ciudad de su gira por Estados Unidos, donde está previsto que llegue a las 17.00 hora local (23.00 hora central europea) tras menos de una hora de vuelo.

En estos tres días, Francisco ha tenido ocasión de reunirse con el presidente Barack Obama en la Casa Blanca, donde pronunció un importante discurso a la nación, en el que elogió la libertad religiosa e invita a defenderla.

Asimismo, se reunió con los obispos estadounidenses, a quienes dirigió un discurso en el que  pidió más atención hacia los sacerdotes y los inmigrantes. Recordó a las víctimas del aborto, del hambre, de las bombas y de la droga. Y les pidió no ser predadores de la naturaleza sino administradores de los bienes de Dios. Esa jornada concluyó con la canonización de fray Junípero Serra, de quien destacó en la homilía que el santo supo salir al encuentro de tantos y testimoniar la alegría del Evangelio.

Finalmente, hoy ha acudido al Congreso de Estados Unidos, convirtiéndose así en el primer Pontífice que visita este lugar. Allí, el Santo Padre ha delineado con precisión la situación política y social mundial, abordado temas como vida, inmigrantes, libertad de religión y extremismos, trabajo y libre iniciativa, respeto del ambiente, nuevas esclavitudes, pena de muerte y familia. Desde allí se ha dirigido a la parroquia de San Patricio donde se ha reunido con un grupo de sintecho a quienes ha recordado que Jesús llegó al mundo como uno que no tiene casa.







 

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Shakira y Juanes cantarán para el Papa durante su visita a Estados Unidos
 

La artista colombiana actuará durante la visita del Pontífice a la Asamblea General de las Naciones Unidas. El otro espectáculo se dará en el marco del Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia

Por Redacción

Madrid, (ZENIT.org)

El papa Francisco comenzó su visita a los Estados Unidos este martes tras su gira por Cuba y ya quedó confirmado que Shakira actuará durante la visita del Pontífice a la sede de la ONU en Nueva York, el próximo 25 de septiembre, en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

La colombiana compartirá el escenario con la artista Angelique Kidjo, originaria de Benín, ya que ambas son Embajadoras de Buena Voluntad de la ONU. Después de la actuación de la cantante latina, otra embajadora y ganadora del Premio Nobel de la Paz, Malala Yousafzai, dirigirá unas palabras a los asistentes.

La artista aprovechará su visita a Estados Unidos para alentar a los líderes mundiales sobre la inversión en el desarrollo de la primera infancia y, también, para hacer el lanzamiento oficial de su línea de juguetes.

Por su parte, Juanes cantará frente al Santo Padre acompañado del tenor italiano Andrea Bocelli y de la Orquesta de Filadelfia. Este espectáculo se dará durante el Encuentro Mundial de Las Familias, que se llevará a cabo el día 26 en Filadelfia.

El cantautor ya eligió los temas que interpretará durante el encuentro. Las melodías con las que deleitará a Francisco son “A Dios le pido” y “Odio por amor”. “He estado ensayando en Miami toda la semana con mi banda, todos estamos muy emocionados, ésta es una gran oportunidad para mostrar al país que los latinos somos fuertes. El Papa es de Argentina, yo soy colombiano y muchos, muchos latinos van a estar en el público”, indicó Juanes.

Hay un tema más que se escuchará en la presentación, se trata de una canción que el músico compuso recientemente, y será la primera vez que la interprete en directo.

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Francisco en Washington visita por sorpresa a las Hermanitas de los Pobres
 

El Santo Padre subrayó la labor de las religiosas en el cuidado de los ancianos

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Los fuera de programa del papa Francisco se han convertido en un clásico en sus viajes apostólicos. En esta ocasión, ha sido para visitar a las Hermanitas de los Pobres en Washington. Después de la eucaristía de la canonización de fray Junípero Serra este miércoles, Francisco llegó a la Casa de las Hermanitas de los Pobres para hacerles una visita sorpresa. La noticia fue confirmada por el director de la Oficina de Prensa del Vaticano, padre Federico Lombardi, quien además precisó que el Santo Padre quiso realizar esta parada para expresar su apoyo a las religiosas comprometidas en algunas batallas legales en el ámbito del conocido como Obamacare, reforma sanitaria propuesta por el actual presidente de Estados Unidos.

Desde el 2013, de hecho, las religiosas iniciaron una demanda contra la administración de Obama ya que dicha reforma obliga a empresas e instituciones a suministrar cobertura sanitaria a sus empleados incluyendo control de la natalidad, esterilizaciones y píldoras abortivas.

El Pontífice --explicó el portavoz vaticano-- se detuvo en la capilla durante 15 minutos para charlar con todas las hermanas y también con su abogado.

De cualquier forma, precisó que el Santo Padre no ha entrado específicamente en la cuestión y en su breve saludo, después de haber hablado con cada una, subrayó la importancia del ministerio de las hermanas y en particular sobre el cuidado de los ancianos.

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El Papa a los sintecho: Jesús llegó al mundo como uno que no tiene casa
 

11.30. Washington. El Santo Padre se reúne con un grupo de personas sin hogar y les recuerda que en la oración, no hay ricos y pobres, hay hijos y hermanos

Por Rocío Lancho García

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

No hay ningún tipo de justificación social, moral o del tipo que fuese para aceptar la falta de alojamiento. Son situaciones injustas, pero sabemos que Dios está sufriéndolas con nosotros, está viviéndolas a nuestro lado. No nos deja solos. Y es que el Hijo de Dios entró en este mundo como uno que no tiene casa.  Son palabras del santo padre Francisco durante el encuentro con un grupo de sintecho del centro de caridad de la parroquia San Patricio en Washington. Allí le han recibido cientos de personas. Procedente del Congreso de Estados Unidos, donde ha pronunciado un histórico discurso, el Papa se ha dirigido a visitar y acariciar a los últimos, a los más necesitados.

De este modo, Francisco ha comenzado su discurso mencionando a san José, “una persona que quiero, que es y ha sido muy importante a lo largo de mi vida. Ha sido sostén y fuente de inspiración”, a quien “recurro cuando estoy medio apretado”. Por eso les ha dicho que ellos le recuerdan a san José, “sus rostros me hablan del suyo”.

Haciendo referencia a las situaciones difícil que san José tuvo que enfrentar, ha señalado cuando María estaba por dar a luz, “sin un techo, sin casa, sin alojamiento”. Y esta situación tuvo que cuestionar a san José en ese momento: ‘¿Por qué estamos sin hogar, por qué estamos sin un techo?’ Preguntas --ha observado el Papa-- que muchos de ustedes pueden hacerse a diario. ‘¿Por qué estamos sin un techo, sin un hogar?’ Y son preguntas, ha asegurado, que nos hará bien hacernos a todos.

Tal y como ha recordado el Pontífice, “José era un hombre que se hizo preguntas pero, sobre todo, era un hombre de fe”. Fue la fe --ha añadido-- la que le permitió encontrar luz en ese momento que parecía todo a oscuras; la que lo sostuvo en las dificultades de su vida.     

Por esto, el Santo Padre ha querido subrayar que ante situaciones injustas, dolorosas, “la fe nos aporta esa luz que disipa la oscuridad”.  

Asimismo, ha explicado que Jesús “se ha identificado con todos aquellos que sufren, que lloran, que padecen alguna injusticia”. Y ha recordado que “es la fe la que nos hace saber que Dios está con ustedes, Dios está en medio nuestro y su presencia nos moviliza a la caridad”. Jesús --ha subrayado el Santo Padre-- sigue golpeando nuestras puertas, nuestra vida. “No lo hace mágicamente, no lo hace con artilugios, con carteles luminosos o fuegos artificiales”, ha precisado. Jesús, “sigue golpeando nuestra puerta en el rostro del hermano, en el rostro del vecino, en el rostro del que está a nuestro lado”.

Por otro lado, ha precisado que uno de los modos más eficaces de ayuda que tenemos lo encontramos en la oración. “La oración nos une, nos hermana, nos abre el corazón y nos recuerda una verdad hermosa que a veces olvidamos”, ha indicado. En la oración, no hay ricos y pobres, hay hijos y hermanos. En la oración --ha asegurado-- no hay personas de primera o de segunda, hay fraternidad.

