A la hora del Ángelus dominical del primer domingo de octubre, día 4, el Papa Francisco recordó la celebración eucarística apenas celebrada en la Basílica de san Pedro, con la que se dio inicio a la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. “Tendremos la mirada fija en Jesús para individuar, sobre la base de su enseñanza de verdad y de misericordia, los caminos más oportunos para un compromiso adecuado de la Iglesia con las familias y para las familias”, recalcó el Obispo de Roma hablando de la tarea que les espera los padres sinodales.

Citando el Libro del Génesis de la liturgia de este domingo, que se refiere a la complementariedad y reciprocidad entre hombre y mujer, el Pontífice subrayó que “Dios es amor que viene donado a los esposos en el Sacramento del matrimonio”.  Este amor, que alimenta su relación y suscita el deseo de generar hijos – dijo – es el mismo amor que, en el Evangelio de hoy, Jesús manifiesta a los niños cuando dice: “Dejen que los niños se acerquen a mí…”

Francisco invitó luego a pedir al Señor para que “todos los padres y los educadores del mundo, como así también la entera sociedad, se vuelvan instrumentos de aquella acogida y de aquel amor con el cual Jesús abraza a los más pequeños”.  Y recordando a los niños infelices, que escapan de pobreza y conflictos implorando nuestra ayuda, invocó la ayuda del Señor “para que nos ayude no ser sociedad-fortaleza, sino sociedad-familia, capaces de acoger, con reglas adecuadas, pero acoger.

El Papa Bergoglio concluyó invitando a rezar por los trabajos del sínodo e invocó la intercesión de la Virgen María, en unión espiritual con quienes hoy en el Santuario de Pompeya recitan la “Súplica a la Virgen del Rosario”.

(MCM-RV)

Reflexión del Papa a la hora del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Se ha concluido hace poco, en la Basílica de San Pedro, la celebración eucarística con la cual hemos dado comienzo la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Los Padres Sinodales, provenientes de todas partes del mundo y reunidos en torno al Sucesor de Pedro, reflexionarán por tres semanas sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad, para un atento discernimiento espiritual y pastoral. Tendremos la mirada fija en Jesús para individuar, sobre la base de su enseñanza de verdad y de misericordia, los caminos más oportunos para un compromiso adecuado de la Iglesia con las familias y para las familias, para que el designio originario del Creador sobre el hombre y la mujer pueda llevarse a cabo y obrar en toda su belleza y su fuerza en el mundo de hoy.

La liturgia de este domingo vuelve a proponer precisamente el texto fundamental del Libro del Génesis sobre la complementariedad y reciprocidad entre hombre y mujer (crf. Gen 2,18-24). Por esto – dice la Biblia – el hombre deja su padre y su madre y se une a su mujer y los dos se transforman en una sola carne, es decir, una sola vida, una sola existencia (cfr. v 24). En tal unidad los cónyuges transmiten la vida a los nuevos seres humanos: se transforman en padres. Participan de la potencia creadora de Dios mismo. Pero ¡atención! Dios es amor que viene donado a los esposos en el Sacramento del matrimonio. Es el amor que alimenta su relación, a través de alegrías y dolores, momentos serenos y difíciles. Es el amor que suscita el deseo de generar hijos, de esperarlos, acogerlos, criarlos, educarlos. Es el mismo amor que, en el Evangelio de hoy, Jesús manifiesta a los niños: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino del Cielo pertenece a los que son como ellos” (Mc 10,14).

Hoy pidamos al Señor que todos los padres y los educadores del mundo, como así también la entera sociedad, se vuelvan instrumentos de aquella acogida y de aquel amor con el cual Jesús abraza a los más pequeños. Él mira en sus corazones con la ternura y la diligencia de un padre y al mismo tiempo, de una madre. Pienso – ahora pienso – en tantos niños hambrientos, abandonados, explotados, obligados a la guerra, rechazados. Es doloroso ver las imágenes de niños infelices, con la mirada perdida, que escapan de pobreza y conflictos, golpean a nuestras puertas y a nuestros corazones implorando ayuda. El Señor nos ayude a no ser sociedad-fortaleza, sino sociedad-familia, capaces de acoger, con reglas adecuadas, pero acoger, acoger siempre, con amor.

Los invito a sostener con la oración los trabajos del Sínodo, para que el Espíritu Santo vuelva a los padres sinodales plenamente dóciles a sus inspiraciones. Invoquemos la materna intercesión de la Virgen María, uniéndonos espiritualmente a cuantos, en este momento, en el Santuario de Pompeya recitan la “Súplica a la Virgen del Rosario”.

Saludos del Papa después de la oración mariana

Queridos hermanos y hermanas,

ayer, en Santander, en España, han sido proclamados Beatos Pio Heredia y diecisiete compañeros y compañeras del Orden Cisterciense de la Estricta Observancia y de San Bernardo, asesinados por su fe durante la guerra civil española y la persecución religiosa de los años treinta del siglo pasado. Alabemos al Señor por sus valientes testimonios, y por su intercesión, supliquémosle que libere al mundo del flagelo de la guerra.

Deseo dirigir una oración al Señor por las víctimas del desmoronamiento que ha arrasado un entero poblado en Guatemala, como también por aquellas del aluvión en Francia, en la Costa Azul. Estamos cercanos a las poblaciones golpeadas duramente, también con la solidaridad concreta.

Agradezco a todos ustedes que han venido numerosos de Roma, de Italia y de tantas partes del mundo. Saludos a los fieles de la Arquidiócesis de Paderborn (Alemania), a aquellos de Porto (Portugal), y al grupo del colegio Mekhitarista en Roma.

En el día de san Francisco de Asís, patrono de Italia, saludo con particular afecto a los peregrinos italianos, en particular, a los fieles de Reggio Calabria, Bollate, Mozzanica, Castano Primo, Nule e Parabita. Saludo a los chicos de Belvedere di Spinello y a la Asociación de los derechos de los peatones de Roma y de Lazio.

¡A todos les deseo un buen domingo! Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

(Traducción del italiano: María Cecilia Mutual – RV)