Malditos

Cada día leo y escucho noticias sobre la mal llamada “violencia de género”. El “genero”, en español, es un morfema de determinadas categorías gramaticales – sustantivos y adjetivos – que sirve para distinguir la oposición masculino/femenino. Y, que yo sepa, un morfema nunca le ha hecho daño a nadie.

Quienes hacen daño a sus mujeres o a sus antiguas parejas o a sus novias son energúmenos sin principios ni conciencia con nombre y apellidos. Hay criminales que abusan de su fuerza bruta para maltratar a las mujeres e incluso a sus propios hijos.

Hay canallas que amenazan, insultan, desprecian y torturan a sus mujeres. Los hay que, además, amplían su círculo de acción a sus hijos: a niños pequeños, inocentes, indefensos, frágiles. Hay quienes se dicen hombres – sin serlo – y carecen de principios morales y que sólo piensan en lo que a ellos les apetece, en lo que ellos sienten, en lo que ellos desean. Hay hombres sin honor que ignoran que sin honor no se es hombre.

Hay cobardes que aprovechan la intimidad del hogar para destrozar las vidas de las personas que decían querer. Son sabandijas inmundas que viven de la sangre de sus víctimas; seres infectos, repugnantes y nauseabundos; egoístas y hedonismo hasta el vómito.

He conocido a hombrecillos que han abandonado a su mujer y sus hijos pequeños para irse con otra; tipejos que no dudan en destrozar las vidas de sus esposas y de sus hijos con tal de “ser felices” y con el pretexto de que ya no están “enamorados” o de que “el amor se terminó” y “tienen derecho a rehacer su vida con otra mujer” de la que se han enamorado. Y les importa un bledo el dolor inmenso que provocan en esas mujeres abandonadas y en esos hijos, a los que luego les racanean incluso el dinero necesario para su manutención.

La mayor felicidad es gastar la vida en hacer felices a tus hijos y en entregarte en cuerpo y alma a tu mujer. No hay felicidad en buscarse a uno mismo y a sus propios deseos: eso es egoísmo destructor.

Una persona lo es si es capaz de tomar decisiones con libertad y de mantener sus juramentos, mantener la palabra dada. Quienes maltratan a sus mujeres y a sus hijos no son personas: son alimañas.

Malditos: os pudriréis en el Infierno si no os convertís y reparáis el daño hecho.