Para finalizar, el Papa ha pedido terminar el encuentro rezando todos juntos el Padre Nuestro. 

            

 

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En el Congreso de Estados Unidos aplauden de pie el discurso del Papa, sincero y a 360 grados
 

10,00 - Washington: Vida, inmigrantes, libertad de religión y extremismos, trabajo y libre iniciativa, respeto del ambiente, nuevas esclavitudes, pena de muerte, bloqueo a Cuba y familia, los temas centrales que ha tratado el Papa

Por Sergio Mora

Roma, (ZENIT.org)

El papa Francisco tras saludar a un numeroso público de jóvenes a la salida de la nunciatura apostólica en Washington, en donde pasó la noche y por la mañana celebró la santa misa, partió hacia el Congreso de los Estados Unidos, centro del poder político estadounidense. Durante su paso en la Fiat que le llevaba rodeada de vehículos blindados, muchos le saludaban y gritaban viva en Papa.

El primer Pontífice que habla en el Capitolio --el edificio que alberga el Senado y la Cámara de diputados-- ha sido recibido por el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, con quien tuvo un encuentro privado, Después dirigió sus palabras a ambas Cámaras, al vicepresidente Joe Biden, jueces y autoridades del Estado.

El Papa agradeció “la invitación que me han hecho a que les dirija la palabra en esta sesión conjunta del Congreso en «la tierra de los libres y en la patria de los valientes»”, y el hemiciclo se puso de pie y le aplaudió, como otras 36 veces. 

La política
El Santo Padre les recordó que los políticos “están llamados a defender y custodiar la dignidad de sus conciudadanos en la búsqueda constante y exigente del bien común” y le gustaría “tener la oportunidad de dialogar con miles de hombres y mujeres que luchan cada día para trabajar honradamente, para llevar el pan a su casa, para ahorrar y –poco a poco– conseguir una vida mejor para los suyos”.

Voluntariado y ancianos
Francisco elogió a las personas “que no se resignan solamente a pagar sus impuestos”, sino que “crean lazos de solidaridad por medio de iniciativas espontáneas pero también a través de organizaciones que buscan paliar el dolor de los más necesitados”. Elogió a los voluntarios entre los cuales tantos que “se jubilan pero no se retiran”.

Libertad de Religión y peligro de extremismos
“El mundo es cada vez más un lugar de conflictos violentos, de odio nocivo, de sangrienta atrocidad, cometida incluso en el nombre de Dios y de la religión”, indicó el Papa y reconoció que “ninguna religión es inmune a diversas formas de aberración individual o de extremismo ideológico”. Y al mismo tiempo “proteger la libertad de las religiones, de las ideas, de las personas” 

No dividir en buenos y malos, sino respetar talentos y diferencias
Invitó también a reflexionar en una visión reductiva y simplista que divide la realidad en buenos y malos, y del riesgo que en el afán de “liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior”. El reto que tenemos que afrontar hoy --aseguró el Santo Padre-- “exige poner en común los recursos y los talentos que poseemos y empeñarnos en sostenernos mutuamente, respetando las diferencias y las convicciones de conciencia”.

Nuevas formas de esclavitud
El Santo Padre señaló también como importante “que la voz de la fe” pueda seguir siendo escuchada para erradicar las nuevas formas mundiales de esclavitud”.

Democracia promover la dignidad y bien de la persona
Se apeló por ello “a la historia política de los Estados Unidos, donde la democracia está radicada en la mente del Pueblo”, y el la que “toda actividad política debe servir y promover el bien de la persona humana y estar fundada en el respeto de su dignidad”. Indicó también su satisfacción porque Estados Unidos siga siendo para muchos la tierra de los 'sueños', “que movilizan a la acción, a la participación, al compromiso”.

Inmigración
Así el Pontífice indicó que “no nos asustamos de los extranjeros, porque muchos de nosotros hace tiempo fuimos extranjeros. Les hablo como hijo de inmigrantes”, dijo, si bien “cuando el extranjero nos interpela, no podemos cometer los pecados y los errores del pasado”, en particular ante la actual crisis de refugiados, recordando: 'Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes'.

Pena de muerte
Indicó también la necesidad de “custodiar y defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo”, y “solicitar la abolición mundial de la pena de muerte”, porque “este es el mejor camino, porque cada vida es sagrada, cada persona humana está dotada de una dignidad inalienable y la sociedad sólo puede beneficiarse en la rehabilitación de aquellos que han cometido algún delito.

Recursos naturales, empresas y creación de trabajo
“El justo uso de los recursos naturales, la aplicación de soluciones tecnológicas y la guía del espíritu emprendedor son parte indispensable de una economía que busca ser moderna pero especialmente solidaria y sustentable”. Citando la Laudato Si', recordó, porque “la actividad empresarial, que es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, puede ser una manera muy fecunda de promover la región donde instala sus emprendimientos, sobre todo si entiende que la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común”.

Desafío ambiental
Por ello ha invitado a un diálogo “que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos”. Así indicó el Parlamento “no tengo alguna duda de que los Estados Unidos --y este Congreso-- están llamados a tener un papel importante”. Para una “aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza”.

Cuba 
Y sobre Cuba, sin mencionarla directamente dijo que “cuando países que han estado en conflicto retoman el camino del diálogo, que podría haber estado interrumpido por motivos legítimos, se abren nuevos horizontes para todos”.

Tráfico de armas
Invitó así a acabar con el tráfico de armas y los muchos conflictos armados que afligen nuestro mundo. E interrogó: ¿Por qué las armas letales son vendidas a aquellos que pretenden infligir un sufrimiento indecible sobre los individuos y la sociedad? Y respondió “simplemente por dinero”.

La familia
Al señalar su participación en Filadelfia, al Encuentro Mundial de las Familias, les recordó lo fundamental que “ha sido la familia en la construcción de este País”. No escondió su preocupación porque las relaciones fundamentales son puestas en duda, como el mismo fundamento del matrimonio y de la familia. No puedo más que confirmar no sólo la importancia, sino por sobre todo, la riqueza y la belleza de vivir en familia. Y de prestar atención a los “más vulnerables”, es decir, los jóvenes.
“Aun a riesgo de simplificar, podríamos decir que existe una cultura tal que empuja a muchos jóvenes a no poder formar una familia porque están privados de oportunidades de futuro. Sin embargo, esa misma cultura concede a muchos otros, por el contrario, tantas oportunidades, que también ellos se ven disuadidos de formar una familia”.

Libertad, cultura, justicia, fe
Una Nación es considerada grande cuando defiende la libertad, como hizo Abraham Lincoln; cuando genera una cultura que permita a sus hombres «soñar» con plenitud de derechos para sus hermanos y hermanas, como intentó hacer Martin Luther King; cuando lucha por la justicia y la causa de los oprimidos, como hizo Dorothy Day en su incesante trabajo; siendo fruto de una fe que se hace diálogo y siembra paz, al estilo contemplativo de Merton.

Y concluyó que desea que los jóvenes puedan heredar y vivir en una tierra que ha permitido a muchos soñar. Que Dios bendiga a América.

Saludo final en el balcón del Capitolio
Al salir de la Cámara, el Santo Padre se asomó al balcón del Capitolio, saludó y dijo:
"Les agradezco por su acogida y su presencia ya los personajes importantes que están aquí. Quiero pedirle a Dios que les bendiga. Señor padre de Todos bendice a este pueblo, a cada uno de ellos, bendice a sus familias, y da a ellos lo que más necesitan. Y le pido a todos los presentes que recen por mi. Y si hay alguien que no cree, o no puede rezar, le pido por favor que que me deseen cosas buenas".

