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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 18 de octubre de 2015

La frase del día 18 de octubre

"La bondad y majestad de Dios son infinitas, y sus beneficios y misericordias para con el hombre sobrepasan las arenas del mar". San Pedro de Alcántara

 


El papa Francisco

Francisco en el Ángelus: 'Es decisivo que se logre la paz en Tierra Santa'
Texto completo. El Santo Padre ha saludado a todos los que han asistido a la ceremonia de canonización para rendir homenaje a los nuevos santos

El Papa advierte sobre la incompatibilidad del carrerismo con seguir a Cristo
En la homilía de la canonización de este domingo en San Pedro, el Santo Padre ha reflexionado sobre el servicio y la vía de la humildad y de la cruz para seguir a Jesús

Francisco canoniza a cuatro nuevos santos
Se trata de la Madre María de la Purísima de la Cruz, Luis y Celia Martin y el sacerdote italiano Vincenzo Grossi

Espiritualidad y oración

San Pablo de la Cruz - 19 de octubre
«Fundador de los pasionistas. El más grande místico italiano del siglo XVIII. Consagró su vida a promover la memoria de la Pasión de Cristo; lo prometió a la Virgen Salus Populi Romani en la basílica romana de Santa María la Mayor»

El Clima en Casa
Catequesis para la familia

"El DOMUND de la vida religiosa y la familia"
'Palabra y Vida' del arzobispo de Barcelona


El papa Francisco


Francisco en el Ángelus: 'Es decisivo que se logre la paz en Tierra Santa'
 

Texto completo. El Santo Padre ha saludado a todos los que han asistido a la ceremonia de canonización para rendir homenaje a los nuevos santos

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Al final de la Misa celebrada este domingo en el atrio de la basílica de San Pedro para la canonización de cuatro beatos, y antes de rezar el Ángelus, el papa Francisco ha dirigido las siguientes palabras a los fieles y peregrinos presentes en la Plaza:

Queridos hermanos y hermanas,

Sigo con gran preocupación la situación de fuerte tensión y violencia que aflige a Tierra Santa. En este momento necesitamos mucho coraje y mucha fortaleza para decir no al odio y la venganza y hacer gestos de paz. Oremos para que Dios fortalezca en todos, los gobernantes y los ciudadanos, la valentía de oponerse a la violencia y tomar medidas concretas para la distensión. En el contexto actual de Oriente Medio es más que nunca decisivo que se logre la paz en Tierra Santa: esto nos piden Dios y el bien de la humanidad.

Al final de esta celebración, deseo saludar a todos los que habéis venido a rendir homenaje a los nuevos santos, de manera particular a las delegaciones oficiales de Italia, España y Francia.

Saludo a los fieles de la diócesis de Lodi y Cremona, así como a las Hijas del Oratorio. El ejemplo de san Vicente Grossi sostenga el compromiso a favor de la educación cristiana de las nuevas generaciones.

Saludo a los peregrinos que han venido de España, particularmente de Sevilla, y a las Hermanas de la Compañía de la Cruz. El testimonio de santa María de la Purísima nos ayude a vivir la solidaridad y cercanía con los más necesitados.

Saludo a los fieles provenientes de Francia, especialmente de Bayeux, Lisieux y Sées: a la intercesión de los santos esposos Ludovico Martin y Maria Azelia Guérin encomendamos las alegrías, las esperanzas y las dificultades de las familias francesas y de todo el mundo.

Agradezco a los cardenales, los obispos, los sacerdotes, las personas consagradas, así como a las familias, los grupos religiosos y las asociaciones.

Y ahora nos dirigimos con amor filial a la Virgen María.

