Opinión

El obispo

 

«Es necesario que el obispo perciba lúcidamente la batalla entre la luz y la oscuridad que se combate en este mundo». Así les hablaba el Papa Francisco -hace un par de días- a los obispos norteamericanos, dejando muy claro en qué terreno estamos –una auténtica «batalla»-, y qué papel le corresponde al obispo católico Y lo que les dice vale exactamente igual para todos los obispos de todas las Diócesis del mundo. Y sus palabras no tienen desperdicio.

26/09/15 6:50 PM | José Luis Aberasturi


Son especialmente valiosas en estos tiempos de tanto disparate, en el orden pastoral, en el orden moral, en el orden doctrinal, y en el orden disciplinar, protagonizados, precisamente, por obispos, arzobispos, cardenales… esparcidos por el vasto mundillo de la jerarquía eclesiástica.

Ejemplos, los tenemos en nuestra propia «casa», en la Iglesia Católica en España. El último protagonista del último dislate, por decirlo suavemente, ha sido el obispo Novell –NOVATO, NOVICIO, INMADURO, que eso significa en castellano-, con su proclama pública y publicada sobre su personal y «pastoral» apuesta –inmoral, descarada, injusta, impúdica, impropia- por los de «junts pel si» en las elecciones catalanas del próximo domingo.

Se ve que no le había dado tiempo de leer al Papa; y si lo ha leído después, ni se ha inmutado, porque no se le ha oído o leído ni una sola palabra de rectificación, de disculpa, de contrición: como si no fuese con él. Los demás tenemos que «comprender» que, como dice el pitiminí de Novell, ha llegado la «libertad».

Y lo del Papa a los señores obispos es muy fuerte, a poca sensibilidad no ya espiritual, que por supuesto, sino meramente humana, intelectual que se tenga; máxime si es uno obispo.

Les ha dicho cuatro cosas bien claritas.

En primer lugar, ha dicho que los obispos han de mirar a Dios, y dejar de mirarse a sí mismos: han de saber «no apacentarse a sí mismos» –estos días precisamente, y de la mano de san Agustín, estamos rezando sobre esto en la Liturgia de las Horas: sobre los buenos y malos pastores-, «saber mirar hacia abajo, no hacia la propia auto-referencialidad, sino siempre hacia el horizonte de Dios».

Y para esto, les concreta dos cosas, que son dos puntos clave de cualquiera que tenga ansias de espiritualidad; algo que en un obispo católico, antes, se daba por supuesto porque se daba; ahora, por desgracia y en algunos casos, las cosas son muy distintas:

a)«vigilar… sobre nosotros mismos –primer consejo de la vida ascética y espiritual católicas-, para alejar la tentación del narcisismo, que ciega los ojos del pastor, hace irreconocible su voz y su gesto estéril» -¡cuánta esterilidad, cuánta inanidad, cuánto gesto, y cuánta palabra inútil hay en tanta gente de Iglesia!

b) acudir –es el aire para respirar y vivir- a «la Palabra de Dios» y al «único Pan del Cielo»; es decir: ir a Cristo, «llenarse» de Cristo, el Buen Pastor, en el que han de mirarse -y forjarse, y ahormarse- todos los Pastores, pues de Él han recibido SU encargo: «Apacienta mis corderos; apacienta mis ovejas». De este modo, al final de su vida, oirán del Señor: «Muy bien, siervo bueno y fiel… entra en el gozo de tu Señor».

Y todo eso, con una finalidad precisa:

«Nuestra misión episcopal consiste en primer lugar en cimentar la unidad (…). Es imperativo, por tanto, cuidar dicha unidad, custodiarla, favorecerla, testimoniarla… reconciliar las diferencias, perdonarnos unos a otros y superar toda división…»; máxime –señala el Santo Padre- teniendo como telón de fondo el próximo Año de la Misericordia, signo distintivo del Corazón de Cristo, en el que no hay división, y en el que caben todos.

Y no deja de señalar, particular y concretamente, que esta unidad en Cristo, que la Iglesia con sus Pastores a la cabeza han de servir, empieza y se cimienta por/en la unidad política y social del país: «este servicio a la unidad es especialmente importante para su amada nación, cuyos vastísimos recursos… requieren responsabilidades morales».

¿En qué lugar queda el Novell después de leer estas palabras del Papa –muy resumidas- que acabo de transcribir? Y podría haber recogido más cosas: les recomiendo su lectura, pues está todo publicado.

En cualquier empresa seria, en una multinacional como Volkswagen por ejemplo, donde la han pifiado y porque la han pifiado, el Novell estaría en la calle: porque lo habrían echado a patadas, caso de que no hubiese tenido la suficiente honradez personal –la hombría- de presentar su dimisión. Así lo ha hecho exactamente el presidente de Volkswagen.

Y esto vale –debe valer; y ya es hora de que valga- también para la Iglesia, ¿por qué no? ¿O es que esto solo ha de valer, y vale, para los poquísimos casos de pederastia que se han producido, y de los que algunos jerarcas hicieron oídos sordos?

Lo que se ventila en la Iglesia a día de hoy es bastante más serio que esos casos, penosos y desgraciados. Y si no, al tiempo.

 

Por José Luis Aberasturi y Martínez, Sacerdote.