 

Leer el texto completo aquí

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Viaje del Papa a Estados Unidos - Programa del jueves 24
 

Franciso va al Congreso, visita una parroquia y parte a Nueva York, donde celebra las vísperas en San Patrick

Por Redacción

Roma, (ZENIT.org)

Jueves, 24 de septiembre
-- 9:20 El Papa visita el Congreso de los Estados Unidos. (15:20 hora central europea)
 
-- 11:15 Encuentro con personas sin hogar en el centro caritativo de la parroquia de San Patricio. (17:15 hora central europea)
 
-- 16:00 Salida en avión desde Washington D.C. hacia Nueva York. (22:00 hora central europea)
 
-- 17:00 Llegada al aeropuerto JFK de Nueva York. (23: hora central europea)
 
-- 18:45 Francisco celebra las Vísperas con sacerdotes, religiosos y religiosas en la Catedral de San Patricio. (00:45 hora central europea)

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El papa Francisco


Texto completo de la homilía del Santo Padre en la catedral de Nueva York
 

En la celebración de las Vísperas con el clero, religiosos y religiosas de Estados Unidos, el Pontífice señala que los dos pilares de la vida espiritual son la gratitud y la laboriosidad

Por Redacción

Madrid, (ZENIT.org)

El papa Francisco ha rezado las Vísperas con los sacerdotes, religiosas y religiosos de Estados Unidos en la catedral de San Patricio en Nueva York. Antes de la homilía, el Pontífice ha dado su pésame a los musulmanes por la tragedia en La Meca, donde murieron este jueves más de 700 personas:

Dos sentimientos tengo de hoy para con mis hermanos islámicos. Primero, mi saludo por celebrarse hoy el Día del Sacrificio. Hubiera querido que mi saludo fuese más caluroso. Segundo sentimiento, es mi cercanía. Mi cercanía ante la tragedia que su pueblo ha sufrido hoy en La Meca. En este momento de oración, me uno y nos unimos en la plegaria a Dios, nuestro Padre Todopoderoso y misericordioso.

A continuación publicamos el texto completo de las palabras del Santo Padre:

Escuchamos al apóstol: «Alégrense, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas» (1P 1,6). Estas palabras nos recuerdan algo esencial: tenemos que vivir nuestra vocación con alegría.

Esta bella Catedral de San Patricio, construida a lo largo de muchos años con el sacrificio de tantos hombres y mujeres, es símbolo del trabajo de generaciones de sacerdotes, religiosos y laicos americanos que han contribuido a la edificación de la Iglesia en los Estados Unidos. Son muchos los sacerdotes y consagrados de este País que, no solo en el campo de la educación, han tenido un papel fundamental, ayudando a los padres en la labor de dar a sus hijos el alimento que los nutre para la vida.

Muchos lo hicieron a costa de grandes sacrificios y con una caridad heroica. Pienso, por ejemplo, en santa Isabel Ana Seton, cofundadora de la primera escuela católica gratuita para niñas en los Estados Unidos, o en san Juan Neumann, fundador del primer sistema de educación católica en este País.

Esta tarde, queridos hermanos y hermanas, he venido a rezar con ustedes, sacerdotes, consagradas, consagrados, para que nuestra vocación siga construyendo el gran edificio del Reino de Dios en este País. Sé que ustedes, como cuerpo presbiteral, junto con el Pueblo de Dios, recientemente han sufrido mucho a causa de la vergüenza provocada por tantos hermanos que han herido y escandalizado a la Iglesia en sus hijos más indefensos.

Con las palabras del Apocalipsis, les digo que ustedes «vienen de la gran tribulación» (7,13). Los acompaño en este momento de dolor y dificultad, así como agradezco a Dios el servicio que realizan acompañando al Pueblo de Dios. Con el propósito de ayudarles a seguir en el camino de la fidelidad a Jesucristo, y me permito hacer dos breves reflexiones.

La primera se refiere al espíritu de gratitud. La alegría de los hombres y mujeres que aman a Dios atrae a otros; los sacerdotes y los consagrados están llamados a descubrir y manifestar un gozo permanente por su vocación. La alegría brota de un corazón agradecido. Verdaderamente, hemos recibido mucho, tantas gracias, tantas bendiciones, y nos alegramos. Nos hará bien volver sobre nuestra vida con la gracia de la memoria. Memoria de aquel primer llamado, memoria del camino recorrido, memoria de tantas gracias recibidas y sobre todo memoria del encuentro con Jesucristo en tantos momentos a lo largo del camino. Memoria del asombro que produce en nuestro corazón el encuentro con Jesucristo. Hermanas y hermanos, consagrados y sacerdotes, pedid la gracia de la memoria para hacer crecer el espíritu de gratitud. Preguntémonos: ¿Somos capaces de enumerar las bendiciones recibidas? ¿O me las he olvidado?

Un segundo aspecto es el espíritu de laboriosidad. Un corazón agradecido busca espontáneamente servir al Señor y llevar un estilo de vida de trabajo intenso. El recuerdo de lo mucho que Dios nos ha dado nos ayuda a entender que la renuncia a nosotros mismos para trabajar por Él y por los demás es el camino privilegiado para responder a su gran amor.

Sin embargo, y para ser honestos, tenemos que reconocer con qué facilidad se puede apagar este espíritu de generoso sacrificio personal. Esto puede suceder de dos maneras, y las dos maneras son ejemplo de la «espiritualidad mundana», que nos debilita en nuestro camino de mujeres y hombres consagrados, de servicio, y oscurece la fascinación, el estupor del primer encuentro con Jesucristo.

Podemos caer en la trampa de medir el valor de nuestros esfuerzos apostólicos con los criterios de la eficiencia, de la funcionalidad y del éxito externo, que rige el mundo de los negocios. Ciertamente, estas cosas son importantes. Se nos ha confiado una gran responsabilidad y justamente por ello el Pueblo de Dios espera de nosotros una correspondencia. Pero el verdadero valor de nuestro apostolado se mide por el que tiene a los ojos de Dios. Ver y valorar las cosas desde la perspectiva de Dios exige que volvamos constantemente al comienzo de nuestra vocación y –no hace falta decirlo– exige una gran humildad. La cruz nos indica una forma distinta de medir el éxito: a nosotros nos corresponde sembrar, y Dios ve los frutos de nuestras fatigas. Si alguna vez nos pareciera que nuestros esfuerzos y trabajos se desmoronan y no dan fruto, tenemos que recordar que nosotros seguimos a Jesucristo, cuya vida, humanamente hablando, acabó en un fracaso: en el fracaso de la cruz.

El otro peligro surge cuando somos celosos de nuestro tiempo libre. Cuando pensamos que las comodidades mundanas nos ayudarán a servir mejor. El problema de este modo de razonar es que se puede ahogar la fuerza de la continua llamada de Dios a la conversión, al encuentro con Él. Poco a poco, pero de forma inexorable, disminuye nuestro espíritu de sacrificio, nuestro espíritu de renuncia y de trabajo. Y además nos aleja de las personas que sufren la pobreza material y se ven obligadas a hacer sacrificios más grandes que los nuestros, sin ser consagrados.

El descanso es necesario, así como un tiempo para el ocio y el enriquecimiento personal, pero debemos aprender a descansar de manera que aumente nuestro deseo de servir generosamente. La cercanía a los pobres, a los refugiados, a los inmigrantes, a los enfermos, a los explotados, a los ancianos que sufren la soledad, a los encarcelados y a tantos otros pobres de Dios nos enseñará otro tipo de descanso, más cristiano y generoso.

Gratitud y laboriosidad: estos son los dos pilares de la vida espiritual que deseaba compartir con ustedes, sacerdotes, religiosas y religiosos, esta tarde. Les doy las gracias por sus oraciones y su trabajo, así como por los sacrificios cotidianos que realizan en los diversos campos de apostolado. Muchos de ellos sólo los conoce Dios, pero dan mucho fruto a la vida de la Iglesia.

Quisiera, de modo especial, expresar mi admiración y mi gratitud a las religiosas de los Estados Unidos. ¿Qué sería de la Iglesia sin ustedes? Mujeres fuertes, luchadoras; con ese espíritu de coraje que las pone en la primera línea del anuncio del Evangelio. A ustedes, religiosas, hermanas y madres de este pueblo, quiero decirles «gracias», un «gracias» muy grande... y decirles también que las quiero mucho.

Sé que muchos de ustedes están afrontando el reto que supone la adaptación a un panorama pastoral en evolución. Al igual que San Pedro, les pido que, ante cualquier prueba que deban enfrentar, no pierdan la paz y respondan como hizo Cristo: dio gracias al Padre, tomó su cruz y miró hacia delante.