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El Papa advierte sobre la incompatibilidad del carrerismo con seguir a Cristo
 

En la homilía de la canonización de este domingo en San Pedro, el Santo Padre ha reflexionado sobre el servicio y la vía de la humildad y de la cruz para seguir a Jesús

Por Rocío Lancho García

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

El santo padre Francisco ha canonizado este domingo a la española María de la Purísima, superiora general de la Congregación de las Hermanas de la Cruz; Luis Martin y María Azelia Guérin, padres de Santa Teresita y Vincenzo Grossi, sacerdote diocesano, fundador del Instituto de las Hijas del Oratorio.

Por ello, en su homilía en la misa celebrada en la plaza de San Pedro, el Papa ha asegurado que “los santos proclamados hoy sirvieron siempre a los hermanos con humildad y caridad extraordinaria, imitando así al divino Maestro”. Asimismo ha indicado que “el testimonio luminoso de estos nuevos santos nos estimulan a perseverar en el camino del servicio alegre a los hermanos, confiando en la ayuda de Dios y en la protección materna de María”.

De santa María de la Purísima ha explicado que “vivió personalmente con gran humildad el servicio a los últimos, con una dedicación particular hacia los hijos de los pobres y enfermos”. De los santos esposos Luis Martin y María Azelia Guérin ha indicado que “vivieron el servicio cristiano en la familia, construyendo cada día un ambiente lleno de fe y de amor; y en este clima brotaron las vocaciones de las hijas, entre ellas santa Teresa del Niño Jesús”. Y de san Vicente Grossi ha dicho que fue un párroco celoso, preocupado por las necesidades de su gente, especialmente por la fragilidad de los jóvenes. Distribuyó a todos con ardor el pan de la Palabra y fue buen samaritano para los más necesitados.

Reflexionando sobre las lecturas bíblicas del día, el Santo Padre ha explicado que nos hablan del servicio y nos llaman a seguir a Jesús a través de la vía de la humildad y de la cruz.

“Jesús es el Siervo del Señor: su vida y su muerte, bajo la forma total del servicio, son la fuente de nuestra salvación y de la reconciliación de la humanidad con Dios”, ha subrayado. Asimismo, el Pontífice ha mencionado que el planteamiento en el que se mueven Santiago y Juan reclamando puestos de honor a Jesús, “estaba todavía contaminado por sueños de realización terrena”. Y es aquí donde Jesús --ha explicado-- produce una primera ‘convulsión’ en esas convicciones de los discípulos haciendo referencia a su camino en esta tierra: “El cáliz que yo voy a beber lo beberéis ... pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado”. Con la imagen del cáliz, “les da la posibilidad de asociarse completamente a su destino de sufrimiento, pero sin garantizarles los puestos de honor que ambicionaban”, ha recordado el Santo Padre. Su respuesta --ha observado-- es una invitación a seguirlo por la vía del amor y el servicio, rechazando la tentación mundana de querer sobresalir y mandar sobre los demás.

El Papa ha recordado que Jesús, dicendo “el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor” señala que “en la comunidad cristiana el modelo de autoridad es el servicio”. De este modo, ha asegurado que “el que sirve a los demás y vive sin honores ejerce la verdadera autoridad en la Iglesia”. Jesús nos invita --ha proseguido-- a cambiar de mentalidad y a pasar del afán del poder al gozo de desaparecer y servir; a erradicar el instinto de dominio sobre los demás y vivir la virtud de la humildad. “Y después de haber presentado un ejemplo de lo que hay que evitar, se ofrece a sí mismo como ideal de referencia”, ha añadido.                     

En su homilía, el Pontífice ha explicado que “Jesús da un nuevo sentido a esta imagen y señala que él tiene el poder en cuanto siervo, el honor en cuanto que se abaja, la autoridad real en cuanto que está disponible al don total de la vida”. En efecto, con su pasión y muerte él conquista el último puesto, alcanza su mayor grandeza con el servicio, y la entrega como don a su Iglesia”.

