Tribunas

No diré nada sobre el cardenal Cañizares

José Francisco Serrano Oceja

No seré yo quien salga en defensa del cardenal Cañizares ante la tormenta perfecta que se ha desatado con sus declaraciones sobre los emigrantes y refugiados. No lo necesita.

Tampoco me voy a dedicar a echar leña al fuego. Ni mucho menos. Me he preocupado de pensar porqué don Antonio dijo eso, en ese momento. Me he intentado poner en su circunstancia. Y también en el momento después. Entiendo que la preocupación latente, que hay que formular, es el futuro de Europa y su secular identidad cristiana, que no excluye la acogida y ayuda a los refugiados.

El cardenal Cañizares ya ha dicho lo que tenía que decir, y ha aclarado lo que tenía que aclarar en un largo comunicado que le honra. No recuerdo a ninguna personalidad pública, desde hace mucho tiempo en España, que haya entonado un mea culpa, y haya solicitado, pedido, perdón, como lo ha hecho don Antonio. Le honra, de nuevo.

Analizando argumentos, en columnas periodísticas varias, daba la impresión que si sustituía el nombre de Antonio Cañizares por el de Antonio María Rouco el reloj se había parado. Hasta los de la CUP utilizaron el otro día, en su escenografía de lucha de clases, una gran foto del cardenal arzobispo emérito de Madrid. Parece que hay una entente española que necesita de ciertos nombres para volcar sus desafueros.

Está claro que el cardenal Cañizares dijo lo que diría un responsable de seguridad del Estado o un político, si es que sabe que así está ocurriendo, en la clave de lo políticamente incorrecto. Debería decir eso, y no solo eso, lógicamente. Y por eso el decir público de un obispo quedó reducido, limitado, desdibujado. Es cuestión de un juicio de otra naturaleza moral en el orden de las declaraciones públicas.

Y ahí radicaba el desfase, que inmediatamente fue aclarado por el cardenal Cañizares en su comunicado posterior. Un desfase que nunca fue intencional, sino descriptivo. “Saben ellos –aclaró- que no es esa mi posición y que siempre han tenido y tendrán en mí a un hermano que los acoge y defiende, que comparte su tragedia, y que no voy a disminuir para nada ni mi ayuda personal, ni la ayuda institucional de la diócesis”.

Por cierto, por eso de la relación sobre los temas, cabría recordar ahora lo que el Papa Francisco dijo en la entrevista exclusiva que concedió a nuestra vecina Radio Renascenca, el 14 de septiembre de 2015, sobre este tema: “Puede ser. Es verdad, también quiero reconocer que las condiciones de seguridad territorial hoy día no son las mismas de otra época, porque, es verdad que tenemos a 400 kilómetros de Sicilia una guerrilla terrorista sumamente cruel, ¿no? Entonces, el peligro de la infiltración, eso es verdad, ¿no?”.

Pero si de lo que hablamos es del contenido de las declaraciones del cardenal Cañizares, convendría tener en cuenta los siguientes titulares de la prensa internacional de estos días pasados.

Por ejemplo, lo que lleva diciendo hace tiempo el belga Gilles de Kerchove, jefe antiterrorista de la Unión Europa. O las alertas de los servicios de Inteligencia de EEUU avisan de que puede haber “yihadistas troyanos” entrando en Europa.

En días pasados hemos leído además lo siguiente: Alto funcionario de OTAN: "Estado Islámico usa migración para infiltrar operativos terroristas en Europa"; Servicio de Seguridad Ruso: crisis de refugiados es usada por yijadistas para enviar su gente a Europa; Ministro británico: 2% refugiados sirios en Europa podrían ser terroristas de ISIS; Ministro libanés: más de 20.000 terroristas entre refugiados sirios en su país; “Yihadistas obtienen pasaportes sirios falsos. Fácil entrada en Italia o Grecia”, en un muy cuidado reportaje de Nick Ragge. Para más inri, el propio Estado Islámico ha declarado que ha introducido miles de terroristas en Europa, noticia publicada por Aaron Brown en “Express”.

No seré yo quien, por tanto, salga en defensa, ni diga nada, sobre lo que declaró el cardenal Cañizares. Ya lo dicen otros.

 

 

José Francisco Serrano Oceja