Queridos hermanos y hermanas, dentro de poco, de unos minutos, cantaremos el Magníficat. Pongamos en las manos de la Virgen María la obra que se nos ha confiado; unámonos a su acción de gracias al Señor por las grandes cosas que ha hecho y que seguirá haciendo en nosotros y en quienes tenemos el privilegio de servir. Que así sea.

(Texto transcrito del audio por ZENIT)

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Texto completo del discurso del Santo Padre a los sintecho en la parroquia de San Patricio
 

En su último encuentro en la ciudad de Washington, el Papa recuerda que la fe nos aporta esa luz que disipa la oscuridad

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Publicamos a continuación el discurso que el Santo Padre a dirigido a los sintecho de la casa de caridad de la parroquia de San Patricio en Washington                           

Queridos amigos:

La primera palabra que quiero decirles es gracias. Gracias por recibirme y por el esfuerzo que han hecho para que este encuentro pueda realizarse.

Aquí recuerdo a una persona que quiero, que es y ha sido muy importante a lo largo de mi vida. Ha sido sostén y fuente de inspiración. Es a quien recurro cuando estoy medio «apretado». Ustedes me recuerdan a san José. Sus rostros me hablan del suyo.

En la vida de José hubo situaciones difíciles de enfrentar. Una de ellas fue cuando María estaba por dar a luz, por tener a Jesús. Dice la Biblia: «Estaban en Belén, le llegó a María el tiempo de dar a luz. Y allí nació su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en el establo, porque no había alojamiento para ellos» (Lc 2,6-7). La Biblia es muy clara: «No había alojamiento para ellos». Me imagino a José, con su esposa a punto de tener a su hijo, sin un techo, sin casa, sin alojamiento. El Hijo de Dios entró en este mundo como uno que no tiene casa. El hijo de Dios entró como un homeless. El Hijo de Dios supo lo que es comenzar la vida sin un techo. Imaginemos las preguntas de José en ese momento: ¿Cómo el Hijo de Dios no tiene un techo para vivir? ¿Por qué estamos sin hogar, por qué estamos sin un techo? Son preguntas que muchos de ustedes pueden hacerse a diario. Y se las hacen. Al igual que José se cuestionan: ¿Por qué estamos sin un techo, sin un hogar? A los que tenemos techo y hogar son preguntas que nos hará bien hacernos también: ¿Por qué estos hermanos nuestros están sin hogar, por qué estos hermanos nuestros no tienen un techo?

Las preguntas de José siguen presentes hoy, acompañando a todos los que a lo largo de la historia han vivido y están sin un hogar.

José era un hombre que se hizo preguntas pero, sobre todo, era un hombre de fe. Fue la fe la que le permitió a José poder encontrar luz en ese momento que parecía todo a oscuras; fue la fe la que lo sostuvo en las dificultades de su vida. Por la fe, José supo salir adelante cuando todo parecía detenerse.

Ante situaciones injustas, dolorosas, la fe nos aporta esa luz que disipa la oscuridad. Al igual que a José, la fe nos abre a la presencia silenciosa de Dios en toda vida, en toda persona, en toda situación. Él está presente en cada uno de ustedes, en cada uno de nosotros.

Quiero ser muy claro. No hay ningún tipo de justificación social, moral o del tipo que sea para aceptar la falta de alojamiento. Son situaciones injustas, pero sabemos que Dios está sufriéndolas con nosotros, está viviéndolas a nuestro lado. No nos deja solos.

Sabemos que Jesús no solo ha querido solidarizarse con cada persona, no solo quiso que nadie sienta o viva la falta de su compañía, de su auxilio, de su amor. Él mismo se ha identificado con todos aquellos que sufren, que lloran, que padecen alguna injusticia. Él nos lo dice claramente: «Tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero y me dieron alojamiento» (Mt 25,35).

Es la fe la que nos hace saber que Dios está con ustedes, Dios está en medio nuestro y su presencia nos moviliza a la caridad. Esa caridad que nace de la llamada de un Dios que sigue golpeando nuestra puerta, la puerta de todos para invitarnos al amor, a la compasión, a la entrega de unos por otros.

Jesús sigue golpeando nuestras puertas, nuestra vida. No lo hace mágicamente, no lo hace con artilugios, con carteles luminosos o fuegos artificiales. Jesús sigue golpeando nuestra puerta en el rostro del hermano, en el rostro del vecino, en el rostro del que está a nuestro lado.

Queridos amigos, uno de los modos más eficaces de ayuda que tenemos lo encontramos en la oración. La oración nos une, nos hermana, nos abre el corazón y nos recuerda una verdad hermosa que a veces olvidamos. En la oración, todos aprendemos a decir Padre, papá, y en ella nos encontramos como hermanos. En la oración, no hay ricos y pobres, hay hijos y hermanos. En la oración no hay personas de primera o de segunda, hay fraternidad.

Es en la oración donde nuestro corazón encuentra la fuerza para no volverse insensible, frío ante las situaciones de injusticia. En la oración, Dios nos sigue llamando y levantando a la caridad.

Qué bien nos hace rezar juntos, qué bien nos hace encontrarnos en ese espacio donde nos miramos como hermanos y nos reconocemos los unos necesitados del apoyo de los otros. Hoy quiero rezar con ustedes, quiero unirme a ustedes porque necesito su apoyo, su cercanía. Quiero invitarlos a rezar juntos, los unos por los otros, los unos con los otros. Así podremos continuar con este sostén que nos ayuda a vivir la alegría de saber que Jesús siempre está en medio nuestro. Que Jesús nos ayude a solucionar las injusticias que Él conoció primero. La de no tener casa ¿Se animan a rezar juntos?  

Yo empiezo en castellano y ustedes siguen en inglés

Padre nuestro que estás en el cielo...                    

Antes de irme, me gustaría darles la bendición de Dios:

Que el Señor los bendiga y los proteja;

que el Señor los mire con agrado y les muestre su bondad;

que el Señor los mire con amor y les conceda su paz (Nm 6, 24-26).                    

Y no se olviden de rezar por mí.

                

            

        

 

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Texto completo del discurso del Papa al Congreso de Estados Unidos
 

Aplaudido 37 veces por los presentes 

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Señor Vicepresidente,
Señor Presidente,
Distinguidos Miembros del Congreso, Queridos amigos:

Les agradezco la invitación que me han hecho a que les dirija la palabra en esta sesión conjunta del Congreso en «la tierra de los libres y en la patria de los valientes». Me gustaría pensar que lo han hecho porque también yo soy un hijo de este gran continente, del que todos nosotros hemos recibido tanto y con el que tenemos una responsabilidad común.

Cada hijo o hija de un país tiene una misión, una responsabilidad personal y social. La de ustedes como Miembros del Congreso, por medio de la actividad legislativa, consiste en hacer que este País crezca como Nación. Ustedes son el rostro de su pueblo, sus representantes. Y están llamados a defender y custodiar la dignidad de sus conciudadanos en la búsqueda constante y exigente del bien común, pues éste es el principal desvelo de la política. La sociedad política perdura si se plantea, como vocación, satisfacer las necesidades comunes favoreciendo el crecimiento de todos sus miembros, especialmente de los que están en situación de mayor vulnerabilidad o riesgo. La actividad legislativa siempre está basada en la atención al pueblo. A eso han sido invitados, llamados, convocados por las urnas.

Se trata de una tarea que me recuerda la figura de Moisés en una doble perspectiva. Por un lado, el Patriarca y legislador del Pueblo de Israel simboliza la necesidad que tienen los pueblos de mantener la conciencia de unidad por medio de una legislación justa. Por otra parte, la figura de Moisés nos remite directamente a Dios y por lo tanto a la dignidad trascendente del ser humano. Moisés nos ofrece una buena síntesis de su labor: ustedes están invitados a proteger, por medio de la ley, la imagen y semejanza plasmada por Dios en cada rostro.