Al respecto el Papa ha insistido en que “hay una incompatibilidad entre el modo de concebir el poder según los criterios mundanos y el servicio humilde que debería caracterizar a la autoridad según la enseñanza y el ejemplo de Jesús”. Incompatibilidad --ha agregado--- entre las ambiciones, el carrerismo y el seguimiento de Cristo; incompatibilidad entre los honores, el éxito, la fama, los triunfos terrenos y la lógica de Cristo crucificado. En cambio, “sí que hay compatibilidad entre Jesús acostumbrado a sufrir y nuestro sufrimiento”.

El Obispo de Roma ha explicado que “Jesús realiza esencialmente un sacerdocio de misericordia y de compasión”. Ha experimentado directamente --ha indicado-- nuestras dificultades, conoce desde dentro nuestra condición humana; el no tener pecado no le impide entender a los pecadores. Por ello, ha recordado que “su gloria no está en la ambición o la sed de dominio, sino en el amor a los hombres, en asumir y compartir su debilidad y ofrecerles la gracia que restaura, en acompañar con ternura infinita su atormentado camino”.                     

                    

            

        

 

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Francisco canoniza a cuatro nuevos santos
 

Se trata de la Madre María de la Purísima de la Cruz, Luis y Celia Martin y el sacerdote italiano Vincenzo Grossi

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Este domingo, 18 de octubre, ha sido canonizada en el Vaticano la beata española Madre María de la Purísima de la Cruz, superiora general de la Congregación de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, quien dedicó su vida a atender a los pobres, los enfermos y a los más necesitados. Es la segunda religiosa de este instituto en subir a los altares, junto con la fundadora sor Ángela de la Cruz.

Un gran número de fieles de España han peregrinado a Roma acompañados por el arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo, y numerosas Hermanas de la Cruz y sacerdotes, quienes han participado en la ceremonia de canonización que ha llevado a cabo el papa Francisco sobre las 10 de la mañana, y donde también han sido proclamados santos Luis y Celia Martin, padres de santa Teresita del Niño Jesús, y el sacerdote diocesano Vincenzo Grossi, fundador del Instituto de las Hijas del Oratorio.

Durante la misa, ha tenido lugar el tradicional rito, en el que el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos, ha leído una breve biografía de cada uno de los nuevos santos y ha solicitado al Pontífice su canonización. Después, los postuladores han llegado con las reliquias para ponerlas en el altar y el Santo Padre ha pronunciado solemnemente la fórmula con la que, a partir de ese momento, los cuatros beatos pasan a formar parte del santoral romano.  

La Madre María de la Purísima de la Cruz, superiora de la Compañía de la Cruz, nació en Madrid en 1926 y falleció en Sevilla en 1998. Fue beatificada en el año 2010. Las Hermanas de la Cruz se dedican al cuidado de los más pobres.
 
Los padres de santa Teresa de Lisieux, Luis y Celia Martin, fueron declarados beatos en 2009 por Benedicto XVI. Se trata del primer matrimonio canonizado en la misma ceremonia. Además han subido a los altares como santos durante el Sínodo de la Familia, para resaltar el papel fundamental de los padres en la transmisión de la fe a sus hijos.
 
El sacerdote italiano Vincenzo Grossi, fundador del Instituto de las Hijas del Oratorio, nació en 1845 en Cremona y falleció en 1917. La orden que fundó en 1895 está dedicada, especialmente, a la evangelización de los niños y jóvenes. Tienen casas en Italia, Argentina y Ecuador. Vincenzo Grossi fue beatificado por Pablo VI en 1975.
 
A la celebración eucarística han asistido también algunos padres sinodales que están participado en la Asamblea de los Obispos, que se celebra en el Aula Pablo VI hasta el próximo 25 de octubre.

