Interactividad \ Reflexiones en frontera

Es posible escuchar lo que Dios mismo dice a la Iglesia hoy, a través de la diversidad de voces que resuenan en el Aula del Sínodo

Francisco reza con las familias en vísperas del Sínodo - ANSA | 23/10/2015 14:16
REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

 

“Escuchar” es el verbo repetido por el Obispo de Roma cuando habla del proceso y ejercicio de la sinodalidad, es decir, de lo más importante que sucedió dentro del Aula del Sínodo, en este largo año marcado por dos asambleas de obispos en el Vaticano. Se trata de un camino que se hace juntos, en el diálogo para el discernimiento. Y el mismo Francisco es el primer protagonista de esta escucha y discernimiento de la voz de Dios, como lo atestigua su discurso final del sínodo precedente.

Se trata de cuestiones de fe. Al lado del santuario de san Pedro, que se levanta sobre la tumba del apóstol asesinado aquí por su fe en Jesús, los obispos con el Sucesor de Pedro, acompañados por matrimonios y especialistas en cuestiones sobre la familia, concluyen una reunión de matriz religiosa, espiritual, que se realiza en la fe de la Iglesia, para ofrecer “proposiciones” a Francisco que escribe su exhortación sobre la “vocación y misión de la familia en la Iglesia y el mundo contemporáneo”.

Y, en esta escucha de lo que el Espíritu dice a la Iglesia hoy; en este discernimiento de “los signos de los tiempos”, el Papa Francisco -como el buen samaritano del evangelio- tiene en su corazón los rostros de tantas familias concretas de su vida en las calles y barrios de Argentina, como cura callejero, como pastor con olor a oveja. Y ahora, tantos rostros de familias concretas del mundo entero, por la escucha atenta y minuciosa que Francisco prestó a tantos pastores de otros lugares del planeta, de otras culturas, costumbres y naturalezas. Por esto el Papa, que no se defiende nunca a sí mismo, ni defiende “ideas” –porque la realidad es superior a la idea-, sí defenderá la vida, el bien, la esperanza de esas familias, si es necesario a costa de su vida.

Hubo ciertamente en el Sínodo sobre la familia, un debate intenso, una discusión apasionada y también una votación de “ideas encontradas”, diversas y contrarias. Pero en medio de todo esto la misión del Vicario de Cristo es “escuchar lo que Dios dice hoy a la Iglesia”, para derramar sobre las familias el vino y el aceite del buen samaritano. Porque Francisco quiere aliviar las heridas de la familias y también inyectar en el mundo “espíritu de familia”.