En esta perspectiva quisiera hoy no sólo dirigirme a ustedes, sino con ustedes y en ustedes a todo el pueblo de los Estados Unidos. Aquí junto con sus Representantes, quisiera tener la oportunidad de dialogar con miles de hombres y mujeres que luchan cada día para trabajar honradamente, para llevar el pan a su casa, para ahorrar y –poco a poco– conseguir una vida mejor para los suyos. Que no se resignan solamente a pagar sus impuestos, sino que –con su servicio silencioso– sostienen la convivencia. Que crean lazos de solidaridad por medio de iniciativas espontáneas pero también a través de organizaciones que buscan paliar el dolor de los más necesitados.

Me gustaría dialogar con tantos abuelos que atesoran la sabiduría forjada por los años e intentan de muchas maneras, especialmente a través del voluntariado, compartir sus experiencias y conocimientos. Sé que son muchos los que se jubilan pero no se retiran; siguen activos construyendo esta tierra. Me gustaría dialogar con todos esos jóvenes que luchan por sus deseos nobles y altos, que no se dejan atomizar por las ofertas fáciles, que saben enfrentar situaciones difíciles, fruto muchas veces de la inmadurez de los adultos. Con todos ustedes quisiera dialogar y me gustaría hacerlo a partir de la memoria de su pueblo.

Mi visita tiene lugar en un momento en que los hombres y mujeres de buena voluntad conmemoran el aniversario de algunos ilustres norteamericanos. Salvando los vaivenes de la historia y las ambigüedades propias de los seres humanos, con sus muchas diferencias y límites, estos hombres y mujeres apostaron, con trabajo, abnegación y hasta con su propia sangre, por forjar un futuro mejor. Con su vida plasmaron valores fundantes que viven para siempre en el alma de todo el pueblo. Un pueblo con alma puede pasar por muchas encrucijadas, tensiones y conflictos, pero logra siempre encontrar los recursos para salir adelante y hacerlo con dignidad. Estos hombres y mujeres nos aportan una hermenéutica, una manera de ver y analizar la realidad. Honrar su memoria, en medio de los conflictos, nos ayuda a recuperar, en el hoy de cada día, nuestras reservas culturales.

Me limito a mencionar cuatro de estos ciudadanos: Abraham Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Day y Thomas Merton.

Estamos en el ciento cincuenta aniversario del asesinato del Presidente Abraham Lincoln, el defensor de la libertad, que ha trabajado incansablemente para que «esta Nación, por la gracia de Dios, tenga una nueva aurora de libertad». Construir un futuro de libertad exige amor al bien común y colaboración con un espíritu de subsidiaridad y solidaridad.

Todos conocemos y estamos sumamente preocupados por la inquietante situación social y política de nuestro tiempo. El mundo es cada vez más un lugar de conflictos violentos, de odio nocivo, de sangrienta atrocidad, cometida incluso en el nombre de Dios y de la religión. Somos conscientes de que ninguna religión es inmune a diversas formas de aberración individual o de extremismo ideológico. Esto nos urge a estar atentos frente a cualquier tipo de fundamentalismo de índole religiosa o del tipo que fuere. Combatir la violencia perpetrada bajo el nombre de una religión, una ideología, o un sistema económico y, al mismo tiempo, proteger la libertad de las religiones, de las ideas, de las personas requiere un delicado equilibrio en el que tenemos que trabajar. Y, por otra parte, puede generarse una tentación a la que hemos de prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos; permítanme usar la expresión: en justos y pecadores. El mundo contemporáneo con sus heridas, que sangran en tantos hermanos nuestros, nos convoca a afrontar todas las polarizaciones que pretenden dividirlo en dos bandos. Sabemos que en el afán de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior. Copiar el odio y la violencia del tirano y del asesino es la mejor manera de ocupar su lugar. A eso este pueblo dice: No.

Nuestra respuesta, en cambio, es de esperanza y de reconciliación, de paz y de justicia. Se nos pide tener el coraje y usar nuestra inteligencia para resolver las crisis geopolíticas y económicas que abundan hoy. También en el mundo desarrollado las consecuencias de estructuras y acciones injustas aparecen con mucha evidencia. Nuestro trabajo se centra en devolver la esperanza, corregir las injusticias, mantener la fe en los compromisos, promoviendo así la recuperación de las personas y de los pueblos. Ir hacia delante juntos, en un renovado espíritu de fraternidad y solidaridad, cooperando con entusiasmo al bien común.

El reto que tenemos que afrontar hoy nos pide una renovación del espíritu de colaboración que ha producido tanto bien a lo largo de la historia de los Estados Unidos. La complejidad, la gravedad y la urgencia de tal desafío exige poner en común los recursos y los talentos que poseemos y empeñarnos en sostenernos mutuamente, respetando las diferencias y las convicciones de conciencia.

En estas tierras, las diversas comunidades religiosas han ofrecido una gran ayuda para construir y reforzar la sociedad. Es importante, hoy como en el pasado, que la voz de la fe, que es una voz de fraternidad y de amor, que busca sacar lo mejor de cada persona y de cada sociedad, pueda seguir siendo escuchada. Tal cooperación es un potente instrumento en la lucha por erradicar las nuevas formas mundiales de esclavitud, que son fruto de grandes injusticias que pueden ser superadas sólo con nuevas políticas y consensos sociales.

La política responde a la necesidad imperiosa de convivir para construir juntos el bien común posible, el de una comunidad que resigna intereses particulares para poder compartir, con justicia y paz, sus bienes, sus intereses, su vida social. No subestimo la dificultad que esto conlleva, pero los aliento en este esfuerzo.

En esta sede quiero recordar también la marcha que, cincuenta años atrás, Martin Luther King encabezó desde Selma a Montgomery, en la campaña por realizar el «sueño» de plenos derechos civiles y políticos para los afro-americanos. Su sueño sigue resonando en nuestros corazones. Me alegro de que Estados Unidos siga siendo para muchos la tierra de los «sueños». Sueños que movilizan a la acción, a la participación, al compromiso. Sueños que despiertan lo que de más profundo y auténtico hay en los pueblos.

En los últimos siglos, millones de personas han alcanzado esta tierra persiguiendo el sueño de poder construir su propio futuro en libertad. Nosotros, pertenecientes a este continente, no nos asustamos de los extranjeros, porque muchos de nosotros hace tiempo fuimos extranjeros. Les hablo como hijo de inmigrantes, como muchos de ustedes que son descendientes de inmigrantes. Trágicamente, los derechos de cuantos vivieron aquí mucho antes que nosotros no siempre fueron respetados. A estos pueblos y a sus naciones, desde el corazón de la democracia norteamericana, deseo reafirmarles mi más alta estima y reconocimiento. Aquellos primeros contactos fueron bastantes convulsos y sangrientos, pero es difícil enjuiciar el pasado con los criterios del presente. Sin embargo, cuando el extranjero nos interpela, no podemos cometer los pecados y los errores del pasado. Debemos elegir la posibilidad de vivir ahora en el mundo más noble y justo posible, mientras formamos las nuevas generaciones, con una educación que no puede dar nunca la espalda a los «vecinos», a todo lo que nos rodea. Construir una nación nos lleva a pensarnos siempre en relación con otros, saliendo de la lógica de enemigo para pasar a la lógica de la recíproca subsidiaridad, dando lo mejor de nosotros. Confío que lo haremos.

Nuestro mundo está afrontando una crisis de refugiados sin precedentes desde los tiempos de la II Guerra Mundial. Lo que representa grandes desafíos y decisiones difíciles de tomar. A lo que se suma, en este continente, las miles de personas que se ven obligadas a viajar hacia el norte en búsqueda de una vida mejor para sí y para sus seres queridos, en un anhelo de vida con mayores oportunidades. ¿Acaso no es lo que nosotros queremos para nuestros hijos? No debemos dejarnos intimidar por los números, más bien mirar a las personas, sus rostros, escuchar sus historias mientras luchamos por asegurarles nuestra mejor respuesta a su situación. Una respuesta que siempre será humana, justa y fraterna. Cuidémonos de una tentación contemporánea: descartar todo lo que moleste. Recordemos la regla de oro: «Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes» (Mt 7,12).