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Espiritualidad y oración


San Pablo de la Cruz - 19 de octubre
 

«Fundador de los pasionistas. El más grande místico italiano del siglo XVIII. Consagró su vida a promover la memoria de la Pasión de Cristo; lo prometió a la Virgen Salus Populi Romani en la basílica romana de Santa María la Mayor»

Por Isabel Orellana Vilches

Madrid, (ZENIT.org)

Paolo Francesco Danei Massari nació en Ovada, Italia, el 3 de enero de 1694. Era hijo de un comerciante. De dieciséis hermanos nacidos en la familia, solo sobrevivieron seis. Las penurias económicas marcaron su infancia. Viéndose obligado a trabajar y cambiar con frecuencia de domicilio, apenas pudo estudiar. Pero sus padres compensaron esta dificultad legándole un patrimonio inigualable para conocer y experimentar la verdadera sabiduría que procede de Dios. Luchino, su padre, le leía vidas de santos y le marcaba la senda que le convenía seguir, manteniéndole al abrigo de malas compañías. Su madre, Anna María, suscitó en él un amor inmenso por el Crucificado, enseñándole a acudir a Él ante cualquier contrariedad de la vida, que ya en su infancia determinó entregarle.

En un sermón se produjo lo que denominó su «conversión». Fue en 1713. Después de escuchar el pasaje evangélico: «Si no os convertís, todos pereceréis» (Lc 13,5), «sintió un impulso irresistible de darse a una vida santa y perfecta», hizo confesión general, y tomó la vía penitencial alentado por la oración y lectura de las biografías de los santos que conocía. Junto a jóvenes afines, promovió una asociación de asistencia al prójimo; su palabra y ejemplo propició la consagración religiosa de algunos. Quiso ser mártir de la fe, y durante un año luchó en la cruzada impulsada por Clemente IX. Viendo que no era su camino, regresó junto a sus padres y llevó vida de intensa oración y penitencia. En ese periodo se le presentó un futuro halagüeño a nivel empresarial y personal, con un ventajoso matrimonio, aunque nada de ello logró seducirle.

En 1720, en sueños, vio el hábito distintivo de la Orden que debía fundar, y a renglón seguido María le confirmaba que ésta debería tener como carisma el amor a la Pasión. De ahí brotó su hondo sentimiento: «Ser y hacer memoria del Crucificado y de los crucificados». Con permiso del obispo de Alejandría, que le impuso el hábito, se recluyó en un inhóspito y húmedo trastero de la sacristía de la iglesia de San Carlos, de Castellazzo. Ayunando, sin apenas descanso, compuso las reglas e inició la redacción de un «Diario espiritual» que tuvo que escribir por obediencia. Este era su afán: «No deseo saber otra cosa ni quiero gustar consuelo alguno; solo deseo estar crucificado con Jesús».

Viviendo en soledad, emprendió su acción apostólica en zonas circundantes. Los destinatarios eran los niños a los que catequizaba. Difundió las Misiones Populares en el entorno con grandes frutos. Entre las primeras vocaciones hubo abandonos de los que pensaron que no podrían sobrellevar el rigor de la regla. Pero él siguió predicando, crucifijo en mano, con los brazos extendidos. Colocaba al lado una cruz de grandes proporciones y se dirigía al Crucificado. En su táctica apostólica, ensamblada con la fe, no había lugar para falsos pudores humanos. Cuando observaba que los corazones no se encendían ante el relato de los sufrimientos del Redentor, él mismo se infligía azotes ante el auditorio. A veces, aparecía con una corona de espinas en la cabeza. Había escrito: «el camino más corto para llegar a la santidad es el perderse enteramente en el abismo del sufrimiento del Salvador». Todo lo que tenía de inflexible a la hora de invitar a los pecadores a la conversión radical, se trocaba en comprensión y paciencia cuando los recibía en confesión; los animaba y confortaba haciéndoles ver la viabilidad de la perfección. Era claro en sus apreciaciones: «Si queréis, llevad un collar de perlas cuando salgáis, pero recordad que Jesús ha llevado una cuerda y una cadena al cuello».

