El jesuita teólogo y sociólogo asturiano José María Rodríguez Olaizola impartía el jueves 1 de octubre la conferencia inaugural del curso pastoral de la Diócesis de Bilbao, en la catedral de Santiago, a las 17:30 horas. El religioso es miembro del consejo de redacción de la revista `Sal Terrae´, director de la Oficina Digital de la Compañía de Jesús y coordinador del equipo de redacción de la web `Rezando voy´. Le preguntamos sobre algunas cuestiones que resuenan mucho estos días entre los cristianos de Bizkaia.

-Una Iglesia más misionera, abierta y acogedora. ¿Cuál puede ser la clave para el cumplimiento de estas premisas?

La conciencia de “misión” es muy necesaria. Creo que el gran reto que tenemos como Iglesia es dejar de sentir que hay unos cuantos creyentes que son los “misioneros”, por opción o vocación, mientras que el resto viven la fe como algo privado para poner orden en sus vidas. Sería, por entendernos, como si tomásemos la imagen del buen pastor como una excusa para dividir el mundo entre pastores y ovejas. Los pastores tendrían una misión que es cuidar a las ovejas. Eso es una comprensión muy parcial y pobre del Evangelio.

-¿Y la apertura y acogida?

Ahí tenemos una responsabilidad enorme. No podemos seguir diciendo que somos una Iglesia muy abierta y acogedora, pero al mismo tiempo serlo solo para aquellos que se ciñan a nuestras condiciones. Porque eso, de hecho, es cerrazón. La apertura y la acogida te hacen vulnerable, te llevan a aceptar que no lo sabes todo, a dejarte cuestionar por lo que a veces ignoras, y te produce inseguridad. Y que conste que eso no es relativismo, como algunos rápidamente dirían. Es, sencillamente, la humildad de reconocer que la Verdad, así con mayúscula, es demasiado amplia como para que pretendamos abarcarla entera.  Hay hoy en día demasiadas personas que sienten que en esta Iglesia no tienen lugar (basta mirar las cuestiones candentes que el próximo Sínodo de la familia tendrá que afrontar). ¿Queremos ser acogedores? Empecemos por escuchar lo que otros tienen que decir de nosotros, o lo que otros tienen que decirnos. Es la única forma, creo, de poder empezar a tirar unos cuantos muros.

-¿Cómo puede la Iglesia enganchar mejor con la sociedad actual en general y con los creyentes en particular?

Es una pregunta muy amplia. En realidad habría que tocar muchísimos puntos aquí. Empezando por señalar que “la Iglesia” son muchos rostros y muchas perspectivas. Es plural, y hoy en día hay muchas voces diferentes -y unos cuantos diálogos difíciles pero necesarios en curso- Yo personalmente diría que la Iglesia necesita afrontar con valor y con libertad dichos diálogos. Sin miedo al conflicto, que no es señal de error, sino muchas veces de la incesante búsqueda de respuestas que siempre hemos tenido. Creo que hay una mayoría silenciosa en la Iglesia que contempla, con estupor, algunas estridencias -de todo cuño- que, sin embargo, son las que saltan una y otra vez a los medios de comunicación.

Creo que hay gente que tiene tanto miedo a todo lo que suene a cambio que está dogmatizando lo que no es dogma, y eso es terrible porque hace que muchos perciban a la Iglesia como una institución atascada en el pasado. Es necesario hablar y reflexionar hoy sobre la moral: moral sexual, social, económica. Hablar también sobre la cuestión de la fe, y la ciencia, y Dios hoy, y todo ello con la disposición real a buscar la verdad (una verdad que nunca tenemos en su totalidad y que se va desplegando también en el diálogo con la cultura, con el progreso humano, con la mayor sensibilidad ante un mundo complejo que cada vez comprendemos mejor).

-¿El Papa está dando una lección en este sentido?

Creo que sí. El reto que tenemos el resto es apoyar mucho más  de lo que el Papa expone, para contrarrestar el ruido que hace una minoría molesta con todo lo que suene a cambio. Dicha minoría creo que, realmente, está en su derecho de cuestionar las cosas, pero con la misma legitimidad tendrían que hablar mucho más alto una grandísima cantidad de creyentes de todos los estamentos eclesiales que sienten que el papa está poniendo voz a muchas cosas que debían ser dichas.

-¿Por qué y para qué Rezando Voy?

Porque pensamos, cuando lo lanzamos, que hacía falta una propuesta de oración que llegase a la gente donde la gente estaba. Que ayudase a vincular el Evangelio con la vida cotidiana. Que fuera fácilmente identificable con el ritmo cotidiano, con la velocidad y hasta el vértigo de la sociedad contemporánea. Y que en lenguaje, en formato y en propuesta, fuera lo más universal posible, llegando tanto a gente más practicante como a personas quizás más frías o alejadas de lo religioso. Todo eso es necesario y de ahí el lanzarnos con un proyecto así.  (que se puede conocer, si no lo conocen, en www.rezandovoy.org)

(Diócesis de Bilbao)