Esta regla nos da un parámetro de acción bien preciso: tratemos a los demás con la misma pasión y compasión con la que queremos ser tratados. Busquemos para los demás las mismas posibilidades que deseamos para nosotros. Acompañemos el crecimiento de los otros como queremos ser acompañados. En definitiva: queremos seguridad, demos seguridad; queremos vida, demos vida; queremos oportunidades, brindemos oportunidades. El parámetro que usemos para los demás será el parámetro que el tiempo usará con nosotros. La regla de oro nos recuerda la responsabilidad que tenemos de custodiar y defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo.

Esta certeza es la que me ha llevado, desde el principio de mi ministerio, a trabajar en diferentes niveles para solicitar la abolición mundial de la pena de muerte. Estoy convencido que este es el mejor camino, porque cada vida es sagrada, cada persona humana está dotada de una dignidad inalienable y la sociedad sólo puede beneficiarse en la rehabilitación de aquellos que han cometido algún delito. Recientemente, mis hermanos Obispos aquí, en los Estados Unidos, han renovado el llamamiento para la abolición de la pena capital. No sólo me uno con mi apoyo, sino que animo y aliento a cuantos están convencidos de que una pena justa y necesaria nunca debe excluir la dimensión de la esperanza y el objetivo de la rehabilitación.

En estos tiempos en que las cuestiones sociales son tan importantes, no puedo dejar de nombrar a la Sierva de Dios Dorothy Day, fundadora del Movimiento del trabajador católico. Su activismo social, su pasión por la justicia y la causa de los oprimidos estaban inspirados en el Evangelio, en su fe y en el ejemplo de los santos.

¡Cuánto se ha progresado, en este sentido, en tantas partes del mundo! ¡Cuánto se viene trabajando en estos primeros años del tercer milenio para sacar a las personas de la extrema pobreza! Sé que comparten mi convicción de que todavía se debe hacer mucho más y que, en momentos de crisis y de dificultad económica, no se puede perder el espíritu de solidaridad internacional. Al mismo tiempo, quiero alentarlos a recordar cuán cercanos a nosotros son hoy los prisioneros de la trampa de la pobreza. También a estas personas debemos ofrecerles esperanza. La lucha contra la pobreza y el hambre ha de ser combatida constantemente, en sus muchos frentes, especialmente en las causas que las provocan. Sé que gran parte del pueblo norteamericano hoy, como ha sucedido en el pasado, está haciéndole frente a este problema.

No es necesario repetir que parte de este gran trabajo está constituido por la creación y distribución de la riqueza. El justo uso de los recursos naturales, la aplicación de soluciones tecnológicas y la guía del espíritu emprendedor son parte indispensable de una economía que busca ser moderna pero especialmente solidaria y sustentable. «La actividad empresarial, que es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, puede ser una manera muy fecunda de promover la región donde instala sus emprendimientos, sobre todo si entiende que la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común» (Laudato si’, 129). Y este bien común incluye también la tierra, tema central de la Encíclica que he escrito recientemente para «entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común» (ibíd., 3).

«Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos» (ibíd., 14).

En Laudato si’, aliento el esfuerzo valiente y responsable para «reorientar el rumbo» (N. 61) y para evitar las más grandes consecuencias que surgen del degrado ambiental provocado por la actividad humana. Estoy convencido de que podemos marcar la diferencia y no tengo alguna duda de que los Estados Unidos –y este Congreso– están llamados a tener un papel importante. Ahora es el tiempo de acciones valientes y de estrategias para implementar una «cultura del cuidado» (ibíd., 231) y una «aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza» (ibíd., 139). La libertad humana es capaz de limitar la técnica (cf. ibíd., 112); de interpelar «nuestra inteligencia para reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder» (ibíd., 78); de poner la técnica al «servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más social, más integral» (ibíd., 112). Sé y confío que sus excelentes instituciones académicas y de investigación pueden hacer una contribución vital en los próximos años.

Un siglo atrás, al inicio de la Gran Guerra, «masacre inútil», en palabras del Papa Benedicto XV, nace otro gran norteamericano, el monje cisterciense Thomas Merton. Él sigue siendo fuente de inspiración espiritual y guía para muchos. En su autobiografía escribió: «Aunque libre por naturaleza y a imagen de Dios, con todo, y a imagen del mundo al cual había venido, también fui prisionero de mi propia violencia y egoísmo. El mundo era trasunto del infierno, abarrotado de hombres como yo, que le amaban y también le aborrecían. Habían nacido para amarle y, sin embargo, vivían con temor y ansias desesperadas y enfrentadas». Merton fue sobre todo un hombre de oración, un pensador que desafió las certezas de su tiempo y abrió horizontes nuevos para las almas y para la Iglesia; fue también un hombre de diálogo, un promotor de la paz entre pueblos y religiones.

En tal perspectiva de diálogo, deseo reconocer los esfuerzos que se han realizado en los últimos meses y que ayudan a superar las históricas diferencias ligadas a dolorosos episodios del pasado. Es mi deber construir puentes y ayudar lo más posible a que todos los hombres y mujeres puedan hacerlo. Cuando países que han estado en conflicto retoman el camino del diálogo, que podría haber estado interrumpido por motivos legítimos, se abren nuevos horizontes para todos

Esto ha requerido y requiere coraje, audacia, lo cual no significa falta de responsabilidad. Un buen político es aquel que, teniendo en mente los intereses de todos, toma el momento con un espíritu abierto y pragmático. Un buen político opta siempre por generar procesos más que por ocupar espacios (cf. Evangelii gaudium, 222-223).

Igualmente, ser un agente de diálogo y de paz significa estar verdaderamente determinado a atenuar y, en último término, a acabar con los muchos conflictos armados que afligen nuestro mundo. Y sobre esto hemos de ponernos un interrogante: ¿por qué las armas letales son vendidas a aquellos que pretenden infligir un sufrimiento indecible sobre los individuos y la sociedad? Tristemente, la respuesta, que todos conocemos, es simplemente por dinero; un dinero impregnado de sangre, y muchas veces de sangre inocente. Frente al silencio vergonzoso y cómplice, es nuestro deber afrontar el problema y acabar con el tráfico de armas.

Tres hijos y una hija de esta tierra, cuatro personas, cuatro sueños: Abraham Lincoln, la libertad; Martin Luther King, una libertad que se vive en la pluralidad y la no exclusión; Dorothy Day, la justicia social y los derechos de las personas; y Thomas Merton, la capacidad de diálogo y la apertura a Dios.

Cuatro representantes del pueblo norteamericano.

Terminaré mi visita a su País en Filadelfia, donde participaré en el Encuentro Mundial de las Familias. He querido que en todo este Viaje Apostólico la familia fuese un tema recurrente. Cuán fundamental ha sido la familia en la construcción de este País. Y cuán digna sigue siendo de nuestro apoyo y aliento. No puedo esconder mi preocupación por la familia, que está amenazada, quizás como nunca, desde el interior y desde el exterior. Las relaciones fundamentales son puestas en  duda, como el mismo fundamento del matrimonio y de la familia. No puedo más que confirmar no sólo la importancia, sino por sobre todo, la riqueza y la belleza de vivir en familia.

De modo particular quisiera llamar su atención sobre aquellos componentes de la familia que parecen ser los más vulnerables, es decir, los jóvenes. Muchos tienen delante un futuro lleno de innumerables posibilidades, muchos otros parecen desorientados y sin sentido, prisioneros en un laberinto de violencia, de abuso y desesperación. Sus problemas son nuestros problemas. No nos es posible eludirlos. Hay que afrontarlos juntos, hablar y buscar soluciones más allá del simple tratamiento nominal de las cuestiones. Aun a riesgo de simplificar, podríamos decir que existe una cultura tal que empuja a muchos jóvenes a no poder formar una familia porque están privados de oportunidades de futuro. Sin embargo, esa misma cultura concede a muchos otros, por el contrario, tantas oportunidades, que también ellos se ven disuadidos de formar una familia.

Una Nación es considerada grande cuando defiende la libertad, como hizo Abraham Lincoln; cuando genera una cultura que permita a sus hombres «soñar» con plenitud de derechos para sus hermanos y hermanas, como intentó hacer Martin Luther King; cuando lucha por la justicia y la causa de los oprimidos, como hizo Dorothy Day en su incesante trabajo; siendo fruto de una fe que se hace diálogo y siembra paz, al estilo contemplativo de Merton.