En 1721 llegó a Roma soñando en la aprobación pontificia de la regla, pero fue tratado despóticamente por la guardia. Luego, ante la Virgen Salus Populi Romani, en la basílica de Santa María la Mayor, prometió «dedicarse a promover en los fieles la devoción a la Pasión de Cristo y empeñarse en reunir compañeros para hacer esto mismo». Su hermano carnal, Juan Bautista, se unió a él en Castellazzo; le acompañó en las misiones y fue su confesor hasta su muerte. En una ocasión hubo entre ellos un malentendido, y el santo le retiró la palabra. Tres días más tarde se postró de rodillas ante él y le pidió perdón. Después de intentos infructuosos para fundar, ambos se trasladaron a Roma; trabajaron en el hospital de San Gallicano. Fueron ordenados sacerdotes en 1727 por Benedicto XIII, quien les autorizó a fundar. Se instalaron en Monte Argentario y allí florecieron las vocaciones dando lugar al primer convento que se abrió en 1737.

Suavizada la regla por una comisión cardenalicia, Benedicto XIV la reconoció en 1741. En su carisma se hallaba la predilección por los pobres, aunque la idea rectora era infundir en todos el amor a Cristo crucificado ya que con él quedaría erradicada toda injusticia promovida por el pecado. «Cuando cometáis una falta, humillaos delante de Dios con profundo arrepentimiento, y luego, con un acto de gran confianza lanzad vuestra culpa al océano de su inmensa bondad». «Los sufrimientos de Jesús deben ser las joyas de nuestro corazón». «Cuando estéis angustiados por temores y dudas, decid a Jesús crucificado: ¡Oh, Jesús, amor de mi corazón, yo creo en ti, espero en ti, te amo sólo a ti!». Como no podía ser menos en alguien que amaba al Crucificado, tenía gran devoción por María que transmitió: «Rogad a María que bañe vuestro corazón con sus lágrimas dolorosas, con el fin de que tengáis un continuo recuerdo de la Pasión de Jesús y de sus penas maternales».

En 1771 fundó las Hermanas Pasionistas. En 1772 vio que se acercaba su muerte, solicitó la bendición del papa y éste le dijo que la Iglesia lo necesitaba. Tres años más tarde, el 18 de octubre de 1775, se apagó su vida. Dejaba atrás más de una decena de casas abiertas, dos centenares de misiones, 80 ejercicios espirituales e incontables conversiones. Había recibido el don de profecía y de milagros. Pío IX lo beatificó el 1 de mayo de 1853, y lo canonizó el 29 de junio de 1867.

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El Clima en Casa
 

Catequesis para la familia

Por Carmen Francisco

Madrid, (ZENIT.org)

Mis hijos decían el otro día, ya hace frío mamá. Y mis padres desde el otro hemisferio, ya llega la primavera. Para ambas situaciones, la actitud, es la clave: Rica confianza y alegría de participar.

Es nutritivo introducirnos con nuestros hijos en la toma de conciencia de que, así como hay un clima meteorológico hay uno que es el que compartimos en la relación con las demás personas; en el hogar y desde ahí a la sociedad, en las instancias que cada uno según su edad y roles vivimos.

Al escribir El Clima en Casa, quiero visualizarnos a cada uno y a la Iglesia en su cuerpo como Casa de Dios, tanto en sus templos como en cada Familia, iglesia doméstica.

“Ser cristiano significa tener la alegría de pertenecer totalmente a Cristo”. Papa Francisco.

La primera acogida y confianza en esta pertenencia que nos vivifica es con uno mismo, quererse, tratarse con cariño y expresarlo a nuestro alrededor.

Como hijos, nosotros y los nuestros, cuando sentimos calor o frío, queremos atendernos, buscar frescor o bien abrigo. Del mismo modo tender a cuidarnos y cuidar a los demás con el abrigo del corazón que se ve en la sonrisa, las palabras tiernas y la intención que cada uno conoce, podemos enriquecer o empobrecer el clima de donde vivimos.

En casa siempre hay alguien que lleva un corazón atento a poner sol a ese clima del hogar. Podemos identificar quiénes de la familia nos dan rayos de sol con su alegría o fresca brisa con sus iniciativas. Y sumarnos.