Me he animado a esbozar algunas de las riquezas de su patrimonio cultural, del alma de su pueblo. Me gustaría que esta alma siga tomando forma y crezca, para que los jóvenes puedan heredar y vivir en una tierra que ha permitido a muchos soñar. Que Dios bendiga a América. 

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Iglesia y Religión


Argentina y Ecuador, el Papa hace dos nombramientos episcopales
 

Son el arzobispo de Guayaquil y el obispo de Goya

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

 El santo padre Francisco aceptó la renuncia por límite de edad conforme a lo establecido en el canon 401,1 del Código de Derecho Canónico, del arzobispo ecuatoriano de Guayaquil y del obispo argentino de Goya, e indicó quienes les sustituirán. Lo indicó hoy un comunicado la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

En Ecuador nombró a Mons. Gerardo Cabrera Herrera, OFM, como arzobispo de Guayaquil, quien hasta ahora estaba en la localidad de Cuenca. Sucede al arzobispo Antonio Arregui Yarza.

En Argentina es Mons. Adolfo Ramón Canecín, hasta ahora obispo coadjutor en la misma diócesis. Sucede al obispo Ricardo Óscar Faider.

La comunicación fue dada a conocer también en Buenos Aires y Quito por las respectivas nunciaturas.

Mons. Luis Gerardo Cabrera Herrera, O.F.M., nació el 11 de octubre de 1955 en Azoguez, Provincia de Cañar. Realizó sus estudios primarios en su ciudad natal, ingresó al Seminario Menor de los Frailes Franciscanos, donde cursó sus estudios secundarios e inició su formación como religioso franciscano. 

Realizó sus estudios filosóficos y teológicos en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (Quito), y sucesivamente consiguió la Licenciatura y el Doctorado en filosofía en la Pontificia Universidad "Antonianum" de Roma.

Tomó el hábito franciscano el 1 de octubre de 1975, el 24 de septiembre de 1976 hizo su profesión religiosa temporal; el 4 de septiembre de 1982 emitió la profesión solemne y el 8 de septiembre de 1983 fue ordenado sacerdote.

A lo largo de su ministerio, Mons. Luis Cabrera Herrera, O.F.M., ha desempeñado los siguientes cargos pastorales: 

1983-1985: Vice-Maestro de los Novicios en la Orden Franciscana 

1985-1988: Miembro del Consejo Provincial de la Orden Franciscana

1985-1990: Maestro de los Novicios

1990-1994: Estudios en Roma

1995-2000: Secretario para los Estudios y la Formación de los Frailes Franciscanos y encargado de la Pastoral Vocacional de la Provincia Franciscana en Ecuador.

1996-2001: Director del Centro de Estudios Franciscanos Ecuador.

1998-2000: Director del Instituto filosófico-teológico "Cardenal Bernardino Echeverría" (Quito) y Profesor de Teología y Espiritualidad franciscana.

1996-2003: Secretario Ejecutivo de la Comisión de Ecumenismo de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y Ministro Provincial de los Franciscanos en Ecuador.

Consejero General de la Orden de los Frailes Menores Franciscanos (Roma); además, de responsable de las Provincias Franciscanas de América Latina y del Caribe.

El 20 de abril de 2009, Su Santidad Benedicto XVI lo nombró Arzobispo de Cuenca, recibió la ordenación episcopal el 4 de Julio de 2009.

(Fuente: Secretaría General de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana)

 

Mons. Adolfo Canecín nació el 25 de marzo de 1958 en la ciudad de Formosa, capital de la provincia del mismo nombre.

Realizó sus estudios primarios en la escuela estatal Fray Mamerto Esquiú, de la ciudad de Formosa, y sus estudios secundarios en la Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET 1), conocida como Escuela Industrial, también en la ciudad de Formosa, de la que egresó en 1977 como Técnico Electromecánico.

El 3 de diciembre de 1980 ingresó al Centro Vocacional San José de la ciudad de Formosa y en febrero de 1981, entró en el Seminario Mayor Nuestra Señora de la Merced y San José, de la arquidiócesis de Tucumán, donde cursó los estudios de Filosofía y de Teología, y adquirió su formación eclesiástica.

El 17 de diciembre de 1986 recibió en la catedral de Formosa la ordenación diaconal. El 25 de marzo de 1988, día en el que cumplía 30 años de edad, fue ordenado sacerdote por monseñor Dante Carlos Sandrelli, segundo obispo de Formosa, en una celebración eucarística que tuvo lugar en un estadio deportivo de la ciudad de Formosa.

Tras su ordenación sacerdotal fue designado vicario parroquial de María Madre de la Iglesia, oficio que desempeñó de 1988 a 1990. Durante ese período también fue vicario episcopal para la Vida Consagrada y las vocaciones sacerdotales y religiosas.

De 1991 a 1997 fue párroco de la Sagrada Familia, y de 1998 a 2005 rector de la catedral formoseña Nuestra Señora del Carmen y vicario general de la diócesis.

De 2006 a 2011 fue rector del Seminario Mayor Interdiocesano del NEA (Nordeste Argentino) La Encarnación, ubicado en la ciudad de Resistencia (Chaco), donde también fue profesor de Ética y Virtudes Teologales.

De 1988 a 1997 fue asesor de la Liga de Madres de Familia y de 1991 a 1997 asesor de la Renovación Carismática Católica.

Desde 2012 hasta su nombramiento episcopal fue vicario pastoral de la diócesis de Formosa y párroco de San Francisco de Asís.

El 9 de diciembre de 2014 el papa Francisco lo designó obispo coadjutor de Goya y el 25 de marzo de 2015 fue ordenado obispo en la catedral Nuestra Señora del Rosario, de Goya, por monseñor Ricardo Faifer, obispo de Goya, y los coconsagrantes monseñor Andrés Stanovnik OFMCap, arzobispo de Corrientes, y monseñor José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa. Su lema episcopal es: «Sean uno». (Fuente, agencia Aica).

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Mundo


Avalancha en la Meca deja más de 700 muertos y cientos de heridos
 

El incidente ha tenido lugar en la fase final de la peregrinación, durante la ceremonia simbólica de la lapidación de satanás

Por Redacción

Roma, (ZENIT.org)

El trágico balance que deja la estampida en el Valle de Mena, a 5 kilómetros de la Meca, es de al menos 717 muertos y más de 800 heridos. Las cifras han sido facilitadas por las autoridades saudíes.

El incidente ha tenido lugar dónde se está desarrollando la peregrinación anual, el Hajj, en la que participan más de dos millones de musulmanes. La avalancha ocurrió después de las 7 de la mañana, en el momento en el que los fieles se movilizaban desde los campos de pernoctación al lugar donde se celebra la ceremonia de la lapidación de satanás, que marca la fase final de la peregrinación.

El rito consiste en el lanzamiento de piedras hacia tres columnas, que simbolizan las tentaciones del diablo, en el tercer día de la peregrinación. Ya en el pasado se habían sufrido otros incidentes en esta misma ocasión. 

La multitud se agolpaba para alcanzar el lugar no lejos de la ciudad santa del islam, provocando de esta forma la estampida. Entre los accidentes precedentes más graves, cabe recordar el de enero de 2006, en el que 364 personas perdieron la vida.

Según ha informado el servicio de defensa civil de Arabia Saudí, unos 4 mil empleados saudíes han participado en las tareas de rescate y más de 200 ambulancias han acudido al lugar de la tragedia. Mientras tanto, los heridos han sido trasladados a los hospitales de la zona, que se hallan en estado de emergencia.

 

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Obispos de Colombia: 'Acuerdo entre Gobierno y Farc será histórico'
 

En el momento de la firma estaba también el presidente de Cuba, Raúl Castro

Por Sergio Mora

Roma, (ZENIT.org)

La Conferencia Episcopal de Colombia tras haber recordado en los días pasados a través de su web que el papa Francisco indicó que "no tenemos derecho a permitir otro fracaso más" en los diálogos de paz entre el Gobierno del país con las FARC, negociación que se realiza en Cuba, ayer dio  la noticia de que el presidente Juan Manuel Santos se reune con el máximo exponente de la narcoguerrilla Rodrigo Londoño, con la finalidad de firmar el acuerdo.  