En las iglesias, los párrocos alegres, los catequistas y nosotros fieles sabernos en al casa del Padre e ir contentos a su encuentro.

Que maravilla de ejemplo de un clima positivo estamos viviendo durante el Sínodo de la Familia esta semanas. Los temas son delicados y contingentes. Los obispos que se han reunido con el Papa Francisco saben que Cristo es el camino y si hemos encontrado el camino a casa, seguirlo es abandono que retorna paz y alegría de conocerlo.

Apoyemos este Encuentro de caminos con nuestra oración y seamos parte del clima de nuestro hogar, la Iglesia.  

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"El DOMUND de la vida religiosa y la familia"
 

'Palabra y Vida' del arzobispo de Barcelona

Por Card. Lluís Martínez Sistach

Barcelona, (ZENIT.org)

Hoy es la Jornada Mundial de las Misiones, una jornada conocida como el DOMUND. Este año el lema es "Misioneros de la misericordia" y se dan dos circunstancias que dan un tono especial al DOMUND. Por un lado, en Roma está reunido el Sínodo sobre la Familia; y, por otro, estamos en el Año de la Vida Consagrada.

"La Jornada Mundial de las Misiones 2015 -dice el Papa Francisco en el mensaje que ha publicado para esta jornada- tiene lugar en el contexto del Año de la Vida Consagrada y recibe de ello un estímulo para la oración y la reflexión”.

El Santo Padre nos recuerda que todo bautizado está llamado a dar testimonio del Señor Jesucristo proclamando la fe que ha recibido como un don. Pero esto es particularmente válido para la persona consagrada, porque entre la vida consagrada y la misión hay un fuerte vínculo. El seguimiento radical de Jesús, que ha dado lugar a la aparición de la vida consagrada en la Iglesia, responde a la llamada a tomar la cruz y seguir a Cristo, imitando su dedicación al Padre y sus actitudes de servicio y de amor a todos, sobre todo a los que más sufren.

En el cincuenta aniversario del decreto del Concilio Vaticano II sobre las misiones, el Papa nos recuerda que la dimensión misionera pertenece a la misión misma de la Iglesia, y que por lo tanto es también intrínseca a toda forma de vida religiosa o vida consagrada a Dios. La misión no es proselitismo o mera estrategia. La misión es sobre todo testimonio personal. Quien cree y sigue a Cristo, se convierte necesariamente en misionero.

Para mostrar el vínculo entre la misión y la vida consagrada a Dios, el Santo Padre canoniza hoy a una religiosa española: María de la Purísima, que fue superiora general de la Congregación de las religiosas de la Compañía de la Cruz. María Isabel Salvat Romero nació en Madrid el 20 de febrero de 1926 y murió en Sevilla el 31 de octubre de 1998. A pesar de ser la superiora general de la congregación, ella quería en todo momento hacer los trabajos más humildes. Su deseo era trabajar sin figurar, sin aparecer, fomentando siempre un clima de confianza y de serenidad. Las religiosas de la Compañía de la Cruz hacen un gran trabajo al servicio de los enfermos y los pobres, y son muy estimadas sobre todo en Andalucía, donde nacieron y están más presentes.

En el marco del Sínodo sobre la Familia, el Papa beatifica hoy a un matrimonio, lo que no es frecuente. El matrimonio elevado a los altares es el que formaron Louis Martin y Zélie Guérin, franceses, padres de santa Teresa de Lisieux, carmelita descalza que es patrona de las misiones y ha sido declarada doctora de la Iglesia. Se da la circunstancia -nada frecuente- que este matrimonio vio como cuatro de sus cinco hijas entraron en el Carmelo de Lisieux. Esta beatificación nos recuerda la doctrina de la vocación universal a la santidad, sea cual sea el estado de vida de cada cristiano o cristiana.

+ Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona

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