En el encuentro en La Habana, ambos exponentes firmaron cuatro de los cinco puntos del acuerdo de fin de las hostilidades y se comprometieron a concluirlo en un plazo máximo de seis meses. 

“He venido a La Habana para hablar con Timoleón Jimenez. El jefe del secretariado (de las FARC) y yo hemos acordado que a más tardar en 6 meses debe concluir esta negociación”, dijo el presidente Santos.

En Colombia, el arzobispo de Villavicencio y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Oscar Urbina Ortega, calificó como satisfactorio el encuentro "como un momento crucial y de carácter histórico en el proceso de paz, el anuncio hecho por el Gobierno en materia de justicia transicional" indicó la web de los obispos.

"La guerra es una experiencia tremenda que hemos vivido, pero de esta debemos sacar algún bien, yo pienso que este encuentro permitirá que se pueda también buscar el objetivo que estamos todos persiguiendo y es el de la paz" añade, recordando que "el papa ha dicho que la paz la debemos construir dentro del sistema jurídico, nacional e internacional, entonces ambas partes deben también tomar en cuenta esta recomendación y buscar lo que esperamos todos los colombianos que es el camino de reconciliación".

Monseñor Urbina Ortega recordó que la reconstrucción de la paz en Colombia será un proceso muy largo, pues son más de 60 años de guerra que lleva el conflicto y resaltó que lo importante de estos procesos es la confianza que debe haber entre las partes.

"Tenemos que aprender a tenernos confianza los unos a los otros, porque o sino no podemos construir nada, uno de los costos más grandes que nos ha dejado la guerra es la desconfianza. Debemos creer en la otra persona para poder construir, de lo contrario no habrá diálogo ni construcción comunitaria", aseveró el arzobispo.

Por último el arzobispo recordó que desde la iglesia se está construyendo la paz sobre tres elementos que son: el perdón, la reconciliación y la paz y dijo además que la iglesia seguirá acompañando en todas las regiones del país a las víctimas del conflicto.

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Espiritualidad y oración


San Sergio de Rádonezh - 25 de septiembre
 

«Monje, fundador, patrón de Rusia, gran propagador del culto a la Santísima Trinidad. El famoso icono de Andrej Rubljow es heredero de sus enseñanzas»

Por Isabel Orellana Vilches

Madrid, (ZENIT.org)

Fue canonizado por el papa Nicolás V en 1449, quien al proclamar sus virtudes se hizo eco de la veneración que ya recibía y continúa dispensándole Rusia, su país originario y del que es su patrón. Nació en Rostov al inicio del siglo XIV en año impreciso; el arco fijado por diversas fuentes que incluyen fechas distintas se halla entre 1312 y 1322. Fue bautizado con el nombre de Bartolomé. Consciente de su dificultad para el aprendizaje oraba a Dios para que abriese su mente. En medio de un hecho prodigioso que le aconteció, a través de un monje recibió la gracia solicitada. Su temprana vocación a la vida monástica no obtuvo la aprobación de sus padres que se mantuvieron firmes en su disconformidad hasta poco antes de morir, cuando él había entrado en la veintena. Entonces, junto a Esteban, su hermano mayor que compartía el mismo ideal, dejó la casa paterna y herencia en manos del benjamín y se dispuso a cumplir su sueño. Ambos eligieron como morada un lugar recóndito del bosque cercano al río Conchúry. Allí pusieron el signo monástico erigiendo una Iglesia y una humilde celda que dedicaron a la Santísima Trinidad; fue bendecida por el sacerdote Feognósto.

Esteban partió a Moscú para hacerse cargo de otro monasterio, y Sergio prosiguió empapándose de la soledad monástica, entregado a una intensa oración y ayuno siguiendo la estela de los antiguos monjes del yermo. Habiendo tomado el hábito que le entregó Mitrofan, abad de un monasterio, se esforzaba por seguir los pasos de los grandes eremitas del desierto, como san Antonio o san Juan Clímaco, entre otros. La gracia de Dios y el ejemplo de lucha contra toda clase de tentaciones que le dieron los venerables cenobitas le ayudaron a superar las suyas; afrontó múltiples dificultades y sorteó también muchos peligros. Los animales salvajes –hacia los que tuvo un don especial– le respetaban.

Los frutos de su penitencia y humildad se manifestaron de un modo inesperado para él. Aunque detestaba la notoriedad y quería mantener a resguardo su austera vida, no pudo evitar que muchos llegasen hasta allí queriendo emularle y seguir a Cristo bajo su amparo. Y es que la Providencia esparcía las semillas del amor que había germinado en su corazón con el brillo inmarcesible de la humildad y el desasimiento de todo lo que impide correr en pos de la unión con la Santísima Trinidad. Rechazó la misión de abad hasta que en 1354 una voz interior le persuadió de que debía acoger sin reservas la voluntad de Dios. Instado por Él, dio respuesta a las peticiones de sus seguidores, convirtiéndose en fundador y abad del monasterio de la Santísima Trinidad.

Predicaba con su virtuosa vida, además de hacerlo con su palabra, movido por gran celo apostólico y caridad. Oraba con tanta fe que siempre llovían del cielo las bendiciones paliando las necesidades de la austera comunidad. Hasta él llegaban personas confundidas que esperaban ver en él signos externos de opulencia. Y se encontraban con un hombre santo, humildemente cubierto por un más que remendado sayal, desempeñando modestas tareas. Al recibirles y hablarles se obraban milagros que suscitaban un inmediato arrepentimiento y la conversión de sus corazones.

Sergio había sido agraciado con el don de las apariciones. En una de ellas la Virgen María le aseguró que los protegería a todos. También se le vaticinó que el monasterio sería favorecido con numerosas vocaciones. Muchos pedían su bendición y consejo. Entre ellos, el príncipe moscovita Dmitry Ivanovich, al que en 1380 ayudó en la famosa batalla de Kulikov contra los tártaros. Quiso que le acompañaran dos de sus monjes, que perecieron en la contienda. No había sido una decisión precipitada; sabía bien el riesgo que corrían. De hecho, cuando expuso su parecer al príncipe con valor y firmeza, consciente de que un discípulo de Cristo vive al límite en su ofrenda confiado en la gracia de Dios, le había dicho: «Si los enemigos quieren de nosotros el honor y la gloria se los daremos, si quieren plata y oro, se los daremos también; pero si por el nombre de Cristo, por la fe ortodoxa es necesario entregar el alma propia, entonces que la sangre corra».

En el entorno del convento fueron floreciendo nuevos moradores, y los monjes comenzaron a recibir limosnas y a extender su labor acogiendo a enfermos y peregrinos. Sergio tuvo que afrontar momentos internos de gran dificultad. No le agradaba el gobierno que había acogido por obediencia, hasta que la sublevación de algunos discípulos le instó a dejarlos, y se estableció nuevamente en el bosque, en soledad, a la vera del río Kirzhach. Allí vivió pocos años porque el metropolitano Alexis de Moscú, que le tenía en alta estima y le encomendó misiones diplomáticas para reconciliar a algunos príncipes, le rogó que volviera al convento. Cuando Alexis, deseoso de que el santo fundador le sucediese, quiso condecorarle con la cruz de oro, símbolo de tan alta misión, Sergio la rechazó, diciendo: «Desde la infancia no usé oro, a la vejez con más razón quiero mantenerme en la humildad».

Su convento de la Santísima Trinidad fue bendecido por el patriarca Filofey quien aprobó también sus reglas. Antes de morir rogó a sus hermanos que las cumplieran escrupulosamente. Fue el insigne propagador del culto a la Santísima Trinidad. El conocido icono del monje Andrej Rubljow sobre este misterio –que pintó bajo el patriarcado de Nikon, sucesor de Sergio–, es heredero de sus enseñanzas. Este gran patrón de Rusia murió en Moscú el 25 de septiembre de 1392.

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